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EL ASCENSO DEL CAÍDO [ESPAÑOL]
El PRECIO DEL CONOCIMIENTO

El PRECIO DEL CONOCIMIENTO

Prólogo: La Promesa

El olor a antiséptico impregnaba el aire del hospital, mezclándose con algo más sutil y siniestro que Akira no podía identificar. Bajo la luz fluorescente, la piel de su hermana Hitomi lucía casi traslúcida, con venas oscurecidas trazando patrones enfermizos bajo su superficie.

"Los médicos dicen que no hay nada que puedan hacer", susurró Hitomi, su voz apenas audible sobre el pitido constante de las máquinas. Sus ojos, antes de un marrón cálido, ahora mostraban vetas negras que se expandían día a día. "Dicen que nunca han visto algo así."

Akira presionó la mano de su hermana, notando cómo los dedos de ella se habían vuelto fríos como el hielo. A sus veinticinco años, era todo lo que le quedaba en el mundo, y ahora también la estaba perdiendo.

"No me importa lo que digan", respondió, inclinándose más cerca. "Encontraré una cura. No importa dónde tenga que buscar o qué tenga que hacer. Te lo prometo."

Una débil sonrisa cruzó los labios agrietados de Hitomi. "Siempre tan terco, hermano mayor." Su mano se tensó repentinamente, y un espasmo de dolor cruzó su rostro. Las vetas negras en sus ojos pulsaron, expandiéndose momentáneamente.

Fue entonces cuando Akira lo notó: un símbolo extraño que apareció brevemente en la piel de su hermana, justo sobre su corazón, antes de desvanecerse. No era la primera vez que veía algo así, pero los médicos siempre lo descartaban como una alucinación producto del estrés.

Esa noche, en su pequeño apartamento, rodeado de libros de medicina y folklore antiguo, Akira encontró el mismo símbolo en un texto prohibido. Era una marca de Umbra, la ciudad de las sombras, donde la realidad y la magia se entrelazaban.

La decisión estaba tomada. Si la medicina moderna no podía salvar a su hermana, buscaría respuestas en lo prohibido.

Capítulo 1: El Portal

El sótano de la biblioteca abandonada apestaba a moho y decadencia. Akira trazó el último símbolo en el suelo con tiza mezclada con su propia sangre, completando el círculo ritual que había encontrado en el grimorio prohibido. Las velas negras parpadearon, proyectando sombras danzantes contra las paredes manchadas de humedad.

"Perdóname, Hitomi", murmuró mientras sacaba la daga ceremonial de su funda. El metal antiguo brilló con un resplandor enfermizo bajo la luz vacilante. Según los textos, el portal a Umbra exigía más que símbolos y palabras: requería un sacrificio de dolor y sangre.

Sin permitirse dudar, Akira presionó la hoja contra su palma izquierda. El corte fue profundo, preciso, siguiendo la línea de vida. La sangre brotó, oscura y espesa, goteando sobre los símbolos trazados en el suelo. Cada gota al caer emitía un sonido suave, como si la tiza mezclada con sangre respondiera a la nueva ofrenda.

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Las palabras del ritual acudieron a su mente, una letanía en un idioma que nunca había estudiado pero que ahora fluía de sus labios como si lo hubiera hablado toda su vida:

"*Portam umbrae, sanguinem offero. Pretium solvo, transitum quaero.*"

El aire se espesó, volviéndose denso como el mercurio. Las sombras en las esquinas del sótano comenzaron a moverse con voluntad propia, estirándose hacia el círculo ritual como dedos hambrientos. El olor a moho fue reemplazado por algo más antiguo y metálico, como tumbas abiertas y secretos enterrados.

La primera oleada de dolor lo tomó por sorpresa. No era solo el corte en su mano; Era algo más profundo, como si cada célula de su cuerpo estuviera siendo reescrita. Akira se mordió el labio hasta sangrar, negándose a gritar. Los textos habían sido claros: mostrar debilidad durante el ritual podía ser fatal.

Las sombras se arremolinaron a su alrededor, solidificándose en formas que desafiaban la comprensión. Por el rabillo del ojo, creyó ver rostros en la oscuridad, bocas abiertas en gritos silenciosos. Las paredes del sótano comenzaron a desdibujarse, como si la realidad misma estuviera derritiéndose.

"*Viam aperio, pretium Accepto*", continuó, su voz ronca por el esfuerzo. Las palabras parecían quemar su garganta al pronunciarlas.

El círculo ritual se iluminó con una luz negra, un concepto que hasta ese momento se hubiera considerado imposible. La sangre en los símbolos comenzó a moverse por voluntad propia, formando nuevos patrones, más complejos y perturbadores.

Akira sintió cómo algo tiraba de él, no básicamente, sino en un nivel más fundamental. Era como si cada átomo de su ser estuviera siendo desgarrado y reconfigurado. El dolor se intensificó hasta volverse casi insoportable, y con él llegó la comprensión: esto era solo el comienzo del precio que tendría que pagar.

La realidad se fracturó.

El sótano desapareció, reemplazado por un vacío que no era ni luz ni oscuridad. Akira flotaba en él, o tal vez caía, mientras fragmentos de recuerdos y pesadillas pasaban junto a él como cristales rotos. Vio momentos de su vida reflejados en ellos: Hitomi de niña, sonriendo mientras él le leía cuentos; el funeral de sus padres; la primera vez que notó las vetas negras en los ojos de su hermana.

Una voz resonó en su mente, antigua y múltiple, como si muchos hablaran al unísono: "*El precio es aceptado. El camino está abierto. Bienvenido a Umbra, buscador. Que tu cordura sobreviva al conocimiento que encuentres.*"

La caída se aceleró. El vacío se llenó de susurros y risas distorsionadas. Akira cerró los ojos, pero las visiones continuaron, proyectándose directamente en su mente: ciudades imposibles, bibliotecas infinitas, criaturas que desafiaban la lógica.

Cuando finalmente impactó contra algo sólido, el golpe expulsó todo el aire de sus pulmones. El sabor a sangre llenaba su boca, y cada músculo de su cuerpo gritaba en protesta. Abró los ojos lentamente, parpadeando para aclarar su visión.

Se encontraba en una calle adoquinada, bajo un cielo que no podía ser real. Sobre él, estrellas de colores imposibles trazaban constelaciones que parecían moverse cuando las miraban directamente. Los edificios a su alrededor se alzaban desafiando la gravedad, con ángulos que hacían doler los ojos al intentar comprenderlos.

Akira se puso de pie con dificultad, notando que la herida en su mano había cambiado. La línea del corte ahora brillaba con un tenue resplandor púrpura, y la piel alrededor se había oscurecido como si hubiera sido quemada.

"Umbra", susurró, su voz ronca. El nombre de la ciudad resonó en el aire como una promesa oscura.

Había llegado. El primer paso estaba dado.

Y en algún lugar de este lugar imposible estaban las respuestas que necesitaban para salvar a Hitomi.

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