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EL ASCENSO DEL CAÍDO [ESPAÑOL]
Capítulo 3: La Biblioteca Viviente

Capítulo 3: La Biblioteca Viviente

El interior de la Biblioteca desafiaba toda lógica arquitectónica. Los pasillos se curvaban hacia arriba, formando espirales imposibles donde los libros flotaban como hojas en el viento. Las estanterías parecían respirar, expandiéndose y contrayéndose suavemente, mientras susurros antiguos resonaban entre sus pasillos.

Akira avanzó cautelosamente, guiado por el brillo dorado de Lux y la sombra ondulante de Nyx. El suelo bajo sus pies cambiaba con cada paso: madera antigua, mármol veteado, cristal oscuro que reflejaba memorias que no le pertenecían.

“Los libros te llamarán”, advirtió Lux, su luz parpadeando. “Algunos intentarán tentarte con conocimientos prohibidos. Otros querrán devorarte.”

“Concéntrate en tu propósito”, añadió Nyx. “La biblioteca responde a la intención. Busca información sobre la aflicción de tu hermana, pero no toques ningún libro hasta que te lo indiquemos.”

Los susurros de los libros se intensificaron mientras avanzaban. Akira podía distinguir fragmentos de conversaciones en docenas de idiomas, algunos que nunca había escuchado antes. Un tomo encuadernado en lo que parecía piel humana se agitó en su estante, sus páginas revoloteando como alas.

“*Ven…”, susurró el libro en la mente de Akira. “*Tengo secretos que necesitas conocer…”

“No te detengas”, ordenó Nyx. “El primer nivel está lleno de trampas. Los libros más peligrosos son a menudo los más tentadores”.

Pasaron junto a una sección donde los estantes formaban una espiral descendente. Libros encadenados se retorcían en sus ataduras, y Akira juraba podía escuchar gritos ahogados provenientes de sus páginas.

“¿Qué les sucedió a sus lectores anteriores?” preguntó, aunque temía conocer la respuesta.

“Algunos están atrapados en las páginas”, respondió Lux, su luz fluctuando tristemente. “Otros… se convirtieron en parte de la misma biblioteca”.

Llegaron a un claro en medio del laberinto de estantes. El techo se elevaba hasta perderse en la oscuridad, y en el centro había un pedestal de mármol negro. Sobre él flotaba un libro abierto cuyas páginas estaban completamente en blanco.

“El Índice”, anunció Lux. “Aquí comenzará tu verdadera prueba”.

“La biblioteca necesita conocer tu pregunta”, explicó Nyx, flotando cerca del libro. “Pero cuidado con las palabras que elijas. Cada pregunta tiene un precio, y las respuestas pueden ser… impredecibles”.

Akira se acercó al pedestal. Las páginas en blanco del Índice parecían absorber la luz, creando patrones hipnóticos en su superficie.

“¿Cómo funciona?”

“Sangre”, respondió Nyx. “Siempre es sangre en Umbra. Pero esta vez, necesitas formular tu pregunta con precisión. La vaguedad puede ser fatal”.

Akira miró la marca en su mano, aún brillante con luz púrpura. La herida del ritual no había sanado, pero tampoco dolía. Era como si la magia mantuviera la carne en un estado de perpetua apertura.

“La enfermedad de tu hermana”, sugirió Lux. “Piensa en los síntomas específicos. En las vetas negras. En los símbolos que aparecen en su piel.”

Con cuidado, Akira presionó su palma contra la página en blanco. La sangre fue absorbida instantáneamente por el papel, formando palabras en un idioma que no conocía pero que, de alguna manera, podía entender:

“*¿Qué aflige a Hitomi Nakamura, marcada por el símbolo del vacío, consumida por la oscuridad que crece en sus ojos?*”

Las páginas del Índice comenzaron a pasar por sí solas, cada vez más rápido, mientras símbolos y ecuaciones arcanas danzaban en sus bordes. El aire se espesó, cargado de energía estática.

De repente, todo se detuvo. Una única palabra apareció en la página, escrita en lo que parecía tinta negra pero que se movía como si estuviera viva:

“*Vacíofagia*”

“Oh”, susurró Lux, su luz parpadeando con preocupación.

“Esto es peor de lo que pensábamos”, añadió Nyx, su forma oscura ondulando inquietamente.

“¿Qué es?” preguntó Akira, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. “¿Qué le está pasando a mi hermana?”

El Índice volvió a moverse, esta vez más lentamente. Nuevas palabras se formaron:

“*La respuesta completa se encuentra en el Tomo de los Vacíos, Sección Prohibida, Nivel -3. Advertencia: El precio del conocimiento es proporcional a su valor. ¿Deseas continuar?*”

Akira no dudó: “Sí.”

Las estanterías alrededor comenzaron a moverse, reorganizándose como un gigantesco rompecabezas mecánico. Un pasillo se abrió frente a ellos, descendiendo en espiral hacia las profundidades de la biblioteca.

“El nivel -3”, murmuró Nyx. “Hace siglos que nadie sobrevive a una visita allí.”

“Los pocos que han regresado”, añadió Lux, “nunca volvieron a ser los mismos.”

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Akira miró hacia la oscuridad que los aguardaba. Pensó en Hitomi, en las vetas negras expandiéndose en sus ojos, en su promesa de salvarla sin importar el costo.

“Muéstrenme el camino”, dijo con determinación.

Las estanterías crujieron ominosamente mientras comenzaban su descenso hacia las profundidades de la Biblioteca de los Iniciados, donde los secretos más oscuros aguardaban ser descubiertos.

La escalera en espiral parecía descender eternamente. Con cada nivel que bajaban, el aire se volvía más denso, cargado de partículas que brillaban como polvo de estrellas negras. Los susurros de los libros se transformaron en murmullos más profundos, casi guturales.

“El nivel -1”, anunció Lux cuando pasaron por una puerta arqueada hecha de metal negro. “Aquí comienzan los verdaderos peligros.”

Las estanterías en este nivel estaban hechas de un material que parecía hueso petrificado. Los libros estaban encadenados con grilletes de hierro oxidado, y algunos se agitaban violentamente al sentir su presencia.

“No mires directamente a las portadas”, advirtió Nyx. “Algunos tienen trampas oculares. Un vistazo puede drenar años de tu vida.”

Akira mantuvo su mirada fija en el camino, pero era difícil ignorar los sonidos. Risas distorsionadas, llantos ahogados, y ocasionalmente, el inconfundible sonido de páginas siendo desgarradas como si fueran carne.

“¿Qué son exactamente estos libros?”

“Grimorios fallidos”, respondió Lux. “Experimentos. Algunos contienen conocimiento prohibido. Otros son prisiones para entidades que es mejor no nombrar.”

Descendieron otro nivel. El aire se volvió más frío, y Akira podía ver su aliento formando patrones extraños que permanecían suspendidos en el aire más tiempo del que deberían.

“Nivel -2”, murmuró Nyx. “Mantén tu mente enfocada. Las ilusiones aquí son… convincentes.”

Como para probar su punto, Akira vio a Hitomi de pie entre las estanterías, sonriendo y llamándolo. Pero había algo mal en su sonrisa, algo depredador en la forma en que sus ojos, completamente negros ahora, lo miraban.

“No es real”, dijo Lux, su luz intensificándose. “La biblioteca está probando tu resolución.”

La falsa Hitomi se desvaneció como humo, pero fue reemplazada por otras visiones. Sus padres, vivos de nuevo, mirándolo con decepción. Versiones de sí mismo, algunas más jóvenes, otras envejecidas y corrompidas por poderes oscuros.

“El Tomo de los Vacíos está cerca”, anunció Nyx. “Puedo sentir su presencia.”

La escalera terminó abruptamente en una puerta circular hecha de un metal que parecía absorber toda la luz, incluso el resplandor dorado de Lux. Símbolos arcanos pulsaban en su superficie con un brillo enfermizo.

“Nivel -3”, dijo Lux, su voz más seria que nunca. “Última oportunidad para retroceder.”

Akira tocó la marca en su mano, que ahora ardía con intensidad. “No he llegado tan lejos para rendirme ahora.”

“La puerta requiere un sacrificio mayor”, explicó Nyx. “Un recuerdo verdaderamente precioso. Algo fundamental.”

“Esta vez”, añadió Lux, “tú eliges qué perder. Pero debe ser algo que realmente te duela abandonar.”

Akira cerró los ojos, buscando en sus memorias. ¿Qué podría sacrificar? ¿El recuerdo de la sonrisa de su madre? ¿Las últimas palabras de su padre? ¿Las tardes de estudio con Hitomi?

Y entonces lo supo.

“El sonido de su risa”, dijo en voz baja. “El recuerdo de cómo suena la risa de Hitomi.”

La puerta vibró, y un dolor agudo atravesó su mente. Era como si alguien estuviera arrancando páginas de un libro dentro de su cabeza. Podía ver a Hitomi riendo en sus recuerdos, pero el sonido… el sonido se desvanecía, reemplazado por un silencio ensordecedor.

La puerta se abrió con un sonido que recordaba a un último suspiro.

Más allá, la oscuridad era absoluta. Ni siquiera la luz de Lux parecía penetrarla completamente. Y flotando en medio de esa oscuridad, un libro antiguo encuadernado en lo que parecía piel de sombras: el Tomo de los Vacíos.

“Recuerda”, susurró Nyx, “algunos conocimientos pueden destruir la mente que los contiene.”

“Y algunos secretos”, añadió Lux, “exigen más que memoria y sangre como pago.”

Akira dio un paso hacia la oscuridad, sintiendo cómo el frío del nivel -3 se arrastraba bajo su piel, susurrando promesas de conocimiento y poder.

El Tomo de los Vacíos lo esperaba, sus páginas pulsando suavemente como un corazón oscuro en la eternidad de la noche.

El frío del nivel -3 era diferente a cualquier cosa que Akira hubiera experimentado antes. No era un frío físico, sino algo más profundo, como si el vacío mismo estuviera intentando congelar su alma.

El Tomo de los Vacíos flotaba ante él, su cubierta moviéndose como si estuviera hecha de sombras líquidas. Símbolos antiguos aparecían y desaparecían en su superficie, cada uno más perturbador que el anterior.

“No lo toques directamente”, advirtió Lux, su luz apenas penetrando la oscuridad circundante. “Usa esto.”

Una pequeña esfera de luz dorada se materializó frente a Akira, transformándose en un par de guantes tejidos con lo que parecían hilos de aurora boreal.

“Guantes de Lectura Protegida”, explicó Nyx. “No detendrán completamente los efectos del libro, pero al menos evitarán que te devore al instante.”

Akira se puso los guantes, que se ajustaron perfectamente a sus manos. El material emitía un suave zumbido, como si estuviera vivo.

Con cuidado, extendió las manos hacia el Tomo. En el momento en que sus dedos rozaron la cubierta, una voz antigua resonó en su mente:

“*¿Buscador del Vacío, comprendes el precio del conocimiento que persigues?*”

“Lo comprendo”, respondió Akira en voz alta.

“*No, no lo comprendes. Pero lo harás.*”

El libro se abrió por sí solo, sus páginas hechas de lo que parecía noche líquida. Las palabras flotaban sobre la superficie como constelaciones móviles, cambiando de forma y significado mientras Akira las observaba.

“Busca la entrada sobre Vacíofagia”, sugirió Lux. “Pero no te desvíes. Cada palabra adicional que leas aumentará el precio a pagar.”

Akira comenzó a pasar las páginas, cada una revelando horrores y maravillas que amenazaban con hacer pedazos su cordura. Vio ecuaciones que describían la geometría del vacío, rituales que podían desgarrar la realidad, y nombres de entidades que nunca deberían ser pronunciados.

Finalmente, encontró lo que buscaba:

“*Vacíofagia: Aflicción nacida del contacto con los Espacios Entre Espacios. La víctima desarrolla una conexión parasitaria con el Vacío mismo, manifestándose inicialmente a través de vetas oscuras en los ojos y símbolos dimensionales en la piel. El Vacío consume gradualmente la esencia vital del huésped, transformándolo en un conducto entre realidades.*”

Las palabras parecían moverse bajo su mirada, como si intentaran escapar de la página.

“*Cura conocida: El Ritual de Transferencia de Vacío. Advertencia: Requiere un recipiente voluntario para absorber la aflicción. El nuevo huésped debe ser más fuerte que el original o será consumido instantáneamente. La transferencia es irreversible.*”

“¿Un recipiente voluntario?”, murmuró Akira. “¿Significa que alguien debe…”

“Tomar su lugar”, completó Nyx. “Absorber el Vacío que la está consumiendo.”

“Y sobrevivir a él”, añadió Lux, su luz fluctuando con preocupación.

Akira continuó leyendo, cada palabra aumentando el peso invisible que sentía sobre sus hombros:

“*El ritual debe realizarse durante la Convergencia de las Lunas de Umbra, cuando el velo entre dimensiones es más delgado. El recipiente debe estar marcado por la biblioteca y haber sobrevivido al menos tres pruebas de los niveles prohibidos.*”

“La próxima Convergencia”, dijo Nyx, “es en siete días”.

“Apenas tiempo suficiente para prepararte”, añadió Lux. “Si sobrevive a las pruebas”.

De repente, el libro se cerró violentamente. Las sombras a su alrededor comenzaron a moverse con propósito, formando siluetas vagamente humanoides.

“*El precio del conocimiento debe ser pagado ahora*”, resonó la voz antigua en sus mentes.

Las sombras se abalanzaron sobre Akira, atravesando los guantes protectores como si no existieran. El frío se intensificó hasta volverse insoportable, y sintió como si algo estuviera siendo extraído de su ser.

“¡No luches contra ello!”, gritó Lux. “¡Déjalas tomar su pago!”

Las sombras se hundieron en su piel, y Akira gritó cuando los recuerdos comenzaron a desvanecerse. No recuerdos aleatorios esta vez, sino algo específico: todo su conocimiento sobre la muerte de sus padres. Las circunstancias, el funeral, los últimos momentos… todo se desvaneció, dejando solo un vacío doloroso en su mente.

Cuando las sombras finalmente retrocedieron, Akira cayó de rodillas, jadeando. Sabía que sus padres estaban muertos, pero ya no podía recordar cómo o cuándo había sucedido. Era como una herida en su memoria, un espacio negro donde antes había existido algo importante.

“El primer pago”, dijo Nyx solemnemente. “Habrá más.”

“Los niveles prohibidos te esperan”, añadió Lux. “Y cada prueba exigirá su propio precio”.

Akira se puso de pie lentamente, sus piernas temblando. El Tomo de los Vacíos había regresado a su posición original, flotando en la oscuridad como un recordatorio silencioso del conocimiento que había obtenido y el precio que había pagado por él.

“¿Por dónde empezamos?”, preguntó, su voz ronca.

Las sombras del nivel -3 parecieron reír en respuesta, mientras los susurros de los libros prohibidos prometían más secretos, más poder, y más dolor por venir.