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Cap. 4 - Huida

Loth corrió con todas las fuerzas que sus piernas nerviosas le permitieron. Zera, a su lado, todavía parecía pasmada por lo que acababa de ocurrir, pero el chico no le dejó descanso, para alejarse de los soldados. No había tiempo para analizar lo que acababa de ocurrir. Huir era en aquel momento lo más importante. vio que uno de los edificios anexos a la mansión estaba en su mayoría construido en piedra, incluido el balcón, cercano al que en aquel momento se encontraban. El espacio se terminaba. No había tiempo para pensar. Mientras llegaba a la balaustrada, agarró a la chica por el abdomen, rezando por que su plan funcionara. Dio un pequeño paso para subir a la barandilla sin perder la velocidad.

Y saltó.

Mientras estaban en el aire, llegando hacia el balcón de piedra, Zera gritó, sobresaltada. Loth pensó por unos instantes que su fuerza no había sido suficiente, y que caerían, y ni siquiera su intento de escapar habría resultado útil. Pero entonces, sus piernas chocaron contra el antepecho, y cayó sobre la dura piedra. La chica salió disparada más allá de donde a él le habían frenado los pies. Dio una vuelta sobre sí mismo para alejarse del límite hacia el vacío, y gateó hasta donde Zera había caído, sin aparentes heridas importantes, aunque la piedra había hecho las hombreras del vestido jirones, y algunos raspones marcaban sus brazos.

—¿Estás bien?—preguntó él.

—No estoy muerta—dijo, refunfuñando.

Loth suspiró, y la ayudó a levantarse. Se giró hacia el balcón de donde acababan de huir, y vio a dos de los soldados cargando con el cuerpo inconsciente de Yigo hacia el interior de la casa, mientras que el tercero parecía haber desaparecido. Se giró hacia el mirador donde habían llegado, y escuchó pasos rápidos acercándose.

—Vamos. No tenemos tiempo ahora.

—Pero, ¿y Yigo?

—No podemos rescatarlo. No ahora que saben que no somos nobles.

Volvió a sujetar a la chica por la cintura, pegándola a su cuerpo, mientras se preparaba para volver a arriesgarse. Se subió al barandal, pero ahora no necesitaba velocidad. Cerró los ojos, abriendo la luz de su interior. Sintió una corriente recorrer todo su cuerpo, y la dirigió a través de sus venas hacia la planta de sus pies. Esa luz dejó de recorrer todo su cuerpo, se dirigió allí, y entró en contacto con la piedra de la balaustrada. Estaba preparado. Disparó esa energía a la roca, y elevó las piernas con todas sus fuerzas. Dió un salto inhumano, que le hizo elevarse varios metros de altura, y se alejó de la mansión con la altura que había conseguido. Mientras volaba, se dirigió hacia otro edificio de piedra cercano, aquel que contenía una cúpula en lo alto. Cambió el sentido de su vuelo mientras se acercaban por el aire. Aterrizó junto al cristal, y dejó a Zera. El espacio que quedaba entre la vidriera y el borde era lo suficientemente ancho como para que pudieran caminar sobre él con tranquilidad.

—¿Cómo has hecho eso?—dijo la chica.

—Es uno de mis poderes.

Zera frunció el ceño.

—¿Uno de ellos? Creía que cada persona solo podía tener un tipo de poder.

—Y es lo normal. No sé muy bien por qué tengo acceso a todos los poderes. Lay me explicó algo sobre una muy antigua comunidad de personas que también podían controlar todos los poderes, pero desaparecieron hace ya demasiado tiempo como para que se conozca mucho sobre ellos.

Loth suspiró, y observó el interior del edificio. Parecía ser también una biblioteca, pues parecía haber algunas estanterías con libros, pero la oscuridad de la noche le impedía ver mucho más allá. Desvió la mirada hacia la mansión que acababan de dejar atrás. ¿Cómo podían haberse desbaratado todos sus planes tan rápidamente? Yigo parecía sospechar desde que llegaron los guardias que algo no andaba bien. Puede que por ello hubiera salido al balcón, para que si él no podía escapar, al menos ellos dos tuvieran una oportunidad. Y en parte fue así. Pero ahora Yigo estaba en manos de lord Visarr, y ya habría comunicado a todo el palacio lo ocurrido. ¿Sabrían ya Thy y Darian quién era él en realidad? Había conseguido ganarse una parte de su confianza, o al menos eso creía. Habían hablado con él de temas importantes, habían compartido aquellas cortas horas. Probablemente ahora estarían pensando en cómo alguien de los bajos fondos se había mimetizado en la nobleza. ¿Qué serían ahora de los planes de Thy de salir de la ciudad? Si antes su padre no le permitía semejante idea, ahora, con el conocimiento de que puede ser fácil que alguien se cuele en la nobleza sin que se enteren, lord Tirring pensará que la seguridad de su hijo será nula si sale de la ciudad, pues alguno de sus enemigos podría hacerse pasar por un noble con buenas intenciones, y asesinarlo a la mínima oportunidad. Y en parte era cierto, pero se sentía mal por haber frustrado las posibilidades de Thy de salir de la ciudad él solo. Alzó la cabeza hacia el ya oscurecido cielo, y se percató de que las dos lunas no eran visibles. Las nubes invernales acechaban las noches como aquella, volviendo a la ciudad incluso más oscura que de costumbre pues, al verse las lunas y las estrellas eclipsadas por las nubes, su luz ya no podía inundar las sombrías noches.

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Zera suspiró

—¿Alguna vez has querido salir de la ciudad?

—Casi siempre pienso en querer salir de esta maldita ciudad, hasta que paso un buen rato con la banda. Es entonces cuando veo las razones por las que no he intentado marcharme hasta ahora. Pero aun así, sigo sin querer quedarme aquí. Al final, es frustrante tener que vivir en el lugar más sometido, existiendo tantas otras ciudades donde, aún estando bajo el servicio de Dorn, dan mucha más libertad a sus habitantes, pues pueden irse de la ciudad o entrar cuando quieran, mientras que aquí, a menos que tengas la acreditación de comerciante, una vez que entres ya no podrás salir.

—Entonces, eso significa que estoy aquí atrapada también.

Loth asintió. La chica se giró, suspirando. Él se sumió en sus pensamientos de cómo podría haber reaccionado Thy en caso de que le hubieran comunicado quién era realmente Íog. De repente, ella se levantó como accionada por un resorte.

—¿Escuchas eso?—dijo.

Loth salió de sus pensamientos, y trató de agudizar su oído. Llegaba a percibir un extraño silbido, como el de un objeto moviéndose a gran velocidad. Se puso alerta.

Como una sombra, algo se lanzó sobre un edificio, volando. Aquella figura se acercaba a ellos. Dio un último salto sobre un edificio de piedra, en dirección al otro extremo del lugar donde se encontraban. Cayó con un golpe sordo. Era una persona, sin duda, y portaba una fina capa.

—Vi a alguien sobre la muralla el día que llegué ciertamente similar a él—susurró Zera.

—Yo también la vi, pero, ¿es la misma persona?

—Quiero creer que sí.

La figura apareció por detrás de la cúpula, con una capucha unida a la capa que le tapaba la cabeza. Loth sacó su daga.

—Vengo con buenas intenciones—dijo el encapuchado, alzando los brazos para mostrar que estaban vacíos.

—Quítate la capucha, y entonces hablaremos.

—Ya estamos hablando—contestó el desconocido, con tono burlón, pero accedió a la petición, y dejó ver su rostro, hasta ahora escondido por la tela y oculto por la oscuridad. Era una persona que por su apariencia no debía tener más años que Yigo, pero su pelo, totalmente blanco y corto, le daba un aspecto extraño. Tenía los ojos marrones, como la gran mayoría de la población, y sus labios eran finos, pero irregulares. Llevaba una chaqueta y pantalones de cuero, al estilo de los suburbios, pero portaba también una extraña camisa verde de tela. Sus rasgos faciales no eran muy similares a los de la ciudad. Debía ser de las afueras. De las afueras de los dos muros—. Me ha costado mucho encontrarte, Loth.

El chico no pudo evitar una mueca de sorpresa.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Puede que no lo sepas, pero empiezas a ser conocido.

—Pero yo no he hecho nada.

—Yo no diría que “nada” sea la mejor forma de describir lo que sabes hacer. Eres capaz de controlar todos los poderes de la luz, ¿cierto?

—Creo que sí.

—Entonces ya has hecho mucho. Eres el primer Lúminis que ha nacido en tres milenios.