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Crónicas de luz y sombra (español)
Capítulos 4. Dequilibrio entre reinos

Capítulos 4. Dequilibrio entre reinos

Hace muchos años, antes de que el caos se extendiera por el multiverso, existía un reino majestuoso en lo más alto de las nubes, conocido como Celestia. Este reino era el eje del equilibrio cósmico, un lugar donde los cielos infinitos y las torres doradas brillaban con la luz del amanecer eterno. Los ángeles, guardianes de la armonía, se movían entre sus altos salones de mármol y cristal, llevando la paz a todos los reinos.

Sin embargo, todo cambió cuando la ambición oscura de Luztherion, el hermano menor de Aetherion, uno de los Primordiales de la Luz, se desató.

En el salón del Trono Dorado, cuya luz pulsante sostenía el equilibrio del multiverso, los ángeles se congregaban en armonía. La paz parecía inquebrantable, pero una sombra oscura irrumpió en la sala: Luztherion, con una mirada desafiante y un brillo frío en sus ojos.

Luztherion (desafiante, con voz resonante): "¿Por qué someternos al equilibrio cuando podríamos regirlo todo? No somos esclavos del balance; somos sus amos."

Su voz resonó como un trueno en los vastos pasillos, causando que los ángeles se volvieran hacia él con asombro y temor. Antes de que pudieran reaccionar, Luztherion avanzó hacia el trono, levantando una esfera oscura en su mano: el resultado de sus investigaciones prohibidas en las profundidades del Abismo.

Los ángeles guardianes intentaron detenerlo, pero la esfera oscura liberó una energía devastadora que los derribó uno por uno.

Guardián del Trono (gritando): "¡Luztherion, detente! ¡No sabes lo que haces!"

Pero el Primordial no escuchó. Con un movimiento decisivo, arrancó un fragmento de la luz dorada del Trono, un acto de sacrilegio que provocó que el trono comenzara a temblar y emitir destellos inestables.

Luztherion (riendo con amargura): "Por fin... el poder para moldear el multiverso según mi voluntad."

Fusionó el fragmento de luz con su esfera oscura, dando origen al Corazón Sombrío, un artefacto corrupto cuya energía era tan caótica como peligrosa.

Intentó usar el Corazón Sombrío para reclamar el Trono, pero este reaccionó con un destello cegador. Una explosión de energía pura lo envolvió, dividiendo su alma en dos: la luz dentro de él se desvaneció para siempre, mientras su oscuridad quedó sellada dentro del Corazón Sombrío.

La ambición de Luztherion no solo marcó su propia caída, sino que también rompió la balanza que sostenía el multiverso."

El universo entero sintió el impacto de la traición. Grietas invisibles aparecieron entre los reinos, y el equilibrio que los unía comenzó a desmoronarse:

Los vampiros, antes controlados por su reina ancestral, comenzaron a cazar sin medida.

Los demonios, liderados por facciones ambiciosas, intentaron expandir su territorio en un esfuerzo por tomar el lugar que Luztherion había dejado vacío.

Los elfos, los gigantes y las sirenas se vieron envueltos en conflictos que antes eran desconocidos para ellos.

Lo que alguna vez fue armonía se convirtió en caos y guerra.

A pesar de su derrota, la voz de Luztherion resonó en los confines del multiverso, dejando una advertencia.

Luztherion (su eco retumbando en el vacío): "Solo un alma nacida de la luz y las sombras podrá restaurar el equilibrio. Pero ese sacrificio abrirá el camino hacia una nueva era... o la destrucción eterna."

***Regreso al presente

En la cálida habitación de Liora, Marianne termina de contar la historia con su voz suave, mientras la niña escucha con fascinación, acurrucada bajo las mantas.

Liora (con curiosidad en sus ojos celestes):"¿Crees que esa alma realmente existe, mamá?"

Marianne sonríe mientras acaricia el cabello dorado de su hija.

Marianne (dulcemente): "No lo sé, pero creo que el equilibrio siempre encuentra su camino. Ahora, a dormir, mi pequeña soñadora."

Cubre a Liora con las mantas y apaga la lámpara. Desde la ventana, una estrella titilante parece responder a las palabras de Liora, iluminando la noche con un brillo especial.

En las sombras del bosque, una figura oscura observa la casa en silencio. Luciferis, con su expresión endurecida, murmura para sí mismo mientras desaparece en la penumbra.

Luciferis (en un susurro): "El equilibrio... ¿o el caos? Solo el tiempo lo dirá."

Era una mañana soleada en Hollow Creek, y el ambiente en el pueblo vibraba de alegría. Como cada año, la feria anual iluminaba el parque central con luces parpadeantes y juegos mecánicos que se alzaban hacia el cielo. Los habitantes del pueblo, familias enteras, parejas jóvenes y niños emocionados, caminaban entre los coloridos puestos.

Liora, fascinada por el bullicio y el destello de las luces, corre hacia su padre con ojos brillantes.

Liora (emocionada, tirando de la mano de Edward): "¡Papá, papá! ¡Llévame a la feria, por favor! ¡Mira cuántas luces!"

Edward intercambia una mirada divertida con Marianne, que no puede evitar reír al ver la emoción de su hija.

Edward (fingiendo dudar):"No sé... ¿Crees que aguantarás hasta el final sin comerte todo el algodón de azúcar?"

Liora (haciendo un puchero): "¡Papá! Prometo no comérmelo todo... bueno, tal vez solo un poquito."

Al llegar, el parque de diversiones está lleno de vida. Liora se detiene al ver el carrusel decorado con caballos blancos adornados con flores doradas y luces parpadeantes.

Liora (señalando emocionada): "¡Papá, mamá, quiero subirme ahí! ¿Podemos, por favor?"

Edward asiente mientras acaricia suavemente la cabeza de Liora.

Edward (riendo): "Claro que sí, mi pequeña estrella. Vamos."

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Suben al carrusel, y mientras da vueltas, Liora siente un extraño calor en su interior, algo indescriptible que parece resonar con la música del tiovivo. Marianne, observándolos desde fuera, saca una cámara y toma una foto para inmortalizar el momento.

Después del carrusel, la familia se detiene en un colorido puesto de dulces. El anciano vendedor sonríe amablemente mientras ajusta su delantal.

Vendedor: "Buenas noches, familia. ¿Qué se les antoja hoy? Tengo algodón de azúcar, churros y más dulces de los que podrían imaginar."

Edward (con tono juguetón, mirando a Liora):"¿Qué opinas, Liora? ¿Compartirás tu algodón de azúcar conmigo, o tendré que comer solo churros gigantes?"

Liora (fingiendo indignación):"¡Papá! ¡Siempre dices eso, y al final te lo terminas todo!"

Marianne ríe mientras Edward pide un churro gigante y Liora señala el algodón de azúcar más grande que ve.

Liora (con entusiasmo):"¡Quiero ese, por favor!"

El anciano les entrega los dulces, y Liora no pierde tiempo en hundir su rostro en el algodón de azúcar, dejando escapar risas dulces y despreocupadas.

Liora se detiene frente a un puesto de tiro al blanco. Observa los grandes premios, especialmente un oso blanco de peluche que parece mirarla fijamente.

Liora (determinada): "¡Voy a ganar ese oso, mamá! ¡Lo prometo!"

Toma la pistola de balines y apunta con cuidado, pero falla el primer disparo. Intenta nuevamente y falla otra vez. La frustración comienza a invadir su rostro.

Liora (resoplando): "¡Esto no es justo! ¡Es mucho más difícil de lo que parece!"

Edward se acerca con una sonrisa tranquilizadora y le da una palmadita en la espalda.

Edward: "Déjame intentarlo, ¿vale? Yo tengo mucha experiencia en estas cosas."

Toma la pistola con calma y, con un solo disparo certero, derriba el blanco. El vendedor le entrega el gran oso blanco a Liora, que salta de alegría y lo abraza con fuerza.

Liora (riendo emocionada): "¡Papá, eres el mejor! ¡Mira lo grande que es!"

La familia decide terminar la noche en la rueda de la fortuna. Suben a una góndola, y Liora se asoma por la ventana, maravillada por la vista del pueblo iluminado.

Liora (maravillada): "¡Miren! Todo se ve tan pequeño desde aquí arriba. Es... increíble."

Edward observa a su hija con cariño.

Edward (con voz reflexiva):"Desde aquí arriba, parece que todo está al alcance de la mano. Pero recuerda, hija, incluso las cosas pequeñas pueden ser grandes para quien las valora."

Liora asiente, perdiéndose en el paisaje mientras la góndola alcanza el punto más alto. Una ráfaga de viento mueve suavemente su cabello, y por un momento, el tiempo parece detenerse.

Liora (pensativa):"Es tan hermoso... Es como si este lugar tuviera algo mágico."

De camino a casa, Liora abraza su oso de peluche mientras la familia ríe y charla. Pero cuando llegan al borde del parque, Liora se detiene y mira hacia atrás, sintiendo algo extraño.

Liora (susurrando): "Papá... mamá... siento como si alguien nos estuviera observando."

Edward se acerca y coloca una mano tranquilizadora en su hombro.

Edward (sonriendo): "Es solo el viento, cariño. Las luces se mueven con la brisa. Pero tal vez... solo tal vez... este lugar tiene un poco de magia."

Marianne toma la mano de su hija y la guía hacia adelante.

Marianne (sonriendo): "Eso es lo que hace que cada recuerdo sea especial, mi amor. Vamos, es hora de ir a casa."

La familia se pierde en la noche, dejando atrás las luces parpadeantes de la feria. Sin embargo, en lo alto de la colina, una sombra observa en silencio, como un presagio de los desafíos que están por venir.

El bosque se despierta lentamente con el amanecer, una suave luz dorada acariciando las hojas. El aire fresco de la mañana se mezcla con el aroma terroso del bosque, y en el aire flota la tranquilidad que solo la naturaleza puede ofrecer. Liora, con una sonrisa llena de emoción, espera pacientemente en la puerta de su casa. Hoy es un día especial, pues Lucian ha prometido mostrarle su lugar favorito en el bosque.

Liora (murmurando mientras espera): "¡Ojalá sea tan hermoso como me lo contó!"

De repente, se escucha un golpe suave en la puerta. Liora salta de su lugar y corre a abrirla con entusiasmo.

Edward (sonriendo, calmando su excitación): "Tranquila, pequeña luz, que no se nos vaya a escapar."

Liora (riendo):"¡Voy, papá!"

Edward abre la puerta con una sonrisa, y allí está Lucian, de pie frente a ellos, con una expresión alegre y llena de energía. Sus ojos brillan de emoción al ver a Liora tan emocionada.

Lucian (sonriendo de oreja a oreja): "Hola, señor Edward, estoy aquí para cuidar de Liora, como prometí."

Edward (bromeando mientras levanta una ceja):"¿Cuidar de ella? ¡No le hagas correr mucho, Lucian!"

Lucian (un poco avergonzado pero con confianza):"¡No se preocupe, señor Edward, me aseguraré de que vuelva sana y salva!"

Liora, impaciente, toma la mano de Lucian con rapidez y comienza a correr hacia el sendero. Lucian, sorprendido por la energía de la pequeña, decide seguirla, riendo mientras corre detrás de ella. El sendero está lleno de flores silvestres que crecen en los bordes, y árboles altos que forman un dosel de sombras frescas por donde los rayos del sol apenas se cuelan.

Lucian (mirando a su alrededor y sonriendo): "Este es mi lugar favorito. ¿Ves cómo todo parece estar en paz aquí? Es como si el tiempo no importara."

Liora observa el paisaje con asombro. El sendero se abre en un claro donde un gigantesco árbol, de raíces retorcidas y tronco grueso, se alza imponente. Las raíces forman un pequeño refugio natural bajo su sombra, y el suelo está cubierto de flores vibrantes en tonos morados, rojos y amarillos. A lo lejos, una pequeña cascada fluye suavemente, su agua cristalina susurrando mientras cae sobre las piedras. El lugar es mágico, como si hubiera sido hecho especialmente para ellos.

Liora (maravillada, con los ojos brillando):

"Es... increíble. Como un lugar sacado de un cuento de hadas."

Lucian se sienta bajo el árbol y mira a Liora con una sonrisa tranquila. La invita a unirse a él, y ambos se acomodan en el suave musgo que cubre el suelo. Los rayos del sol se filtran a través de las hojas, creando pequeños puntos de luz que danzan sobre ellos.

Lucian (pensativo, mirando el entorno con una suave sonrisa): "A veces, cuando el mundo se siente demasiado caótico, este lugar me recuerda algo importante. La verdadera belleza está en las pequeñas cosas. En esos momentos que se escapan de nuestra vista, pero que están ahí, esperando a ser descubiertos."

Liora, sintiendo una extraña conexión con este lugar, se acurruca junto a él, disfrutando de la serenidad que ofrece el claro.

Liora (murmurando, como si pensara en voz alta): "Es... como si todo tuviera un propósito, aquí. Como si estuviéramos conectados con algo más grande."

Lucian asiente, aunque su mirada se torna algo melancólica. Por un instante, la conversación se detiene, y ambos se sumergen en la paz que les ofrece el lugar. Después de un largo rato en silencio, Lucian se levanta lentamente y extiende una mano hacia Liora.

Lucian (con una sonrisa nostálgica):"Me gustaría que este fuera nuestro lugar. Un lugar donde el mundo no nos alcance."

Más tarde, en casa, Marianne llama a Liora desde el pasillo. La pequeña, con el corazón aún lleno de la serenidad del bosque, se dirige al cuarto de su madre, donde la espera una sorpresa especial. Marianne, con una sonrisa cálida, abre un viejo baúl de madera y saca una manta cuidadosamente doblada. Es una manta vieja, pero con bordados que parecen contar historias.

Marianne (emocionada mientras le muestra la manta): "Esta manta... estaba contigo cuando te encontramos. No sé de dónde viniste, pero siempre supe que eras especial. Esta manta, como tú, tiene una historia que no puedo recordar completamente."

Liora, curiosa y con el corazón acelerado, toma la manta con delicadeza, como si pudiera sentir algo más allá de su tela suave. La acaricia con los dedos, como si al tocarla pudiera obtener respuestas a preguntas que ni siquiera sabía cómo hacer.

Liora (susurrando mientras toca la manta): "¿Quién soy realmente, mamá?"

Marianne la abraza con ternura, tratando de calmar la inquietud en su voz.

Marianne (sonriendo suavemente): "Lo que importa es que eres mi hija. Y eso es todo lo que realmente importa, mi pequeña."

Liora asiente, pero algo en su interior sigue cuestionándose, buscando una respuesta que aún no sabe cómo encontrar. La manta, con su misterio, deja una sensación de que hay algo más que descubrir, algo que va más allá de lo que sus padres pueden explicarle.

Mientras Marianne apaga la lámpara y se retira del cuarto, Liora se queda mirando la manta en sus manos, contemplando lo que significa en su vida. Afuera, la luna brilla con fuerza, como si las estrellas mismas estuvieran vigilando a la niña que, en su inocencia, está destinada a descubrir algo mucho más grande que ella misma.