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Capitulo 7. Sacrificio

El cielo, que antes brillaba radiante y sereno, ahora estaba cubierto por nubes oscuras, con relámpagos iluminando las cúpulas doradas de Celestia. El reino temblaba bajo la furia de las hordas demoníacas, lideradas por Luciferis, que arrasaban con todo a su paso. Los ángeles, agotados y superados en número, luchaban desesperadamente por contener la invasión, pero la oscuridad avanzaba sin cesar.

Ángel Capitán (gritando con desesperación):"¡Protejan el Trono Dorado y al Rey! ¡No podemos dejar que lo tomen!"

Luciferis caminaba con paso firme entre las filas de ángeles, su presencia oscura opacando la luz que aún luchaba por resistir. Con una sonrisa de desdén, su voz resonaba como una amenaza.

Luciferis (con voz resonante):"¿Creen que la luz puede salvarlos? El equilibrio ha muerto, y las sombras reclamarán su lugar."

Cada paso suyo hacía que el suelo dorado de Celestia se resquebrajara y ennegreciera. Su poder aumentaba con cada movimiento, debilitando a los ángeles, que intentaban inútilmente detenerlo. En el corazón del reino, Selene, la Reina de Celestia, observaba desde el Trono Dorado, con el peso de todo el multiverso sobre sus hombros.

Selene (en voz baja, mirando el caos):"No queda tiempo... Si caemos, el multiverso caerá con nosotros. La luz debe sobrevivir, aunque yo no lo haga."

Con una determinación visible, Selene se levantó del Trono Dorado, sus alas blancas irradiando una luz cálida, aunque tenue. Caminó hacia el pedestal dorado que albergaba el Núcleo de Luz, el corazón de Celestia y la fuente de la energía que mantenía el equilibrio del multiverso.

Consejero Angelical (corriendo hacia ella, angustiado):"¡Majestad, no puede hacerlo! Su energía vital está vinculada al Núcleo. Si lo infunde con su poder... usted desaparecerá."

Selene lo miró con calma, aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Selene (con voz serena, pero frágil): "Lo sé. Pero no hay otra forma. La luz debe sobrevivir."

Con un movimiento lento, Selene colocó ambas manos sobre el pedestal. Cerró los ojos y comenzó a cantar un himno celestial, su voz resonando por todo el reino. El sonido de su canto llenó de esperanza a los ángeles que luchaban en las murallas, e incluso algunos demonios vacilaron al escucharla. El Núcleo de Luz comenzó a absorber la esencia de Selene, la luz blanca y dorada fluía de su cuerpo en filamentos que envolvían el pedestal. El Trono Dorado respondió, emitiendo pulsos de luz que se extendieron por todo el reino.

A medida que Selene sacrificaba su poder, su cuerpo comenzó a debilitarse.

Guardia (angustiado): "¡Majestad, debe detenerse! ¡No sobrevivirá!"

Selene (con una sonrisa serena, aunque su voz se debilita):"Celestia sobrevivirá. Eso es lo que importa."

Fuera del palacio, los demonios retrocedieron momentáneamente cuando una explosión de luz surgió del Núcleo, empujándolos hacia afuera del reino. Luciferis, sin embargo, avanzó sin miedo, rodeado por un aura oscura.

Aurelion, el rey de Celestia, llegó al salón del Trono Dorado. Al ver a su reina, quien apenas podía mantenerse en pie, voló rápidamente hacia ella. La tomó en sus brazos antes de que pudiera caer, sosteniéndola con cuidado, como si su tacto pudiera evitar lo inevitable. Las manos de Aurelion temblaban al sentir lo frágil que estaba su amada.

Aurelion (con los ojos llenos de lágrimas, con voz quebrada):"¿Pero qué has hecho, mi amor?"

Las lágrimas de Aurelion caían libremente mientras abrazaba a Selene, incapaz de aceptar lo que estaba sucediendo.

Selene (con una mano temblorosa acariciando su mejilla): "Siempre has sido fuerte, mi amor. Incluso cuando yo dudaba, tú creías. Celestia te necesita... y nuestra pequeña... ella también te necesitará. Tranquilo cariño."

Aurelion la abrazó con más fuerza, aferrándose a ella como si fuera a desaparecer de sus brazos.

Aurelion (con voz rota): "No, mi amor... tienes que vivir. Sin ti,para mi no hay luz."

Las alas de Selene, que antes eran resplandecientes, ahora estaban opacas. Su rostro reflejaba el sacrificio que ya había hecho. Con las pocas fuerzas que le quedaban, Selene abrazó a Aurelion por última vez, rodeándolo débilmente con sus alas. Las lágrimas de ambos caían, fusionándose con la tristeza del momento.

Selene (con voz suave):"Te amo, Aurelion. Nunca olvides lo que somos... ni lo que hemos construido juntos."

Su cuerpo comenzó a desvanecerse en partículas doradas que se mezclaban con la luz del Núcleo. Antes de desaparecer por completo, Selene levantó la vista hacia el cielo con una lágrima recorriendo su mejilla.

Selene (susurrando):"Liora... mi pequeña... la luz ahora depende de ti."

La última lágrima de Selene cayó al suelo, justo antes de que desapareciera por completo. El Núcleo se estabilizó, iluminando el salón con un resplandor cálido, pero el vacío dejado por su ausencia pesaba como una montaña. Aurelion se arrodilló en el suelo donde Selene había estado, sus manos temblorosas intentando agarrar las partículas doradas que flotaban alrededor de él.

Aurelion (gritando con todas sus fuerzas): "¡SELENE!"

El eco de su grito resonó por todo el reino, atravesando las ruinas de Celestia. Las lágrimas seguían cayendo sin control mientras su cuerpo se estremecía de agonía. Aurelion se inclinó hacia el suelo, su frente tocando las baldosas doradas. Sus alas cayeron pesadamente, como si compartieran su dolor.

Aurelion (susurrando, casi inaudible):"¿Cómo seguiré sin ti...? ¿Cómo protegeré lo que juramos proteger juntos?"

En ese instante, Aurelion no era un rey, ni un protector del equilibrio. Era simplemente un hombre que había perdido a la mitad de su alma.

El salón del Trono Dorado temblaba con la energía del Núcleo, que fluctuaba violentamente entre destellos dorados y sombras que se arrastraban por el suelo. Luciferis, de pie al pie del trono, sonreía con desdén mientras extendía sus alas negras, sus ojos brillando con malicia.

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Luciferis (riendo con desdén): "¿De verdad creyeron que este espectáculo de luz cambiará algo? El trono será mío, Aurelion. Ya no puedes detenerme."

Aurelion, con su armadura dorada manchada de sangre, se levantó, su rostro una mezcla de ira y profundo dolor. El Núcleo respondió a su presencia, iluminándolo con un resplandor divino. Aurelion se adelantó con paso firme, su espada levantada.

Aurelion (con voz llena de odio y enojo): "El trono no puede ser reclamado por la oscuridad, Luciferis. Solo responde a aquellos puros de corazón, no a la ambición."

Luciferis avanzó un paso, levantando un brazo cubierto de sombras.

Luciferis (con voz llena de desdén): "Sacrificio... una palabra vacía para justificar tu debilidad. Selene sacrificó todo y mira lo que logró: ¡nada! Su luz no puede detener lo inevitable. El trono me pertenece."

Luciferis lanzó una ola de sombras hacia Aurelion, oscureciendo el salón con un rugido atronador. Aurelion levantó su espada, que brillaba con la luz del Núcleo, y cortó la sombra en dos, disipándola con un estallido de luz dorada.

Aurelion (desafiando): "El poder que robaste de la luz jamás será suficiente para conquistarla. Las sombras solo son el eco de lo que no comprendes."

Luciferis gruñó con furia y levantó su espada, rodeada de energía oscura, atacando a Aurelion con toda su fuerza. Aurelion, con su escudo dorado, bloqueó el impacto, pero la fuerza de Luciferis lo hizo retroceder. Las baldosas doradas del salón crujieron bajo sus pies. Ambos alzaron el vuelo, chocando en el aire, espada contra espada, luz contra oscuridad.

Luciferis (provocando):"¿Es esto lo mejor que tienes, tío? ¡La luz no te salvará ahora!"

Aurelion (con determinación): "No lucho para salvarme a mí mismo. Lucho para proteger lo que tú jamás entenderás."

Con un giro veloz, Aurelion clavó su espada en el aire, liberando un rayo de luz que atravesó a Luciferis. El impacto lo lanzó contra una columna, que se derrumbó bajo la fuerza.

Luciferis se levantó lentamente, su rostro lleno de furia. Extendió sus manos hacia el Núcleo, canalizando una corriente de sombras que comenzó a envolver la fuente de energía del trono. El salón temblaba mientras la luz y la oscuridad luchaban por el control.

Luciferis (gritando): "Si no puedo tenerlo, lo destruiré. ¡Y contigo, Celestia caerá para siempre!"

Aurelion (desesperado):"¡No lo permitiré!"

Aurelion voló hacia el Núcleo, pero Luciferis lo interceptó en pleno vuelo, golpeándolo con una explosión de energía oscura. Aurelion cayó al suelo con un estruendo, jadeando mientras intentaba levantarse. Con dificultad, Aurelion se arrodilló, sosteniéndose con su espada como apoyo.

Aurelion (susurrando):"Selene... dame fuerza. No puedo fallarles ahora."

De repente, la luz del Núcleo se intensificó, como si respondiera a su llamado. La espada de Aurelion brilló con una intensidad cegadora, y se levantó nuevamente, lleno de renovada determinación.

Luciferis (mirando con incredulidad):"¿Cómo...? ¡No puedes derrotarme!"

Aurelion (alzando la espada): "Tu odio te hace fuerte, Luciferis, pero el amor por mi gente y mi reina me hace invencible."

Con un corte final, Aurelion liberó una ola de luz que inundó todo el salón. Las sombras de Luciferis fueron arrancadas de su cuerpo, y él fue lanzado contra el suelo con un grito de dolor. El Núcleo se liberó de las sombras, brillando con pureza una vez más.

Luciferis, herido, se arrastró hacia la salida, sus alas negras rasgadas y su energía debilitada. Se detuvo un momento, mirando a Aurelion con furia.

Luciferis (jadeando): "Esto no ha terminado, Aurelion. Las sombras siempre regresan. Y cuando lo hagan, Celestia caerá."

Aurelion no respondió. Se quedó de pie frente al Núcleo, su cuerpo cansado pero su espíritu intacto. Observó a Luciferis desaparecer en la distancia y luego dirigió su mirada hacia el cielo.

Aurelion (murmurando): "Selene... aún hay luz. Aún hay esperanza."

Liora y Zane caminaban lentamente por el sendero del bosque, sus pasos dejando huellas en el suelo cubierto de hojas caídas. A su alrededor, el atardecer teñía el paisaje de tonos anaranjados y dorados, y una suave brisa hacía crujir las ramas de los árboles, como si el propio bosque respirara con ellos. Shadow, el gato negro, saltaba juguetonamente entre los árboles y se deslizaba por el suelo, siempre un paso por delante.

Liora, con una curiosidad que parecía no tener fin, observó a Zane mientras él caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos y una expresión tranquila en su rostro. Sin embargo, sus ojos, aunque calmados, reflejaban una calma calculada, como si estuviera sumido en sus propios pensamientos.

Liora (curiosa, mirando a Zane): "Zane, ¿dónde vives? Nunca te había visto antes en Hollow Creek. Y créeme, conozco a casi todos."

Zane, sin apartar la vista del horizonte, respondió con un tono tan tranquilo que casi parecía parte del paisaje.

Zane (mirando al frente): "Vivo más allá del bosque, en una pequeña cabaña. No suelo venir mucho al pueblo."

Liora, sorprendida, lo miró fijamente. Su ceja se arqueó, algo en lo que Zane dijo no le terminaba de encajar.

Liora (con escepticismo): "¿Más allá del bosque? Eso no tiene sentido... No hay nada allí. Al menos no que yo conozca."

Zane, sin decir palabra, se detuvo. Giró lentamente hacia ella, su sonrisa apenas visible. Shadow, al notar el cambio, se detuvo también, sentándose tranquilamente a sus pies. Algo en la atmósfera cambió, como si todo el entorno estuviera esperando algo.

Zane (con un tono misterioso, acariciando a Shadow): "Tal vez simplemente no lo has visto. Algunas cosas solo aparecen cuando estás listo para encontrarlas."

Liora cruzó los brazos, observando a Zane con una mezcla de curiosidad y escepticismo.

Liora (riendo ligeramente): "Eso suena como un acertijo. ¿Siempre hablas así de enigmático?"

Zane la miró en silencio, como si evaluara cada palabra que ella decía. Sus ojos se fijaron en ella por un largo momento, como si estuviera buscando algo más allá de su expresión. Finalmente, habló con un tono más serio.

Zane (mirándola fijamente a los ojos):

"Quizás lo sea. Algunas respuestas no se pueden dar tan fácilmente. Deben encontrarse por uno mismo."

Liora parpadeó, sorprendida por la intensidad de sus palabras. El viento se intensificó por un instante, y el cabello dorado de Liora se movió suavemente. La mirada de Zane, profunda y fija en ella, la hizo sentir una extraña conexión, como si él supiera algo que ella no. Algo que no podía comprender, pero que estaba, de alguna manera, al alcance de sus manos.

Liora (inclinando la cabeza, pensativa): "Sabes... te me haces conocido. Es extraño, pero siento que ya te he visto antes."

Zane se detuvo de nuevo, como si una sombra hubiera cruzado por su rostro, pero solo fue un instante. Con una sonrisa casi imperceptible, respondió con tono ligero, intentando desviar la conversación.

Zane (sonriendo suavemente): "Tal vez ya me hayas visto en otra parte. Aunque no lo dudo... No soy alguien que pase desapercibido."

Liora frunció el ceño, sintiendo que había algo más en su respuesta. Algo que no cuadraba. A pesar de su tono casual, había una deliberada evasión en sus palabras, como si no quisiera decir más.

Mientras caminaban en silencio, Zane miró a Shadow, quien seguía moviéndose a su alrededor. Su expresión cambió por un momento, tan sutilmente que Liora casi no lo notó. Estaba sumido en sus pensamientos, más oscuros y profundos de lo que él dejaba ver.

Zane (pensando, con la mente fija en Liora): "Por fin te encontré, princesa. Después de tantos años buscando... aquí estás. Justo como predije."

Liora lo observó de reojo, notando la repentina oscuridad en su expresión. Un escalofrío recorrió su espalda, una ligera sensación de inquietud que no pudo explicar. No sabía por qué, pero sentía que algo más grande que ellos estaba en juego.

Liora (con suavidad, dudosa):"Zane... ¿quién eres realmente?"

Zane se detuvo nuevamente, girándose hacia ella. Durante un instante, parecía que iba a responder, pero en lugar de eso, su mirada se desvió hacia el suelo, sumido en pensamientos. Su sonrisa desapareció por un momento, y sus ojos brillaron con una intensidad desconocida.

Zane (susurrando, mirando hacia otro lado): "Alguien que sabe que el destino siempre nos lleva a donde debemos estar."