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Crónicas de luz y sombra (español)
Capitulo 6. La verdad desvelada

Capitulo 6. La verdad desvelada

Era una tarde soleada en Hollow Creek. El aire fresco del verano se filtraba suavemente entre las ramas de los árboles, y el aroma de las flores llenaba el aire. Liora, sentada en el borde de una pequeña piedra en el jardín de la casa, observaba en silencio el panorama que tenía ante ella. Sus ojos celestes seguían con admiración la naturaleza que la rodeaba, pero había algo en su expresión que traía una tristeza inexplicable. Aunque el paisaje era bello, algo en su interior la hacía sentirse distante, como si su mente vagara hacia lugares lejanos. En su corazón, sentía una emoción profunda y extraña, algo que no podía identificar, pero que la hacía sentir diferente de los demás niños de su edad.

Desde la distancia, Lucian la observaba en silencio. Un impulso lo llevó a acercarse a ella, sus pasos lentos pero decididos. Al estar cerca, su voz salió suave, cargada de preocupación.

Lucian (pensativo, con voz baja): "¿Qué pasa, Liora? ¿Por qué estás tan callada?"

Liora no respondió de inmediato. Por un momento, pareció perdida en sus propios pensamientos. Luego, miró a Lucian, dudando, antes de hablar.

Liora (con un dejo de inseguridad): "¿Alguna vez has sentido que no eres de este mundo?"

Lucian la miró confundido. Las palabras de Liora lo tomaron por sorpresa. Su mente dio un giro, y por un momento, un torrente de emociones pasó por él. Quería decirle la verdad, contarle que él no era quien ella pensaba, que él era Luciferis, pero la niña que tenía frente a él apenas tenía once años. Él era un demonio con miles de años de existencia, y no podía cargarla con esa realidad tan pronto.

Lucian (con una leve sonrisa, intentando despejar la tensión): "Sí... te contare un secreto...(se acerca a ella bajando la voz)... soy un superheroe "

Liora, al escuchar su respuesta, sonrió. La atmósfera entre ellos se aligeró, y ella se levantó, poniéndose de pie a su lado.

Liora (sonriendo con algo de travesura): "Y yo soy tu compañera."

Ambos rieron, dejando que la alegría del momento los envolviera. Pero en el fondo, Lucian no podía evitar sentir una tristeza escondida. La risa de la niña era un bálsamo para su alma, pero al mismo tiempo, un recordatorio de lo que él no podía tener. La miraba con admiración, estudiando cada facción de su rostro, desde sus ojos brillantes hasta su cabello dorado. Algo despertaba en su pecho, algo que nunca había sentido antes. Era una mezcla de miedo y preocupación.

Lucian (pensando, mientras la observaba): "¿Por qué me siento así? ¿Por qué esta niña, que ni siquiera sabe quién es, me hace temer tanto por el futuro? ¿Es miedo... de perderla? ¿O miedo de lo que le espera?"

Desde la cocina, Marianne observaba la escena en silencio. Una leve inquietud la envolvía mientras veía a Liora tan perdida en sus pensamientos, como si estuviera en un mundo propio, desconectada de todo lo que la rodeaba. A veces se preguntaba por qué su hija parecía estar tan distante, como si esperara algo que ni ella podía comprender.

Marianne (pensando, mientras la mirada se pierde en su hija): "Siempre parece tan distraída, tan distante, como si estuviera esperando algo... Tal vez sea solo una fase."

Edward, al escucharla desde la sala, se acercó a la ventana. Su rostro reflejaba una calma que contrastaba con las dudas de su esposa. Él siempre había creído que las cosas se resolverían con el tiempo, que todo pasaba por una razón.

Edward (sonriendo con suavidad): "Es solo una etapa, mi amor. Todos pasamos por eso, ¿recuerdas? Los adolescentes a veces se sienten perdidos."

Marianne (dudosa, no convencida): "Lo sé, pero... hay algo en ella, cariño. Algo diferente."

Edward asintió, sin dejar de mirar a Liora. La veía como un regalo en sus vidas, una bendición que habían recibido sin explicación. Aunque no conocía el origen de su hija, la amaba con todo su ser, como solo un padre podía amar a su hija.

Edward (con una voz suave pero confiada): "Es nuestra hija, y la amamos. Eso es lo que realmente importa, cariño."

Mientras el día avanzaba, Lucian sentía una extraña presión en su pecho, como si algo estuviera a punto de suceder. Una sombra invisible se cernía sobre él y sobre todos los que estaban cerca de Liora. En su corazón, sentía que el destino los separaría, tarde o temprano.

El atardecer teñía el cielo con tonos dorados y anaranjados, mientras una suave brisa movía las hojas de los árboles en el jardín. Las luces colgantes que adornaban el espacio brillaban tenuemente, y una pequeña mesa, decorada con flores silvestres, esperaba al centro del jardín. Marianne había preparado todo con esmero, poniendo su corazón en cada detalle, mientras Edward, aunque torpe, había insistido en colgar las luces para darle un toque especial al momento.

Liora estaba sentada en la mesa, radiante. Su vestido azul sencillo resplandecía bajo la luz suave del atardecer, pero lo que realmente iluminaba el lugar era su sonrisa, que irradiaba felicidad. Frente a ella, un pastel decorado con delicadeza esperaba ser cortado, mientras sus ojos brillaban con la dicha de estar rodeada de las personas que más amaba: sus padres y Lucian, su mejor amigo, con quien había formado un lazo inseparable desde el primer momento en que se conocieron.

Liora (riendo, mirando a Lucian mientras se lleva un caramelo a la boca): "¡Lucian, deja de comer los caramelos antes de que mamá nos regañe!"

Lucian (fingiendo inocencia, con la boca llena): "¿Quién, yo? ¡No sé de qué hablas!"

Edward observaba a su hija, un leve brillo de nostalgia en sus ojos. El tiempo parecía haberse detenido por un momento, y su corazón se llenó de emoción al verla crecer tan rápido.

Edward (pensando, mientras una sonrisa cálida se asomaba a su rostro): "Mi pequeña... parece que fue ayer cuando Marianne y yo la encontramos en aquel amanecer. Ahora, aquí está, creciendo tan rápido..."

La sonrisa de Edward se desvaneció por un instante, como si el futuro se asomara ante él, trayendo consigo una mezcla de sentimientos contradictorios: alegría por el momento presente, pero también una punzada de tristeza por lo que inevitablemente tendría que llegar.

Marianne, con la energía vibrante de la celebración, los miraba a ambos, deseando capturar este instante para siempre. Se acercó rápidamente y los instó a reunirse para una foto.

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Marianne (emocionada, con una gran sonrisa): "Vamos, chicos. ¡Reúnanse junto a Liora! Quiero una foto para recordar este momento."

Lucian, aunque dispuesto a seguir la sugerencia de Marianne, se colocó junto a Liora, pero su mente estaba lejos de allí. Sus pensamientos eran oscuros, llenos de dudas y temores sobre el futuro que él sabía que aguardaba a Liora.

Lucian (pensando, su mente llena de preguntas): "Ella está tan feliz... tan pura. ¿Qué haré cuando descubra la verdad? ¿Cómo protegerla de lo que inevitablemente vendrá? ¿Cómo le diré que yo..."

El momento de alegría que compartían se desvaneció brevemente mientras la preocupación oscurecía su mente. Sin embargo, cuando Marianne levantó la cámara, Liora lo abrazó con entusiasmo, arrancándole de sus pensamientos oscuros por un momento.

Liora (sonriendo con genuina felicidad): "¡Lucian, sonríe! Quiero que esta sea la mejor foto del mundo."

Lucian (tratando de sonar despreocupado, pero con un leve temblor en su voz): "¿Con este rostro? Siempre será la mejor."

El sonido del obturador de la cámara fue un pequeño respiro para Lucian, congelando en ese instante la felicidad pura que compartían. Un recuerdo lleno de amor, de sonrisas y de momentos que, aunque simples, se sentían eternos.

Cuando llegó el momento de cortar el pastel, Marianne le entregó el cuchillo a Liora. Ella cerró los ojos por un segundo, pidiendo un deseo.

Liora (pensando en silencio, mientras sus dedos tocaban el cuchillo): "Espero que todos podamos ser felices para siempre... sin que nada nos separe."

Al soplar las velas, un suave suspiro escapó de sus labios. Las llamas se apagaron, y todos aplaudieron, pero justo en ese momento, una ligera brisa movió las luces colgantes, y las velas encendidas titilaron como si algo invisible hubiera rozado el lugar.

Lucian, que estaba mirando a Liora, sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si algo estuviera por suceder.

Lucian (pensando, con una creciente inquietud): "Algo está cerca... algo que no puedo ver, pero sé que nos observa."

Al final de la celebración, ya caída la noche, Liora se recostó en el césped junto a Lucian, mirando al cielo mientras las primeras estrellas comenzaban a brillar. Un silencio cómodo los rodeaba, pero una sensación extraña flotaba en el aire.

Liora (con voz suave, agradecida): "Gracias por estar aquí, Lucian. No sé qué haría sin ti."

Lucian (mirándola con ternura, su mente aún nublada por el temor): "Siempre estaré aquí, Liora. Prometo que nada te pasará mientras yo esté cerca."

El jardín, iluminado por las estrellas, se convirtió en un escenario para su conexión silenciosa, una promesa no verbal que sellaba su vínculo. Pero el futuro, incierto y oscuro, acechaba, y el destino ya estaba trazado. El peligro no tardaría en llegar.

Era un día brillante en Hollow Creek. Liora, ahora con 12 años, caminaba lentamente por las calles del pueblo. Las flores decoraban las pequeñas casas de madera, y el aire fresco de la tarde acariciaba su rostro mientras observaba con curiosidad los colores vibrantes de su alrededor. Sin embargo, de repente, algo llamó su atención. Un pequeño gato, de pelaje negro y blanco, cruzó su camino. Con los ojos brillantes como faroles, el gato parecía moverse con una gracia que cautivó a Liora de inmediato.

Liora (pensando, intrigada): "¿Qué será este gato? Nunca lo había visto antes."

Sin pensarlo dos veces, decidió seguirlo. El gato avanzó hacia el bosque, y Liora, sin poder evitarlo, lo siguió. Cada paso que daba en el sendero del bosque la alejaba de las casas y el bullicio del pueblo, llevándola a un lugar más tranquilo y misterioso. A medida que avanzaba, el paisaje cambiaba. Los árboles parecían alargarse, cubriendo el sendero con su sombra y creando un ambiente que, aunque hermoso, se sentía extraño y un poco fuera de lugar.

El sol comenzaba a bajar en el horizonte, tiñendo todo de tonos dorados y anaranjados, pero la brisa fresca del atardecer acariciaba suavemente el rostro de Liora, como si el bosque la estuviera invitando a adentrarse más.

A lo lejos, el gato avanzaba con agilidad entre los árboles, y Liora no podía evitar sentirse atraída por él. Sentía que algo en su interior le decía que debía seguirlo, como si el animal supiera exactamente a dónde la llevaba.

Liora (murmurando para sí misma): "¿A dónde me llevas...? No entiendo, pero siento que debo seguirte."

El gato se detuvo repentinamente y volteó hacia ella, como si quisiera asegurarse de que lo seguía. Liora dio un paso más, con el corazón latiendo más rápido, pero al ver la mirada fija del gato, algo en su pecho se apretó, como si estuviera tocando algo profundo y desconocido.

Liora (con un leve estremecimiento): "¿Por qué me siento tan conectada a este lugar?"

Mientras caminaba, el ambiente a su alrededor comenzó a cambiar. Lo que antes parecía un tranquilo sendero del bosque ahora se tornaba más antiguo, como si estuviera entrando en un lugar fuera del tiempo. Los árboles crecían más altos y sus raíces se retorcían de manera extraña, formando patrones que parecían tener vida propia. La luz del atardecer ya no iluminaba el camino con su calor dorado, sino que parecía filtrarse entre las ramas de manera tenue y misteriosa.

De repente, el silencio envolvió todo. El canto de los grillos, que antes había acompañado su paso, desapareció. La calma que rodeaba a Liora era tan pesada que hasta sus propios pensamientos parecían estar distorsionados por la quietud.

Liora (dudando, con una sensación extraña): "Tal vez debería regresar... esto... esto no se siente bien."

Pero en ese instante, el gato maulló suavemente, interrumpiendo sus pensamientos y rompiendo el silencio de forma que Liora lo sintió como una invitación a continuar. El pequeño animal, que parecía entender algo que ella no, comenzó a caminar de nuevo con rapidez, llevándola a un claro que, por algún motivo, parecía no haber estado allí antes.

La luz del atardecer se filtró de manera inusual, iluminando todo el espacio con un resplandor dorado que parecía tener vida propia. En el centro del claro, un árbol enorme, cuyas ramas se extendían hacia el cielo como si fueran brazos protectores, se alzaba imponente. A los pies del árbol, un pequeño estanque reflejaba la luz de una manera que parecía mágica, creando destellos que daban la sensación de que el aire mismo se movía.

El gato se detuvo frente al estanque y se sentó, observando a Liora con una mirada fija y tranquila, como si le estuviera indicando que ella también debía detenerse.

Liora (avanzando lentamente, cautivada por la belleza del lugar): "¿Qué es este lugar...? Nunca lo había visto antes."

Cuando se inclinó para mirar su reflejo en el agua, algo extraño sucedió. Las ondas del estanque se movieron, pero no por su presencia. Fue entonces cuando vio algo que la dejó sin aliento: no era ella quien la miraba en el reflejo, sino una figura alada, con el cabello oscuro y los ojos dorados. La figura parecía mirarla con intensidad, como si le estuviera transmitiendo un mensaje sin palabras.

Liora (retrocediendo, sorprendida): "¿Qué...? ¿Quién eres tú?"

El agua volvió a calmarse, y la figura desapareció tan repentinamente como había aparecido. Liora se quedó mirando el lugar vacío, su mente llena de preguntas sin respuesta.

En ese momento, el gato maulló nuevamente, y Liora, aunque aún sorprendida, siguió al pequeño animal mientras regresaba por el sendero, como si nada hubiera ocurrido. Sin embargo, algo dentro de ella sentía que todo lo que había experimentado quedaría grabado en su memoria para siempre.

Cuando finalmente salió del bosque y vio las luces de la casa a lo lejos, una extraña mezcla de alivio y añoranza la invadió. Miró al gato, que ya estaba acurrucado junto a la puerta de su casa, como si hubiera cumplido con una misión. Susurró, casi para sí misma.

Liora (con una mezcla de duda y fascinación): "¿Quién eres realmente? ¿Por qué me llevaste allí...?"

El gato solo la miró con sus ojos brillantes, como si comprendiera todas las respuestas, pero se negara a revelarlas. Sin palabras, Liora entró en la casa, pero el misterio del bosque y de lo que había visto aún la perseguiría en sus pensamientos, haciendo eco en su mente.

Un momento después, un desconocido apareció a su lado, un chico con ojos dorados y cabello oscuro. Se detuvo frente a Liora, sorprendido, y su mirada fija en el gato.

Desconocido (con un tono agradecido): "¡Shadow! Muchas gracias por encontrarlo. Me llamo Zane."