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Planeta Infernal [Spanish]
02 - La prisión 2

02 - La prisión 2

Un panel del techo estalló, desparramando una maraña de cables eléctricos que arrojaban chispas al mecerse de un lado a otro amenazantes. El ruido me despertó bruscamente. Me encontraba aturdido, con la cabeza dolorida, sin recordar el momento en el que me había golpeado. Todo me daba vueltas y me costaba enfocar la vista. Lo único que parecía claro era que habíamos recuperado la gravedad, aunque esta vez era mucho más fuerte. No era una gravedad artificial, había pasado suficiente tiempo viviendo en un entorno con gravedad artificial como para saber cuando estaba en la superficie de un planeta.

Mi cabeza parecía a punto de estallar a causa de un dolor punzante en la sien derecha. Con manos temblorosas toqué mi rostro y descubrí que estaba manchado con sangre seca. Aquel golpe había debido de haberme provocado una pérdida de conocimiento. Asimismo, sentí un bulto en la parte posterior de mi cráneo, que no recordaba haberme hecho. Intenté hacer memoria de lo sucedido y recordé las explosiones y el suelo que se agitaba bajo mis pies.

Ahora, sin embargo, todo estaba en calma y silencio. Pude escuchar un gemido lejano y débil proveniente de alguna celda de mi pasillo. Asomándome, vi que muchas luces fluorescentes estaban apagadas mientras otras parpadeaban incansablemente, tratando de recobrar su verdosa luminosidad. Las chispas saltaban desde los lugares más insospechados, donde algún cable roto hacía contacto, pero, por lo demás, todo estaba quieto.

Tomé los barrotes entre mis manos y tiré con vigor. Sin embargo, el cerrojo magnético permaneció incólume y no cedió. Así, me vi atrapado en aquella tumba flotante, sin escapatoria.

De pronto, vislumbré una figura aproximándose a mí. Era Gleny, quien me contemplaba con una desagradable herida en la frente que aún sangraba. Las gotas carmesíes resbalaban por su mejilla hasta caer de su barbilla. Aun así, esbozó una leve sonrisa.

-Me alegro de verte con vida, Max.

-Yo también me alegro de estar vivo. Ayúdame a salir de aquí.

-Voy...

De pronto, un estruendo interrumpió a mi compañero. Múltiples voces comenzaron a gritar con fuerza. Gleny se apoyó contra la pared frontal y empuñó un rifle de plasma, disparando en dirección a la salida del pasillo. Un proyectil errático procedente de dicha dirección impactó uno de los barrotes situados junto a mi rostro, me lancé al fondo de la celda y procuré protegerme de la mejor manera posible.

El intercambio de disparos se prolongó durante varios minutos. En medio de los gritos, pude percatarme de la habilidad de Gleny como tirador, aunque lamentablemente una de las balas provenientes de los guardias impactó en su garganta, haciéndolo caer sin vida al suelo. Así, borbotones de sangre se desparramaron por el gélido suelo metálico, ahora cubierto de escombros. Mi única posibilidad de escapatoria se desvaneció tan velozmente como la vida del desafortunado Gleny.

Los pasos de los guardias se desvanecieron en la distancia, no tenían intención alguna de cerciorarse si quedaba algún superviviente. Su plan era dejarme allí, condenado a pudrirme en aquella celda. Mientras se alejaban, pude escuchar las palabras que uno de ellos le dedicó al otro con cierta premura:

-Tenemos que salir de aquí antes de que estallen los motores...

Así se encontraban las cosas en ese momento: los motores estaban a punto de estallar y yo me hallaba atrapado en aquella celda, sin posibilidad alguna de escapar.

Hice un esfuerzo por aclarar mi mente para concebir alguna posibilidad de escape, pero me resultó sumamente complicado debido al creciente dolor que me atenazaba la sien. Era como si una fuerza invisible me martillease la cabeza sin tregua. Además, el latido de mi pulso resonaba en mis oídos, añadiendo un tormento más a mi situación.

Fue entonces cuando mi mirada se detuvo en el rifle de plasma que yacía junto al cuerpo inerte de Gleny. Necesitaba alcanzarlo, pues con él podría abrir la puerta y huir. Ésa era mi única oportunidad de salvación.

Ignorando los cables que pendían peligrosamente cerca de mí, extendí mi brazo a través de los barrotes metálicos. A pesar de mis esfuerzos, mis dedos se quedaron a apenas unos centímetros de distancia del rifle de plasma. Decidí intentar ganar algo de distancia empujando mi hombro entre los barrotes, pero un intenso dolor me asaltó de repente, como si mi hombro estuviera dislocado. Hasta ese momento no había sido consciente de ello, pero no tenía tiempo para preocuparme por el dolor, pues si los motores estallaban dejaría de tener problemas de manera definitiva.

Cada movimiento era una verdadera prueba de resistencia para mi cuerpo, que se resistía a obedecer mis órdenes. El dolor se expandía por mi cabeza, como si fuera a explotar en cualquier momento, y mi hombro desencajado se negaba a realizar los movimientos que le ordenaba. A esto se sumaba un intenso dolor punzante en el costado izquierdo, y la desorientación que sentía me hacía difícil mantenerme en pie. Además, sentía una incipiente sed que me atormentaba cada vez más.

Entonces se me ocurrió una idea. Desgarré la camisa que llevaba puesta y con ella improvisé una cuerda de un metro y medio. Después de muchos esfuerzos y gemidos de dolor, logré atar una percha al final de la cuerda hecha de la camisa y la lancé lo más lejos posible en dirección al rifle de plasma abandonado. La percha era ligera y en el primer intento no llegó lo suficientemente lejos y se quedó a mitad de camino. Recogí el invento y lo lancé de nuevo, esta vez logrando que cayera junto al arma. Con precaución, tiré del trozo de tela, pero el gancho de la percha no se prendió del objetivo, por lo que tuve que intentarlo de nuevo.

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Transcurrieron varios minutos que a mi juicio resultaron interminables. Me veía obligado a utilizar la mano izquierda para todo, a pesar de ser diestro, ya que el dolor no me permitía mover el brazo derecho y lo tenía inerte y colgando a un lado de mi cuerpo. Después de una infinidad de intentos fallidos que me estaban haciendo perder la esperanza, finalmente el gancho de la percha logró entrar en el hueco del gatillo, permitiéndome acercar el arma lo suficiente para poder agarrarla a través de los barrotes.

Entonces me encontré con un nuevo problema: el rifle no pasaba a través de ellos.

-¡Joder! -grité, sintiendo alivio en mi dolor pero no en mi frustración.

No me quedaba más opción que intentar disparar desde el exterior sosteniendo el arma a través de los barrotes. Apunté lo mejor que pude y apreté el gatillo, cerrando los ojos. Un golpe de calor me azotó la cara, pero fallé por poco. Sin embargo, el siguiente disparo alcanzó el mecanismo de cierre magnético y la puerta se abrió hacia afuera.

Suspiré profundamente en agradecimiento y, cojeando, salí de mi celda para recoger el arma. En ese momento, un grito desgarrador me sobresaltó enormemente. Venía de uno de los muchos pasillos de la nave y estaba lleno de terror absoluto. No podía imaginar por qué el pobre desafortunado había gritado así, pero tampoco quería averiguarlo.

Decidí que mi prioridad era encontrar una cápsula de salvamento y llegar a ella lo antes posible. Sabía que la mejor fuente de información al respecto sería el puente de mando, por lo que me dirigí hacia allí con determinación, recordando el camino que había tomado previamente.

Mi aspecto debía resultar bastante cómico. Caminaba cojeando, levantando con dificultad el rifle de plasma con mi mano izquierda. En el costado de ese mismo lado tenía un enorme y feo hematoma que cada minuto se tornaba más oscuro. La mitad de mi rostro estaba bañada en sangre seca y tenía un bulto en la nuca que no parecía dejar de crecer. Además, mi brazo derecho colgaba inerte a un lado, golpeando mi costado con cada paso. Todo esto sumado a que solo vestía unos pantalones de tela fina de color azul claro, completamente ennegrecidos de mugre y sangre, y hechos jirones por la parte inferior; y calzaba unas sandalias con una suela insignificante.

Con aquel aspecto salí del pasillo y me dirigí hacia el puente de mando.

* * *

Los pasillos del RX-67 presentaban un lamentable estado, comparable al de mi celda. Luces apagadas, cables colgando y chisporroteando, tuberías partidas, agujeros en las placas de metal y silencio absoluto. No se oían voces ni gritos, sino solo el constante ronroneo de los motores, que se encontraban ocultos en las entrañas metálicas de aquella enorme estructura.

Seguí el mismo recorrido por el que me habían llevado los guardias el día de antes, pero el ascensor no funcionaba. Era justo lo que me faltaba. Desconocía cualquier otra ruta hacia el puente de mando, así que estaba completamente perdido. Tendría que encontrar las capsulas de salvamento de otro modo en caso de que aún existieran.

Recorrí los solitarios corredores de la nave durante horas sin dar con nadie. Fue entonces cuando accedí a una sala de control. Dentro, pude advertir manchas de sangre impregnadas en las paredes y el suelo. No podía perder tiempo en ello. Me concentré en una consola que aún estaba en funcionamiento. Ingresé varios comandos y los datos que me proporcionó me dejaron perplejo, tardando varios minutos en reaccionar. Tuve que leerlos tres veces para convencerme.

La información indicaba que la RX-67 había sufrido un accidente y se había estrellado en Ypsilon-6. Era algo asombroso, un verdadero milagro que algunos hubieran logrado sobrevivir a semejante desastre. Sin embargo, no podía comprender qué había causado que se estrellara. ¿Cómo había ocurrido?

Otro dato importante que saqué del panel de control era que los motores estaban sobrecalentándose, y era cuestión de tiempo antes de que explotaran. Con el tiempo en mi contra, tomé un diagrama de la nave y tracé una ruta hacia la escotilla más cercana.

Comencé a caminar a toda prisa, a pesar del dolor en mis piernas. Después de varios minutos, oí un ruido detrás de mí y me giré rápidamente, apuntando con mi rifle de plasma. Me encontré con un guardia, que tenía una horrible herida en el abdomen y parecía no sentir dolor. Me observaba con indiferencia.

No pude detenerme a analizar la situación, pues el hombre se arrojó hacia mí con los brazos extendidos y rugiendo como una bestia. Sin pensarlo dos veces, apreté el gatillo del rifle de plasma y una explosión de energía lo golpeó en el pecho, haciéndolo retroceder unos pasos pero sin lograr derribarlo. El hombre emitió un lamento doloroso, pero de inmediato volvió a erguirse y avanzar hacia mí con los brazos en alto.

En cuestión de instantes, me dio alcance y, sin pensarlo dos veces, le propiné un fuerte golpe con la culata de mi rifle en la mandíbula, arrojándolo al suelo de manera violenta. Sin detenerme, me di la vuelta y cojeando llegué hasta la siguiente estancia. Con premura, presioné el botón de cierre de la puerta, mas ésta permaneció inmóvil.

A todo esto, el guardia se levantó y gimió con furia, babas goteando de entre sus labios.

Con desesperación, sujeté la puerta y tiré de ella, deslizándola hacia su posición de cerrado. Logré que quedara un estrecho espacio entre el quicio y la plancha metálica. A través de él, vi al guardia avanzando con rapidez hacia mí y golpeando la puerta con fuerza, produciendo un estrépito ensordecedor que resonó en mi cabeza como si fuera una explosión.

No esperé para verificar si podría abrir la puerta. Me alejé con rapidez, siguiendo el camino que me había trazado hasta la escotilla. A medida que avanzaba, podía percibir los pasos apresurados del individuo que, enloquecido, había franqueado la entrada y me buscaba por los diversos pasillos y estancias.

Finalmente llegué a la escotilla, un orificio rectangular en el suelo que, para mi sorpresa, se encontraba abierta. Era evidente que no era el único que había tenido la misma idea. Sin dudarlo, me lancé por el agujero, cayendo desde una altura de unos dos metros.

Mi cuerpo se estrelló con fuerza contra el suelo árido y reseco y me incorporé con un gran esfuerzo. Sentí alivio al comprobar que no me había roto nada en la caída. Sabía que cualquier distracción podría costarme caro, debía alejarme rápidamente y encontrar un lugar seguro para resguardarme antes de que los motores explotaran. Su ensordecedor rugido inundaba todo a mi alrededor, ocultando cualquier otro sonido que pudiera alertarme de posibles peligros.

Observé mi entorno y confirmé que efectivamente me encontraba en un desierto, donde sólo algunos arbustos secos aparecían dispersos aquí y allá. Salí de debajo de la titánica estructura metálica y me encontré en un paisaje dominado por un cielo despejado y azul intenso, y un sol abrasador que resplandecía en lo alto. En la distancia, pude distinguir la figura de edificios que se alzaban en el horizonte...una ciudad. Si lograba llegar allí, podría estar a salvo. La cuestión era, ¿sería capaz de lograrlo?