Mia no entendía cómo era posible que Johan fuera tan idiota.

Decir una estupidez está bien, Ted es experto cubriendo esos momentos. Decir otra estupidez es posible, y entendible, ya que somos humanos. Repetir la misma estupidez dos segundos después, ya es demasiado. Nadie en esa habitación sabe cómo lidiar con eso.

Nadie le pidió a Johan un reporte olorífico. A nadie le importa si huele a canela o...

¿Por qué tenía que mencionar la crema dental?

"Jojo", dijo Mia al ver a Ted bajar las escaleras. "No quiero saber qué hueles".

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"Quieres decir 'a quién' huele ¿no?"

"Quiere decir que Johan debería dejar que tus fantasmas lo acechen solito", respondió Mia con mayor enojo debido a la aleatoria aclaración de Rique.

"Mia...", comenzó a decir Enrique.

"Y tú no deberías ir por ahí echándole más leña al fuego", terminó Mia.

Los tres quedaron en silencio. Mia dió un pesado respiro y se levantó del escritorio. Se asomó por la puerta sin ver ningún rastro de Ted. Luego se paró frente a Rique y Johan que estaban sentados en la cama. Miró los ojos frágiles de Jojo.

Él no es un idiota, se dijo a sí misma. Mia sabía que Johan no diría algo con malicia. Por lo menos, él no lo haría sabiendo que eso los dañaría. Quizás él pensó que estaba bien mencionarlo. Llevaban meses intentando mencionarlo. Normalizándolo. El problema era que la ida de Ella había reseteado a Ted. Los había reseteado a todos.

"Hermanos...", dijo Mia rompió en llanto. "Lo siento", fue lo único que logró decir entre sollozos. Rique y Johan se levantaron y la cubrieron en un abrazo.