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Lottus (GL Independent History in Spanish)
Capítulo 5: La búsqueda del agradecimiento

Capítulo 5: La búsqueda del agradecimiento

El aire frío del hospital se sentía más pesado que nunca para Miko. Estaba junto a la cama de Akeno, observando el rostro de su amiga, aún hinchado y cubierto de vendajes. Dos días habían pasado desde aquella noche aterradora, pero las imágenes seguían atormentándola. Miró la pequeña tarjeta junto a la cama, donde los médicos habían escrito “estado estable”. A pesar del alivio de saber que Akeno estaba fuera de peligro inmediato, la culpa no dejaba de roerle el pecho.

El reflejo en la ventana del hospital le devolvió su propia imagen: la marca morada en su mejilla, cerca de la comisura de sus labios. Fue un golpe accidental en medio del caos, pero cada vez que lo veía, recordaba la brutalidad de aquel momento y cómo unos desconocidos intervinieron para salvarlas.

"¿Qué habría pasado si ellos no hubieran llegado?", se preguntó por enésima vez, sintiendo un nudo en la garganta.

Cuando cayó la tarde, Miko se encontró frente a una intersección. Sabía que más adelante se encontraba un barrio conocido por ser hogar de inmigrantes y extranjeros. Su familia siempre había dicho que evitara esos lugares. “Gente problemática”, decían. Pero ahora, esas palabras le parecían vacías. Esos extranjeros le habían salvado la vida y la de Akeno, y aunque la aprensión la acompañaba, también sabía que debía agradecerles.

"Agradecer es de buena educación, ¿no?", pensó mientras cruzaba la calle y se adentraba en el barrio.

El lugar tenía un ambiente distinto al resto de la ciudad. Había pequeños negocios con carteles en idiomas que no reconocía, aromas de comidas diferentes que llenaban el aire y un bullicio constante de conversaciones. La mezcla de culturas era evidente, y aunque al principio se sintió fuera de lugar, algo en ese dinamismo la tranquilizó.

Preguntó a varias personas, describiendo lo poco que recordaba: un hombre alto con tatuajes, otro de cabello rapado, y su intervención heroica. La mayoría no sabía nada, hasta que una mujer mayor, de cabello blanco y sonrisa amable, le señaló un bar y café a dos calles de allí.

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—Siempre están ahí. Muchachos buenos, aunque algo ruidosos —dijo con una risa suave.

El sol estaba bajando cuando llegó al local. Desde afuera, podía escuchar música rock, algo que normalmente habría evitado, pero esta vez, la curiosidad la llevó a entrar. El ambiente era cálido, con conversaciones en distintos idiomas mezclándose con el ritmo de la música. Miko sintió varias miradas dirigidas hacia ella, pero rápidamente las personas volvieron a lo suyo.

En la barra, lo vio: uno de los hombres que la habían salvado. Sintió una mezcla de alivio y nerviosismo mientras se acercaba. Él la notó antes de que hablara, esbozando una sonrisa amigable.

—¡Hey! Tú eres... la chica del otro día, ¿no? —dijo el hombre, su japonés torpe pero comprensible.

—Sí, soy Miko —respondió ella, inclinándose levemente a modo de saludo—. Quería... agradecerles por lo que hicieron.

El hombre se presentó como Gabriel y, con entusiasmo, llamó a sus compañeros: Mariano, Tomás y Agustín. Los cuatro eran extranjeros, provenientes de distintos países de Sudamérica y Latinoamérica. Mientras hablaban, Gabriel le explicó que todos estaban en Japón por una oferta de trabajo que una amiga les había conseguido, y aunque a veces enfrentaban dificultades siendo extranjeros, trataban de mantenerse unidos y hacer lo correcto.

—No podíamos dejar que esos tipos se salieran con la suya —dijo Mariano con un acento marcado mientras tomaba un sorbo de su cerveza—. La violencia es algo que ninguno de nosotros tolera, sin importar dónde estemos.

La conversación fluyó más de lo que Miko esperaba. Los hombres eran cálidos, amables y directos, muy distintos a los estereotipos que su familia siempre había mencionado. Su gratitud hacia ellos creció con cada palabra, y aunque ellos minimizaron sus actos, diciendo que solo hicieron “lo correcto”, para Miko, habían sido héroes.

Cuando la noche cayó, decidió que era hora de regresar. Se despidió de los hombres, quienes insistieron en acompañarla a la puerta para asegurarse de que estuviera a salvo. Pero justo cuando estaba a punto de salir, algo en el rincón del bar llamó su atención.

Allí, en la última mesa, estaba Sasha. Su postura relajada y la expresión tranquila que mostraba mientras leía eran inconfundibles. El corazón de Miko dio un vuelco, y antes de que pudiera pensarlo demasiado, sus pies comenzaron a moverse hacia ella.

Sasha no levantó la vista hasta que Miko estuvo frente a la mesa. Sus ojos ámbar, cálidos pero intensos, se alzaron para encontrarse con los de Miko.

—Tú otra vez —dijo Sasha con una voz calmada, cerrando su libro de manera pausada.

Miko tragó saliva, armándose de valor.

—Quiero hablar contigo.

Sasha arqueó una ceja, pero le hizo un gesto para que se sentara.

—Escucho.

Esta vez, Miko no pensaba retroceder. "Vas a escucharme", se dijo a sí misma mientras tomaba asiento frente a la mujer que, sin saberlo, había comenzado a ocupar más espacio en sus pensamientos de lo que estaba dispuesta a admitir.