Una orden inesperada convocó a los LEGATUS a una reunión con Leppart en las afueras de Yersi-City. Reckless, Ziggy, Whisper Wind y BJ debían abandonar City Sven-1 por unas horas. Aunque comprendían el riesgo de dejar la ciudad sin su presencia, confiaban plenamente en los demás Elementales que permanecerían allí.
BJ, siempre intuitivo, no pudo evitar expresar su preocupación. Algo en lo profundo de su ser lo inquietaba, como un mal presagio imposible de ignorar.
—¿Seguro que todos debemos irnos? —preguntó, cruzando los brazos mientras miraba a Reckless.
El LEGATUS de tierra lo miró con su habitual severidad, su voz firme como una roca.
—Si no confiamos en ellos, nunca servirán de nada —dijo Reckless, tajante—. No podemos cargar con todo nosotros. Los CENTURIOS son los próximos en convertirse en LEGATUS si caemos en batalla. Necesitan enfrentarse a desafíos más grandes que ellos mismos.
BJ sabía que Reckless tenía razón, pero esa inquietud seguía latiendo en su pecho. Sin más que decir, asintió en silencio y se preparó para partir, dejando la protección de City Sven-1 en manos de los CENTURIOS, DESTURIOS y VENATORS que permanecían allí.
Entre los Elementales en la ciudad, Max se destacó como el líder natural. Como el CENTURIO más fuerte presente, asumió la responsabilidad de velar por la seguridad de todos. Experimentado y fiable, Max era un guerrero en el que incluso los LEGATUS depositaban su confianza. Su fortaleza y juicio lo señalaban como el próximo heredero del rango de LEGATUS del agua, una transición que BJ había preparado en silencio.
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Durante la mañana, mientras las calles de City Sven-1 bullían con la actividad habitual, Max no esperaba grandes contratiempos. Sin embargo, al igual que BJ, sintió un leve y extraño malestar en su interior. Algo en el ambiente no encajaba.
De pie en una de las pocas torres altas de la ciudad, Max cerró los ojos e inhaló profundamente. De repente, una mueca de disgusto apareció en su rostro.
—Esto no es normal... —murmuró, frunciendo el ceño mientras volvía a inhalar. Había un hedor en el aire.
—Huele peor que la basura... —dijo, sintiendo una punzada de alarma—. Huele a veneno... y... ¿muerte?
El malestar en su pecho se intensificó. Aunque no podía estar seguro, algo en su interior parecía saber exactamente de qué se trataba. No perdió tiempo y activó su comunicador para alertar a los demás Elementales en la ciudad.
—Atención a todos —dijo, su tono grave y decidido—. Algo no está bien. Manténganse atentos y preparados. Esto no es una simple intuición...
A medida que las instrucciones de Max resonaban en los oídos de los Elementales, la atmósfera en City Sven-1 pareció cambiar. El bullicio de las calles disminuyó, y una sensación de expectación, como el preludio de una tormenta, envolvió la ciudad.
Deff, que hasta ese momento bromeaba con Jazz en una esquina del mercado, sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Lo sientes? —preguntó Jazz, sus ojos oscuros buscando los de Deff.
Él asintió lentamente, colocando una mano sobre la empuñadura de su espada.
—Sí. Algo viene...
En otra parte, Saico entrenaba en solitario en uno de los parques abandonados de la ciudad. Había estado perfeccionando los movimientos que Deff le enseñó, pero la extraña pesadez en el aire lo hizo detenerse. Giró la cabeza hacia el horizonte, hacia el límite de la ciudad, donde las sombras parecían moverse de forma antinatural.
—Esto no es bueno... —susurró, apretando los puños.
A pesar de la aparente calma en la ciudad, los Elementales sabían que algo oscuro acechaba. La paz que habían disfrutado estaba a punto de romperse.