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La senda del guerrero [ESP]
Luz y Sombra en City Sven-1 [CAPITULO 8]

Luz y Sombra en City Sven-1 [CAPITULO 8]

City Sven-1 brillaba bajo un sol opaco que apenas lograba atravesar la espesa capa de smog que cubría la ciudad. Las calles, abarrotadas de mercados improvisados, niños corriendo descalzos y el sonido constante de gritos y risas mezclados con la música de viejas radios, eran un caos controlado. Pero entre esa anarquía había un extraño orden, como si todos supieran exactamente dónde encajaban, incluso en una ciudad al borde del colapso.

En una esquina polvorienta, Saico esperaba con los brazos cruzados. Vestía su chaqueta remendada y llevaba su espada envainada en la espalda. Su paciencia estaba a punto de agotarse.

—¿Dónde demonios está? —murmuró, pateando una lata vacía.

Unos segundos después, un joven alto y delgado apareció doblando la esquina, con una amplia sonrisa que parecía iluminar incluso las partes más sombrías de la ciudad. Su cabello, despeinado y de un castaño claro casi rubio, caía sobre sus ojos mientras saludaba con entusiasmo.

—¡Saico! ¿Te hice esperar mucho? —dijo Deff, con su voz siempre llena de energía.

—¿Qué crees tú? —respondió Saico con sarcasmo, aunque no pudo evitar devolverle una sonrisa.

Deff era conocido en toda City Sven-1. Aunque solo era un Desturio, su conexión con Leppart y su personalidad magnética le habían ganado respeto, incluso de los veteranos más amargados de la ciudad. Para Saico, sin embargo, Deff no era un héroe. Era un amigo... aunque un amigo que solía llegar tarde.

—Tranquilo, hombre. Hoy te voy a enseñar algo que cambiará tu vida.

Saico lo miró con escepticismo mientras Deff lo guiaba por las callejuelas. Pasaron por un mercado abarrotado, donde los comerciantes gritaban ofertas para atraer clientes. Había frutas en su punto de descomposición, piezas de tecnología antigua y, en un rincón oscuro, armas claramente ilegales.

—¿Qué vamos a hacer, exactamente? —preguntó Saico mientras esquivaba a un hombre que transportaba una jaula llena de ratas vivas.

Deff se detuvo frente a un edificio en ruinas. Su fachada estaba cubierta de grafitis que contaban historias de revolución, pérdida y esperanza. En el centro, un símbolo que Saico reconoció: el rayo que representaba a la Rock Brigade.

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—Esto —dijo Deff, señalando el símbolo— es más que un dibujo en la pared. Es una promesa. Una promesa de proteger a los nuestros, de pelear hasta el último aliento. Y Leppart siempre dice que, para proteger a otros, primero tienes que protegerte a ti mismo.

Saico arqueó una ceja.

—¿Y qué significa eso?

—Significa que necesitas aprender a pelear como un verdadero Elemental.

Antes de que Saico pudiera responder, Deff desenvainó su espada, una hoja delgada y ligera que brillaba con un tenue resplandor azul.

—Vamos, muévete. Quiero ver qué tienes.

Durante la siguiente hora, Deff entrenó a Saico en los fundamentos que Leppart le había enseñado: cómo controlar su respiración, cómo observar los movimientos de su oponente y cómo utilizar el entorno a su favor. Aunque Saico ya tenía experiencia en combate, las lecciones de Deff tenían una claridad y precisión que lo sorprendieron.

—Eres mejor de lo que pensaba, Saico —dijo Deff, limpiándose el sudor de la frente—. Pero todavía te falta.

Saico resopló, intentando recuperar el aliento.

—¿Y qué esperas? No todos somos el protegido del gran Leppart.

Deff sonrió, pero había un matiz de melancolía en su expresión.

—No creas que es fácil. Ser su protegido significa cargar con sus expectativas. Pero también significa que tengo la oportunidad de marcar la diferencia. Eso es lo que quiero enseñarte.

La tarde pasó rápidamente, y cuando el sol comenzó a ponerse, ambos se dirigieron al mercado para comprar algo de comida. Mientras compartían un plato de fideos en un puesto improvisado, Saico miró a su alrededor.

—Esta ciudad es un desastre —dijo, masticando lentamente—. Pero no puedo imaginarme en otro lugar.

Deff asintió.

—City Sven-1 es un desastre, pero es nuestro desastre. Y si Leppart me enseñó algo, es que incluso en un lugar como este, podemos encontrar belleza.

En otro lugar, no muy lejos, Max y Whisper Wind caminaban por una de las pocas áreas tranquilas de la ciudad, un parque descuidado pero lleno de vida. Las flores salvajes crecían entre los escombros, y el sonido de los pájaros reemplazaba por un momento el ruido constante de la ciudad.

—¿No es extraño? —preguntó Max, rompiendo el silencio—. Nosotros, aquí, disfrutando de este día mientras allá afuera el mundo se desmorona.

Whisper Wind sonrió suavemente, con el viento jugando con su cabello.

—A veces necesitamos momentos como este, Max. No podemos pelear todo el tiempo.

—¿Esto es una cita, Whisper? —preguntó Max con una sonrisa burlona.

Whisper lo golpeó ligeramente en el brazo, pero no pudo evitar reír.

—No te hagas ilusiones, Max.

De vuelta con Saico y Deff, la noche había caído, y las luces improvisadas de City Sven-1 iluminaban las calles. Mientras caminaban hacia sus refugios, Saico se dio cuenta de algo.

—Deff, gracias. Por hoy.

Deff lo miró sorprendido, pero luego sonrió ampliamente.

—Para eso están los amigos, ¿no?

Y así, en medio del caos y la decadencia de City Sven-1, dos jóvenes Elementales forjaron una amistad que resistiría incluso las peores tormentas.