Me encuentro tranquilo, ¿No es así como debería sentirme por haber logrado la misión con auténtica facilidad?
No.
No fue así.
Nunca es así.
Recuerdo todo con claridad, pero inevitablemente reconozco mi descontrol. Incluso hace unos momentos, tras ver a la doctora Chao a lo lejos. Vi su mirada. Esa mirada igual a la de mi padre, viéndome a mí, especialmente; con ojos de un científico.
Y yo ya no estoy para ser un sujeto de pruebas más. No, ahora soy Ludwig, una persona. Terminé mi trabajo, ya no necesito pelear contra esas cosas más tiempo, ni escuchar órdenes.
—Hola, cariño —Me dijo una voz animada y juguetona, cambiando de lengua como quien se cambia de ropa—. Veo que hiciste un gran número por aquí.
Su voz era relajada, casi como externa a lo que ocurrió aquí. Seguramente esté acostumbrada o que la falta absurda de sangre ayudó. A Juno le funcionó, por lo que veo.
—Puedo comprender porque ellos te temen —habla con una claridad en su voz mientras ve el alrededor.
Ella tiene razón. Incluso siendo aliados, vieron más de lo que debieron y ahora me evaden como plaga.
—¿Y por qué tú no?—¿Será que me gusta el peligro?—No te creo nada. ¿Te envía la doctora Chao?
Le oigo reír, negando con la cabeza mientras me ayuda.
—No tengo razones para seguir a esa vieja bruja.—Me alegro, entonces.
No le creí una palabra, pero por lo menos no sienta mal oírla insultar a esa persona. Nada personal.
—Tienes una buena manera de pelear, ¿Sabías?—Solo hago lo que debo hacer.—No estoy segura de eso. Tus movimientos son más como un depredador y esas armas tuyas...
Podría jurar que la vi morderse el labio con algo más que simplemente pensamientos de codicia.
—No están a la venta.—¿En serio? Y yo aquí creyendo que estaba funcionando.
No pude evitar soltar una ligera risa ante su fingida tristeza. Es creíble, sí, pero aún puedo reconocer sentimientos tan básicos como lo es uno de pesar.
Ya me iba ir con el resto del equipo cuando fui agarrado del brazo por la guardia.
—¿No tienes preguntas?—No. ¿De qué las tendría?—De porqué fuiste tú el que terminó así.
Fruncí el ceño ante sus palabras. Tan similares a algo que vi una noche anterior, pero tan lejanas que podría tomarlas como una coincidencia.
—Dile a la doctora que no estoy interesado en ninguna propuesta. Cumplan su palabra y nosotros cumpliremos la nuestra.—No te molestaré más entonces, cariño.
Me da una palmada en la espalda y se despide con una alegría que me da curiosidad.
Sí... lo recuerdo con claridad. Por acento, supe que hablaba español, pero tampoco debería preocuparme por recordarla, es la última vez que la veré...
Eso quisiera decir si en mi bolsillo no hubiera encontrado un pedazo de papel con una invitación a llamarle y un número de teléfono.
—¿Te lo dio la guardia de Lucheng? —me pregunta Dva con curiosidad a mi lado.—Así es. No sé si me relajé de más pero no noté cuando me lo puso.
Ni siquiera esperé que Juno, que está con nosotros en la parte trasera mientras Mei está de copiloto y Angela conduce... hablase.
Desde las escaleras, se puso en lo que otros llamarían como emo. No sé porqué se avergonzó mucho, pero le deje en su espacio. De todos modos: estoy cansado.
Contrario a lo que yo mismo pienso, mi cuerpo rebosa de más energía que antes, con mis alas más cargadas que cuando llegué aquí.
Seguimos el camino de vuelta a un hotel en el que nos quedaríamos por hoy a pedido del resto para descansar... y para que Juno explore, ¿Por qué no? Lo más difícil ya pasó, ahora solo queda esperar buenas noticias de la doctora.
De todos modos, Talon no debería tener las fuerzas para intentar un segundo golpe y a diferencia de nosotros, la doctora Chao volverá a la seguridad de la colonia lunar lo antes posible.
—Ludwig, ¿Partida hoy?—No traje mi computador, Hana.—Lo sé... ¡Por eso traje estos bebés! —dice sacando de lo que parece ser una recámara secreta del auto un par de computadoras portátiles y algunos periféricos que desconozco—, tu también, Juno. ¿Quieres?
Juno mira a Hana y posteriormente me mira, tiñéndose de rojo su mirada.
—Yo... eh, paso esta vez —comenta con un poco de desánimo—, ¡Mañana quiero explorar la ciudad con mi tía Mei desde la madrugada! ¿¡Verdad que sí, tía!?
Su voz posterior tuvo una sobre reacción clara y de fingida emoción que Mei entendió a la primera.
—Si, claro. Por supuesto. Es exactamente lo que estaba planeando, Juno.
Mei habló como si fuera una inteligencia artificial de hace cincuenta años. Pausada y con poca fiabilidad. Por lo menos intentando sonar real, con emociones.
Tanto Hana como yo sonreímos irónicamente, una sonrisa algo incómoda pero intentando aliviar el ambiente, Hana asintió.
—Si, claro. A la siguiente entonces.
Angela pide 3 habitaciones, siendo yo el único que se queda solo. Mei comparte habitación con Juno y Angela con Hana. La mencionada fue la primera en venir a mi habitación una vez acomodó sus cosas en la suya.
—¡Aquí estoy! —comenta con alegría mientras muestra entre sus manos aquellos computadores.—Pasa, pasa; Como si estuviéramos en la base —respondo juguetonamente, moviéndola con mi mano en su espalda para que se apure a entrar.
Mientras ordenamos un poco para ponernos cómodos, no puedo evitar apreciar que tanto ella como el resto se sigan comportando normalmente.
—No parecías muy sorprendida de ver morir personas.
Analizo su mirada, mis palabras fueron tranquilas pero claramente su reacción no, aunque no lo demostró tanto como preví.
—Cuando luchas con humano y ómnico a la vez... No puedes darte el lujo de dudar. Cada día recuerdo lo que he hecho para llegar aquí. Es increíble, tantos años de historia para... terminar igual.—No criticaré la dudosa calidad moral que es juzgar criminales haciéndote uno, ¿No estamos en el mismo bote?
Comento intentando confortar sus pensamientos. Suelta una risa irónica y se recuesta en la cama. Mi cama. Mi pobre cama...
—Tú parecías acostumbrado... ¿Lo has hecho antes?—Si lo hubiera hecho, ¿Me reportarías? —comento fingiendo temor, poniéndome en posición para escapar en cualquier momento.—Por supuesto que no, tonto. Lo dijiste antes, ¿No estamos en el mismo bote? —dice riéndose—. Además, Overwatch también somos tratados como criminales, sería pegarme un tiro a mí misma... A nosotros.
Sus palabras cobraron más sentido conforme hablaba, por lo que solo asentí.
—Cada vez me intriga más quien eres, Lutz —habla con un tono de voz que no logré discernir.—A mí también me intriga saber quien soy. Pocas veces se ve a alguien tan perfecto, ¿No crees? —comento levantando los brazos hasta quedara la altura de mi hombro con una fingida arrogancia—. Y no hay nada feliz que mostrar.
Susurro la última frase solo para mí. Me acomodo por mi parte a saber que juego inicia ella.
—¿Juego?—Hace tiempo que no vuelvo a mis orígenes...—Starcraft,entiendo.—Veo que has investigado más sobre mí, ¿Tanto te intereso?
Reí mientras negaba con la cabeza. Centrado en iniciar el juego, por supuesto.
Unauthorized duplication: this tale has been taken without consent. Report sightings.
—No lo sé, ¿Puede ser?—Directo, como me gusta. ¡No te preocupes! Yo soy un libro abierto para responder todas tus preguntas.
Las palabras fueron y vinieron con el tiempo hasta que inició una partida. E igual ahí terminaba con frases o quejas, después de todo, ambos teníamos tiempos de reacción y movilidad inhumanos.
Aunque el hecho de que estemos a la par cuando yo soy lo más destacado hecho por mi padre... Habla mucho de sus capacidades para enseñarme a mí.
Ese pensamiento me hizo volver a recordar sus palabras, tan claras como firmes... Pero como esa ocasión, las ignoraré porque no son reales, no les puedo hacer caso. Ya no está conmigo
Así pasó la noche, consumida entre una charla llena de respuestas y juego.
En algún punto de la noche, llegamos a una confianza a la que no sé como terminamos. Después de todo, Hana no parecía del tipo que cuestionaba sus acciones, o mejor dicho, que no sentía demasiado remordimiento.
Prejuicios. Solo eso. Ella, al igual que yo, tiene sus propios problemas. Creo recordar que me habían dicho que ella tenía un problema con el exceso de trabajo que me había comentado... ¿Lucio, creo que se llamaba?
—¿Sabes? Yo jugaba este mismo juego con mi padre. ¿No es increíble lo mucho que ha durado?—2010... 68 años de existencia y aún bastante presente.—Sí —comenta con un tono de voz más apagado—. Cuando crecí, siempre tuve una capacidad que me hizo destacar. Primero como jugadora de videojuegos profesional, de los cuales destaqué lo suficiente para ser llamada a MEKA.—Lo conozco, sí. Una división de las fuerzas coreanas.
Su mirada se centra fijamente en mí, asintiendo a mis palabras.
Veo la duda en su rostro un par de segundos en los que termina moviendo su rostro al vacío. Hasta que continua.
—Tenía 19 en ese entonces. Pensaba que era un paso siguiente para mi carrera, que me ayudaría a brillar más alto. Pero también me hizo darme cuenta lo fácil que es morir.
Acerqué mi mano instintivamente, pero me detuve para ver su reacción. Al no ser negativa, le tomé del hombro para confortarla.
Y para que continuase. Mis pensamientos no pudieron evitar querer un poco más del chisme. Me alejo un poco y me siento en una pose mariposa, cruzando mis piernas mientras le pongo atención.
—Poco más de dos años. Años desde que comencé a vivir así. Pero cada maldito día es esperar que Null Sector, Talon o cualquier otro grupo terrorista no intente algo que no atente contra la vida de cientos de personas.—Debe ser duro.
No dije mucho más, no lo necesitaba.
—¿Sabes? Siempre me pregunto si realmente hubiera brillado tanto como ahora si hubiera... rechazado la propuesta.
Sonreí, negando con la cabeza con una confianza que la extraña un poco.
—¿Ahora dudas de ti misma, Hana? Claro que hubieras sido la luz de muchas personas, sea la dirección que hubieras tomado. Lo importante ahora es que estás aquí. Y aunque los medios te critiquen por unirte a una organización ilegal, ¿No eres ya la luz para nosotros? No puedo hablar por ellos, pero puedo decir que para mí, ya eres brillante tal como eres —finalizo con un tono serio pero intentando no sonar demasiado filosófico.
Conforme oye mis palabras, veo como una sonrisa comienza a enmarcar su rostro y un bello pero ligero sonrojo. Se ve tan preciosa que si pudiera, lo inmortalizaría en una foto.
Intento no avergonzarme demasiado por las palabras que he dicho, después de todo, soy sincero al respecto. Y que mejor forma de confirmarlo que teniendo la confianza de no negarlo con la vergüenza.
—Tienes una lengua de plata, Lutz —cuestiona acercándose a mí—, desde que... llegaron, me siento más tranquila.
Se acerca más. Casi puedo sentir su respiración cuando se voltea y se deja caer.
Por poco me saca el aire pero aún así pude reaccionar a tiempo para no sentir sus codos golpeándome con la caída.
—¿Cómoda?—No lo suficiente —responde moviéndose—, venga, dame un abrazo.
Suspiro, no diciendo más.
Mi abrazo fue suave, colocando mis manos sobre su estómago poniendo los brazos por debajo de sus hombres y acomodando mi mentón en su clavícula.
—¿Y ahora?—Mejor.
No dijo nada más, ni yo. Solo nuestra respiración y el calor de nuestros cuerpos.
Es de mañana. A mi lado, Hana está durmiendo con una tranquilidad casi sobrenatural.
El problema es cuando ella está no solo arriba de mi brazo, sino que está abrazada a mí como si fuera una almohada.
Le oigo murmurar algunos sonidos que en caso de pronunciarlos en batalla no podría evitar tener grima.
Siento la pijama en mi rostro de tal forma que me pregunto como llego a respirar. Huele bien, también.
Como no puedo ver mucho más que ropa de la susodicha en mi punto de vista, no me queda de otra que intentar volver a dormir, al menos hasta que se despierte. No quiero pensar como se pondrá si le arruino el sueño ahora.
Tiempo después, quien sabe cuanto, ya comienzo a notar sus pequeños hábitos para despertarse.
Como levantarse de golpe buscando instintivamente su teléfono.
—Buenos días, bella durmiente.
Me voltea a ver al escuchar mi voz. Su mirada pese a todo se ve cansada. Seguramente yo la tenga igual.
—¿Cómo es que te ves tan bien? —Me recrimina con un gruñido mientras se pone de pie y busca quien sabe qué.—No es mi culpa tener mejores genes.
Se ríe.
—Si, claro, ¿Seguro que no tiene nada que ver con esas alas?
Habla con una voz más calmada, apunta detrás de mí, donde por supuesto estaban las mencionadas.
En parte tiene razón, después de todo, son baterías, baterías y cartuchos. Y no molestan para dormir... No demasiado.
—No es tan agradables tenerlas como parece, Hana.—No me estoy quejando. Sería molesto ir al baño con ellas —Descarta moviendo la mano con desprecio—, aunque a ti te quedan bien, Lutz. No te preocupes.
Me río negando con la cabeza aprovechando para finalmente levantarme de la cama y hacer estiramientos ligeros.
—Tienes razón en algo, Hana.
Comento mientras las alas siguen mis movimientos de estiramiento. Me preparo con un profundo respiro y poniendo el rostro más serio que mi rostro es capaz de formar.
—Pueden ser molestas para cagar.
Se cubre el rostro para intentar no reír, pero cuando responde, veo que es por la razón equivocada.
—¡Que bonito intento de que tu rostro quede más serio de lo que ya es! Casi te agregas otros diez años ahí.—¿De qué hablas? Yo si sonrío. ¡Y soy joven, tengo prácticamente la misma edad que tú! No... ¡Soy un año más joven!—La mayor parte del tiempo tienes una mirada seria, Ludwig, no mientas por convivir —comenta fingiendo palabras de enojo acercándose a mí, ignorando mis palabras entre medias sobre mi edad. Paro un momento para ponerle atención.
Levanto las manos mientras acerca su mano a mi rostro. Pero soy liberado con un simple toque de su dedo en mi nariz con una ligereza casi innatural para ella.
—Pareces todo un señor con esa barba... y te da ese aire de seriedad sin importar cuantas bromas intentes hacer. Tú sabes que soy la que mejor lo sabe.
No puedo decir que no porque es verdad, desde que conozco a overwatch, Hana es la que más sigue mis bromas sin importar si son malas o buenas.
Algunas personas aún ahora tal vez seguirían tercamente negándose, pero yo no.
—Nunca me vi así, la barba me queda bien... ¿Tan malos son mis chistes?
No lo digo con tristeza, es una duda verídica aunque ciertamente, conforme convivo más con seres sociales desde el nacimiento, noto más lo desconectado que estuve.
Tuve suerte de no terminar como un animal rabioso que solo sabe pelear, como buscaba mi padre.
—No... son tan malos como aparentan —responde finalmente—, solo que parece como si estuvieras tanteando el terreno cuando lo intentas.—¿Tanteando? No entiendo a que te refieres.
Me mira con una cara de pocos amigos, pero finalmente decide contarme.
—Como si estuvieras buscando un límite. —Bueno, creo que todos hacemos los chistes de manera espontánea, ¿No crees?
Me sonríe con ironía. Me acaricia suavemente mi mentón y se va, no sin antes decir una frase. ¿Su dirección? Claramente la salida de mi habitación.
—Ya lo entenderás cuando tengas más sentido común, fortachón —comenta y antes de irse por completo, se devuelve a mirarme—, ¡Ah, sí! Puede que no sea la más fanática de barbas, pero a ti te queda bien, guapo.
Niego con la cabeza ante sus palabras sin aparente sentido ni real relevancia para centrarme en lo realmente importante en la habitación.
Seguir mi rutina. Es decir, posterior a mis ejercicios de mañana rápidamente tomo camino para ducharme, donde finalmente encuentro el punto perfecto para relajarme.
La ducha está fría, pero eso me permite calmarme, soy a fin de cuentas un hombre de gran temperatura corporal.
Una vez termino todas las banalidades y me pongo la ropa correcta, diseñada por mí precisamente por tener unos pedazos de metal en mi espalda.
No me quejo, no ahora y aún menos ahora, que me es bastante útil.
Y una vez todo listo, estoy nuevamente frente a la puerta. Doy un último vistazo y no a la habitación, en la que es prácticamente imposible que olvide algo. Sino, la nota en mis manos.
Un número y unas palabras tan simples como comunes invitando a llamarle, pero incluso ahora siento un mal presentimiento con respecto a ella.
Ella tenía algo especial, no era solo su voz, era su forma de actuar, esa confianza aún cuando Talon había atacado momentos antes...
No hay que dar mucho misterio para creer que era una infiltrada, pero como no le hizo daño a la doctora, no sé si simplemente le atraje a primera vista.
Mientras pienso, voy abriendo la puerta para salir al pasillo, donde espero encontrarme al resto del equipo en el primer piso ya con las maletas listas.
Volviendo a mis pensamientos, siento que estoy pensando demasiado al respecto, no veo posible que se haya infiltrado con tanta facilidad entre tantas personas, pero por si acaso, compraré un teléfono extra para hablar exclusivamente con ella.
No, no estoy pensando con la cabeza equivocada, pese a todo, me gustó su forma de ser, ¿No está mal encaminar a una amistad próxima? No debería terminar tan mal.
De todos modos, por lo que vi, Talon es el menor de los problemas para overwatch, su líder, Doomfist, se ve como un hombre más centrado en la fuerza antes que en el pensamiento. Ya debe tener disidentes dentro de su organización que no siguen sus órdenes o están pensando en cambiar de bando.
Y será un buen momento darles la confianza de hacerlo.
Por supuesto, no me confiaré en eso, al final, no soy el que tiene el mando ni el que tiene un fuerte odio en su contra. Yo solo estoy ayudando a Juno.
¡Si, no me debo desconcentrar de lo que yo vine a hacer! Tantas semanas que he pasado con ellos que por poco olvido que aunque yo esté con ellos y les ayude, no soy uno de ellos.
Y nunca lo seré.
Bajando las escaleras, logro apreciar en la cafetería del hotel a las cuatro reunidas, al parecer, incluso Hana tuvo el tiempo de ducharse y salir a reunirse con el resto.
—¡Lutz, por aquí! —grita Juno emocionada y aparentemente más relajada, levantándose de su asiento para que le mire más claramente.
—Guten Morgen, amigos míos —comento alegremente saludando a Juno y Hana, especialmente.
Me siento en el único lugar restante y miro a Juno con una sonrisa malvada.
—¿Qué tal fue la ciudad por la madrugada, Juno?
Su reacción no tardó, tartamudeando en busca de encontrar una respuesta.
Sentí un leve pellizco de mi lado derecho, donde Hana estaba.
—Déjale en paz, Lutz —comenta con un tono ligeramente enojado.
Sonrío levantando las manos afirmando mi error.
—Sí, sí, como digas, mamá.
Rueda los ojos pero una sonrisa inevitablemente cae en su rostro.
—Bien, ahora que estas aquí, Ludwig, debes saber que no tomaremos el vuelo de vuelta.—¿Algo pasó?—Sí, el equipo de Reinhardt tuvo problemas y pidieron refuerzos, por lo que nos encargaremos.
Asentí con tranquilidad pero mi mente cambió en dirección a la persona a mi lado.
—¿Y qué pasa con Hana?—Su mecha ha sido reparado por Lucheng, iremos a recogerlo y nos largamos.—Entiendo.