Es el momento, tras la vergonzosa situación en la que fui brutalmente apaleado por un par de almohadas, finalmente estoy aquí: con tres chicas a mi lado... en un tren.
Siendo sincero, no es lo que esperaba cuando dijeron que no tenían muchas alternativas de viaje para pasar por debajo de la vista gubernamental, pero esto lo veo ciertamente ridículo. ¡Además de que Hana tiene toda la ventaja! Como tiene un mecha, simplemente lo usa y con un simple «ten cuidado de que te descubran, Hana» la dejan libremente mientras nosotros estamos aquí, atrapados por quince minutos antes de ir al aeropuerto y volar. Nótese que yo puedo volar, Juno también y por lo que veo Angela igual.
No voy a molestarme ahora, no es el momento ni el lugar. Me tomo mi tiempo, Juno y Mei están enfrascadas en una gran conversación de la que no me voy a meter por lo que solo me queda intentar conversar con Mercy, con la cual no he hablado más que frases cortas desde que llegué aquí. Genial, ¿No? Es exactamente lo que buscaba, situaciones alejadas de la sangre.
—Doctora... ¿Ziegler, verdad? —pregunto con cautela, comenzando la conversación. Algo de nervios si tengo, tomando mis manos cruzándolas entre sí.
—Puedes llamarme solo Angela, Ludwig —responde acariciando su maleta, donde esta su armadura.
—Si, gracias... Angela —digo intentando pensar entre medias un tema de conversación—. Y... ¿Están saliendo tú y Genji?
No debí haber mencionado eso, ahora o se siente mal por una pregunta tan personal o pensará que me interesa. Lo cual no es el caso. Por suerte, Juno y Mei no están tan cerca como parecen y están enfrascadas en su propia conversación así que no me oyeron, pero aún puedo ver el rápido cambio de expresión en Angela.
—Tienes suerte que Juno no escuchó eso, Ludwig, estoy segura que ella podría malinterpretarlo —comenta con una suave risa al final—. No necesitas estar tan nervioso, la misión no será difícil. Solo es larga.
—¿Por qué a Juno le molestaría? —Me murmuré lo suficientemente alto para que ella me oyera, lo cual hizo que su expresión se tornara agridulce, de alguna manera—, bien, te tomaré la palabra... Tengo curiosidad, yo no estuve en la crisis ómnica, entonces, ¿Por qué no destruir Anubis?
—Eso es una respuesta que no te puedo decir, Ludwig, lo siento. Hay más riesgos de los que pudimos predecir al intentarlo...
Parece que al final intentó decir algo, pero al final no lo dijo. Sonrío y niego con la cabeza, estando de acuerdo con su postura.
—No importa, tal vez en un futuro lo sepa, después de todo, nada está encerrado para siempre, ¿No?
—Espero que no, Ludwig, espero que no.
Su tono claramente se volvió más firme y de alguna manera, frío, pero lo comprendo. Nadie querría que un programa tan peligroso esté suelto.
—Me sorprende que quepa tu armadura en esa maleta —comento en un intento de cambiar el tema y para aligerar el tema.
—Te sorprendería lo que puede caber en un estuche de guitarra, Ludwig, esto no es nada.
Ah, así que así se llaman. Bueno, eso explica la forma tan diferenciada en comparación a las maletas cuadradas de...
—¡Lutz! ¡Lutz! —grita con emoción Juno, llegando a mi lado y tomándome repentinamente del brazo —, ¿Sabías que tenemos que pasar por Madrid? ¡Leí que es una ciudad excéntrica como cuando estuvimos en México!
Sonreí ante la inocencia en sus palabras, pese a todo, siempre es una persona que se distrae con facilidad. Inconscientemente me vi acariciando su cabeza para calmar su emoción.
Muy tarde para detenerme y aún más para evitarlo. Ahora mi mejor opción inequivocamente es hacer sentir al resto que esto es normal para no avergonzarme más de la cuenta por hoy.
—Cuando volvamos damos un viaje dedicado al turismo, ¿No lo crees mejor así? —articulo con serenidad. Alejo mi mano mientras lo digo, aprovechando.
—Ahora que lo dices... sí, tienes razón —pronuncia en un murmuro más calmado, tal vez hasta con algo de nervios. ¡Incluso podría decir que veo un poco de tinte rojo en su rostro!
Evito su rostro con profesionalidad, comportandome normalmente, así mismo miro coincidentemente nuestra parada. ¡Maravilla!
—Aquí es nuestra parada, par de tórtolos. —comenta con gracia una rubia levantándose mientras se acomoda el estuche de su armadura.
—¡Angela! —grita con enojo Mei al ver que Juno estaba por ponerse como un tomate.
Nunca había visto a Mei levantar la voz, es cuanto menos curioso verla tan feroz. Especialmente cuando ves a su lindo robot intentando actuar igual que ella contra Mercy.
—Bien, momentos vergonzosos para después —comento empujando a todos para que comiencen a caminar fuera—, recuerden que no tenemos que destacar demasiado. Si, te estoy hablando a ti, snowball.
la pequeña pone una cara de tristeza y se oculta nuevamente en la mochila. Hasta me hace sentir pena, que manipulador tan bueno que es.
—Le pediré perdón después —Le murmuro a Mei mientras ella comienza a reaccionar caminando con más rápidez que antes.
Finalmente. Estamos fuera del agobiante tren y ahora solo queda esperar otras seis horas de viaje... ¿Cómo es que los tiempos siguen siendo tan bajos? Debí haber leído más del pasado de la tierra, tal vez así no me importaría tanto.
—¡En vez de estar aquí, podríamos estar visitando la ciudad!
—Sí, Juno, pero estamos en clase turista por aquí, nos piden estar aquí al menos tres horas antes.
—Eso solo lo necesita hacer uno... ¡Ya sé! —dice emocionada tomando a una Mei que intenta alejarse con desesperación de meterse en la conversación, no funcionó—. Mi tía y yo saldremos a ver la ciudad, les dejamos las maletas a Lutz para que haga todas las cosas que tienen que hacer.
Mei negó con la cabeza e intentó explicarle a Juno... pero Mercy sonríe y asiente.
—Sí, Juno, pueden irse por dos horas, pero recuerden volver porque aún necesitan documentar —comenta con algo de resigno.
—¿En serio? ¡Genial!
Lo curioso aquí es saber que lo dijeron casi a la par, casi con el mismo tono y ambas casi con estrellas en los ojos. Parece ser que a pesar de todo, Juno no era la única que quería ahorrarse el trabajo de esperar.
Una vez se van, aprovecho para acomodar las maletas de cada una, volviéndome a sentar, es Angela la que sabe, después de todo, donde y cuando tenemos que ir.
—¿Por qué los dejaste ir? ¿No será problemático si las descubren?
—¿Te preocupa que las reconozcan a ellas? —Me comenta con un tono algo sarcástico y curioso—, no todos son igual de reconocidos para el público y para el gobierno, Ludwig.
Doy una suave carcajada y le miro con una sonrisa claramente intencionada.
—¿Entonces me debería preocupar más de que nos descubran a nosotros, señorita popular de tres doctorados?
—No todos conocen al médico de overwatch, Ludwig —dijo rodando los ojos.
—Pero sí a la famosísima médica profesional Angela Ziegler...
—Tal vez tengas razón.
Nos reímos un rato antes de que Mercy dejase de lado su conversación conmigo y me hiciera trabajar por lo que estamos aquí.
Ah, quisiera haber ido con Juno...
Mientras nos hacemos una tediosa revisión de la que por suerte me libro porque aunque vamos de incógnito, tuvieron la decencia de hacer que pueda portar libremente tanto mis alas como las cuantiosas armas que vuelan en mi espalda. Supongo yo porque a diferencia del resto, con excepción de la propia Juno, que también viene con su traje... Viéndolo así, tiene aún más sentido, claramente somos unos desconocidos al público por el momento.
No es que me sienta mal por ello. De hecho, prefiero que continue así por más tiempo, pero mis añoranzas y lo que ocurrirá no están en concordancia prácticamente nunca.
—¿Cómo crees que estará Hana? —pregunto con curiosidad.
The story has been stolen; if detected on Amazon, report the violation.
—Mejor que nosotros, sin duda.
—Si, atrapada en el tráfico aéreo —bromeo con una suave risa.
Me acaricio el mentón afeitado, sintiendo levemente la separación con lo que es mi barba. Ya ha pasado una hora desde que estamos aquí atrapados, por lo que en aproximadamente Juno y Mei deberían volver dentro de poco.
—Ludwig, ¿Siempre has vivido en México?
Una pregunta... cuestionable, creo que prácticamente nunca he hablado de mis orígenes con ellos. Y hoy no será el día, por supuesto.
—No mucho, solo lo suficiente para tener la suerte de encontrar una pequeña perdida en un mundo nuevo —respondo ambiguamente pero con una sonrisa nostálgica en mi rostro.
Aunque no llevamos más de un año, todo se siente tan nuevo, tan relajante que pese a toda la socialización de la que no estoy orgulloso, me siento tan... bien, en comparación a antes.
—Debes sentir que es el destino —comenta con una pequeña sonrisa mientras niega con la cabeza —. Pero si no es en México, ¿Dónde te criaste?
—Preferiría no responder a lo último, no me trae buenos recuerdos, Angela —digo con leves recuerdos volando por mi cabeza—, pero con lo primero... No lo creo, el destino no es algo en lo que crea. Las coincidencias existen, pero no creo que sean grabadas por el destino.
Odio tener que pensarlo, pero es inevitable para la mente evocar los pensamientos, lo que en la literatura se le diría analepsis, recuerdos de mí, los veo casi como si estuviera nuevamente en el espacio.
El espacio es frío, no por sí mismo, es decir, no hay prácticamente nada para nosotros los seres humanos que nos permita vivir naturalmente en ellos. La nave estaba en un viaje solitario, donde yo y él me guiaron casi desde mi razón.
Los experimentos no fueron pocos y los estudios siguientes a ellos bastaron para empaparme con lo suficiente para fabricar mis armas y mejoras. Todo para salir, pelear y volver a comer y descansar para una vez más a repetir el ciclo.
A él le pareció ineficiente, después de todo, ¿No eran todos los recursos para mi supervivencia finitos? Claro, en su raciocinio, mejorar la obtención de estos no valía la pena, era yo el que debía encontrar nuevas formas de mantenerme capaz de sobrevivir, pelear y mejorar sin tonterías entre medias.
Todo lo llevo a ello, claro que yo debí haberlo visto venir...
—Ludwig, ¿Estás bien? —comenta Angela tocando mi frente con preocupación, sacándome de mis recuerdos.
Me detuve un momento, mirando alrededor antes de devolverme a mirarla a ella.
—Sí, estoy bien —respondo con firmeza—, solo me quedé pensando, no pasa nada.
Angela me mira con ojos de duda pero asiente, no preguntando más al respecto para mi buena suerte.
Pasa el tiempo, finalmente estamos en la revisión final solamente esperando a Juno y Mei para subir al avión.
En este punto preferiría haber salido volando por mi cuenta, pero tampoco quisiera desperdiciar el tiempo que ya gasté en este lugar, por lo que solo esperamos pacientemente.
—¡Ya volvimos! —grita con alegría mientras se acerca flotando, ignorante de la tortura que fue estar aquí.
—Bienvenidas —respondo con una suave sonrisa, aligerando mi mirada.
Juno me voltea a ver en cuanto hablo primero, casi ignorando el saludo de Angela. Se acerca a mí y toca mi frente. ¿Es esto alguna broma? Ya van dos veces en el mismo día.
—¿Te pasó algo, Lutz? —pregunta con un tono preocupado—, te ves algo pálido.
—Consecuencias de estar encerrado en un aeropuerto por casi dos horas —recito en un tono marcadamente fingido.
—¿¡En serio!? ¡Tendremos que checarte con un médico! Espera, yo soy uno, pero tal vez no sea suficiente... ¡Eso es, Angela y yo te ayudaremos! —Juno comienza a parlotear con nerviosismo
Angela, no hagas esa mirada de lástima ahora, no estoy mal, en serio... la mencionada finge toser un poco, lo que hace que Juno se centre en ella y en consecuencia Mei también.
—No es momento para que bromees, Ludwig —declara, haciendo notar a Juno que solo era una broma. Antes de que Juno se quejase conmigo, Angela sigue hablando—. Y es momento de que hagan la revisión de seguridad para subir al aeropuerto. ¿No lo creen?
—¡Oh, cielos! Tienes razón, rápido, tía Mei —asevera Juno empujando a Mei con desesperación.
Mercy se cruza de brazos mientras las observa pasar con nervios la revisión de seguridad. Claro, no tuvimos problemas pese a traer toda clase de armas, pero seguramente ellas aún así piensan en esa posibilidad. Por lo menos Juno, Mei tiene más experiencia y seguramente no le afecte, aunque... por su forma de ser podría ser que sí. No por las mismas razones, por supuesto.
Finalmente estamos subiendo al avión, con asientos de turista y probablemente más de ocho horas de vuelo. Espero que menos, pero quien soy yo para definirlo.
—Bien, ahora que estamos aquí... Me pido la ventana.
—¡Entonces yo la posterior a la tuya!
—Supongo que yo me pondré a lado de Juno —comenta Mei con suavidad.
—Si, están bien así. Ludwig, recuerda guardar tus armas donde no nos molesten a los demás.
—¡Sí, jefe!
Rápidamente comenzamos a organizarnos, yo dejando las armas en la parte superior y retrayendo lo más posible mis alas.
—Lutz, ¿No es posible quitarte las alas?
—Lastimosamente no, Juno. Son parte de mí —expresé con algo de tristeza. Juno noto el cambio en mi voz y rápidamente buscó mejorar mi estado de animo.
—¡Eh... No importa, son bonitas como son y no molestan! —comienza a decir a una gran velocidad.
—Está bien, Juno, no me molesta. ¿Qué tal una partida? Trajiste la consola de Hana, ¿No?
—¡Claro, Lutz!
Cuando te diviertes sientes pasar el tiempo rápidamente, eso lo corroboré al ver como ya era media noche, todos en el avión estaban dormidos y yo estaba despierto.
A veces, no dormir tiene sus problemas, entre ellos el tener un exceso de tiempo libre que no puedes aprovechar. Este es un día de esos, uno donde si intento algo despertaría al resto.
Eso no es una opción, Juno está cómodamente recostando su cabeza en mi hombro, mientras que Mei y Angela están igual en su propio caso. Podría haberles dicho que los asientos son plegables, pero ciertamente no está lo suficientemente espaciado para no molestar a los pasajeros traseros.
Yo me encuentro viendo mi móvil, nada en particular, las redes sociales no son precisamente lo más útil de ver y fuera de alguna noticia del resto de overwatch, no hay nada especial.
Eso fue hasta que un nuevo mensaje me llegó. Yo, en todo mi conocimiento de la tecnología relacionada con las telecomunicaciones, pensaría que es spam cualquiera que llega de vez en cuando.
Pero no es así, no ahora. Frente a mí no esta una notificación, está una ventana abierta, una de la que aunque ya intenté sacar de mi vista no se va.
Es un símbolo extraño, recordándome levemente a una calavera con decoraciones festivas. Aparentemente sin mostrar nada. ¿Era esto alguna clase de broma elaborada?
Ya estaba pensando en descartar el teléfono y pensar en comprar otro cuando letras comenzaron a formarse. Tenían un contraste bastante elevado, por lo que pude reconocerlas de un momento a otro.
—Hola, amigo.
Es un texto sencillo, un saludo que dirías para hablar con alguien que conoces. Pero no es mi caso. Estaba escrito en español.
Un teclado aparece posteriormente y aunque mi instinto me dice que desconfíe, inevitablemente caigo ante la tentación de escribirle. No digo mucha: solo una pregunta.
—¿Quién eres?
—Quien soy no importa ahora, lo que importa es que tú me entregarás una copia de los datos que vas a dar a Lucheng Interstellar.
Vaya broma, solo con eso ya se que no es de fiar. ¿Por qué le haría caso? ¿Quién se cree?
—No.
Mi respuesta fue clara. Después, comencé a guardar rápidamente el teléfono.
—¿No tienes curiosidad por la verdad? ¿Por tu verdad?
Alcancé a leer finalmente unas últimas palabras. Pero no di respuesta, puesto que ya estaba viendo el cielo para distraerme, mientras que mi teléfono está tranquilamente en mi bolsillo.
Tendré mucho que consultar con Angela mañana, que seguramente sepa más al respecto de quien podría ser la que me envió el mensaje, pero por hoy, estoy satisfecho.
Para mi mala suerte, cuando desperté los mensajes habían desaparecido. Tendré que investigar más tarde al respecto, consultar con Winston al respecto o si tengo suerte, recibir contacto con el resto.
Comenzamos descargando todo con mayor tranquilidad que cuando comenzamos, no tendríamos que quedarnos mucho tiempo si bien nos va.
—Bueno, podría haber sido una noche más larga, ¿No lo creen, chicas? —anuncio con ironía mientras recojo dos de las cuatro maletas que llevamos.
No es que yo sea el más servicial... bueno, tal vez sí lo soy, pero no estoy refiriéndome a ello. Simplemente doy un poco de aprovechamiento a la grandiosa habilidad de tener cosas flotando detrás tuya como si fueran independientes y con uso mínimo de energía.
—¡Me duele el cuello! ¿Cómo es que las personas aguantan tanto tiempo ahí dentro? —responde Juno con desagrado y con una duda clásica de ella.
—Aún ahora no todos los aviones son los más rápidos posibles para las personas con menos recursos... —comenta Angela con un tono algo triste y melancólico.
Continuamos nuestro camino hasta las afueras del aeropuerto, donde encontramos a nuestro último y perdido integrante.
—¿Por qué tan tarde?
La voz no podría ser de otra persona. En un auto para nada sutil, de colores que para nada parecen quedar en un carro está una hermosa chica con dos pares de marcas en las mejillas recostada sobre una de las puertas.
—¡Hana! —grita de emoción Juno mientras flota rápidamente a darle un abrazo—, hubieras venido con nosotros, ¡hubieras visto las calles en Madrid, eran muy bonitas!
—A la próxima podremos ir con más calma, Juno —asegura con una sonrisa en su rostro mientras corresponde el abrazo.
Angela da un paso al frente mientras Mei y yo nos mantenemos al margen de la conversación. Yo revisando de vez en cuando el teléfono con algo de inseguridad. Por si acaso lo apagué, pero no confío en que sea suficiente.
—¿Ya contactaste con la doctora Chao?
-No. No ha respondido mis llamadas. ¿A tí?
—No... y creo saber porqué.
Su comentario no me da muy buena señal.
—Ludwig, ¿Recibiste un mensaje anoche?
Sin más opción, conté la verdad. Asentí con la cabeza.
—A la próxima, cuentanos los problemas antes de que ocurran cosas peores, Ludwig.
El regaño fue justo, no dije nada, pero sentí plenamente el peso de lo que sus palabras afirmaban. Es decir; sí, ¿Qué pensaba al evitar algo que podría ser un enemigo? De hecho, eso ya significaba que nos tenían en la mira.
—Bien, ya que lo entendiste... Subanse al carro. La doctora está en peligro.
Me siento algo tonto en todo esto. Mejor dicho, me siento ignorante.
Igualmente, nos subimos rápidamente al carro y nos dirigimos a la Torre Lijiang.
Ah, ahora que lo veo... ¿Cuándo se cambió Angela a su armadura? No recuerdo haberla visto salir del avión con la armadura puesta... Ah, bueno, seguramente fue cuando fue a un rápido baño, según ella.