En los días después de la derrota de los fantasmas del Gerês por las Brujas de la Noche, todo el mundo me decía que me encontraban distraído y cansado. Yo estaba de acuerdo con ellos. Desde esa noche, casi no lograba dormir, y estaba constantemente pensando en lo que podía hacer respecto a las Brujas de la Noche. Contacté a todas las personas que me pasaron por la mente con la esperanza que alguien pudiera decirme qué hacer ahora, pero no tuve suerte.
La Bruja del Mar - que había conocido en Esposende - me llamó por fin, unos días después, para hablarme de un Gran Conventículo que iba a ocurrir en la noche del Sábado siguiente, y que había sido convocado para discutir las Brujas de la Noche. Inmediatamente decidí que estaría allí porque lo que sabía y había visto podría ser útil.
Así que le dije a mi esposa que iba con el grupo de exploración urbana a visitar una fábrica en ruinas en Guimarães. No era totalmente mentira, porque el Gran Conventículo iba a ser, de hecho, en Guimarães, pero en lo alto del Monte de la Penha, cerca del santuario católico allí construido.
Cuando llegó el momento, me subí al auto y me dirigí hacia Guimarães. Por la autopista, tardé 20 minutos en llegar a la ciudad. Subir a la cima de la colina, sin embargo, tomó un poco más de tiempo.
Finalmente llegué a la zona del santuario. Era invierno, así que a esa hora de la noche, las tiendas, los cafés e incluso el hotel estaban cerrados. Estacioné en el aparcamiento principal, que estaba completamente vacío, y salí del auto para buscar el lugar del conventículo.
Entonces recordé por qué me encantaba aquél lugar desde mi primera visita. Era como un parque de diversiones para adultos.
Una muralla falsa separaba el aparcamiento de la ladera. A la derecha de ella, un pequeño descenso llevaba a unas tabernas típicas construidas más abajo, mientras a la izquierda se erigía un montón de rocas sobre el que había sido construida una pequeña capilla. Sin embargo, la verdadera atracción estaba debajo de ella. Pasadizos creados por la superposición de las rocas llevaban a cuevas y nichos subterráneos que habían sido aprovechados para construir capillas y tabernas. Era un lugar que parecía salido de una historia de fantasía.
El conventículo, sin embargo, no iba a ocurrir en esa dirección, sino en la opuesta. Crucé la carretera, pasé por el relativamente reciente santuario y entré en la red de senderos que se dirigían al sur. Parte de ellos pasaba por túneles y pequeñas cuevas entre y bajo rocas, hasta que finalmente emergieron en un espacioso claro.
En el centro de éste ardía una enorme hoguera, en torno a la cual se reunían varios grupos de personas, en su mayoría mujeres. Entre ellas, pude reconocer a algunas como las brujas que había encontrado en Montalegre y en Porto; además, para mi sorpresa, las que habían atacado la Citania de Briteiros e incluso el brujo y curandero de mi tierra natal. Las líderes del Gran Conventículo, las brujas que conocí primero como fuegos fatuos, estaban - como era de esperar - en el centro, junto a la hoguera.
Busqué a la Bruja del Mar, mi aliada que me había llamado allí, y la encontré sola, junto al borde del claro.
Cuando me acerqué, ella dijo:
- ¡Viniste!
- Claro. Los enemigos de las Brujas de la Noche están cayendo como moscas. Tenía que venir a averiguar si alguien puede combatirlas.
- Las Brujas de Briteiros parecen tener alguna idea - dijo ella, apuntando hacia las líderes del conventículo. - Sólo tenemos que esperar hasta que estemos todas aquí.
Sin nada más que decir,, esperamos, en silencio. Pero éste no duró mucho. Una mano venida de atrás me agarró el hombro.
- ¿Tú también estás aquí? - dijo una voz.
Me di la vuelta y encontré a Susana, la demonóloga del norte de Portugal. La joven sostenía una de sus tabletas caseras.
Le presenté a la Bruja del Mar y le expliqué por qué estaba allí.
- Y tú, ¿qué haces aquí? - le pregunté.
- Me gusta mantenerme informada sobre brujas. Ellas suelen invocar demonios. Además, este Gran Conventículo es sobre las Brujas de la Noche y por lo que he oído, necesito empezar a vigilarlas. Algunos sospechan que son demonios disfrazados.
Aunque la hipótesis no me convenció, la verdad es que en ese momento era tan válida como cualquier otra. La naturaleza de las Brujas de la Noche seguía siendo un misterio.
No tuvimos tiempo de decir nada más, ya que las Brujas de Briteiros pidieron la atención de todos.
Así que todos nos juntamos a su alrededor, una de las Brujas de Briteiros dijo:
- Gracias por venir. Me gusta saber que las Brujas de la Noche no nos preocupan sólo a nosotras.
Otra de las Brujas de Briteiros, el hombre, continuó:
- No sé si todas lo saben, pero las Brujas de la Noche han atacado a varias comunidades de criaturas mágicas. No sabemos quién será el siguiente. Podrá ser cualquiera de nosotras.
- Tenemos que juntarnos y hacer algo acerca de las Brujas de la Noche - dijo la Bruja de Briteiros que aún no había hablado. - Son una amenaza para todas.
A pesar de que había un montón de brujas allí con razones para no gustar e incluso odiar a las Brujas de la Noche, tuve la sensación de que aquel gran conventículo había sido convocado porque las Brujas de Briteiros se sentían amenazadas.
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- ¿Qué sugieres que hagamos? - preguntó una bruja que yo no conocía.
- Primero, tenemos que reunir nuestras habilidades de adivinación para encontrarlas - dijo la primera Bruja de Briteiros.
Sabía dónde podían empezar a buscar, pero dudé en decírselo. Me costaba confiar en aquellas brujas. Tal vez porque crecí en un país católico, tenía miedo de aquellos que lidiaban con magia y demonios. Por otro lado, las Brujas de la Noche y sus monstruos ya habían matado personas. Tenían un ejército a su servicio. Además me habían hecho parcialmente responsable de algunas de las muertes que causaron al usar los trasgos que yo había liberado del viñedo de los Cerqueira para hacer su trabajo sucio. Teniendo todo en cuenta, no podía dejar de pensar que las brujas de aquel conventículo eran un mal menor.
Avancé hacia la hoguera y me preparé para anunciar lo que sabía.
De repente, el suelo empezó a temblar. Poco después, oí árboles rompiéndose y el trueno de enormes pasos. Las brujas empezaron a mirar alrededor, pero yo no. Ya había pasado por aquello antes, en Tibães. Sabía lo que se acercaba.
De los árboles alrededor del claro emergió una gran variedad de criaturas: gigantes, ogros, trasgos, duendes, entre otras cuyo nombre no conocía. En el momento siguiente, figuras encapuchadas y con largas vestiduras negras aparecieron en el cielo, por encima de nuestras cabezas. Las Brujas de la Noche habían llegado.
Completamente rodeadas, las brujas del gran conventículo se prepararon para luchar. Las Brujas de Briteiros tomaron su forma de fuegos fatuos y tomaron vuelo, mientras que las restantes iniciaron sus diferentes métodos de lanzar hechizos.
Yo, la demonóloga y la Bruja del Mar estábamos muy cerca de la línea de los árboles, así que los monstruos estaban casi encima de nosotros. Nos dimos la vuelta para enfrentarlos. Susana se quedó mirándolos, como si estuviera preguntándose si tendría algún arma efectiva contra esas criaturas; mientras tanto, la Bruja del Mar imitó a sus compañeras y empezó a lanzar un hechizo. Por mi parte, tomé un ramo caído y me preparé para defenderme. Esta vez iba a enfrentar a los soldados de las Brujas de la Noche.
Un ogro y varios trasgos se dirigieron hacia nosotros. Esperé hasta que el primero quedara al alcance de mi arma improvisada y le di un golpe. Éste, sin embargo, agarró la otra punta de la rama y me la arrancó de la mano. Aterrorizado, me preparé para ser aplastado por el enorme mazo que llevaba la criatura. Ésta, sin embargo, me tiró al suelo con una mano y siguió adelante. Luego le hizo lo mismo a la demonóloga.
Los duendes, que venían justo detrás, nos ignoraron y, junto con el ogro, se dirigieron hacia la Bruja del Mar. Pero antes de que la alcanzaran, ella terminó el hechizo. Agua cubrió el suelo bajo las criaturas y rápidamente se infiltró, formando un charco de barro que enterró el ogro casi hasta las rodillas y los duendes hasta el pecho, inmovilizándolos.
Susana y yo nos levantamos y nos preparamos para volver junto a la Bruja del Mar. Fue entonces que nos dimos cuenta que una de las Brujas de la Noche se dirigía hacia ella. Afortunadamente, mi aliada aún tuvo tiempo de lanzar un hechizo. De inmediato, un chorro de agua salió disparado de sus manos contra la criatura atacante. Sin embargo, ésta siguió adelante, cortando el agua casi sin desacelerar. Justo antes de llegar a la Bruja del Mar, enormes garras, de más de 30 centímetros de largo, crecieron de sus manos.
Susana y yo aún intentamos pasar alrededor del charco de lodo y de las criaturas atrapadas en él, y ayudar a mi aliada, pero no llegamos a tiempo. Al acertar un golpe brutal, la Bruja de la Noche lastimó la cabeza de la Bruja del Mar, con sus garras cortando carne, hueso y, fatalmente, llegando al cerebro debajo.
Aterrorizados con aquella sanguinolenta visión, Susana y yo paramos, convencidos de que seríamos las próximas víctimas. Sin embargo, la criatura se alejó y voló hacia otra bruja sin prestarnos atención.
Aproveché esa pausa para mirar a mi alrededor y ver cómo iba la lucha.
El brujo de mi tierra natal estaba postrado en el suelo, muerto, así como algunas de las brujas de Montalegre, de Porto y muchas otras que yo no conocía. Mientras tanto, otras habían logrado invocar a algunos diablillos y, junto con ellos, luchaban con alguno que otro éxito contra los soldados enemigos. Sin embargo, cada vez que una Bruja de la Noche atacaba a los enemigos en el suelo, nada podía detenerla y evitar muertes.
Afortunadamente, tres de las Brujas de la Noche estaban ocupadas en el aire, enfrentándose a los fuegos fatuos. Éstos les lanzaban constantemente pequeñas esferas de fuego que, aunque no les parecían causar heridas, claramente les molestaban e impedían de lanzar hechizos.
Poco a poco, la lucha se extendió más allá del claro del Gran Conventículo. Después de un tiempo, diablillos se enfrentaban a trasgos y duendes en pasadizos construidos bajo rocas, y las brujas lanzaban hechizos desde lo alto de puentes de cemento que imitaban formas naturales.
Sin embargo, aunque era la batalla contra las Brujas de la Noche más equilibrada que había visto, sus fuerzas estaban progresivamente ganando terreno.
Susana y yo matamos a las criaturas atrapadas en el barro de la Bruja del Mar con pequeños cuchillos, pero no habíamos ido allí preparados para combatir, y poco más nos atrevíamos a hacer que atacar enemigos heridos y moribundos.
Finalmente, las brujas del Gran Conventículo sufrieron un golpe fatal. Con la situación en tierra controlada a su favor, las Brujas de la Noche se concentraron en las brujas de Briteiros. Superadas en número, éstas no pudieron mantener a sus adversarias ocupadas. Hechizos empezaron a golpearlas desde todas las direcciones. Relámpagos, esferas de energía, bolas de hielo y muchos otros proyectiles mágicos les acertaban. Uno por uno, los fuegos fatuos volvieron a sus formas humanas y cayeron al suelo, muertos antes de alcanzarlo.
Sin el torrente constante de hechizos de las brujas de Briteiros, las Brujas de la Noche pudieron dedicar toda su atención a las brujas que luchaban contra sus soldados. Si éstas últimas ya estaban perdiendo la batalla, su derrota entonces pasó a inevitable.
Susana y yo seguimos ayudando como podíamos, pero de nada sirvió. En pocos minutos, las pocas brujas sobrevivientes huían lo más rápido que podían por donde les era posible, mientras sus diablillos yacían en el suelo, muertos.
Para nuestra sorpresa (y alivio), las Brujas de la Noche no nos prestaron ninguna atención; sus soldados sólo interactuaban con nosotros cuando eran obligados, y sólo para sacarnos del camino. Sin embargo, la razón para ello era un misterio que tendría que quedar para más tarde. No queríamos arriesgar demasiado, así que volvimos juntos al estacionamiento donde dejé el coche.
Tan pronto los sonidos de lucha y persecución quedaron atrás, comenté:
- Otra victoria para las Brujas de la Noche.
- ¿Cuál será su objetivo? - preguntó retóricamente la demonóloga.
No sabía qué decirle, así que no dije nada.
- Estaré atenta a sus actividades. Algo está pasando, y no es nada de bueno - dijo, dirigiéndose a su vieja Ford Transit.
Me subí a mi coche y me dirigí hacia Braga. Durante todo el camino, me regañé por mi incapacidad en ayudar a detener a las Brujas de la Noche o descubrir lo que querían. Sin embargo, una cosa quedó clara esa noche: estaban tratando de evitar involucrarnos a Susana y a mí en su lucha. ¿Por qué? Era otro misterio que resolver. Aunque no sabía cómo iba a lograrlo. No tenía más pistas que seguir, especialmente ahora que había perdido otro aliado.