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Brujas de la Noche
Capítulo 16 - Luces en el Cielo

Capítulo 16 - Luces en el Cielo

Como parte de la exploración del mundo paralelo al nuestro que el diario que encontré me reveló, suelo seguir los foros y blogs nacionales de paranormal y ufología, no vaya uno de ellos revelar algo que merezca mi atención. Fue una de esas lecturas que dio inicio esta investigación.

En los foros de ufología, había una gran emoción acerca de unas extrañas luces que estaban apareciendo sobre el Monte del Pilar, en las afueras de la Póvoa de Lanhoso. Es claro que, sólo eso, no llegaría para despertar mi curiosidad, pues rumores de luces no identificadas en el cielo eran frecuentes. Lo que realmente hacia este caso especial eran las historias de hombres que cortaban la carretera de acceso a la cima del monte durante estas ocasiones. Pensé luego en la Organización, y, si la Organización estaba presente, era porque algo realmente pasaba.

Dejando de lado la búsqueda por las Brujas de la Noche durante algún tiempo, un sábado por la noche, momento en el que los avistamientos solían ocurrir, me dirigí a la Póvoa de Lanhoso. Esa noche, mi mujer estaba en la casa de su madre, que estaba nuevamente enferma, y mi hija se había ido a pasar el fin de semana con una amiga, por lo que no tuve que inventar una excusa.

Dejé el coche junto a la iglesia construida en la base del Monte del Pilar, al lado de la carretera que llevaba hasta la cima, para investigar el presunto bloqueo. De hecho, apenas pasé la primera curva me encontré con dos coches atravesados en el camino, bloqueando el paso. Detrás de ellos, cinco hombres vigilaban la carretera.

Al contrario de lo que yo había asumido, estos no parecían ser miembros de la Organización. Estaban armados con bates de béisbol y, en vez de trajes o uniformes militares, llevaban ropa casual.

Me acerqué a ellos para intentar entender lo que pasaba. Aún estaba a unos dos metros de los coches, cuando uno de los hombres gritó:

- No puede pasar!

- ¿Por qué? - pregunté, dando dos pasos adelante.

- No necesitas saberlo. Regrésese.

- ¿Con qué autoridad me niega el paso en una carretera pública? - le pregunté, intentando obligarlos a revelar quiénes eran.

- ¿Nos vas a dar problemas? - respondió otro hombre, golpeando el bate de béisbol en una mano.

Sus compañeros, levantaron sus armas.

- Vete antes de que salgas herido.

Así lo hice, pero no iba a dejar tan fácilmente aquella investigación. Conocía bien aquel monte, que ya había visitado varias veces, y sabía que existía un viejo camino medieval que también llevaba a la cima.

Tan pronto como desaparecí del ángulo de visión de los hombres, por detrás de la curva, subí a través de la vegetación hasta el antiguo camino. Como esperaba, este no parecía vigilado.

La subida no era fácil. Las piedras de la calzada, expuestas a los elementos y sin mantenimiento durante siglos, eran irregulares, y la hierba crecía entre ellas. En algunos puntos, la calzada hasta desaparecía por completo. Sin embargo, el último tramo era aún peor.

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El Monte del Pilar estaba coronado por una enorme roca, uno de las más grandes de Europa, sobre el que se alzaba el Castillo de Lanhoso y un pequeño santuario. La nueva carretera daba acceso a ella por la ladera oeste, menos empinada. El viejo camino medieval, sin embargo, conducía a la entrada este. Creo que alguna vez una escalera la conectaba con la carretera medieval, sin embargo, ahora, sólo algunos apoyos para las manos y los pies excavados en la roca desnuda ayudaban en la subida.

A pesar de que la exploración urbana me había ayudado a ganar algo de experiencia en escalada, fue con bastante dificultad que llegué a la entrada este. Esta daba acceso a una pequeña terraza cubierta de árboles y con mesas de piedra situada unos metros debajo de la zona principal del santuario. Afortunadamente, no se encontraba nadie allí, por lo que pude parar un poco para recobrar energías después de la subida.

En cuanto me sentí capaz subí, poco a poco, las escaleras que daban hacia el nivel superior y me asomé. Sobre la roca, a medio camino entre la pequeña iglesia y el castillo, estaba un grupo de cerca de veinte personas. Estas se encontraban reunidas alrededor de lo que parecía ser un sacerdote sosteniendo una gran cruz de madera con las dos manos. El hombre recitaba, a plenos pulmones, un canto en latín, ahogando todos los otros sonidos de la noche.

Durante veinte minutos me quedé allí, escuchando y observando, pero nada notable sucedió. Empezaba a pensar que se trataba, simplemente, de una secta cualquiera, sin ninguna relación con las luces en el cielo. Sólo el bloqueo en la carretera y la relación establecida entre éste y las luces en los foros de ufología me mantuvieron allí.

Un cuarto de hora después, me alegré de no haberme ido. El grupo comenzó a emocionarse y a apuntar hacia el cielo. Seguí sus miradas, y vi varios puntos de luz, arriba, muy por encima del monte.

El sacerdote intensificó su canto, y las luces empezaron a acercarse. Poco después, parecían pequeños soles brillando sobre el santuario. Su intensidad era tal que, al principio, casi no podía mirar directamente hacia ellas. Sin embargo, poco a poco, comenzaron a perder fuerza, hasta que, finalmente, logré ver lo que eran.

Se trataba, tal vez, de las criaturas más extrañas que había visto nunca. Algunas parecían tener forma humana, sin embargo, tenían seis alas blancas similares a las de las palomas, con las dos de arriba cubriendo sus caras, las de abajo cubriendo sus pies y piernas, y sólo usando las del medio para volar. Otras eran vagamente humanoides, sin embargo, tenían cuatro cabezas, una de hombre, una de águila, una de buey, y una de león, y cuatro alas cubiertas de ojos. No obstante lo extraños que eran estos seres, el tercer tipo de criatura aún lo era más. Estaban formados por varias ruedas concéntricas con los aros cubiertos de ojos. Cómo lograban volar, no sé decir.

Cuando era adolescente, tenía un gran interés en la mitología y, aunque angelología cristiana no era una de mis favoritas, me di cuenta de que aquellos seres eran ángeles, en particular, de la primera esfera, los más cercanos a Dios.

Despacio, los seres dieron vueltas sobre los hombres, mientras estos gritaban súplicas.

Pasados unos minutos, los ángeles empezaron a alejarse. Poco a poco, sus luces se fueron haciendo más débiles y distantes, hasta que desaparecieron por completo.

Con sonrisas en los labios, las personas comenzaron a dispersarse y a volver a sus coches. Lo que habían logrado con aquél ritual, no sé decir, pero pude saber que no eran solamente demonios lo que aquél tipo de sectas invocaban.

Me quedé donde estaba, y esperé a que dejaran el santuario. Después, esperé un poco más para que desbloquearan la carretera y sólo entonces empecé a bajar del monte, esta vez por la ruta principal.

Como siempre, muchas preguntas me pasaron por la cabeza en el camino de regreso a casa. ¿Cuál era el objetivo del ritual? ¿Por qué vendrían ángeles de las más altas órdenes a la Tierra? Si los ángeles eran reales, ¿será que Dios también lo era?

Por suerte, mi mente aún estaba enfocada en encontrar las Brujas de la Noche y descubrir sus objetivos, de lo contrario, si hubiera tenido tiempo de pensar en las implicaciones de esa noche, mi mundo podía haber colapsado.