Después de varias investigaciones sin encontrar ninguna pista en cuanto al escondite y las intenciones de las Brujas de la Noche, decidí releer todas las entradas sobre brujas en el diario que me había presentado este mundo paralelo al nuestro. Al final decidí investigar una que ya hacia mucho me suscitaba curiosidad.
Ésta hablaba de un brujo curandero y adivino que atendía a sus clientes en un anexo cerca de su casa, en la parroquia de Perre, en Viana do Castelo. Era una historia que yo conocía desde niño. Durante algunos años, incluso pasé todos los días por su "gabinete" de camino a la escuela. En la altura, ni yo ni mi familia teníamos mucha fe en sus capacidades, pero, después de todo lo que había visto recientemente y de leer esa entrada, pensé que debía reconsiderarlo.
Un fin de semana, le dije a mi mujer que iba a Viana do Castelo visitar a mis abuelos. En realidad sí pasé por su casa, pero me quedé allí poco tiempo, y luego me dirigí a Perre.
Cuando llegué a la casa del brujo, tuve una fuerte sensación de déjà vu. El anexo, del otro lado de la carretera de su casa, estaba igual, así como el campo a su lado.
Aparqué detrás de los otros coches y me dirigí al anexo. Allí había personas reunidas en grupos de familiares o amigos, esperando su turno. Éstos parecían tener orígenes variados, ya que trajes de marca se mezclaban con overoles y ropa de campo. La fama del brujo había llegado a toda clase de gente.
Me uní a ellos y esperé. Poco a poco, los grupos fueron entrando y saliendo. Todos, sin excepción, emergieron del anexo mucho más felices cuando habían entrado.
Por fin, llegó mi turno. De fuera, el edificio parecía un almacén de utensilios agrícolas, sin embargo, así que pasé la puerta, sentí que había viajado en el tiempo al estudio de un místico del renacimiento.
Una de las paredes estaba tapada por una estantería llena de libros, todos ellos con un aspecto bastante antiguo. En la pared opuesta, varios estantes contenían frascos con pociones de una gran diversidad de colores. Las restantes, por su lado, se encontraban casi totalmente cubiertas por tapices con símbolos místicos y extrañas representaciones del cuerpo humano. Alfombras esotéricas, un telescopio de latón y un planetario mecánico completaban la decoración.
De atrás de un escritorio con un montón de libros y extraños instrumentos cuyo nombre desconocía, se sentaba el brujo. Combinando con lo resto de la sala, llevaba ropas largas y una diadema metálica.
- Acércate - dijo él.
Así lo hice. Por su indicación, me senté en la silla enfrente al escritorio.
- Digame, entonces, qué o trae por aquí.
Confieso que me había olvidado de crear una historia para probar el brujo. Felizmente, logo pensé en una historia que podía usar.
- He venido aquí para poner a prueba sus capacidades de adivino, para mi blog sobre lo paranormal. - No era propiamente mentira.
- Si pagar, como todo el mundo, puede probar lo que quiera. ¿Por dónde quiere empezar?
Empezamos por lo básico. Sin demora, él fue capaz de decirme el nombre y la edad de mi hija y de mi mujer. Después, hizo un pequeño resumen de mi vida profesional. Por fin, elaboró una previsión en cuanto al recorrido académico de mi hija, que yo sólo podría confirmar años después.
- Ahora me gustaría ver sus dotes de curandero. - Con una pequeña navaja que tenía conmigo, me hice un pequeño corte en el brazo.
- Ese arañazo no es gran desafío - dijo él, saliendo de detrás del escritorio y acercándose.
Pidiendo autorización, puso una mano sobre mi herida. Después, cerró los ojos y permaneció en silencio durante unos segundos. Cuando me soltó, la herida había desaparecido sin dejar rastro.
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Era obvio que aquel hombre era el que decía ser: un brujo. Tal vez supiera algo acerca de las Brujas de la Noche o, quién sabe, tal vez fuese uno de ellos.
- Espero que diga buenas cosas de mí en su... blog.
Él miró hacia mí con una expresión asustada durante un instante. Después, la furia reemplazó al miedo en su rostro y gritó:
- ¡Vete de aquí! ¡Ahora!
Su tono no dejaba espacio a discusión y así lo hice, preguntándome qué habría sucedido. ¿Será que sus poderes le habían permitido ver la naturaleza del blog que yo escribía en la altura? (Los más curiosos pueden encontrarlo en terceirarealidade.wordpress.com (solamente en portugués))
Por supuesto que dejé el anexo, pero no abandoné la investigación. Estaba determinado a averiguar si él me podría dar alguna pista sobre las Brujas de la Noche.
Oculté el coche en una calle cercana y esperé el ocaso. Después, me escondí en las sombras y esperé a que el brujo dejara su consultorio y volviera a casa. Con la cantidad de clientes que tenía en ese día, esto solo ocurrió alrededor de las once de la noche.
En cuanto él entró a su casa, yo corrí hacia el anexo. Usando unas herramientas que llevé conmigo y algo que había aprendido con el grupo de exploración urbana de la ciudad de Braga, abrí la cerradura. Apenas entré, cerré la puerta detrás de mí, encendí las luces y empecé a buscar indicios de una relación entre aquel brujo y las Brujas de la Noche.
Busqué en las librerías, en los cajones del escritorio y detrás de los tapices. Hasta intenté encontrar compartimentos secretos. Sin embargo, pronto me dé cuenta de que no había nada allí. Los libros eran meramente decorativos, sin ninguna relación con lo que el brujo hacía allí. Y no había nada oculto.
Decidido a llegar al fondo de la cuestión, me dirigí a la parte trasera de la casa del brujo y, comprobando que no hubiese nadie cerca, salté el muro hacia el patio trasero.
A primera vista, la única luz provenía de una ventana en la planta superior. Me propuse a buscar una forma de subir y ver hacia al interior. Sin embargo, mientras buscaba, me di cuenta de una tenue luminosidad anaranjada que brillaba detrás de una de las ventanas del sótano.
Me acerqué a ellas con cuidado y miré hacia el interior. Me encontré con una sala casi vacía, a excepción de un círculo lleno de símbolos místicos similares a los encontrados en los libros de ocultismo y un trípode de madera sobre el cual descansaba un libro claramente antiguo. Detrás de éste, el brujo, ahora envergando ropa común en vez de las ropas con que atendía a los clientes, parecía recitar lo que leía, aunque desde el exterior no lo podía escuchar. El sótano debía estar insonorizado.
Estuve observando al hombre hojear y leer el libro por unos quince minutos.
De repente, humo surgió en el centro del círculo dibujado en el piso. Poco a poco fue aumentando, tomando forma y ganando consistencia, hasta que una extraña criatura surgió ante mis ojos. Tenía una forma humanoide, con largos cabellos negros, aunque cuernos se aliñaban en el medio de su cabeza, y tenía orejas largas y puntiagudas, por no hablar de su piel roja viva. En una mano llevaba un cuervo y iba montado en un cocodrilo.
Él y el brujo hablaron durante algunos minutos, pero, una vez más, no logré escuchar nada. Finalmente, la criatura comenzó a dibujar en el aire varios símbolos místicos, en la dirección del hombre. Cuando terminó, volvió a disolverse en una nube de humo negro, que desapareció tan repentinamente como había aparecido.
Aquél ritual debía ser mediante el cual el brujo obtenía sus poderes, o al menos parte de ellos.
El brujo cerró el libro y se preparó para salir del sótano. Sin embargo, yo quería hablar con él, por lo que decidí llamar su atención y mostrar que conocía su secreto golpeando la ventana.
Él me miró con una mezcla de sorpresa y terror, pero pronto su expresión se tornó una de resignación al darse cuenta de que no había nada que pudiera hacer. A través de gestos, indiqué que quería hablar con él, y él me pidió que esperara.
Menos de cinco minutos después, la puerta de la casa se abrió y el brujo caminó hacia mí.
- Muy bien, sabes mi secreto - dijo él. - ¿Qué vas a hacer acerca de eso?
- ¿Usted es una Bruja de la Noche? ¿O sabe algo sobre ellas?
El hombre me miró realmente confuso.
- ¿No ves que soy un hombre? - protestó, por fin.
Decidí, entonces, contarle todo lo que había descubierto sobre las Brujas de la Noche.
- Yo no sé nada acerca de eso. Yo sólo aprendí a invocar a determinados demonios para darme los poderes que necesito, nada más. No hago mal a nadie. Sólo hago bien. Y ni siquiera sé nada de esas hadas y criaturas extrañas de las que hablas.
El miedo en su mirada mostraba que estaba diciendo la verdad. Además, a pesar de su relación con demonios, parecía realmente estar a ayudar a las personas, a pesar de que estaba ganando dinero con eso.
Le dije que lo dejaría en paz, pero que me mantendría atento a cualquier cosa fuera de lo normal. Él me agradeció y me dejó salir del patio por la puerta.
Una vez más, volví a casa sin descubrir nada sobre las Brujas de la Noche. Mi único consuelo era haber descubierto que la fama de aquel brujo de que yo oía hablar desde niño era justificada.