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Brujas de la Noche
Capítulo 12 - La Taberna de los Encantados

Capítulo 12 - La Taberna de los Encantados

Mis primeros intentos de encontrar las Brujas de la Noche habían sido infructuosos. Aún habían otras anotaciones en el diario que todavía podía explorar, pero, durante una hora de almuerzo, recordé otro lugar donde podría encontrar más información.

La primera vez que me encontré con Henrique Cerqueira, él me comentó acerca de otro lugar donde se reunían las extrañas criaturas que habitaban debajo de nuestros pies en Braga. Su ubicación fue probablemente la única cosa buena que obtuve de haber conocido a ese hombre.

Así, unos días más tarde después del trabajo, me dirigí a la tienda china, una de las más grandes de la ciudad, bajo la cual se encontraba el local. Aparqué el coche en el estacionamiento subterráneo y, de inmediato, empecé a buscar la rejilla de drenaje que me llevaría a los túneles de abajo.

La encontré escondida detrás de una columna, como Henrique me había indicado. De hecho, no había forma de equivocarse. Era la única a través de la cual un hombre adulto podía pasar, por lo menos si no fuera muy gordo.

Yo había ido preparado con una pata de cabra y, con ella, retiré la pesada reja de hierro con relativa facilidad. Después, bajé hacia el interior del túnel de drenaje.

Arrastrándome, empecé a bajar por el estrecho e inclinado paso. Al principio, estaba cubierto con cemento, pero este rápidamente dio lugar a tierra y barro. Afortunadamente, me puse ropa informal antes de salir del trabajo.

El túnel mantenía la misma dirección en toda su extensión y no tenía ninguna bifurcación, por lo que, con la ayuda de mi linterna, no fue difícil llegar al otro extremo.

Cuando salí del pasadizo, me encontré en un nuevo túnel, mucho más grande que el anterior. Debía tener unos dos metros y medio de altura y otros tantos de ancho, por lo que podía caminar fácilmente a través de él. A diferencia de los pasillos alrededor del Bar de las Hadas, el suelo, el techo y las paredes eran de tierra, barro y piedra, con vigas de madera aquí y allá para reforzar los puntos más críticos.

Apunté mi linterna hacia las dos direcciones que el túnel seguía, pero no pude ver ninguno de los extremos. Siguiendo las indicaciones de Henrique Cerqueira, avancé hacia el este.

Durante casi diez minutos, no vi más que paredes y oscuridad, hasta que, por fin, avisté la puerta que buscaba. Esta era tosca, hecha de troncos de árboles unidos con clavos y cuerdas que la sujetaban a una viga haciendo el papel de bisagras.

Cuidadosamente, la empujé lo suficiente como para pasar. Lo que encontré del otro lado no podía ser más diferente del Bar de las Hadas.

Al igual que el túnel detrás de mí, éste se trataba de un espacio abierto en el subsuelo con refuerzos aquí y allí. El mobiliario era tan tosco como la puerta, y lo mismo se podía decir de la clientela. Criaturas deformes, sucias y con expresiones poco inteligentes bebían de jarras de barro no muy limpias. La mayor parte era más grande y musculosa que yo, aunque unas criaturas de piel verde apenas me llegaban a la cintura. Nunca había visto a ninguna de aquellas razas en el Bar de las Hadas. Henrique había llamado a aquel lugar Taberna de los Encantados, pero ahora era obvio que se trataba de un apodo jocoso, pues no había allí ningún encanto.

Al contrario de lo que había sucedido en mis visitas al Bar de las Hadas, mi entrada no ha pasó desapercibida. Todos los ojos se posaron en mí. ¿Es que no estaban acostumbrados a humanos, o a extraños en general?

Tratando de mostrar confianza, avancé hasta el balcón

- ¿Qué quieres? - preguntó el tabernero, una enorme criatura de piel marrón con la cara deformada.

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- ¿Qué tiene?

Él señaló hacia estantes desvencijados en la pared detrás de él, donde se encontraban varias botellas sucias con contenidos de color extraño. Elegí el que me pareció menos desagradable, y la criatura me lo sirvió en un jarro.

Después beber el asqueroso brebaje con un encogimiento de hombros pasé al asunto que me había llevado allí:

- ¿Alguien aquí ha oído hablar de las Brujas de la Noche?¿O sabe algo acerca de los trasgos que están provocando accidentes de coche?

Nunca he aprendido a ser sutil.

Apenas terminé la frase, una de las pequeñas criaturas verdes dejó la taberna por otra puerta distinta a aquella por donde yo tenía entrado.

- Tío - dijo un cliente sentado en una mesa detrás de mí - si fuera tú, me iría de aquí.

Me volví hacia él. Todos los ojos seguían posados en mí, pero ahora había odio en ellos.

- ¿No me escuchaste? - insistió la criatura, levantándose.

Era enorme, con más de dos metros de altura y el doble de mi ancho, y tenía cuatro musculosos brazos. Me levantó como si yo fuera nada y me tiró de vuelta al túnel por donde yo había entrado.

- ¡Sal de aquí! - gritó él.

No tuve coraje de hacer nada más. Empecé a alejarme. Poco después, oí la otra puerta de la taberna abrirse. Miré sobre mi hombro y vi a la criatura verde volviendo acompañada por otras mucho más grandes y musculosas. Empecé a correr en caso de que intentaran perseguirme.

Sólo me calmé cuando volví al estacionamiento. Dudaba de que me fueran a seguir hasta la superficie. Aún así, entré en mi coche rápidamente y arranqué en dirección a mi casa.

Ya tenía avanzado un par de cientos de metros, y dejado mi temor atrás, cuando una figura enorme apareció frente a mí en el medio de la carretera. Se trataba de la criatura que me había expulsado de la taberna. Tenía una mano extendida delante de él, pidiendo me que me detuviera.

Confieso que mi primer instinto fue atropellarlo, pero no fui capaz de hacerlo. Frené y me detuve a medio metro de él. Él se acercó y golpeó el vidrio del lado del conductor. Con cautela, lo abrí.

- Tío - dijo la criatura - disculpa aquello en la taberna, pero si no te hubiera sacado de allí no ibas a durar mucho.

Mi sorpresa fue tal que quedé con la boca abierta.

- Para el coche ahí y vamos a hablar. Creo que te puedo ayudar con tus preguntas.

Curioso, pero con cuidado, así lo hice. Fuimos al jardín de un edificio cercano y nos sentamos en un banco donde él podía quedarse escondido en la mitad oscura y yo en la iluminada, donde me sentía más seguro.

- Pues muy bien, ¿por dónde empiezo?

Después de unos instantes de silencio, continuó:

- Es así, los trasgos no están matando tu gentea propósito. A las Brujas de la Noche, que son quien los están dominando, no les importan los humanos para nada. Los accidentes son sólo una manera de destruir sus objetivos sin levantar grandes sospechas.

Después de mis conversaciones con Alice, yo ya había llegado a esa conclusión.

- ¿Quiénes son estas Brujas de la Noche?¿Que quieren?

- Tío, eso ya yo no lo sé. Y mira que yo y el resto de la gente en la taberna trabajamos para ellas. Sólo las vi una vez, pero con las capuchas, y creo que son cinco. Ellas están atacando hadas y a otros de esas razas, al mismo tiempo que reclutan un ejército. Yo soy parte de él. Como lo van a usar y por qué, no tengo ni idea.

Me sentí alarmado al oír que las Brujas de la Noche estaban a reuniendo un ejército. ¿Como pretenderían usarlo?

- ¿Sabes donde las puedo encontrar? - le pregunté, sin gran esperanza en la respuesta.

- Tío, no lo sé. Solo las vi una vez y fue en la Plaza.

No le pregunté donde se encontraba esa Plaza, ya que era obvio que formaba parte de los túneles cerca de la Taberna de los Encantados.

- Ahora me tengo que ir - dijo él, levantándose. - Ya te dije todo lo que sé.

- ¡Espere! - le pedí. - ¿Porque me está ayudando?

- Tío, no creo que sea justo que los tuyos sufran sin razón. Creo que, al menos, merecías una explicación.

Dicho esto, la criatura entró en la oscuridad del atardecer invernal y, poco después, desapareció detrás de un edificio.

Volví al coche y regresé a casa. Durante el recorrido, la conversación no me salió de la cabeza. Las Brujas de la Noche estaban tratando de debilitar a sus enemigos y preparándose para una guerra. Me pregunté si las desapariciones de los súbditos del Rey de los Islotes y de la ciudad de los muertos en Gerês, no tendrían alguna relación. Sin embargo, lo que más me aterró fue no conseguir descubrir su objetivo final. Sería algo grande, eso era claro, pero era un misterio incluso para sus soldados.

Las posibilidades no me dejaron dormir ni esa ni las noches siguientes. Pero lo que descubriría al final superaba todo lo que había imaginado.