Ya han pasado 4 días desde la petición de Sulfias a nuestro equipo. Aric se encontraba entrenando con su hacha en la sala de entrenamiento del gremio. Valerian lo observaba desde la sombra de los árboles.
"Los movimientos de este chico son bastante vulgares, pero hay algo inhumano en su flexibilidad", pensó para sí mismo.
—Oye, chico —le gritó acercándose—. ¿No te gustaría hacer un poco de calentamiento conmigo?
—Señor Valerian —dijo Aric incorporándose—, eso sería genial.
Valerian le sonrió con un leve dejo de desconfianza y se acercó a él.
—En el almacén deben haber armas de entrenamiento —le dijo tomando posición mientras se ponía una armadura ligera del mesón de armaduras. Tomó una para Aric y se la dio cuando Aric le trajo una espada—. Ponte esto, muchacho.
Ambos se prepararon y, de un momento a otro, Aric arremetió con el hacha de entrenamiento, directo y de frente, atacando a Valerian. Este desvió su ataque con fluidez, lo que hizo que Aric pasara de largo, pero con el impulso se contorsionó como un animal para lanzar un segundo ataque, el cual también fue desviado, pero haciendo retroceder a Valerian. Aric, aprovechando la oportunidad, arremetió nuevamente con sus pies que estaban a la altura del rostro de Valerian. Este aprovechó el retroceso para alargar la distancia entre ambos, pero Aric, que ya se había incorporado, la cortó nuevamente solo para ser recibido por un fuerte ataque frontal que cayó desde el cielo, dejándole un gran chichón en la cabeza.
—¡Ustedes dos! —gritó Sulfias—. Tendremos una reunión, dejen su jueguito y vengan al salón principal.
Valerian y Aric, que ya se habían entusiasmado con el combate, tuvieron que enfriarse rápidamente y obedecer a Sulfias. De camino al salón, Valerian le dijo a Aric:
—Muchacho, tus ataques son tenaces y arriesgados —comenzó mientras caminaba—. Eres lo suficientemente fuerte como para darle problemas a un grado A++ a pesar de solo ser de grado A. Para mí es confiable tener a alguien así a mi lado, pero eres demasiado descuidado. Debes refinar más tus movimientos; de lo contrario, un día de estos terminarás sin una extremidad.
—Gracias, señor Valerian —le respondió Aric—. Es un honor trabajar junto a usted.
—¿Me estás escuchando, mocoso? —le reprendió Valerian, cómicamente molesto.
Al llegar al salón, el Cuerpo de Reconocimiento estaba reunido, así como el equipo de Aric.
—Genial —dijo Sulfias—. Ahora que estamos todos, comenzaremos la reunión.
Durante la reunión hablaron de la formación y las estrategias que utilizarían para enfrentar al jefe del cuarto piso y le pidieron a Aric que les contara cómo vencer al jefe del quinto piso. Aric, quien había escuchado historias de este jefe, les dijo las posibles debilidades del monstruo y el Cuerpo de Reconocimiento les comentó las debilidades del jefe del cuarto piso. Una vez la reunión finalizó y los preparativos estuvieron listos, el equipo de reconocimiento partió hacia el laberinto.
Lucien, quien había intentado mantenerse lo más alejada posible de Sulfias, estaba desanimada.
—¿Por qué la cara larga, Lucien? —le preguntó Sulfias, rodeando el cuello de Lucien con su brazo—. Será mejor que te acostumbres a los demás elementos; si no, chocarás con una barrera que no podrás superar.
Lucien se encrispó y asintió con vergüenza.
Al llegar al laberinto, atravesaron con facilidad los primeros tres pisos. El enfrentamiento contra el jefe del cuarto piso fue particularmente fácil. Un hechizo de hielo seguido de un hechizo de rayo fue suficiente para debilitarlo. Valerian y Aric continuaron debilitando al jefe con poderosos ataques sincronizados. La combinación de los dos era poderosa. Gobhiria y Lysandra asestaron el golpe final, reforzadas con la magia de apoyo de Kaenia.
El monstruo soltó una gema de sangre de gran tamaño, un objeto muy preciado por los chamanes.
Serpensq’i se quedó viéndola con la boca abierta, todo su rostro hasta sus ojos babeaban. Sulfias tomó la gema y la entregó a los cargueros que estaban en la retaguardia, miró al orco y le guiñó el ojo. Después de reagruparse, el grupo continuó buscando la entrada al 5to piso. Desde este punto, el laberinto se complejizó en muchos pasadizos que no llegaban a ningún lugar y trampas peligrosas que los mantuvieron alerta todo el camino. Decidieron enviar a Aric y a Valerian para buscar el camino correcto. Los dos se aventuraron en los pasillos del laberinto en búsqueda de la entrada al 5to piso.
Mientras exploraban, Aric vio a lo lejos una silueta.
—Señor Valerian —le dijo en voz baja—, hay una forma antropomórfica cerca.
—Tienes unos sentidos agudos, muchacho —le respondió Valerian viendo el recuerdo de una enojada Sulfias: “ni se les ocurra entrar en combate”—. Evitemos entrar en combate, joven Aric.
Continuaron un poco más sigilosos y al costado de un pasillo encontraron un gran agujero en la pared. Valerian se acercó para inspeccionar y le dijo a Aric que esperara en el lugar. Usando una habilidad llamada “ojos de predador” que le permitía ver en la oscuridad y percibir formas de vida detectando el calor, se adentró en la oscuridad del agujero.
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—Volveré en 5 minutos —le dijo—, si no vuelvo para entonces, vuelve por ayuda.
Aric asintió y, como un perro guardián, se quedó donde le indicó Valerian. Muy poco después de que se fue, apareció una persona frente a Aric, el cual lo reconoció al instante. Era el misterioso que había estado con él en el hospital.
—Estás demasiado tranquilo, joven Aric —le dijo a modo de saludo—, ¿por qué no te pones a la defensiva conmigo?
—Si hubieras querido hacerme daño, podrías haberlo hecho en el hospital —le respondió—. Además, te había reconocido anteriormente, sospeché que vendrías a verme apenas tuvieses la oportunidad. Entonces, ¿qué es lo que quieres?
—La entrada al 5to piso no está aquí, Aric —le reveló dejando sorprendido a Aric—. En el primer piso, hay una pequeña sala vacía. Si buscas bien en las paredes, encontrarás una placa que al presionarla dejará ver un altar.
—¿Me estás tomando el pelo? —le preguntó—. ¿Cómo sabes eso? ¿Y por qué me lo estás diciendo?
—No te enrolles tanto la trenza, muchacho —le calmó—. Debes poner la piedra de sangre ahí. Debo irme, tu niñera está por volver.
Después de decir eso, se alejó hasta desvanecerse en el aire.
Poco tiempo después, Valerian volvió con Aric.
—No hay nada ahí, solo hay escombros y telarañas —le comentó defraudado—. Continuemos con la exploración, la entrada debe estar cerca.
—Señor Valerian, ¿usted podría confiar en mí? —le preguntó Aric—. Creo que sé cómo llegar al 5to piso.
Valerian lo miró con asombro y puso sus manos en sus hombros.
—Confiaré en ti, muchacho. Quiero ver de lo que eres capaz —le dijo mirándolo a los ojos (momento no homo).
—Debemos volver al primer piso. Hay un mecanismo en la pequeña sala que usan de almacén —le contó Aric—. Debemos encontrar ese mecanismo.
Sin perder el tiempo, Valerian y Aric se devolvieron al grupo principal. Valerian sacó a Sulfias para contarle en privado y evitar las sospechas del resto del grupo. Sulfias miró a Aric con detenimiento y se acercó a él.
—Esta vez lo haremos a tu modo, jovencito —le dijo acercándose a su rostro. Aric enrojeció enseguida—. Mantente alerta, seguiremos tus pasos.
Aric asintió y se devolvieron al 1er Piso. Al entrar al antiguo almacén, el grupo se posicionó afuera de la sala. Aric le pidió la gema de sangre a Sulfias y comenzó a buscar la placa de presión en las paredes. Valerian y Sulfias se mantuvieron con él mientras el resto del grupo estaba preparando sus equipos. Durante la búsqueda, Lucien y Lysandra entraron en la sala, curiosas de lo que hacía Aric. De pronto, Aric encontró la placa y al presionarla, la puerta que conectaba al primer piso se cerró repentinamente, dejando al grupo atrapado.
—¡Wow! —exclamó Valerian—. Eso no me lo esperaba.
—Yo tampoco —lo siguió Aric—. Lo siento, señor Valerian, nos he puesto en una situación peligrosa.
Mientras los chicos hablaban, una baldosa del suelo comenzó a moverse, lo que alertó a todos. Una estatuilla comenzó a emerger desde el espacio vacío hasta mostrarse por completo, una estatuilla de mujer con las manos en alto como ofreciendo algo al cielo. Aric tomó la gema de sangre y la puso entre sus manos, las cuales la tomaron con fuerza. Inmediatamente después de eso, los ojos de la estatua comenzaron a brillar y esta comenzó a cantar una melodía. La puerta al 5to piso se abrió frente a la estatuilla.
Sulfias, que no se podía permitir la sorpresa, notó el flujo de la gema de sangre.
—Si lo que intuyo es correcto, no tenemos mucho tiempo para hacer esto. Tendremos que desafiar al jefe solo nosotros —dijo decidida—. Joven Aric, si no fuera por ti no hubiéramos descubierto nunca la entrada. Hay algunas cosas que me preocupan, pero debemos encargarnos de lo importante ahora.
Lysandra y Lucien maldijeron su curiosidad. Valerian, que las observaba, intentó animarlas y darles confianza al decirles que su apoyo sería indispensable para vencer al jefe del 5to piso.
—He escuchado algunas historias de este jefe. Al vencerlo, el 5to piso cambiará de ubicación y el laberinto comenzará un nuevo “ciclo”. Este jefe es la razón de por qué no sirven los mapas en esta mazmorra. El último ciclo que ocurrió fue hace menos de 5 años, pero los aventureros que vencieron al jefe nunca volvieron.
Lucien se encrispa con la historia de Aric y Sulfias la consuela abrazándola.
—No te preocupes, Lucien, yo te cuidaré —le dijo al oído.
—Líder, por favor —le detuvo Valerian—, mantengámonos alerta.
Luego de pasar por unas angostas escaleras, llegaron al 5to piso.
Era algo irreal. Lo que les pareció un gran laberinto en el pasado se convirtió en un hermoso pastizal, inmenso y vasto, un terreno plano en el cual sería difícil ocultarse.
—El jefe tuvo que haberse regenerado hace un par de años, no creo que esté en su mejor condición en este momento —especuló Aric—. Se le hará difícil emboscarnos, pero a nosotros se nos hará difícil emboscarlo a él.
—Debemos prepararnos para el enfrentamiento en cualquier momento —concluyó Sulfias.
El grupo de aventureros avanza cautelosamente por el hermoso pastizal del quinto piso. De repente, la tierra tiembla y el Basiligon* emerge majestuosamente delante de ellos. Sin atacar, la criatura los observa con sus ojos astutos y su cola de serpiente basilisco ondea amenazadoramente.
—¿Qué es eso? —exclamó alarmada Lucien—. ¿Es una quimera?
—Es un Basiligon —respondió Sulfias—. Jamás pensé que vería uno en mi vida. No se alarmen, no es agresivo.
—No pasarán sin antes demostrar su inteligencia. Resuelvan mis acertijos, y solo entonces podrán continuar su camino —rugió el Basiligon—. Fallar significa enfrentar mi furia.
—Eso fue bastante agresivo a mi parecer —se quejó Aric.
El grupo, sin bajar la guardia, se dispuso a escuchar a la majestuosa bestia.
El Basiligon plantó sus patas delanteras de gallo en el suelo y el pastizal comenzó a oscurecerse, simulando el paso del tiempo.
—Puedo ser largo o corto; puedo ser rápido o lento; puedo ser traicionado pero nunca atrapado —dijo, acercándose al grupo—. ¿Qué soy?
—Es el tiempo —dijo Valerian confiado—. No hay duda.
El Basiligon asintió y el entorno volvió a la normalidad.
La bestia retorció su lomo de puercoespín y espinas brillantes se alzaron, proyectando sombras en formas extrañas.
—Cuanto más grande soy, menos ves. ¿Qué soy? —preguntó, acercándose a Valerian.
—¿Una sombra? —murmuró Lysandra, frunciendo el ceño.
—No, eso no tiene sentido —respondió Lucien, rascándose la cabeza.
—¿La oscuridad? —se preguntó Aric en voz alta.
—Sí, eso tiene más sentido —Valerian asintió—. La oscuridad se expande y hace que veamos menos.
El Basiligon asintió, y las sombras desaparecieron.
El Basiligon extendió su cola de serpiente basilisco y dibujó un camino serpenteante en el aire.
—Un hombre quiere llegar al castillo, pero para llegar allí debe atravesar un camino con tres puertas: una de fuego, otra llena de asesinos y la última con leones que no han comido en tres meses. ¿Cuál debe elegir para sobrevivir? —preguntó, sentándose frente al grupo.
—Definitivamente no la de fuego —dijo Lysandra, negando con la cabeza.
—La de los asesinos tampoco es una buena opción —añadió Aric, pensativo.
—La puerta con los leones —concluyó Valerian, con seguridad—. Si no han comido en tres meses, estarán muertos.
El Basiligon mostró una sonrisa de aprobación.
—Me toma un momento hacerme, una vida destruirme, pero a veces soy toda la vida. ¿Qué soy? —preguntó mientras observaba al grupo.
—¿La esperanza? —sugirió Kaenia—. Puede ser lo único que nos mantiene vivos.
—¿Pero qué si no es esperanza? —preguntó Sulfias—. ¿Qué más puede destruir una vida pero ser la vida misma?
—El amor —dijo Aric, después de una pausa—. El amor puede ser toda la vida y destruir una vida también.
El Basiligon finalmente inclinó su cabeza, mostrando respeto.
—Han demostrado ser dignos hasta ahora, pero queda un último reto. A menudo paso, pero nunca te detendrás a observar. ¿Qué soy? —dijo, levantándose y luciendo amenazante.
—Una oportunidad —dijo Valerian, sin vacilar—. La respuesta es una oportunidad.
—No, espera —intervino Aric—. ¿Y si es algo más abstracto? Como... la muerte.
—Eso es demasiado oscuro, pero puede ser cierto —musitó Lucien.
—No, tiene que ser algo que no siempre observamos —reflexionó Kaenia—. Puede ser... el presente. Nunca nos detenemos a observar el momento presente.
Con esta respuesta, el Basiligon se inclinó, permitiendo que el grupo avanzara.
—Han demostrado su valía. Pasen, y que su camino sea claro. Pero recuerden, la inteligencia y el coraje deben ir de la mano —dijo, mientras una puerta se levantaba detrás de él.