—Seres inferiores —dijo la criatura, sorprendiendo a todos—. Apártense de mi camino o mueran.
—¿Este ser puede hablar? —se preguntó para sí Aric—. ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?
El gran jefe miró hacia Aric y lo atacó con una de sus lancetas. Aric retrocedió rápidamente, pero aun así, solo el roce de la lanceta hirió una de sus piernas.
—Soy “El Primero” —respondió la criatura—. Es innecesario seguir hablando, ya que todos ustedes morirán.
El Primero comenzó su ataque y lanzó fuertes y rápidos golpes con sus lancetas.
Sulfias comandó a los grupos junto con Serpensq’i. El combate contra los jefes anteriores los tenía a todos agotados, pero no les quedaba más opción que seguir luchando. Les pidió a los magos que lanzaran un hechizo de rayo.
Lucien se preparó para lanzar un hechizo a gran escala junto con los magos ofensivos del cuerpo de reconocimiento. Todos recitaron en conjunto:
—Ex nubibus, sub tumultuosa tempestate, Vocamus potentiam, vis potentis caeli, Fulmen divinum, ignem caelestem, Et concordiam inter elementa, ut fiat voluntas nostra, Sub caelis tonitruis resonantibus, Et fulguris lucem radiantem. ¡Dominus Fulminis!
Mientras los magos preparaban su hechizo de rayo, Serpensq’i curó la pierna de Aric y le lanzó una maldición que le daría inmunidad temporal a costa de recibir el rebote del daño dos horas después. Con esto, Aric quedó como nuevo y preparado para enfrentarse al jefe. Lysandra también le pidió que le lanzara la maldición, a lo que Serpensq’i accedió.
Valerian y Goribhia tomaron el flanco izquierdo; Lysandra y Aric tomaron el derecho. Una vez todos estaban en posición, Lucien y los magos lanzaron la ofensiva con el hechizo grupal “Señor del Rayo”. Luego de castearlo, Lucien y uno de los otros dos magos se arrodillaron tosiendo. Sulfias los curó rápidamente y les pidió que lanzaran nuevamente el hechizo.
Mientras tanto, Goribhia se lanzó al ataque con su espadón, saltando ferozmente hacia el monstruo, mientras Valerian lo rodeaba en búsqueda de un punto débil.
—O spiritus ventorum, benedictionem vestram mihi concedite, ut hostem meum qui ultra terram est attingam. ¡Donum Caeli! —recitó Aric y al instante se volvió mucho más liviano y de su espalda crecieron dos alas semitransparentes y brillantes.
Lysandra no se quedó atrás y usó su poder familiar, la sangre de dragón. Su cara se volvió más afilada y su rostro se llenó de escamas. Sus ojos cambiaron de azul a rojo y su pupila se volvió rasgada en vez de redonda. Un halo recubrió su cuerpo y de un salto alcanzó a Aric. Juntos lanzaron un fuerte ataque contra El Primero, que estaba aturdido por el daño de “Señor del Rayo”.
Valerian descubrió en su espalda un orbe plateado al cual atacó con mucha fuerza. El Primero gimió de dolor y se enfureció, pero el golpe fue tan fuerte que perdió altitud y se notaba claramente más debilitado.
—¡Retrocedan! —les gritó Sulfias—. ¡Magos, lancen el hechizo!
—¡Dominus Fulminis! —gritaron a coro los magos junto a Lucien, quien cayó al suelo con su rostro pálido.
—Señorita Sulfias, soy un mago de agua, no puedo seguir lanzando hechizos de otros elementos, mi cuerpo está rechazando el aether —gimió, retorciéndose de dolor.
Sulfias la curó rápidamente, pero el dolor no desapareció por completo.
El Primero, que estaba recibiendo mucho daño, ya que Valerian siguió atacando el orbe hasta que se fracturó y dejó ver una amalgama blanca. Al notar que su punto vital estaba expuesto, El Primero gritó, apartando a todos con una gran onda de energía. Retrocedió hasta los jefes que estaban arrodillados detrás de él y uno a uno comenzó a devorarlos. Estos, tiritando e incapaces de resistirse, ni siquiera gimieron al ser devorados.
Sulfias, al darse cuenta de que El Primero se estaba recuperando, quiso terminarlo todo con un ataque.
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—¡Lanzaremos Espada de Fuego! —les gritó a los magos, quienes estaban exhaustos y tosiendo sangre—. ¡Rápido, comiencen a recitar!
Valerian se incorporó rápidamente y corrió hacia el punto débil de El Primero, el cual se estaba regenerando lentamente.
—¡Síganme! —gritó Valerian—. ¡Debemos acabar con él ahora!
Goribhia, Lysandra y Aric se incorporaron y se lanzaron al ataque. Serpensq’i también se abalanzó, tomando el hacha de dos manos que Aric había dejado a resguardo.
Todos corrieron hacia El Primero, pero este volvió a lanzar la onda expansiva mientras terminaba de engullir a los demás jefes. Una vez los devoró a todos, se volteó hacia sus enemigos solo para ver frente a él una esfera de luz, la cual estalló en diversas direcciones, impactando en la estructura del laberinto e hiriendo también a El Primero. El daño fue mayor de lo que esperaban, ya que parte de la estructura sobre él le cayó encima, haciéndole perder altitud. En eso, comenzaron nuevamente a atacar el orbe, su punto débil, pero este estaba totalmente regenerado y nuevo tejido estaba comenzando a generar una capa de protección a su alrededor. El monstruo se recompuso y atacó a todos. Solo Valerian, el más fuerte del grupo, logró resistir el ataque. Todo el grupo cayó en la desesperación. Aric maldijo su debilidad y miró a su equipo. Lysandra, arrodillada y apoyada en su espada, miraba al monstruo. Se incorporó y ayudó a Goribhia a levantarse. El monstruo siguió arremetiendo con ataques colosales, cuando de pronto un destello de luz atravesó el lugar, impactando directamente en su ojo. Sulfias, que fue lo suficientemente rápida para verlo, se volteó a ver quién había lanzado el hechizo. Volando hacia el monstruo, logró ver a Ulric, el Príncipe de los Altos Elfos Oscuros, uno de los seres más poderosos del Continente de Naas.
—Llegué tan rápido como pude. Todos ustedes aguantaron bien —dijo en voz alta y con mucha gratitud.
Su cabello blanco ondulaba en todas direcciones y su tez oscura tenía destellos de luz que le revoloteaban por el rostro. Sus ojos multicolores se enfocaron en el monstruo y preparó su ataque.
—O magnum mysterium, qui nobis intellectum dedisti, qui te ipse intrinsece et extrinsece experiris, es initium et finis, qui mortem cum vita in infinitum connectis, omnes memorias custodis et omnes fabulas creas, o domine realitatis, concede mihi partem virtutis tuae ad malum mundi delendum, pro pace et prosperitate in hoc regno promittam. ¡Domine Benevolentiae! —gritó y una esfera morada que absorbía la luz apareció frente a él, girando sobre su propio eje, se impulsó como un disparo hacia El Primero—. ¡SALGAN DE AHÍ!
Todos retrocedieron al escuchar el grito de Ulric y la esfera impactó al monstruo directamente. Solo Valerian, que sabía el punto débil, se mantuvo detrás del monstruo. El impacto de Señor de la Benevolencia también lo alcanzó, hiriéndolo en su rostro, pero se mantuvo firme y, cuando el orbe volvió a estar visible, lanzó su espada, la cual se clavó penetrando su defensa.
El Primero, que estaba resistiendo el ataque de Ulric, dio un grito de agonía y dejó de resistirse, retrocediendo hacia la pared sobre la puerta y, al chocar con esta, una gran explosión tuvo lugar. La fuerza de la explosión hizo tambalearse a todo el equipo. Una vez que se desvaneció el polvo, vieron a El Primero, el cual se estaba desvaneciendo lentamente. Su único ojo estaba fijo en Aric; su boca intentaba decir algo, pero su garganta estaba destruida. Mientras jadeaba, Valerian no perdió el tiempo y terminó de destruir el orbe de El Primero. Al destruirlo, este se desvaneció por completo. Este monstruo soltó un único ítem, a pesar de haber devorado a varios monstruos jefes: Una hoja con una escritura antigua.
Ulric tomó la hoja y no logró comprender lo que decía. Serpensq’i se acercó al ver el ítem que había soltado y le pidió al príncipe que le dejara verla. Al ojearlo a simple vista, reconoció algunos caracteres.
—Yo conozco esta escritura —dijo sorprendido—. No logro comprenderlo a simple vista, pero podría descifrar el contenido en un par de días.
—Eres un Alto Orco —asumió Ulric—. Es muy extraño encontrarse con un erudito de tu nivel en un lugar como este.
—Así es, su majestad —asintió—. Mi nombre es Serpensq’i.
—¿Qué es lo que puedes decirme de este texto? —preguntó Ulric—. Me imagino que hay algo que puedas descifrar de inmediato.
—Aquí, este carácter —señaló Serpensq’i—. No estoy seguro, pero he visto algo similar en algunos manuscritos de la era del reinado demoníaco, antes de la Gran Guerra.
—¿Y qué crees que signifique? —le insistió Ulric.
—Este carácter significa “El Fin” —dijo sombrío—, y este otro significa “liberación” o algo relacionado a “romper una cadena”. Y este carácter significa “encantamiento”. Aquí no tengo mis herramientas de lectura como para poder entregarle más información, pero si me da unos días más, podría...
—No te preocupes —le interrumpió el príncipe—. Con lo que me has dicho, ya tengo suficiente información. Contáctame cuando hayas descifrado todo el texto.
Ulric le entregó una “Pulsera de Comunicación a Distancial” a Serpensq’i y alzó el vuelo. Miró de reojo a Aric y se fue a gran velocidad.
Luego de que todos los involucrados fueran curados, se reunieron para decidir el siguiente movimiento. Estando bajo la maldición de Serpensq’i, Aric y Lysandra recibirían el rebote del daño acumulado en la lucha contra El Primero, por lo que estaban preparados para atenderlos apenas se disipara la maldición. Acordaron volver al primer piso y hacer un registro de los fallecidos en conjunto con el Gremio de Naas.
Esta batalla había resultado en una victoria para nuestros amigos, pero las vidas que se llevó el laberinto se quedarán por siempre en el laberinto.