Aric despertó adolorido en una camilla, a su lado en la camilla contigua se encontraba Lysandra. Intentó incorporarse, pero sintió un fuerte dolor en sus costillas.
—No deberías moverte tan pronto, líder —le dijo Lucien, que estaba sentada en una silla leyendo un libro.
—¿Tú estás bien, Lucien? —le preguntó Aric recostándose quejumbrosamente—. ¿Cómo están las hermanas y Serpensq’i?
—Yo estoy bien, las chicas también están bien. El orco está en una posada cerca de aquí, no ha salido en estos tres días, solo dijo que cuando despertaras le avisáramos —dijo cerrando su libro y bajando los pies de la camilla de Aric—. ¿Aún quieres atacar al jefe del quinto piso, no es así?
—Sí, aún quiero hacerlo —dijo con una expresión de decisión—. ¿Podría alguna de las chicas venir aquí y curar mis heridas?
—Eso no se puede, porque la maldición de Serpensq’i impide la curación del objetivo hasta una semana después de la activación del rebote, o sea, que deberás estar aquí y sufrir por lo menos cuatro días más —dijo levantándose. En eso, tosió un poco y se tomó el vientre—. Creo que este descanso será bueno para todos. Haber usado elementos que no estoy acostumbrada a usar me afectó más de lo que pensé. Por lo demás, Lysandra aún no despierta. El daño que ella recibió fue un poco más grave que el tuyo. Solo queda esperar a que pase esta semana, luego podremos curarlos y seguir con la incursión. Tenemos suerte de haber ayudado al cuerpo de reconocimiento; ellos están corriendo con todos los gastos de recuperación y no nos falta comida ni lugar donde descansar. En fin, iré donde Serpensq’i a decirle que despertaste.
Luego de que Lucien se fue, Aric se quedó pensando sobre lo que habían vivido, un gran enemigo que representó una amenaza para muchas personas y cobró muchas vidas se presentó de forma tan inesperada. Intentaba entender qué estaba pasando para anticiparse, pero esto escapaba de su previsión.
—De seguro te estás preguntando qué causó este incidente —dijo alguien sorprendiendo a Aric—. No pasará mucho tiempo hasta que te des cuenta.
Luego de decir eso, se sentó en la camilla de Aric dándole la espalda.
—¿Quién eres tú? ¿Me conoces? —preguntó Aric un poco inquieto—. ¿Cómo sabes qué estoy pensando?
—El laberinto de Naas es un lugar peligroso. Existe una razón por la que nadie ha podido ir más allá del sexto piso en más de 100 años —comenzó a explicarle el misterioso—. Esa razón está directamente relacionada con El Primero. Me imagino que lo sabrás, pero lo diré de todas formas. Ese monstruo no era normal, no pertenecía al laberinto. No hay una razón o explicación lógica para que estuviera ahí. Era un monstruo levitante, descendiente de los extintos cíclopes. Sus lancetas venenosas podrían indicarnos una bendición del Rey Escorpión de las Tierras Inhóspitas, pero... ¿cómo una criatura así podría pasar inadvertida y atravesar el inmenso mar para llegar al laberinto de Naas?
Aric lo miraba en suspenso y cayendo en cuenta de todo lo que le mencionaba el misterioso.
—Inclusive si hubiese pasado por tierra, los altos orcos lo habrían detenido, o en Alkias los tuyos lo habrían aniquilado. Eres fuerte, pero hay muchos altos humanos muchísimo más fuertes que tú. El mismo príncipe de los elfos oscuros no tuvo muchos problemas para vencerlo —le dijo mientras ponía sus manos en sus bolsillos—. ¿Cómo crees que llegó hasta las profundidades del cuarto piso una criatura proveniente de las tierras inhóspitas?
—No lo sé, ¿con magia de teletransportación? —se preguntó—. Pero si hubiera tenido esa magia, habría escapado cuando Ulric le lanzó su ataque.
—Exacto. Además de eso, la hoja...
—¿Cómo sabes eso? —preguntó agitado Aric—. ¿Estabas espiándonos?
—Dejó caer una sola hoja que convenientemente deja muchas pistas para ustedes, sobre todo para Ulric —comentó el misterioso—. Esta criatura... “El Primero” también está diciendo explícitamente que es el primero, o sea, que podemos asumir que vendrán más.
—¿Estabas en el laberinto? —siguió preguntando Aric con su respiración acelerada—. Si sabías tanto del monstruo, ¿por qué no nos ayudaste?
—Ya lo descubrirás en algún momento —dijo el misterioso levantándose de la cama—. Por cierto, esos anillos que soltaron los jefes, deberías dárselos a las magas de apoyo, mejorará su rendimiento.
—Como si pudiera confiar en alguien que acabo de conocer —dijo Aric quejumbroso.
—Ah, claro, eso no es problema, Aric, ya que me conoces desde hace mucho tiempo —dijo mientras se iba.
Mientras tanto, en la sala de guerra del Gremio de Naas, Sulfias y los otros líderes se reunieron para evaluar la situación y planificar su próximo movimiento. El líder del gremio, un viejo elfo llamado Thandor, escuchó atentamente el informe de Sulfias.
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—Nunca habíamos enfrentado algo como El Primero —dijo Sulfias—. Su aparición fue completamente inesperada y mucho más peligrosa de lo que habíamos imaginado.
Thandor asintió, su rostro arrugado mostraba preocupación.
—El hecho de que El Primero tuviera esa escritura antigua sugiere que hay algo más profundo en juego aquí. Necesitamos saber qué decía ese texto.
—Aún no hay noticias del alto orco —respondió Sulfias—. Debemos esperar a que descifre el texto.
—¿Qué haremos mientras tanto con el laberinto? Ulric no ha dejado de insistir en que debería estar en control del reino y no del gremio. Alega que tuvo que venir él mismo para limpiar el desastre —se quejó Thandor—. De todas formas, es cierto. Si él no hubiese aparecido, quién sabe cuántos guerreros de alto nivel habrían perdido su camino ese día.
—Hay algo que no me deja confiar del todo en Ulric —reveló Kardeniam, quien se había mantenido toda la reunión en silencio—. Hace más de 100 años, en Alkias, un monstruo intentó salir de la mazmorra. Los habitantes del pueblo cercano a la mazmorra fueron masacrados y la ayuda tardó tanto en llegar que fue imposible detener el desastre. Ese monstruo era un...
—Kardeniam —le interrumpió Thandor—. Quizá seas más viejo que este elfo, pero debes controlar lo que dices. No toleraré fugas de información de alto nivel en una reunión así.
—Pero Thandor, esto debe tener alguna relación —insistió el viejo Kardeniam—. No podemos dejar que las cosas se vuelvan a repetir.
—Quizá ya has sido mi consejero por demasiado tiempo —sentenció Thandor—. Continuaremos con la reunión después de que tú y yo hablemos en privado.
Sulfias y Valerian salieron juntos de la sala dejando solos a Thandor y a Kardeniam. Luego de salir de la instalación, comenzaron a conversar.
—Hay algo extraño en todo esto, Sulfias —comentó Valerian—. Ese monstruo, sus características eran totalmente incongruentes con el ecosistema del laberinto. No es normal que un monstruo así aparezca y la cantidad de monstruos jefe que aparecieron.
—Es verdad, querido amigo —asintió Sulfias—. Algo me dice que Thandor oculta algo. Kardeniam estaba por revelar algo que Thandor no quería que supiéramos. Por ahora esperemos a que las cosas se calmen y veamos a qué resolución llega el señor Thandor. No olvides hacia dónde va la lealtad del cuerpo de reconocimiento.
En otro lugar, específicamente la posada donde Serpensq’i se estaba alojando, podemos ver muchas hojas en el piso y en la pared un mural con muchas anotaciones, una copia de la hoja que soltó El Primero e hilos que se interconectaban con otros escritos.
—Hechizo de Liberación —leyó Serpensq’i—, y esto es lo más extraño... magia de tiempo.
Serpensq’i observaba las hojas y las posicionaba en su tablero para ordenar sus ideas. De pronto, se acercó a uno de los caracteres de la hoja y se precipitó al suelo buscando entre sus apuntes hasta que encontró un viejo libro. Lo abrió y comenzó a ojearlo efusivamente, comparó los caracteres y se sentó en la cama. Respiró y comenzó a tomar apuntes. Pasado un rato, tenía descifrado el texto.
Correspondería a un hechizo para anular otro hechizo, una anulación. Este debía ser por lo menos de nivel superior, como los documentados en los registros de la Gran Guerra. ¿Y qué tipo de hechizo buscarían anular con tanta fuerza?
Serpensq’i no perdió el tiempo y se puso en contacto con Ulric, quien, conforme con la situación, le pidió que le informara a Thandor y a los demás.
Volvemos con Aric, quien se encontraba reflexionando sobre su encuentro con el misterioso, cuando de pronto Lysandra volvió en sí.
—Uh —se quejó al intentar incorporarse—. Nunca más permitiré que me pongan una maldición encima.
—Por lo menos estamos vivos —le respondió Aric—. Debemos soportar cuatro días más hasta que puedan curarnos completamente.
—Ya lo sospechaba —resopló recostándose nuevamente—. ¿Cómo están los demás?
—Todos están bien —le respondió—. Una vez estemos curados, volveremos al laberinto para continuar la incursión. ¿Sigues dentro?
—... —luego de pensarlo un momento se decidió—. Sí, tuvimos un comienzo un poco extraño, pero quizá si logramos superar el quinto piso y le tomamos la delantera al Cuerpo de Reconocimiento, mi familia comience a tomarme en cuenta... lo siento, no debería estar hablando de estas cosas.
—No te preocupes, de seguro llegaremos aún más lejos —dijo Aric tranquilizándola.
Luego de un rato, Lucien volvió junto a Serpensq’i. Se habían demorado ya que pasaron por la sala de guerra a dar el informe y traían noticias para los heridos.
—Aric, Lysandra, qué bueno que al fin despiertan —dijo saludando—. ¿Cómo se sienten?
—De la mierda —le respondió Aric—. Debemos soportar esto cuatro días más. ¿No tienes alguna bendición que nos duerma por ese tiempo?
—Hahaha —se rió el orco—. Lamentablemente, la maldición que les lancé tiene de por medio un “contrato inquebrantable” que no puede ser roto. No puedo usar otras maldiciones ni bendiciones sobre ustedes posterior al rebote del daño.
—Eso apesta —se quejó Lysandra.
—Dímelo a mí —se quejó Lucien—. Este descriteriado me obligó a utilizar un elemento opuesto al mío y luego esa maldita mujer sin corazón nos obligó a utilizar otro elemento extra.
Lucien no lo notó, pero detrás de ella estaba la maldita mujer con una expresión sombría.
—No entiendo cómo alguien así puede ser la líder del Cuerpo de Reconocimiento —continuó quejándose Lucien mientras todos la miraban con terror—. Sus magos deben sufrir un infierno gracias a ella. Espero nunca más volver a estar en una situación en la que deba obedecer sus órdenes.
...
En el hospital reinó el silencio. Lucien, al ver que nadie decía nada y tenían la cara pálida, se alarmó y al sentir un hormigueo en la espalda se volteó mecánicamente.
—Para ser una elfa oscura, tienes una lengua muy afilada —le dijo Sulfias con una sonrisa forzada. Apartando a Lucien a un lado y sentándose en la camilla de Aric, continuó—: Traigo una petición del líder del gremio para su grupo. El viejo Thandor escuchó de su desempeño frente a la emergencia. Fueron el único grupo que logró llegar donde el Cuerpo de Reconocimiento y no solo eso, sino que fueron de gran ayuda en el combate.
—Eso es algo que debiera hacer cualquiera frente a una situación así —respondió un poco sonrojado Aric.
—Bueno, al parecer ustedes no son cualquiera —le rebatió Sulfias—, por lo que esta petición no es solo del líder del gremio sino también del Cuerpo de Reconocimiento. Por favor, ¡únanse al Cuerpo de Reconocimiento!