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capitulo 2: el bosque.

El día había llegado; el viaje debía comenzar para Noa y Keila. Ambos dejaron atrás la madriguera a la que alguna vez llamaron hogar. Noa sentía miedo al caminar por lugares desconocidos, sabiendo que si algo les llegara a pasar, nadie acudiría en su rescate. Pronto comenzaron a recorrer el bosque, siempre siguiendo la dirección que marcaba el río. El bosque era espeso y lleno de vida, con hojas caídas, ramas, y rocas de gran tamaño. El camino no sería sencillo, pero Noa confiaba profundamente en que lograrían salir de allí.

Pasaron unas cuantas horas desde que ambos emprendieron el viaje por la espesura del bosque. Pronto, Noa notó cómo la noche se avecinaba por el cambio de color en el cielo. Preocupado por no saber dónde acamparían, decidió que la mejor opción sería cerca del río. Encendió una fogata mientras Keila cortaba fruta con su ya muy desafilado cuchillo. Todo estaba listo y no pasarían mucho frío gracias a la manta de pieles de ardilla que Keila había cosido días antes. Como Noa no sabía qué tipo de criaturas aguardaban en la noche, tomó la decisión de hacer guardia durante todo lo que quedaba del firmamento estrellado. A pesar del cansancio, el sentimiento era hermoso, ya que por primera vez en su vida podía disfrutar de un cielo cálido, iluminado por estrellas, sin ser opacado por la asquerosa luz humana.

A pesar del cansancio, el sentimiento era hermoso, ya que por primera vez en su vida podía disfrutar de un cielo cálido, iluminado por estrellas, sin ser opacado por la asquerosa luz humana [https://img.wattpad.com/46a4b73059afd4f73bd20c016eda2cff32c02721/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f46646b617a6563366f69317532513d3d2d313436333939363532352e3137656330613233633235376339333838363832353631323538302e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

La noche transcurrió con tranquilidad para ambos. Keila dormía bajo la comodidad de una manta, con el calor del fuego a su lado. Mientras tanto, Noa permanecía en alerta, reposando y admirando el firmamento por si algo se acercaba. En la mente de la chica pasaban muchas cosas: emociones que aún no comprendía, como la felicidad o la tristeza. Tampoco sabía bien qué hacía en ese lugar o quién era el joven que la acompañaba. Todo dentro de ella era un revoltijo de información; era como si hubiera empezado a existir cuando conoció a Noa, y al mismo tiempo, como si siempre hubiera estado presente. La duda y la angustia eran sentimientos que no entendía, entre muchos otros, pero al observar a Noa, sentía... ¿tranquilidad? ¿O tal vez felicidad?

Keila era un alma que apenas comenzaba a comprender todo lo que la rodeaba y todo lo que sentía: calor, frío, frescura, olores, cansancio, molestia, y mucho más. Para ella, era estimulante experimentar todo eso, pero había algo que no podía replicar. No importaba cuánto se esforzara, no era capaz; incluso hubo momentos en los que sintió algo parecido a la envidia. Lo que no comprendía era cómo mostrar y expresar lo que sentía. Era como si llevara una máscara de porcelana, incapaz de reflejar emociones... (al amenos eso creía ella)

Sin embargo, había algo que desconocía: aquel muchacho, la primera y única persona que había conocido desde que fue consciente de sí misma, era quien más la entendía. Era algo extraño, pero agradable, saber que no estaba sola y que podía confiar en Noa. La mente de Keila era todo un misterio, un laberinto sin entradas, pero con muchas salidas. A ambos aún les faltaba mucho por aprender y crecer.

En la mañana, ambos partieron nuevamente en dirección al horizonte de montañas y bosques. Cuanto más caminaban, Noa observaba con asombro cada detalle a su alrededor: las flores, las hojas, el cielo, y los animales que jamás había imaginado. Keila también experimentaba una emoción similar, especialmente al ver las flores de diversos colores. Para ambos, aquel lugar era un paraíso del cual necesitaban salir para descubrir más del mundo.

Sin embargo, durante todo ese tiempo desde que se conocieron, jamás habían hablado de asuntos personales. Noa, en particular, no había compartido nada relevante sobre su vida. Aprovechando el camino que aún les quedaba por recorrer, decidió romper el silencio y hablar con Keila sobre cosas básicas de la vida, como su edad y cómo era su existencia en su mundo anterior. A pesar de lo doloroso y nostálgico que resultaba para él, sintió que era necesario.

Así transcurrieron los siguientes días: Noa hablaba (solo él hablaba), comían, jugaban y conocían muchas otras criaturas del bosque. Al principio, el joven sentía un poco de miedo, pero pronto aprendió a distinguir entre las criaturas amigables y las que no lo eran tanto. También aprovechó para tomar muchas fotos de los animales y, por supuesto, de Keila.

También aprovechó para tomar muchas fotos de los animales y, por supuesto, de Keila [https://img.wattpad.com/f488aa235aa03985a279f7062aeea10a932f6cf0/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f7930536771544e494155737631413d3d2d313436333939363532352e313765633061336333616530326665633230353836393039303637372e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

El camino continuó, y cada día que pasaba era increíble para ambos. No solo por los hermosos paisajes y las cosas nuevas que descubrían, sino también por la agradable compañía que se brindaban mutuamente. Para Noa, resultaba bastante gracioso ver a Keila interactuar con su entorno, siempre con esa expresión de frialdad que tanto la caracterizaba. Así transcurrieron dos semanas viajando por el bosque...

No fue hasta un domingo, a medio día, que ambos encontraron un sendero, uno que claramente era utilizado por carruajes o viajeros. La emoción llenó a Noa, quien saltó y saltó de alegría al descubrir el primer rastro de humanos después de tanto tiempo. Su entusiasmo fue tan grande que levantó a Keila en brazos y jugó con ella como un padre que eleva en el aire a su hija. Aunque Keila no entendía completamente lo que estaba sucediendo, en su interior se sintió reconfortada al ver la expresión de felicidad en el rostro de Noa.

Noa y Keila no querían perder más tiempo, así que comenzaron a recorrer el sendero en busca de más humanos. El camino se extendió durante dos días, hasta que, en medio de una tranquila caminata, ambos escucharon el ruido de un caballo que huía despavorido en dirección contraria a ellos. Noa reaccionó a tiempo, evitando que ambos fueran lastimados por el paso del animal. Ignorando el incidente, decidieron continuar su camino. Sin embargo, lo que encontrarían a lo largo de aquel sendero dejaría una marca imborrable en Noa.

Resultó que el caballo había escapado de un ataque de monstruos humanoides que asaltaban un carruaje destrozado en medio del camino. Antes de que las criaturas se dieran cuenta de su presencia, Keila y Noa ya estaban ocultos detrás de los árboles y arbustos, tratando de resguardarse de esos seres amenazantes.

Noa apenas podía ver a través de las hojas, pero sabía bien lo que había ocurrido al notar un charco de sangre que manaba del carruaje. Su corazón se aceleró; estaba aterrorizado, pero no podía dejarse llevar por el pánico. Tenía que ser fuerte.

Pronto, se dio cuenta de que los ojos de Keila se tornaban de un azul intenso, revelando su miedo y su determinación. Noa la tomó de la mano y le cubrió los ojos para que no viera más; debían permanecer en silencio y escondidos hasta que las criaturas se alejaran.

Los minutos se convirtieron en eternidad, y aún no había señales de que pudieran irse. Noa asomó la cabeza entre los arbustos, solo para ver cómo las criaturas sacaban del carruaje a una anciana muerta, junto a dos mujeres con las ropas desgarradas y arañazos por todo el cuerpo. Las criaturas se las llevaban a lo profundo del bosque, dejando atrás un rastro de horror que Noa jamás podría olvidar.

Noa no sabía qué hacer. Era evidente que esas mujeres estaban vivas, y se preguntaba cómo podría ayudarlas. ¿Qué podía hacer alguien tan débil como él? Sus piernas temblaban al sentir el olor de la sangre. El miedo, el terror y la desesperación lo invadían por no poder hacer nada.

—K-Keila... N-no puedo —susurró, con las manos temblorosas—. Tengo miedo...

Keila lo miró. Sus ojos azules reflejaban tristeza al ver a ese chico alegre y enérgico ahora temblando y asustado. Ella... no era capaz de comprender completamente lo que él sentía. Sin embargo, Noa tomó valor. En su mente, no permitiría que esas mujeres sufrieran; no quería cargar con el recuerdo de no haberlas ayudado. Estaba a punto de lanzarse contra los monstruos e intentar salvar a esas mujeres, cuando Keila lo tomó de la mano y lo detuvo.

—Keila, ¿qué haces? ¡Tengo que ayudar! —el terror era evidente en sus ojos.

Ella solo lo miraba, sin soltarlo.

—Suéltame, por favor. ¡Ya casi se las llevan! Yo puedo ayudar, sé que puedo —la voz de Noa temblaba, asustado.

Pero entonces, algo pasó, algo que congeló a Noa.

—N-no vayas —fueron las primeras palabras que dijo Keila.

Esa frase paralizó a Noa. Ya estaba aferrando su lanza con fuerza, pero luego recuperó la tranquilidad al darse cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Se iba a poner en peligro para salvar a esas mujeres, arriesgando su propia vida cuando lo más probable era que esas criaturas lo mataran. Había estado a punto de dejar a Keila sola, sin pensar en las consecuencias.

Ambos esperaron pacientemente hasta que las criaturas se alejaran. Noa aún estaba atónito por lo que había sucedido, pero decidieron acercarse para ver si alguien había sobrevivido. Cuando llegaron al carruaje destrozado, se encontraron con los cuerpos de las dos ancianas y los soldados. Noa era consciente de que sucesos como este serían comunes en este mundo, así que solo le quedó aceptar lo que había pasado y aprovechar al máximo la situación.

Comenzó a rebuscar entre las pertenencias esparcidas. Encontró ropa de mujer en maletas, joyas y diversos objetos, la mayoría manchados de sangre. Al observar la calidad de las ropas y el equipaje, dedujo que eran mujeres nobles, así que sacó todo lo que pudo. De los soldados muertos, solo despojó algunas piezas de armadura y las armas que podía cargar. Se quedó con un par de dagas, ya que las espadas eran demasiado pesadas para él.

Mientras revisaba el contenido, encontró una caja de madera de tamaño mediano que contenía botellas con líquidos extraños en su interior. Supuso que eran pociones, aunque eran muy pequeñas y olían de manera peculiar. Después de eso, ambos continuaron su camino, pero esta vez Noa cubrió a Keila con una capa. Sabía muy bien para qué se habían llevado a esas mujeres con vida; había visto ciertas historias que lo habían enseñado, así que decidió mantener oculta a Keila a toda costa.

Continuaron caminando por el sendero de árboles durante varias horas hasta que la noche llegó. Noa decidió hacer guardia toda la noche para proteger a Keila; no permitiría que esos monstruos se la llevaran como a las mujeres que había visto. La noche fue ardua, y el sueño y el cansancio del día empezaban a cobrar factura en el cuerpo del chico. A pesar de ello, se negó a dormir.

Cuando amaneció, ambos continuaron su camino durante otros dos días. Keila, al observarlo, notó cómo el cansancio comenzaba a afectar a Noa; cada vez estaba más agotado y callado. Un pequeño sentimiento de preocupación despertó en ella; en su interior sabía que no podía permitir que Noa continuara así.

Al caer la noche, Keila se acercó a Noa, que estaba vigilando desesperadamente los alrededores, como si buscara algo. Esto la intrigó, así que lo jaló suavemente sin previo aviso. Noa se sorprendió, pero antes de que pudiera reaccionar, se encontró recostado en el regazo de la chica. Ella lo miraba en silencio, sin mostrar expresión alguna. Después de unos momentos, comenzó a acariciar delicadamente el cabello de Noa.

—K-Keila, ¿qué haces? —preguntó él, confundido—. ¿Por qué me acaricias? ¿Estás triste y esta es tu forma de desquitarte? O... ¿solo notas mi cansancio?

Noa pensó para sí mismo, sintiéndose algo incómodo con la situación.

La chica no respondió; solo lo miró y le dedicó una pequeña sonrisa. A pesar de su confusión por lo que estaba sucediendo, Noa decidió relajarse un poco. A fin de cuentas, su mente no podía darse ese lujo, pero su cuerpo sí.

Después de un rato, Noa continuó la conversación.

—Keila, tienes una voz muy bonita; deberías usarla más... —el sueño comenzaba a apoderarse de él—. Yo te puedo enseñar a hablar... si quieres.

Su respiración se volvía más suave y tranquila; pronto, comenzó a quedarse dormido.

Noa había caído en un profundo sueño. El cansancio acumulado de varios días lo golpeó con fuerza, así que al menos esa noche el chico pudo descansar con tranquilidad, sabiendo que se había esforzado mucho. Mientras tanto, Keila hizo guardia, contemplando el cielo y los árboles que la rodeaban. Sin saberlo, con el paso de los días, una pequeña emoción crecía en su interior, permitiéndole sentir tranquilidad por primera vez.

Al amanecer, Noa se despertó lleno de energía y fuerzas, listo para un día de ardua caminata por el bosque. Junto a Keila, regresaron al sendero. La chica parecía más calmada de lo normal, aunque Noa notó que caminaba más despacio. Recordó que ella había hecho guardia la noche anterior y se sintió mal por haberla dejado en un estado tan incómodo.

Aprovechando el camino, decidió contar el cuento favorito de Keila, al menos eso pensaba él.

El cuento era el de los duendes y el zapatero. Noa interpretaba a todos los personajes, narrando la historia como si estuviera en una obra de teatro. Sus acciones divertían a Keila, pero, por más que ella intentaba imitar la risa, no lograba que saliera nada. Sin embargo, siempre que Noa contaba alguna historia, ella lo escuchaba atentamente.

Pasaron de historia en historia, y antes de que ambos se dieran cuenta, a lo lejos comenzaron a vislumbrar una aldea. Noa interrumpió su narración al ver el pueblo, un sentimiento de alivio lo llenó tanto que las lágrimas comenzaron a asomarse a sus ojos. Había pasado tanto tiempo, tantos días sin ver a más humanos. De repente, se cayó de rodillas, lo que hizo que el sentimiento de preocupación regresara a Keila.

—¡Mira! —señaló la aldea—. ¡Lo logramos! ¡Sí, lo logramos! —Noa comenzó a llorar.

Keila se acercó a él, algo alterada, sin saber qué hacer. ¿Por qué lloraba? Habían encontrado la aldea, ¿no era eso algo bueno? Se preguntaba si había hecho algo mal. No sabía cómo hacer que el chico dejara de llorar. Lo que ella no comprendía era que, durante todos esos días y semanas, Noa había guardado un miedo inmenso. El simple hecho de haberse despertado en medio de la nada, junto a una chica que no conocía y a la que jamás le había dirigido la palabra, lo aterraba. Vivía en un constante temor de no poder sobrevivir. Incluso había llegado a pensar que Keila solo era un producto de su imaginación.

Noa aún era muy joven para enfrentar esto. Tenía miedo de no poder protegerla y de no ser capaz de cuidarse a sí mismo. Sabía que era débil, pero aún así se levantaba cada día para poder darle de comer a esa chica que, aunque no hablaba ni se expresaba, siempre le hacía compañía. La masacre perpetrada por aquellos monstruos y el hecho de no haber podido hacer nada para ayudar a esas mujeres lo consumían cada vez más.

Sin embargo, todo ese peso se desvaneció al ver la aldea. Había dado el primer paso para cumplir su promesa; había logrado cuidar de la chica y de sí mismo todo ese tiempo. Se sentía muy feliz. Tras reflexionar sobre todo lo que había pasado, Noa se levantó y miró directamente a los ojos a Keila.

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—Keila... gracias por ser mi compañera —se secó las lágrimas—. Desde ahora, me haré fuerte.

Keila lo miró con un poco de confusión, pero decidió no decir nada. Pensó que era lo mejor. Pronto ambos se pusieron en marcha, asegurándose de estar bien preparados, ya que no sabían cómo reaccionarían los humanos al verlos. Bueno, al ver a Keila, porque su cabello color plata y sus ojos blancos podrían hacer que la confundieran con algo no humano. Noa decidió ser precavido.

Ambos se adentraron en la aldea cubriendo sus rostros con capas improvisadas de tela oscura. Noa era el más asustado en esa situación, temeroso de cómo reaccionaría la gente al ver a dos forasteros. Por ello, ambos evitaban a quienes intentaban hablarles o interactuar con ellos, sobre todo cuando algún adulto se daba cuenta de que uno de esos dos muchachos era una mujer. Decidido a no correr riesgos, Noa entró en un callejón junto a Keila.

Cuando ya no los miraba nadie, pudieron estar más tranquilos, sobre todo Noa, que tenía la ansiedad por las nubes.

—¿Keila, estás bien? ¿Alguien te tocó? —preguntó el joven con desesperación. La chica solo negó con la cabeza.

—Qué bueno... no sabes lo asustado que estaba. Tuvimos mucha suerte de que nadie pidiera algún tipo de identificación —suspiró con alivio.

—¿Dónde estamos? —preguntó Keila, ya que no entendía bien lo que había sucedido.

—Esta es una aldea, Keila. Necesitamos buscar algún tipo de ayuda y un lugar donde podamos quedarnos todo el invierno —respondió el joven, aún cansado después de haber corrido por media aldea—. Será mejor que no llamemos la atención... —comenzó a desgarrar una prenda, convirtiéndola en una venda—. Toma, envuélvete el torso. Hazlo lo más ajustado que puedas.

—¿Para qué? —era claro que la joven no comprendía por qué debía ocultar sus pechos.

—Para que piensen que somos varones. Si no me equivoco, las mujeres bellas pueden ser vendidas como... —el chico no terminó la frase, horrorizado solo de pensarlo—. Solo es necesario, ¿ok? Tranquila, yo te cubriré para que nadie vea. Yo tampoco miraré —añadió, un poco avergonzado.

—Está bien —respondió Keila, sin reprochar la petición de Noa. Aunque aún no entendía del todo su preocupación, sabía que había un motivo importante detrás de ello.

Tras un rato en el callejón, ambos salieron con más tranquilidad para explorar la aldea. Después de unas horas recorriendo las calles, Noa se dio cuenta de que podía entender perfectamente a los humanos, aunque no podía leer su lenguaje. Era algo extraño para él, ya que sentía que todo lo que escuchaba se traducía en su mente. Lo mismo le ocurría a Keila, que parecía estar bastante conforme y tranquila, como siempre.

La noche comenzaba a caer y la gente regresaba a sus casas. Los puestos cerraban y los pocos guardias que había salían a hacer guardia durante toda la noche. Noa y Keila evitaban a los soldados para no causar sospechas o malentendidos; era necesario encontrar un lugar donde poder dormir esa noche. El chico se sentía preocupado por no poder ofrecerle un techo a la chica.

Finalmente, tras reunir valor, decidió preguntar a un soldado sobre un lugar donde pudiera vender lo que tenía [https://img.wattpad.com/5bc3f49fc855beebbe467266068e9b3035fc94ab/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f6a67462d4f7059414b48694d4e413d3d2d313436333939363532352e313765633061376539666461353163343738313633323131313131392e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

Finalmente, tras reunir valor, decidió preguntar a un soldado sobre un lugar donde pudiera vender lo que tenía. Después de algunos momentos de intentar explicarse, el soldado le señaló un edificio donde podía vender sus pertenencias. Aliviado, Noa corrió junto a Keila hacia el lugar indicado.

Al llegar, se encontraron con un gran edificio rústico de madera y ladrillos de piedra. En la entrada, una gran cartelera decía algo en otra lengua. Al interior, Noa vio a un número considerable de hombres y mujeres que apestaban a alcohol. Cuando los jóvenes decidieron entrar, nadie les dirigió la mirada; todos seguían bebiendo.

Con algo de miedo en el cuerpo, Noa se acercó al que parecía ser el recepcionista. Era un hombre que también olía a corral, con un cuerpo robusto, grandes barbas y poca cabellera. Además, parecía ser ciego de un ojo. Noa sabía que tenía que entablar una conversación con él.

—D-disculpe, señor, me gustaría saber si puedo vender lo que tengo en este lugar —dijo Noa, nervioso ante la imponente figura del sujeto.

—Si quieres vender tu basura, tendrás que esperar hasta mañana. Ahora solo me encargo de atender este bar —la voz del hombre era ronca y dura.

—Pero... no podemos esperar hasta mañana. Mi hermano está enfermo y dormir afuera lo matará —mintió, intentando persuadir al sujeto. Sin embargo, este parecía enfadarse aún más.

—Si quieres, puedo enseñarte lo que traigo. Son estas piedritas que extraje de unos monstruos —estaba a punto de sacar su bolsa cuando el sujeto lo detuvo.

—Si quieres salir vivo de aquí, será mejor que no la saques. Si tanto quieres una habitación, te puedo dar la última, pero mañana pagarás el triple. ¿Entendido? —El hombre soltó el brazo de Noa, y en el fondo, parecía estar... preocupado.

—S-sí, entiendo. Muchas gracias —respondió el chico, recibiendo una llave de parte del hombre.

—Es en el segundo piso, al fondo. Ve de una vez y llévate a ese chico enfermo —el hombre mantenía una actitud dura y hostil, pero cuando vio que Noa comenzaba a alejarse, lo sostuvo fuertemente del brazo y le susurró al oído—: Será mejor que apestes a la chica. Te la quitarán si no lo haces.

Finalmente, el hombre soltó al chico, quien parecía algo asustado

Noa subió al segundo piso junto a Keila. Al entrar a la habitación, se encontró con un lugar completamente sucio: el suelo era pegajoso y olía a desechos, había telarañas en las paredes y la cama estaba cubierta de suciedad y un mal olor penetrante. Para colmo, el único baño era una cubeta de madera en el suelo.

Para colmo, el único baño era una cubeta de madera en el suelo [https://img.wattpad.com/588d1e4a339085f8cc3ed4a57c9e8c0af6736e2c/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f3150664b6a6531616676306b56673d3d2d313436333939363532352e313765633061383833393034346635623330313432393236323635312e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

—Vaya, qué basura... Perdón, Keila, pero es lo mejor que podemos conseguir ahora —dijo el chico, decepcionado consigo mismo. Era evidente que aquel lugar era mil veces peor que el bosque, pero ya no era seguro acampar.

—Está bien —respondió ella, sin mirar lo malo. Claro que el lugar apestaba y estaba sucio, pero no quería que Noa se sintiera inútil. Él era quien más se esforzaba por darle lo mejor.

La noche pasó con aparente tranquilidad, al menos para Keila, que dormía plácidamente mientras Noa le tapaba los oídos para que no escuchara los gemidos que provenían de varias habitaciones. Fue una noche dura para él, pero no dejaría que ella escuchara a esos cerdos fornicando.

Al salir por la mañana, ambos se levantaron de inmediato y bajaron a pagar lo que debían al hombre de la noche anterior. Para su sorpresa, quien atendía la barra ahora era una señora bastante demacrada, con el cabello seco y un rostro descuidado. Noa no era de aquellos que juzgaban por el aspecto. Desde pequeño, siempre había sido instruido para ser agradecido con las mujeres, ya que para él, ellas eran la razón de vivir de un hombre. Así que, siendo respetuoso, se acercó a la señora para intentar llegar a un acuerdo y, de paso, obtener información sobre el lugar.

—Disculpe, señorita, me gustaría pagar lo que debo, pero antes agradecería que pudiera comprar lo que llevo —dijo Noa, sacando la bolsa de piedrecillas. El bar estaba casi vacío, así que no tuvo problemas en mostrar su mercancía.

—Tú eres el chico de ayer, ¿verdad? Mi esposo me habló de ti y de tu hermano. También me mencionó lo que planeas venderme. Si es así, dime, ¿qué cantidad tienes? —la señora parecía algo desganada, y era evidente que le fastidiaba tener al chico frente a ella.

—Tengo cuarenta y cinco de las piedrecillas. ¿Cuánto me podría ofrecer por todas? —preguntó Noa, preocupado por recibir una miseria.

—Con esa cantidad... serían cuatro nevis y diez brunels. Esa es la mejor oferta que te puedo hacer, niño —su voz sonaba irritada, pero sincera; no intentaba engañar al joven.

—Emmm, ¿me podría explicar cómo funcionan sus monedas? Es que mi hermano y yo venimos de una aldea lejana y no sabemos cómo funciona el dinero... —dijo, disfrazando la verdad. Su persuasión parecía tener efecto, pero la señora parecía más atenta a Keila, que se tapaba el rostro con la capa.

La señora suspiró con fastidio. —Está bien, chico. Cada una de estas piedras tiene un valor de dos brunels, y veinte brunels equivalen a una moneda nevis. Por lo tanto, quince nevis son el valor de un radion. —Mientras hablaba, colocó una moneda de bronce, otra de plata y la última, que debía ser de oro, la representó con una piedra, explicando así el valor de cada moneda al chico.

—Entiendo... muchas gracias, señorita. Le venderé todas las piedras —dijo Noa, mientras calculaba en su cabeza que todo estaba bien. Al recibir el pago, sintió una ligera felicidad en su interior. —De nuevo, gracias. Ahora podré pagar la medicina de mi hermano —mintió, comenzando a irse. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que la señora lo detuviera.

—¿Pasa algo, eh? —preguntó, sintiéndose algo nervioso por la cercanía de la mujer.

—¿Acaso pensabas irte sin pagar? La noche te costará un nevis —dijo ella con un tono algo amenazante.

—C-claro... —Noa le pagó lo que debía, notando cómo la mujer metía un tipo de frasco en uno de sus bolsillos. El mal olor del contenido llegó a su nariz. —¿Pero qué... por qué?

—Tu hermano es muy vulnerable en este lugar. Será mejor que se vayan de esta aldea lo antes posible, chico. Los muchachos como él siempre son los primeros en ser elegidos... Ahora vete y no vuelvas —explicó la mujer, aludiendo a que ya sabía que Keila era una chica. Esta revelación mantuvo a Noa en alerta.

Después de esa extraña experiencia, ambos se alejaron del lugar, dirigiéndose a donde fuera más seguro. Todo lo que había sucedido hizo que Noa comprendiera que, si personas así le advertían de los peligros de llevar a una chica tan bella como Keila, era de suponer que algo malo sucedería si se quedaban. El chico se sentía desanimado; por fin habían encontrado un lugar donde podrían quedarse, pero solo era una trampa esperando pacientemente a activarse. Así, evadiendo a los soldados que se encontraban, lograron salir de la aldea, que no contaba con muchas mujeres adultas ni con niños o niñas.

Aún sin entender mucho, se alejaron cada vez más, pues lo que sucedería al caer la noche habría explicado por qué esos adultos les dieron tales advertencias.

Noa y Keila se encontraban acampando a una distancia no muy lejana de la aldea. El chico cocinaba lo que podía, mientras que la chica, de alguna manera, se mantenía atenta a lo que podría pasar a su alrededor. De pronto, Keila señaló una columna de humo a la lejanía. Cuando Noa se acercó para ver, se dio cuenta de que la aldea de la que habían escapado horas antes estaba en llamas. Desde su posición, era evidente lo que estaba ocurriendo: eran los mismos soldados quienes peleaban contra ladrones y secuestradores. Noa observaba horrorizado cómo las personas eran asesinadas y los niños eran capturados y arrastrados por caballos en cárceles de madera. En ese instante, pensó por un momento en bajar, pero rápidamente esa idea se desvaneció. Entonces, agarró a Keila, apagó la fogata y huyó hacia las profundidades del bosque. Tomar esa decisión sería algo de lo que se arrepentiría durante mucho tiempo.

Ambos corrían; Noa llevaba a Keila de la mano, atravesando los árboles. Ella estaba confundida por lo que estaba sucediendo; en su mente, no comprendía por qué corrían ni por qué Noa mostraba tanto miedo en su mirada. Aún era muy inocente para entender lo que aterrorizaba al chico. Noa no permitiría que eso sucediera. Eran esclavistas que se llevaban a los niños y niñas, y si llegaban a ser capturados, él no podría hacer nada. Así que no pararía de correr hasta asegurarse de que ambos estuvieran a salvo. La luna era menguante y la noche, bastante oscura. Sin embargo, si había secuestradores en los alrededores, una antorcha o cualquier tipo de luz podría traicionarlos... Pero la oscuridad siempre será traicionera.

Al correr a tanta velocidad, sin ver bien lo que tenían delante, no pasaría mucho tiempo antes de que ambos cayeran por un acantilado. Antes de darse cuenta, Noa ya tenía a Keila en brazos, decidido a recibir el impacto. El viento y la sensación de caer lo abrumaban. ¿Cómo sobreviviría a tal caída? Pero no podía hacer más que abrazar a Keila para protegerla del golpe. Todo parecía suceder más lentamente ante sus ojos; las ramas impactaban contra él, abriendo heridas profundas en sus brazos y piernas. El suelo estaba cada vez más cerca. ¿Por qué no se había dado cuenta antes? ¿Por qué fue tan idiota?

Finalmente, el suelo impactó contra él, pero jamás soltó a Keila. El golpe de la caída los hizo desmayarse.

La mañana llegó para ambos. Keila solo recordaba cuando Noa la abrazó al caer. Se encontraba a un costado de él al despertar, aún confundida por todo y tardando un poco en recobrar la conciencia. Notó un olor extraño, y fue entonces cuando pudo ver el estado en el que se encontraba el chico.

Sus brazos estaban desgarrados y tenía varias heridas en las piernas; la sangre manchaba toda su ropa y el suelo. Keila no entendía. Su rostro no mostraba emoción ni tristeza, pero en su mente sabía que algo malo estaba sucediendo. Se acercó a Noa para verlo mejor, moviéndolo como si quisiera que despertara. Sus movimientos se volvían cada vez más apresurados conforme pasaban los segundos. Antes de que se diera cuenta, sus manos ya estaban teñidas de rojo.

En ese momento, sus ojos se tornaron de un color celeste. Intentaba despertarlo a como diera lugar, sintiendo por primera vez el miedo, un sentimiento que no comprendía y que tampoco le gustaba. Se detuvo al ver que la sangre brotaba más y más.

—Noa... despierta. —Su voz estaba llena de preocupación—. Noa... despierta, por favor.

Ella yacía de rodillas junto a Noa [https://img.wattpad.com/703f025629d1be7f72caba0a639bbc9ae9505d43/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f585a4937514a31746b3066354e673d3d2d313436333939363532352e313765633061393431643665306234613738383134343836393134342e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

Ella yacía de rodillas junto a Noa. ¿Cómo podría entender la muerte? ¿Qué era la muerte? ¿Acaso era ese sentimiento de molestia que había sentido cada vez que él cazaba una ardilla, o simplemente cuando dormían? Noa jamás le explicó cómo funcionaba la muerte; le habló de ella, de que era un estado en el que... ya no se podía despertar.

Pasaron minutos, hasta que recordó algo: el chico tenía un sonido, algo que ella no poseía. Ese sonido siempre se escuchaba cuando ambos dormían. Se acercó a su pecho y se colocó para escuchar. El sonido no se había ido. Era débil y silencioso, pero seguía allí. Tenía conocimiento de que ese sonido se dejaba de escuchar en las ardillas que Noa cazaba. De alguna manera, sabía que Noa no había muerto, pero si el sonido desaparecía, él no despertaría. Eso la angustió.

—¿Qué... hago? —Preguntó, asustada. Por primera vez, sentía un miedo abrumador, y el no saber qué hacer la confundía y frustraba aún más. Todo lo que sentía en ese momento era nuevo y aterrador para ella, pero aun así mantenía un semblante vacío.

Las horas pasaron sin que pudiera hacer nada por el chico que tanto la cuidó durante todo ese tiempo. No entendía qué hacer ni cómo atender las heridas de Noa, así que solo tomó unos pedazos de tela para cubrir la sangre. La noche comenzaba a caer nuevamente; el bosque se tornaba cada vez más oscuro y frío. Rápidamente, se tapó junto a Noa. Ni siquiera sabía cómo hacer una fogata, y con cada segundo, la oscuridad los envolvía más y más. Ella era demasiado débil para hacer algo...

Pronto, el hambre llegó a ella y decidió revisar la mochila de Noa. Dentro, encontró trozos de carne seca y unas cuantas frutas, pero además de todo eso, también vio algo que le intrigó: era el celular de Noa. Recordaba que él siempre lo miraba de vez en cuando. No sabía bien por qué, pero le dio curiosidad. Cuando se recostó junto al joven, accidentalmente encendió el aparato, sorprendida por la luz que irradiaba. No entendía los símbolos extraños que aparecían en la pantalla, ya que no sabía leer ni escribir, así que no comprendía lo que tocaba. Sin más que hacer, comenzó a juguetear y manipular la pantalla. Pronto se dio cuenta de que la pantalla se movía al roce de sus dedos.

Después de un buen rato explorando, accidentalmente tocó el ícono de la linterna. De pronto, una luz blanca salió del dispositivo, y ella se mostró aún más confundida, sin saber cómo desactivar la luz. Con todo ese movimiento, la luz resonó en todo el bosque. Cuando finalmente logró cubrirla con la manta, pareció más tranquila.

—Eso fue... aterrador... —dijo con un tono serio y una expresión de sorpresa—. Noa, no despiertas... ¿qué hago? —Aún no sabía qué hacer; además, sus ojos continuaban de un azul intenso, reflejando tristeza.

Pronto, se volvió a acostar, pero entonces escuchó que algo se acercaba con cautela. Su miedo se intensificó al ver dos luces de fuego que se acercaban entre la espesa oscuridad del bosque. No podía huir sin Noa, tampoco tenía con qué defenderse. La tensión creció en su interior. Cuando las luces estaban lo suficientemente cerca, pudo ver que eran un adulto y una chica que le apuntaba con un arco. No sabía cómo o qué responder; simplemente se puso delante del aún inconsciente chico. Pronto, el adulto le preguntó algo a Keila.

—Muchacha, ¿el chico que proteges aún continúa con vida? —preguntó el hombre con una voz ronca y envejecida [https://img.wattpad.com/e1173ebcada59332006c75704888462f0b3ca153/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f36384a32416561484a34464c33513d3d2d313436333939363532352e313765633061396532363362663763653634383031393931363236382e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

—Muchacha, ¿el chico que proteges aún continúa con vida? —preguntó el hombre con una voz ronca y envejecida.

Keila seguía en alerta, mirando atentamente a la chica del arco.

—Sí... él aún vive... —respondió, su expresión era vacía, pero la verdad se reflejaba en sus palabras.

—Puedes estar tranquila; solo vengo a ayudar. Mi hija cargará al muchacho. Ambos pueden venir a mi casa... seguro pasaron por mucho —dijo el hombre, indicando a su hija que se acercara.

Keila miró a la chica, suspicaz.

—No le harás daño... —declaró con firmeza, sin confiar del todo en ella.

—Puedes calmarte, mi padre les ayudará. Gracias por llamarnos con esa luz, sacerdotisa; prometo que no lo lastimaré —respondió la chica, mostrando una sonrisa sincera mientras acomodaba a Noa en su espalda.

Keila no comprendía del todo por qué estaban allí para ayudarles, pero se sintió agradecida. Sabía que no podría haber hecho nada por sí sola en aquel oscuro bosque. La curiosidad que la llevó a encender el celular y la suerte de que alguien había visto la luz la habían salvado. Después de unos minutos de caminata, llegaron a una explanada donde al fondo había una cabaña de madera rústica y acogedora. De alguna manera, ambos habían logrado llegar a un lugar seguro.

En ese momento, un extraño sentimiento de tranquilidad rodeó a Keila [https://img.wattpad.com/c31e41233283fdb71a3b135964fa69b084528192/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f6e51777251394d7334736b334c773d3d2d313436333939363532352e313765633061613836343132633166313739313531323734363634362e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]

En ese momento, un extraño sentimiento de tranquilidad rodeó a Keila. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió aliviada y segura.