Capítulo 2: Los Hermanos Chernikov
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En un largo pasillo adornado con pinturas y todo tipo de esculturas e reliquias antiguas colgadas en las paredes de enormes ladrillos de una roca blanquecina y brillante, junto a una alfombra qué se posaba sobre el suelo de madera se podía escuchar un parloteo, perteneciente a alguien de voz grave pero joven.
— Nah, tienes que escucharme bro. La clave está en aliarnos con otros reinos y comerciar… ¡Tenemos un montón de minas sin explorar! Imagina tan solo, la cantidad de ayuda y mejoras que podríamos instalar en los pueblos, si tan solo abrimos un poco más… “La mente” ¡Vamos, Konstantino, sé que me entiendes!
Decía entusiasmado un hombre alto y ligeramente musculoso, con un par de lentes de sol, una elegante camisa roja con dos botones desabrochados mostrando su vello en el pecho, cabello negro con mechones castaños, en un peinado desordenado, con un corte de cabello medio largo y ojos azules oscuros. Entonces con una risa suave y elegante comunicada por un hombre delgado, con un peinado dividido a la mitad adornado por su cabello negro profundo, y bien vestido con saco, chaleco, camisa y corabata e ojos igualmente azules, solo que menos alto que su compañero de charla, sostenía una copa de lo que parecía ser vino y contestaba.
— Reconozco tu entusiasmo, pequeño Linway. Pero debes comprender que no todo se trata acerca de riquezas, incluso si es para un objetivo noble... —
Entonces, por el pasillo, al lado contrario, se escuchaba un canto alegre. Louisse, caminaba con alegría mientras cargaba un par de palomas que parecía haber casado con su lanza, mientras Sombrita, en sus colmillos cargaba una lagartija.
— ¡Señorito Louisse, por favor, está ensuciando la alfombra, tiene los zapatos todos llenos de tierra lodosa! —
Decía una mujer de estatura baja con pelaje por todo el cuerpo, dos orejas bien largas y esponjosas, y una cola pomposa; Una mujer-bestia conejo, la cual vestía un vestido de sirvienta, lleno de volantes blancos de encaje adornando la tela negra
— ¡No te preocupes Mishka, lo limpiaré yo después! Primero es la comida, después lo demás ¿Verdad, Sombrita? —
— Miau! —
Dijo con amabilidad Louisse, dirigiéndose a la aparente sirvienta, mientras parecía que Sombrita le comprendía, al reafirmar las palabras de este mismo.
— ¡Oh, pero...! Señorito, la cena está en la cocina... Me encargué de preparar filete de ciervo con manzana agridulce, salsa de bayas rojas y arándanos con nueces fritas! —
Dijo, continuando enlistando todo el banquete que tenía para esa noche, mientras seguía intentando seguirle el paso a Louisse
— ¡Suena muy rico, Mishka! Pero lo siento, no puedo comer eso... Cazo mi propio alimento, y el de Sombrita. Así, mi conexión con la tierra es más amplia, así puedo pedirle perdón y a la vez agradecerle por el alimento —
— P-Pero señorito —
Dijo con seguridad Louisse, así como diariamente lo hacía, haciendo hincapié en que, solamente así podía desearle eterno descanso a aquellas bestias a las cuales tenía que sacrificar para poder alimentarse, y Mishka intentaba hacer obedecer a Louisse, pues siempre preparaba comida para el de niño, y desde hace unos meses que adoptó esa ideología. Entonces, se cruzó frente a sus dos hermanos; Linway y Konstantino.
Enseguida, Konstantino se detuvo de su charla, y tomó del hombro a Louisse, quien frente a ellos, se veía enano a comparación.
— ¡Y hablando de! Ven aquí, pequeño Louisse. Quiero que también escuches lo que le diré a Linway —
Louisse y Sombrita voltearon a ver a Konstantino, algo confundidos, y enseguida Louisse intentó escapar dando sus razones
— Estaba de camino a la cocina, Konstantino... ¿Puede ser después? —
Con su autoridad como hermano mayor, pero de forma suave, Konstantino colocó su palma sobre la espalda de Linway y Louisse, y comenzó a llevarlos entre los largos y amplios pasillos hasta el comedor y la cocina
— Puede ser en la cocina, pero escucha con atención, Louisse —
Ambos seguían a su hermano mayor, más sin embargo Louisse miraba con recelo a Linway, ahora por algo el no hizo, iba a recibir uno de esos sermones. Mientras tanto, Linway disfrutaba de hacer la mímica con su mano de robarle la lagartija de la boca a Sombrita, la cual le lanzaba zarpasos para que no tocara a su presa. Como respuesta a esto, Louisse miraba a Lonway con la mirada de recelo que le aprendió a Celeste.
En el camino, dentro de el comedor, sentado hasta el final de la gran mesa, se encontraron a un hombre alto de cabello color crema con cuernos de ciervo, ojos negros y un traje marrón con corbata roja; Otro semibestia, el cual se encontraba revisando unas cartas. En cuanto el trío se acercó, guardó las cartas y observó con atención, Louisse se dirigió a la cocina, que se encontraba detrás de una barra justo frente a la mesa del comedor, Konstantino y Linway se sentaron frente a frente, justo a un lado de el hombre ciervo.
— Oh, buenas noches, Cerwyn. Disculpa que te interrumpamos, pero debo de hablar de algo muy importante con mis hermanos —
Dijo Konstantino, agitando su mano en un saludo, mientras Cerwyn volteaba hacia el, y le sonreía
— No te preocupes, Konstantino. Ahora mismo te dejo en privacidad con tus hermanos —
Dijo levantándose de la mesa, y comenzando a recoger sus cartas, más sin embargo Konstantino lo detuvo tomándole el hombro
— Oh, no. No te apures, Cerwyn. Quédate. Nadie sabe más de tradición qué tu —
Cerwyn, aunque algo confundido, asintió y volvió a sentarse. Mientras tanto, Louisse ya había comenzado a desplumar las palomas y a preparar su comida. Konstantino, tras asegurarse de que todos estaban atentos, tomó la palabra.
—Lo que dijiste antes, Linway— comenzó con seriedad —no podemos tomar decisiones en nombre de nuestro pueblo sin entender las consecuencias. Somos un país libre, y la única razón por la que somos considerados nobles es por nuestra relación con las hadas, pero no más que eso. No somos reyes ni señores feudales.—
Linway frunció el ceño, claramente desconcertado por las palabras de su hermano.
—Nuestro padre repartió las tierras entre los humanos, los Feralis y los Malakai para evitar conflictos y mantener la paz. No cobramos impuestos ni nos apropiamos de lo que no es nuestro. Si empezamos a explotar recursos en nombre de nuestro gobierno, corremos el riesgo de generar resentimiento y conflictos. Las hadas nos han advertido que la riqueza trae corrupción. Si los pueblos deciden comerciar, debe ser por su propia voluntad, no por la nuestra.—
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Louisse, al principio, había estado distraído con la preparación de su comida, pero las palabras de Konstantino empezaron a resonar en él. Linway, por su parte, no pudo evitar expresar su frustración.
—Pero, ¿no vale la pena arriesgar un poco si con ello podemos mejorar sus vidas?— replicó. —No estoy diciendo que seamos corruptos. Si organizamos el trabajo, podríamos mejorar la infraestructura, la educación... Estoy seguro de que todos estarían más felices.—
Cerwyn, que había escuchado pacientemente hasta ese momento, intervino con voz suave pero firme.
—Joven Linway— comenzó —tu espíritu es admirable, pero debes recordar que lo que hemos logrado no fue fácil. Unir a los Feralis y a los Malakai, seres que vivieron en guerra por siglos, es un logro sin precedentes. Aunque hay paz, sus costumbres y territorios siguen siendo sagrados para ellos. Si interferimos demasiado, podríamos desestabilizar todo lo que hemos construido.—
Linway, aunque frustrado, no pudo evitar asentir ante la lógica de Cerwyn. Su hermano Konstantino le dio una palmada en la espalda.
—No te desanimes, hermano. Encontraremos una manera de incorporar tus ideas sin sacrificar lo que hemos logrado— dijo con una sonrisa.
Mientras tanto, Louisse había terminado de preparar su comida y había desollado la lagartija para que Sombrita pudiera disfrutarla. El joven miraba de reojo la conversación entre sus hermanos, mientras concentraba su atención en cocinar su propia comida, sumido en sus pensamientos.
—Ahora bien, Cerwyn— dijo Konstantino levantándose. —Hay algo más, y urgnete, de lo que quiero hablar contigo en privado. Vamos a mi despacho.
Ambos se levantaron y salieron del comedor, dejando a Louisse y Linway solos. El silencio reinó por un momento, solo interrumpido por el sonido del agua hirviendo y el suave crujido de la leña, y enseguida otro chico entró a la habitación: Se veía en un punto medio de edad entre Linway, quien aparentaba tener veinte años de edad y Louisse, quien parecía tener dieciséis. Era algo alto, aunque no tanto como Linway, mientras que su ropa era algo elegante pero desalineada a la vez: Vestía de una camisa blanca con corbata roja, pero sobre si, traía una capa roja con líneas negras, y unos pantalones de cuero junto a unas botas negras. Su cabello era grisaceo y corto, aunque con bastante volumen qué lo hacía ver más largo. Al igual que sus hermanos, sus ojos eran azules, pero eran un poco más abiertos y alegres como los de Louisse.
— Ushh... Parece que los regañaron por incultos haha —
Dijo, acercándose a la silla frente a Linway, extendiendola hacia afuera y sentándose con las piernas abiertas, en una forma bastante carente de etiqueta.
— ¡Hola, Francois! Hmmm, ¿por que te preocupas tanto por la organización del reino, Linway? Todavía te faltan muchos años para tomar el mando así como Konstantino... Además, no pensé que serías así de aburrido —
Preguntó Louisse, mientras le daba de comer los huesos de la lagartija a Sombrita con su propia mano
— Ahh... Pues, es que... A este lugar le falta estilo, solo eso haha —
Dijo Linway, cruzando los brazos y cerrando sus ojos con una amplia sonrisa hacia su hermano menor.
Francois escuchaba con atención a sus dos hermanos, pero al ver el silencio, mientras Louisse se daba la vuelta a seguir cocinando, y al no tener nada más de lo que charlar, Linway también abandonaba la habitación caminando con extravagancia, despidiendose chocando el puño con Francois
— ¿Y bien, Louisse. Donde te perdiste todo el día? Siento no haberte acompañado hoy, pero tenía que entrenar con el hacha de batalla. Todavía hay muchas fallas en mi técnica —
Decía Francois, sobandose los moretones de los brazos, enseguida Louisse sacó los pollos de el agua y los empezó a emplatar con emoción
— No me vas a creer lo que hice hoy... ¡Toqué un dragón con mis propias manos! —
Francois sonrió, pareciendole tiernas las "mentiras" de su hermano
— ¿Ajá? ¿Y después lo montaste y recuperaste un tesoro escondido? —
Dijo con esa ancha sonrisa, de forma burlona. Louisse le miró con algo de recelo
— Hmmm... ¡Si vi un dragón! Aunque la verdad es que no lo toqué... ¡Pero estuvimos cerca!, ¿verdad Sombrita? —
La gatita negra maulló mientras seguía masticando los huesos de la lagartija. Louisse llevaba los platos a la mesa, compartiendole una de sus aves a su hermano, el cual le agradeció enseguida
— Haha... No te creo ni un poco. Cuéntame a detalle que se supone que viste —
Louisse se notaba molesto por la incredulidad de su hermano, pero aún así extendió su explicación
— Pasa qué, vimos un dragón volar en el cielo, y se posó en una montaña la cual escalé, ¡Mira! Por eso estoy lleno de tierra y raspones —
Dijo extendiendo el brazo y arremangandose la camiseta, mostrando varios raspones y moretones. Francois prestaba atención y dejaba que hablase abiertamente sin interrumpir
— Entonces, una elfa de mi edad, jinete de dragón, apareció detrás del dragón y me regañó... Después la ayudé a poner un campamento pero tuve que irme, pues sus amigos estaban a punto de llegar —
Francois se mostraba interesado, pero aún un poco incrédulo por la normalidad con la que le contaba la anécdota
— Hmmm ¿Jinete de dragón? Haha... Eso suena a un título muy alto para una niña —
Louisse parecía frustrarse más viendo que su hermano seguía sin creerle, así que golpeó con ambas manos la mesa y con una sonrisa desafiante observó a Francois
— ¡Pues entonces le diré que venga con su dragón, y te comerás tu incredulidad con papas! —
Francois soltó unas leves risas burlonas a su hermano menor y siguió devorando las piezas de ave que su hermano le sirvió, mientras Louisse le regalaba una ala a Sombrita, quien igualmente estaba sentada una silla pequeña frente a la mesa. Louisse comenzó a colocarle un babero a Sombrita
– Bien, entonces cuando vea ese dragón con mis ojos te creeré haha. Mientras tanto, termina de cenar y ve a dormir, ya es muy tarde. Gracias por el pollo hermanito, nos vemos mañana —
Dijo, terminando de másticar y marchandose de la habitación.
Enseguida, Louisse y Sombrita se terminaron su ave igualmente y se marcharon hacia sus habitaciones... En los pasillos, Louisse se encontró a Mishka limpiando las manchas de tierra que este mismo había dejado hace una hora. Este se disculpó y le sonrió a Mishka, dándole unas caricias en la cabeza y finalmente entrando a su habitación a dormir, aunque le costó bastante por las cosas increíbles que había vivido hace unas horas, pero de tanto soñar despierto termino quedándose dormido.
Por la mañana, un sonido agudo y rechinante despertó a todo aquel que estuviese dormido en el castillo:
A la mañana siguiente, un sonido agudo y fuerte despertó a todo el castillo: goblins, orcos y todo tipo de Malakais lanzaban piedras a las ventanas y agitaban palos en el aire mientras cantaban un himno extraño en su lengua, que Louisse y Francois no comprendían. Pero Konstantino y Linway, que conocían algo de esa lengua, interpretaron el mensaje: "Somos fuertes, y tomamos lo que nos pertenece."
Louisse y sus hermanos se asomaron por las ventanas del castillo y vieron al frente de la turba a un enorme orco, Tarok, líder de los Malakais.
Asustados, los hermanos salieron de sus habitaciones para investigar qué estaba ocurriendo, pero Konstantino los detuvo antes de que pudieran salir al patio.
— Quédense aquí. Yo hablaré con ellos. —
Con una mezcla de miedo y determinación, Konstantino ordenó a Mishka que vigilara a sus hermanos, quienes aceptaron no por temor a ella, sino por respeto a su autoridad.
Konstantino salió del castillo y caminó hasta el puente donde los Malakais esperaban, claramente enojados.
— ¡Calma! Por favor, calma. Ya estoy aquí. Díganme cuál es el problema. —
Tarok dio un paso al frente y respondió con su voz grave y ronca:
— ¡Konstantino! ¡Los Feralis nos están molestando! —
Konstantino, confundido, preguntó de qué hablaba.
— ¡Gente perro y gato poner campamentos frente a nuestras tierras! ¡Nos están invadiendo! —
— ¿Qué? —
Tarok explicó que los Feralis, un grupo que habitaba en las tierras cercanas, estaban instalando campamentos en territorio que los Malakais consideraban suyo. Pero Konstantino seguía sin entender del todo.
— ¿Por qué están allí? ¿Qué buscan? —
— ¡Nosotros no saber! ¡Pero si no se van, atravesaremos sus cabezas en nuestras lanzas! —
El tono de Tarok era cada vez más amenazante, y los Malakais comenzaron a corear "¡Cabezas en lanzas! ¡Cabezas en lanzas!" Konstantino levantó las manos, intentando calmar a la turba.
— Está bien... Ordenaré a los Feralis que regresen a su territorio. Ahora, por favor, vuelvan a sus asentamientos. —
Los Malakais comenzaron a retirarse, repitiendo su amenaza mientras se alejaban.
Al regresar al castillo, Konstantino fue recibido por una avalancha de preguntas de sus hermanos, pero él, abrumado, les dijo que no se preocuparan, que todo estaba bajo control. Sin embargo, no les dio detalles para evitar que intervinieran.
Louisse, Francois y Linway se reunieron en privado para discutir lo que habían escuchado sobre los Feralis. Aunque Louisse seguía sin interesarse demasiado en la política del reino, propuso volver a la montaña donde había conocido a Celeste, la jinete de dragón, para preguntarle si sabía algo sobre el conflicto. Por supuesto, era más una excusa para verla de nuevo que una verdadera misión.
Linway, por su parte, decidió ir a hablar con los Malakais para obtener más detalles sobre el problema, mientras que Francois optó por visitar a los Feralis y averiguar su versión de los hechos.
Los tres hermanos se despidieron, tomaron sus armas —Louisse con su lanza tallada, Francois con su hacha de batalla y Linway con su garrote de madera oscura— y se separaron, cada uno decidido a investigar por su cuenta para después reunir piezas