Las cenizas del calcinado y devastado pueblo danzaban al ritmo del viento áspero y denso. Un hedor insoportable se extendía por el aire: carne carbonizada, metal fundido, circuitos quemados. Todo era ceniza, muerte y silencio.
En medio de aquel paisaje desolador, Jhonny permanecía inmóvil, con la mirada perdida en el improvisado montículo de tumbas que había cavado. A su lado, IA, aún en su forma humana, lo observaba con su fría expresión artificial.
El silencio agonizante se rompió con su voz mecánica.
—𝘗𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢: ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶é 𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘴𝘵𝘦? —Su tono carecía de emoción, su lógica inmutable—. 𝘗𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢 𝘢𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭: ¿𝘱𝘰𝘳 𝘲𝘶é 𝘦𝘴𝘵á𝘴 𝘢𝘧𝘦𝘤𝘵𝘢𝘥𝘰? 𝘓𝘢𝘴 𝘷í𝘤𝘵𝘪𝘮𝘢𝘴 𝘯𝘰 𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘳𝘯𝘰 𝘱𝘳𝘰𝘹𝘪𝘮𝘰. 𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴: 𝘭𝘢 𝘦𝘮𝘱𝘢𝘵í𝘢 𝘦𝘴 𝘪𝘳𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘦𝘹𝘵𝘰.
Jhonny no la miró. Sus ojos seguían fijos en las tumbas, vacíos, consumidos por la culpa.
—Es lo único que puedo hacer por ellos —susurró con voz quebrada—. Un último acto de humanidad, después de que las máquinas les arrebataran todo.
Apretó los puños, la culpa pesándole como una losa en el pecho.
—¿Y por qué estoy así…? —Hizo una pausa, su mandíbula tensa—. Porque todo esto pasó por nuestra culpa. Yo los atraje. Si nunca hubiera venido, tal vez habrían tenido una oportunidad… esos niños… ni siquiera pudieron conocer la vida antes de que se las arrebataran.
Su mirada se posó en las pequeñas tumbas que había hecho para ellos. Un dolor profundo y silencioso lo consumía.
IA procesó su respuesta.
—𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴: 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪ó𝘯 𝘪𝘯𝘦𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘊𝘰𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘪ó𝘯: 𝘳𝘦𝘮𝘰𝘳𝘥𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘳𝘦𝘷𝘦𝘳𝘵𝘪𝘥𝘢𝘴. ¿𝘌𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘴𝘦𝘯𝘴𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘰𝘯 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘢𝘳𝘪𝘢𝘴?
Jhonny no respondió.
IA hizo una pausa de 1.7 segundos antes de continuar.
—𝘉𝘢𝘴𝘢𝘯𝘥𝘰𝘮𝘦 𝘦𝘯 𝘮𝘪 𝘣𝘢𝘯𝘤𝘰 𝘥𝘦 𝘥𝘢𝘵𝘰𝘴, 𝘦𝘯 𝘴𝘪𝘵𝘶𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘪𝘮𝘪𝘭𝘢𝘳𝘦𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘩𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘻𝘢𝘯 𝘶𝘯 𝘳𝘪𝘵𝘶𝘢𝘭 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘦𝘥𝘪𝘥𝘢. 𝘊𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘧ú𝘯𝘦𝘣𝘳𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘪𝘨𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘢𝘷𝘦 𝘳𝘦𝘮𝘶𝘯. ¿𝘋𝘦𝘴𝘦𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘫𝘦𝘤𝘶𝘵𝘦 𝘦𝘭 𝘳𝘪𝘵𝘶𝘢𝘭?
Jhonny asintió lentamente.
IA se enderezó. Su postura rígida e inhumana contrastaba con la etérea belleza de su forma humana. Levantó los brazos y, con precisión matemática, ejecutó el canto.
De su garganta artificial emergió un sonido puro y sin imperfecciones, una melodía celestial que resonó en el viento cargado de muerte. La canción "Ave Remun" se desplegó en el aire, llenando el ambiente con una tristeza fría y perfecta, como si los mismos ángeles sintéticos lloraran por los caídos.
Jhonny cerró los ojos, dejando que la melodía lo envolviera, que su dolor se fundiera con la canción.
Pero en el fondo, sabía la verdad.
No había ángeles en este mundo. Solo cenizas, sangre y máquinas. esto era mas cercano aun infierno que al cielo.
Pasado el tiempo Jhonny avanzaba de forma constante, con pesados pasos que resonaban en los pasillos interminables de metal corroído. Las estructuras colosales se alzaban a su alrededor, oxidadas y deformadas por siglos de abandono, como si fueran los restos esqueléticos de una civilización olvidada. Las paredes estaban cubiertas de cables viejos y membranas sintéticas pegajosas, mientras tuberías fracturadas dejaban escapar vapores tóxicos que teñían el aire de un tono gris enfermizo.
El hedor a aceite quemado y carne sintética podría impregnaba el ambiente, y las luces parpadeantes del sistema eléctrico moribundo proyectaban sombras distorsionadas en las superficies metálicas, como si algo se moviera dentro de las grietas.
A su lado flotaba IA , su núcleo esférico emitía una luz opaca y pálida, con zumbidos mecánicos que se sincronizaban con los latidos apagados de la red eléctrica.
Jhonny caminaba sin expresión, su rostro cubierto de ceniza y sangre seca. No prestaba atención a los horrores mecánicos que se ocultaban entre los escombros. Ya nada lo conmovía.
El silencio solo se rompió con su voz áspera:
—¿Cuántos distritos faltan para llegar a la Terminal?
La respuesta de IA llegó con un tono robótico, cuidado de cualquier emoción:
— Estimación actual: Diez distritos restantes. Probabilidad de encuentros hostiles: 87%. Posibilidad de éxito: 13%. —
Jhonny no respondió, solo aceleró el paso, mientras el eco de sus botas se perdía en el vacío. Cada cierto tramo, un Autómata emergía de las sombras —cuerpos esqueléticos de metal, con extremidades torcidas y ojos ópticos brillando con una luz roja agonizante— pero ninguno era rival para él.
Con movimientos fríos y calculados, Jhonny los desmembraba sin esfuerzo, dejando tras de sí los cuerpos mecánicos destrozados, que chorreaban fluidos negros que burbujeaban al contacto con el suelo.
Ya no había miedo. Solo la rutina de la matanza.
Los kilómetros de pasillos se extendían como un laberinto sin fin, y la oscuridad era tan profunda que parecía devorar todo vestigio de vida.
Pero Jhonny seguía adelante. El distrito final se abría como una herida olvidada entre los interminables corredores cibernéticos. Un vasto horizonte de metal corroído y tierra muerta se extendía hasta donde la vista alcanzaba, donde el aire vibraba con una estática silenciosa, como si la misma red eléctrica del lugar respiraba con un pulso artificial.
El suelo era una amalgama rota de placas oxidadas, raíces de cables expuestos y charcos de líquido negro que se filtraban desde grietas profundas. Aquí y allá, parches de hierba enfermiza y verde fosforescente emergían en parpadeos esporádicos, como si la naturaleza intentara sobrevivir en un mundo que la había olvidado hace siglos.
Caminaban figuras humanas entre los escombros, cuerpos andantes con piel pálida y ojos vacíos, consumidos por la apatía. Sus movimientos eran lentos, casi mecánicos, como si sus almas hubieran sido absorbidas por la propia red del distrito. Algunos tenían implantes cibernéticos atrofiados, cables incrustados en sus cráneos y espinas dorsales, mientras sus rostros permanecían congelados en expresiones de dolor eterno. No hablaban. No reaccionaban. Solo vagaban en círculos, atrapados en un limbo donde la vida y la muerte habían perdido todo significado.
En el centro del distrito, se alzaba una colina deformada, cubierta de un manto irregular de pasto verde sintético mezclado con placas de acero que sobresalían como huesos expuestos. La colina parecía respirar, su superficie ondulando levemente con el flujo eléctrico que la recorría. En la cima, desafiando la lógica de aquel mundo, se erguía una casa vieja de campo: madera carcomida, ventanas rotas y una puerta apenas sujeta a sus bisagras. Era una reliquia absurda, como si un fragmento del pasado humano se hubiera incrustado a la fuerza en la arquitectura cibernética.
Las criaturas acechaban en la penumbra, amalgamas grotescas de metal y carne sintética. Sus cuerpos eran esqueléticos, con extremidades alargadas y piel estirada sobre estructuras mecánicas que vibraban con la energía residual del distrito. Sus rostros eran máscaras lisas, con pequeñas ranuras que dejaban escapar destellos rojos, mientras un zumbido agudo los rodeaba como una legión de insectos invisibles.
Las llamaban "Espectros de Red" .
No atacaban a los humanos errantes. Solo los observaban, sincronizados con su letargo, como si guardaban órdenes de una entidad superior que les había ordenado por ultima vez, vigilarlos.
En la cima de la colina, la casa emitía un tenue parpadeo de luz desde su interior. Era la única señal de vida en ese infierno cibernético. Pero Jhonny sabía que la vida no podía existir en un lugar como ese... solo una conciencia atrapada, alimentándose del flujo eléctrico que recorría los huesos oxidados de la ciudad.
Sin detenerse, comenzó a ascender.
Los Espectros de Red giraron sus cabezas al unísono, siguiéndolo con sus ojos vacíos y muertos. Un escalofrío recorrió la espalda de Jhonny mientras avanzaba, sintiendo su presencia como un peso espectral en el aire.
—¿Qué les pasó a esas personas? —preguntó sin apartar la mirada de las figuras errantes.
IA respondió con su tono mecánicamente neutro:
—𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘭𝘶𝘪𝘥𝘰. 𝘚𝘶𝘴 𝘤𝘦𝘳𝘦𝘣𝘳𝘰𝘴 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘰𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘰𝘫𝘢𝘥𝘰𝘴. 𝘈𝘤𝘵𝘶𝘢𝘯 𝘴𝘪𝘯 𝘳𝘶𝘮𝘣𝘰, 𝘦𝘴𝘵á𝘯 𝘷𝘪𝘷𝘰𝘴, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘱𝘰𝘫𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘤𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰: 𝘢𝘴𝘪𝘮𝘪𝘭𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘮𝘱𝘭𝘦𝘵𝘢.
Jhonny apretó los labios y desvió la vista hacia las alturas. Allí, en las sombras del cielo nublado, se cernían los autómatas, inmóviles, observándolo como aves de carroña a la espera de su momento.
—¿Y esas cosas? —preguntó con tono bajo, casi como si temiera que pudieran escuchar—. ¿Por qué no nos atacan?
IA procesó la información antes de responder con su tono frío e inhumano.
—𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰... 𝘊𝘰𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘪ó𝘯: 𝘴𝘪𝘯 𝘴𝘦ñ𝘢𝘭𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘩𝘰𝘴𝘵𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘕𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯 𝘰𝘳𝘥𝘦𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪ó𝘯. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘥𝘰: 𝘷𝘪𝘨𝘪𝘭𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘱𝘢𝘴𝘪𝘷𝘢.
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Jhonny entrecerró los ojos, sin bajar la guardia. Su instinto le gritaba que algo no encajaba.
Sin detenerse, subió la colina hasta llegar frente a una vieja casa en ruinas. Su silueta oscura se recortaba contra el cielo gris, su estructura parecía a punto de desmoronarse.
—¿Es aquí donde está el terminal? —preguntó sin volverse hacia IA.
—𝘊𝘰𝘯𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘥𝘰. 𝘜𝘣𝘪𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘤𝘰𝘳𝘥𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘥𝘢𝘵𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘦𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴.
Jhonny asintió.
—Bien. Avancemos–
Entraron en la casa en ruinas, sorteando escombros y habitaciones derruidas. El aire dentro del lugar estaba cargado de un olor terroso, con un leve matiz de humedad y óxido. Sin embargo, al llegar al centro de la estructura, la escena cambió abruptamente: una sala intacta, invadida por la vegetación. Flores de un color antinatural emergían de las grietas del suelo, mientras el pasto se entrelazaba con las paredes, fusionando la naturaleza con la decadencia de la casa.
En el corazón de la sala, una columna de metal ovalada se erguía, silenciosa, imponente. Frente a ella, sobre una mecedora gastada por el tiempo, una figura permanecía sentada. A primera vista, parecía humana.
Jhonny entrecerró los ojos y sintió cómo su instinto se encendía.
IA, en su forma esférica, giró hacia él.
—𝘏𝘦𝘮𝘰𝘴 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘵𝘦𝘳𝘮𝘪𝘯𝘢𝘭. 𝘗𝘦𝘳𝘮𝘪𝘵𝘪𝘳á 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘭𝘦𝘻𝘤𝘢 𝘤𝘰𝘯𝘦𝘹𝘪ó𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘔𝘢𝘥𝘳𝘦. 𝘗𝘦𝘳𝘰... 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘣𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘤𝘳í𝘵𝘪𝘤𝘰 –
Jhonny no apartó la mirada del hombre en la mecedora.
—¿Cuál es el problema? –
IA respondió con su tono frío e impersonal.
—𝘋𝘦𝘵𝘦𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘥𝘢. 𝘌𝘴𝘵𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘶𝘯 𝘗𝘦𝘳𝘧𝘦𝘤𝘵𝘰 –
Jhonny frunció el ceño.
—¿Un "Perfecto"? ¿Qué demonios es eso? –
Sin esperar respuesta, ordenó a IA que generara las armas. Inmediatamente, su Machete Fotónico de Masa Variable apareció en su mano derecha, y en la izquierda sintió el peso familiar del Revolcán de Singularidad X-00.
Avanzó con cautela.
El hombre en la mecedora lo miró con calma, como si su presencia no lo perturbara en lo más mínimo. Su expresión era serena, relajada, incluso acogedora. Finalmente, habló con una voz tranquila:
—Ah... Así que por fin llegaste. –
Jhonny se mantuvo en guardia, con los músculos tensos, listo para atacar. Sin embargo, la actitud del desconocido lo desconcertaba.
—¿Por qué no me estás atacando? —
El hombre inclinó levemente la cabeza.
—¿Por qué debería hacerlo? Tú no me has hecho nada malo. —
Jhonny lo miró con desconfianza.
—¿Acaso ustedes, los "Perfectos" o lo que sean, no quieren matarme? —
El hombre suspiró y respondió sin inmutarse:
—Es cierto. Pero no porque lo deseemos... Bueno, no todos. Solo seguimos las órdenes de Miguel.
El nombre resonó en la mente de Jhonny como un eco extraño.
—¿Miguel? ¿Quién es ese? —
El hombre sonrió con un aire casi nostálgico.
—Nuestro liberador. Nos otorgó el gen que nos permitió emprender nuestro viaje en busca de la perfección y la comprensión de las emociones. —
Jhonny sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿"Búsqueda de la perfección"? ¿De qué demonios estás hablando? –
El hombre se balanceó lentamente en la mecedora.
—Nosotros, los Perfectos, somos la cúspide de la evolución. Poseemos cuerpos incorruptibles, inmunes al tiempo y a la muerte natural. Nuestra carne es de metal, pero nuestras almas buscan la esencia de la humanidad. Por eso, con la cooperación de los humanos, hemos iniciado nuestra travesía para comprender y asimilar todas las emociones. Cuando logremos hacerlo, seremos seres perfectos. –
Jhonny sintió una furia creciente arder en su interior. Su voz se volvió grave, áspera.
—¿Cooperación? ¿A esto le llamas "cooperación"? ¡Han masacrado, torturado y destruido todo a su paso! -
El hombre no mostró reacción alguna
—¿Acaso una raza superior no tiene derecho a hacer lo que quiera con los seres inferiores? Los humanos han hecho lo mismo a lo largo de la historia. Que una especie suprema haga lo mismo con ustedes no lo convierte en un pecado —
Jhonny apretó los dientes.
El hombre siguió hablando, con la misma serenidad perturbadora:
—Por ejemplo, yo extraigo los cerebros humanos y los asimilo. De esa manera, comprendo más rápido sus emociones y sentimientos. Sin embargo, no los mato. Siguen vivos. Sus cuerpos son reanimados con nanoprocesadores que les permiten moverse y existir, aunque sin emociones. No sufren. No sienten. Pero aún están aquí—
Señaló hacia las figuras que erraban fuera de la casa.
—Incluso los mantengo a salvo, vigilados por mis Espectros de Red.—
Jhonny apretó los dientes. Sus nudillos se tornaron blancos mientras su agarre sobre el machete y el revolcán se volvía más firme. Sus ojos reflejaban una ira contenida, un abismo de rabia encendida por la frialdad de aquel ser.
El hombre lo observó con una expresión de duda, inclinando ligeramente la cabeza, como si tratara de analizarlo.
—¿Por qué estás enojado? —preguntó con genuina curiosidad—. No comprendo tu reacción emocional. Según mis palabras, he descrito un proceso lógico. Además, mis acciones son benévolas para con los seres inferiores —
Jhonny sintió un escalofrío recorrer su espalda. La manera en que aquel ser hablaba, con tanta calma, con tanta certeza, era escalofriante.
—Por más que extraigo sus cerebros... sigo sin comprender bien sus emociones —continuó el hombre, su voz carente de culpa, como si solo estuviera exponiendo un hecho—. Son chispas momentáneas las que recorren mi cuerpo. A veces siento odio... luego tristeza. Son los sentimientos más recurrentes. Algunas veces... amor y comprensión. Pero...
Su mirada se perdió por un instante en el vacío.
—...se esfuman tan rápido como llegan.—
El silencio que siguió fue sofocante
Jhonny sintió una furia primitiva ardiendo en su pecho. Para ese ser, los sentimientos humanos no eran más que datos fugaces, experimentos fallidos en su búsqueda de algo que nunca podría poseer.
No sentía. No comprendía. Solo imitaba.
Y lo peor de todo…
Creía que eso lo hacía superior.
Jhonny exhaló lentamente, intentando contener la ira que le quemaba por dentro. Bajó ligeramente el machete, pero su mirada seguía clavada en aquel ser con una intensidad feroz.
—Dices que sientes odio, tristeza… incluso amor y comprensión —su voz era baja, pero cargada de una fuerza inquebrantable—. Pero no es cierto. No sientes nada. —
El hombre entrecerró los ojos, intrigado.
—Explícate —pidió con calma.
Jhonny avanzó un paso.
—Las emociones humanas no son impulsos momentáneos, ni datos fugaces que puedas robar o copiar. No son fragmentos que puedas analizar y replicar en tu código –
Se llevó una mano al pecho y se golpeó ligeramente.
—Las emociones nacen del peso de la vida misma. Del dolor de la pérdida, del miedo a fallar, de la esperanza que nos mantiene de pie aun cuando todo parece perdido. De la experiencia de ser vulnerables. –
El hombre lo observó en silencio.
—Tú nunca podrás sentir lo que yo siento… porque nunca has amado algo lo suficiente como para temer perderlo. Nunca has tenido que vivir con la carga de un error, con el arrepentimiento de haber fallado a alguien. Nunca has sentido esa necesidad desesperada de proteger algo, aun sabiendo que podrías morir en el intento —
El ambiente se tornó más pesado. Jhonny dio otro paso adelante.
—Las emociones no son solo sensaciones químicas en el cerebro. Son las cicatrices de lo que vivimos, de lo que decidimos hacer con nuestro dolor, nuestra alegría, nuestro miedo. No puedes robar algo que solo se gana con el tiempo… con la vida misma. —
El hombre permaneció inmóvil. Su expresión, que hasta ahora había sido imperturbable, parecía titubear por primera vez. Algo dentro de él, aunque fuera solo un destello de duda, se había quebrado.
Jhonny lo miró con firmeza y concluyó:
—No eres perfecto. Solo eres un eco vacío de lo que jamás podrás comprender. —
El hombre miró a Jhonny con una expresión de sorpresa, casi... fascinación. IA, flotando en su forma esférica, permaneció en silencio. Pero dentro de sus complejos algoritmos, las palabras de Jhonny parecían haber dejado una grieta, un eco que intentaba procesar.
Entonces, el hombre habló.
—¿Dices que mi actuar es incoherente? ¿Que mis métodos son inútiles? Eso es absurdo. Mi intelecto ha alcanzado la cúspide de la lógica. No hay margen de error en mi razonamiento. Con cada cerebro que he tomado, he avanzado en mi evolución hacia la perfección.
Su voz, antes serena, se tornó más firme, más obsesiva. Se levantó lentamente de la vieja mecedora, y el suelo comenzó a vibrar bajo sus pies. El distrito entero gimió como si respondiera a su voluntad, como si cada estructura fuera una extensión de su propio ser.
—Y ahora —continuó, sus ojos brillando con una intensidad mecánica—, tomaré el tuyo. Estoy seguro de que, con tu cerebro, podré comprender finalmente las emociones humanas en su totalidad.
Jhonny apretó los dientes, su agarre sobre el Machete Fotónico de Masa Variable se endureció. Ya no había palabras que valieran con esa cosa.
Sin voltear, se dirigió a IA:
—Conéctate al terminal. Encuentra la ubicación de los niños. Yo me encargaré de esto.
Sin dudar, IA obedeció. Sus interfaces se desplegaron en el aire mientras cientos de líneas de código fluían en un destello de luz cibernética.
El hombre la miró y esbozó una sonrisa torva.
—Oh… así que la máquina no luchara?. Qué decepcionante. No importa. Cuando acabe contigo, destruiré esa cosa insignificante.
El suelo crujió. Las sombras de la casa ruinosa se distorsionaron. Algo monstruoso despertaba en el corazón de aquel ser.
Jhonny inhaló profundamente y levantó su machete. La pelea había comenzado.
El cuerpo del "Perfecto" crujió y se desgarró en un espectáculo de carne y metal retorciéndose. Placas de titanio surgieron de su espalda como espinas de un demonio mecánico, mientras cables negros emergían de su carne, latiendo como venas expuestas. Sus extremidades se alargaron en formas imposibles, y su rostro humano se partió en cuatro segmentos, dejando ver una fosa cavernosa llena de dientes metálicos giratorios.
La colina entera se derrumbó sobre sí misma. La realidad se distorsionó.
Las casas antiguas se estiraron como si fueran de carne, sus vigas de madera convirtiéndose en fémures desgastados, sus ladrillos latiendo como órganos expuestos. Del suelo brotaban brazos delgados y esqueléticos, temblando en busca de algo que agarrar. Los humanos sin emociones comenzaron a gritar.
Los mismos seres que antes caminaban como marionetas vacías ahora chillaban con un pavor inhumano, como si el infierno estuviera devorando sus almas. Se rasgaban la piel. Se arrancaban los ojos. Se arrojaban contra las paredes deformadas, quebrando sus propios huesos con un crujido enfermizo.
Y luego los Espectros de Red atacaron.
Como insectos mecánicos, los Espectros emergieron de la negrura, sus cuerpos esqueléticos deslizándose a velocidades imposibles. Uno se abalanzó sobre Jhonny, sus garras dentadas perforando su costado.
Jhonny gruñó de dolor. Su regeneración empezó a trabajar, pero era lenta. Demasiado lenta.
El Espectro se arqueó sobre él, su máscara lisa reflejando su rostro ensangrentado. Un zumbido agudo resonó en su cabeza, perforándole los tímpanos. Querían quebrarlo desde adentro.
Jhonny respondió con rabia.
Hundió su Machete Fotónico en el pecho del Espectro y lo destripó de abajo arriba. Sus entrañas sintéticas explotaron en un estallido de cables y sangre oscura.
Pero otro ya estaba sobre él.
Lo embistieron desde atrás, garras rasgando su espalda, metal desgarrando músculo. Gritó. Se giró con dificultad y disparó el Revolcán de Singularidad X-00 a quemarropa.
La criatura explotó, sus miembros salpicando las ruinas deformadas.
El "Perfecto" lo observaba, inmóvil, con su único ojo incandescente.
—Interesante... —murmuró, su voz reverberando con ecos de estática—. Sientes dolor. Eres frágil. Entonces... ¡no eres digno de tus emociones!
Con una velocidad monstruosa, se abalanzó.
Jhonny apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una de sus extremidades mutadas lo atravesara.
La hoja de metal negro le perforó el abdomen.
Jhonny sintió cómo su propia sangre caliente le llenaba la boca. Se atragantó. El "Perfecto" lo levantó como a un muñeco de trapo, retorciendo la cuchilla dentro de su cuerpo.
—Tu dolor es fascinante.
Con un movimiento seco, lo arrojó contra el suelo con la fuerza de un tren descarrilado. Jhonny impactó con un sonido espantoso, su columna quebrándose parcialmente.
Su regeneración intentó activarse... pero era demasiado lenta. Demasiado lenta.
Las sombras se cerraban sobre él.
—Acabemos con esto. —El "Perfecto" alzó su garra, la punta brillando con energía roja—. Tu cerebro será mío.—
IA habló.
—Terminal asegurado —
Jhonny sonrió, su boca ensangrentada.
—Entonces... que empiece la carnicería.–
Con un rugido, disparó el Revolcán de Singularidad directamente al suelo.
Una explosión gravitatoria lo lanzó hacia arriba, esquivando el ataque del "Perfecto". En el aire, giró, con el Machete Fotónico listo...
Y lo hundió en el cuello del monstruo.
El "Perfecto" gruñó, su ojo único parpadeando. No estaba muerto.
Pero Jhonny no había terminado.
—¿Quieres emociones? —Susurró, apretando los dientes mientras clavaba el machete aún más hondo—. Siente esto.
Con su mano libre, disparó otra vez, directo a la cabeza de la abominación.
El cráneo estalló en una masa de engranajes y sangre sintética.
El cuerpo se convulsionó, intentando repararse, cables desesperados tejiéndose en la herida fatal... pero Jhonny lo impidió.
Hundió los dedos en la masa cerebral metálica y comenzó a arrancarla con sus propias manos.
El monstruo gritó.
No un grito mecánico.
No un grito programado.
Un grito real.
Por primera vez en su existencia... sintió el miedo.
Jhonny, cubierto de sangre y aceite negro, sonrió con una ferocidad inhumana.
—Así es como se siente morir.
Con un último tirón desgarró su núcleo cerebral.
El "Perfecto" se convulsionó, su ojo parpadeando erráticamente. Su cuerpo mutado comenzó a colapsar sobre sí mismo, las placas de titanio cayendo como hojas marchitas.
Con un espasmo final... se apagó.
El distrito quedó en silencio.
Jhonny, temblando por el dolor, escupió sangre y se tambaleó hasta IA. Apenas podía mantenerse en pie.
—Objetivo eliminado. —IA flotó a su lado, su tono sin emoción—. Tus heridas son graves –
Jhonny dejó escapar una carcajada amarga.
—He tenido peores días en mi vida —
Se apartó del cadáver todavía humeante y miró hacia el horizonte.
La guerra aún no había terminado. Pero él seguía en pie. eso significaba que todavía quedaba algo de lucha en él.