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Daemonium Machina (Español / Spanish)
Capítulo 3: Ecos de un Mundo Devorado

Capítulo 3: Ecos de un Mundo Devorado

estructuras colapsadas. A su lado, la IA flotaba en su forma esférica, girando lentamente sobre su eje, sus sensores absorbiendo cada fractura del entorno. Su silueta relucía con un tenue brillo azulado, reflejando la neblina tóxica que serpenteaba entre los restos de la civilización extinta.

Jhonny la observó de reojo antes de hablar.

—¿Por qué sigues usando esa forma de esfera?–

La respuesta llegó de inmediato, una voz fría, carente de inflexiones humanas.

—𝘍𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘰𝘱𝘵𝘪𝘮𝘪𝘻𝘢𝘥𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘯 𝘦𝘯𝘵𝘰𝘳𝘯𝘰𝘴 𝘷𝘢𝘳𝘪𝘢𝘣𝘭𝘦𝘴. 𝘔𝘢𝘺𝘰𝘳 𝘦𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘢𝘱𝘰𝘺𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘣𝘢𝘵𝘪𝘷𝘰–

Jhonny no respondió. Solo asintió y continuó caminando. Donde el cielo era una bóveda de cables enredados, neblina tóxica y restos de satélites caídos. No existía un horizonte, solo capas sobre capas de ciudades muertas, devoradas por la misma maquinaria que las había construido. Los rascacielos se inclinaban como huesos quebrados, sus entrañas expuestas en una orgía de metal oxidado y circuitos fosilizados.

Jhonny avanzó sin vacilar. Su cuerpo sintético respondía con precisión, calculando cada paso en la superficie traicionera de escombros flotantes y plataformas suspendidas por cables que parecían vibrar con una vida ajena. Desde las grietas en el metal podrido emergían susurros de viento artificial, trayendo consigo murmullos de datos fragmentados y códigos agonizantes.

𝘕𝘰 𝘩𝘢𝘣í𝘢 𝘴𝘪𝘭𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘧𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘭 𝘳𝘦𝘱𝘦𝘵𝘪𝘵𝘪𝘷𝘰 𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘢𝘣𝘢 𝘥𝘦 é𝘭.

El mapa en su visión proyectaba el camino como un parásito impreso en su córtex. 1008 𝘥𝘪𝘴𝘵𝘳𝘪𝘵𝘰𝘴 𝘳𝘦𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦𝘴. La cifra parpadeaba, desvaneciéndose en cada metro recorrido.

Entonces, la IA detuvo su rotación, su voz sintética perforando el aire muerto.

—𝘈𝘭𝘦𝘳𝘵𝘢: 𝘯𝘪𝘷𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘪𝘵𝘪𝘷𝘰 𝘥𝘦 𝘷𝘪𝘥𝘢... 𝘱𝘳𝘰𝘹𝘪𝘮𝘢 𝘥𝘪𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘪𝘢 𝟘.𝟘𝟙𝟝 𝘬𝘪𝘭ó𝘮𝘦𝘵𝘳𝘰𝘴.

Jhonny alzó la vista.

Más adelante, más allá de un pasillo suspendido por estructuras inestables, un conjunto de luces moribundas revelaba siluetas delgadas, retorcidas. Pequeñas sombras se movían con cautela, escondiéndose entre los restos de antiguas maquinarias.

𝘏𝘶𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴.

Jhonny cruzó el puente con pasos controlados. Al llegar al otro lado, la aldea surgió ante sus ojos. No era más que un refugio construido con fragmentos de lo que alguna vez fue civilización. Torres de escombros, túneles excavados entre la basura tecnológica, piel sintética usada como techos improvisados.

Las figuras emergieron poco a poco. Ojos hundidos en rostros cubiertos de hollín y grasa de máquinas. Cuerpos envueltos en restos de textiles endurecidos por el tiempo, algunos con placas de armadura improvisadas atadas a los brazos. Los niños, delgados como espectros, se refugiaban en la penumbra, observándolo con una mezcla de miedo y curiosidad.

Los adultos se aferraban a lanzas rudimentarias, fragmentos de metal afilados fijados a tuberías oxidadas. Sus pupilas reflejaban desesperación, pero también algo más profundo. Algo que Jhonny reconoció en su propia esencia descompuesta.

𝘚𝘶𝘱𝘳𝘦𝘷𝘪𝘷𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢.

El líder dio un paso al frente. Un hombre envejecido más por el sufrimiento que por los años, con un ojo biomecánico decrépito que parpadeaba en ciclos erráticos.

—Tienes el olor de una máquina, pero la apariencia de un humano… ¿Quién eres? —gruñó con voz áspera, señalando a Jhonny—. ¿Eres amigo o enemigo?

Jhonny no respondió de inmediato. Sus ojos biomecánicos escanearon la aldea. La forma en que se movían. La manera en que mantenían las armas cerca de sus cuerpos, listos para atacar si era necesario.

No confiaban en él. Y tenían razón.

Pero Jhonny tampoco confiaba en el mundo.

—No estoy aquí para matarlos ni hacerles daño —dijo finalmente, su voz fría y seca—. Solo estoy de paso–

Los habitantes lo miraban con miedo. No podían confiar en un hombre extraño, acompañado por una máquina. Sus miradas oscilaban entre el forastero y el orbe flotante a su lado, cargadas de desconfianza y rabia contenida.

El anciano volvio a preguntarle a Jhonny, su rostro surcado de arrugas endurecido por la hostilidad.

—¿Qué es esa cosa que está contigo? —gruñó, señalando el orbe con un dedo tembloroso.

Jhonny ni siquiera se inmutó.

—No se preocupen. No les hará daño–

Pero sus palabras no bastaron para calmar el temor de la gente. Sus ojos seguían fijos en la esfera metálica que giraba lentamente alrededor de Jhonny, como un depredador acechando en silencio.

Entonces, unos niños se adelantaron con cautela. Sus ropas estaban sucias, sus cuerpos delgados, sus ojos grandes por la intriga más que por el miedo. Uno de ellos, el mayor, se armó de valor y rompió el silencio.

—Señor... ¿usted tiene algo de comida? —su voz era firme, pero sus manos temblaban mientras apretaba el puño—. Si es así, ¿podría compartir un poco con nosotros? Mi hermana tiene hambre…

Jhonny lo miró en silencio. El niño no bajó la mirada. Tenía miedo, sí, pero su determinación lo mantenía firme.

Tras un momento, Jhonny exhaló suavemente y se inclinó hasta quedar a su altura.

—Eres valiente —dijo con una leve sonrisa.

Volvió la vista hacia la IA, cuyos sensores brillaban con un resplandor azulado.

—¿Puedes sintetizar bloques de alimento?

El orbe emitió un zumbido mecánico antes de responder con su tono frío e inhumano:

—𝘊𝘰𝘯𝘧𝘪𝘳𝘮𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘳𝘦𝘲𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢. ¿𝘌𝘴𝘵á𝘴 𝘴𝘦𝘨𝘶𝘳𝘰? —

Jhonny asintió sin dudar.

En respuesta, la IA comenzó a procesar el pedido. Su superficie vibró levemente y, en cuestión de segundos, una bolsa sellada emergió de su núcleo, repleta de bloques de comida sintética. Jhonny la tomó y extrajo un par, entregándoselos al niño.

—Mételos en agua —le explicó—. La comida aparecerá al instante. Espero que te sea útil.

El niño observó los bloques con asombro, como si fueran un tesoro, y luego levantó la vista hacia Jhonny con gratitud muda. Detrás de él, los demás niños se acercaron con los ojos brillantes de emoción contenida.

Por primera vez, en aquella aldea de desconfianza y hambre, algo distinto a la desesperación flotaba en el aire, era intriga y curiosidad, pero una sin miedo por sus vidas.

El niño corrió apresuradamente hacia un recipiente con agua y, siguiendo las instrucciones de Jhonny, sumergió uno de los bloques. En cuestión de segundos, como si fuera magia, la superficie del líquido burbujeó y el bloque se expandió, transformándose en una ración de alimento denso y nutritivo.

Con manos temblorosas y delgadas, el niño partió un trozo y lo llevó con cautela a su boca. Apenas lo probó, sus ojos se abrieron con incredulidad. Luego, sin poder contenerse, comenzó a sollozar. Lágrimas silenciosas rodaban por su rostro sucio mientras masticaba con avidez, sintiendo por primera vez en mucho tiempo algo más que hambre en su estómago.

Apretó lo que quedaba de la ración contra su pecho, como si temiera que desapareciera, y corrió de vuelta hacia su hermana. Sin dudarlo, le entregó el resto con una sonrisa temblorosa.

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La pequeña tomó el alimento con sus frágiles manos y mordió un pedazo con cautela. Su expresión cambió de inmediato. Sus ojos, brillantes por las lágrimas, se alzaron hacia su hermano y con una voz dulce pero quebrada, susurró:

—Hermano… está delicioso…

El niño no pudo responder. Solo la abrazó con fuerza.

Entonces, con determinación, se giró hacia Jhonny y, cayendo de rodillas ante él, inclinó la cabeza en un gesto de profundo agradecimiento.

—Gracias… gracias… —su voz se quebró, incapaz de decir más.

Jhonny lo observó en silencio por un momento. Luego, con una sonrisa suave y genuina, apoyó una mano sobre su cabeza.

—No es necesario que me agradezcas —le dijo con calidez—. Solo prométeme que siempre cuidarás de tu hermana.

El niño levantó la mirada y, con los ojos aún humedecidos, asintió con firmeza antes de volver junto a ella.

Jhonny los observó mientras compartían el alimento. Algo en aquella escena le removió un recuerdo distante, un fragmento enterrado en lo más profundo de su mente. Su sonrisa se volvió melancólica, apenas un eco de algo perdido en el tiempo.

Volviendo su atención a los habitantes del pueblo, elevó la voz con firmeza.

—Usen estos bloques de comida. Háganlo como lo hizo ese niño. Así podrán aliviar su hambre, al menos por ahora.

Los aldeanos miraban los paquetes en sus manos con asombro. La incredulidad aún se reflejaba en sus rostros, pero pronto, como si la tensión que los mantenía rígidos se desvaneciera de golpe, una multitud de voces se alzó en agradecimiento.

Por primera vez en mucho tiempo, la desesperación daba paso a la esperanza.

Mientras se alejaba, Jhonny los observó en silencio. Vio cómo devoraban la comida con ansias, como si fuera la primera que probaban en semanas, tal vez meses. A pesar de la dureza de aquel mundo, sus labios se curvaron en una leve sonrisa. Pero su contemplación fue interrumpida por la voz del anciano, el líder del pueblo.

—Muchas gracias, forastero. No sabemos cómo pagar tu generosidad.

Jhonny negó con la cabeza y levantó una mano, restándole importancia.

—No se preocupen. Me alegra haber podido ayudarlos… sobre todo a esos dos hermanos. —Hizo una breve pausa y miró al anciano con interés—. ¿Qué les pasó a ellos? ¿Y a ustedes?

El anciano suspiró pesadamente, su mirada se perdió entre los demás aldeanos, observando a los niños que aún comían con avidez. Su voz cargaba el peso de la melancolía.

—Sus padres murieron en una incursión buscando comida. Ambos eran guerreros valientes, siempre dispuestos a proteger a su gente… pero este mundo no perdona. —Apretó los puños—. Hemos perdido mucho. La comida escasea cada vez más y los autómatas no dejan de cazar humanos. Vivir un solo día aquí es una lucha constante.

Jhonny bajó la mirada, su expresión endureciéndose.

—Entiendo… Supongo que nadie lo tiene fácil.

El anciano asintió con pesar.

—Es la cruel realidad de nuestro tiempo. —Luego, inclinando la cabeza en señal de respeto, agregó—. De verdad, muchas gracias. En estos días, la bondad es algo que apenas existe. Solo el miedo y la desesperación abundan… Por favor, te ruego que nos disculpes por nuestra desconfianza inicial.

Jhonny se apartó ligeramente y negó con un gesto tranquilo.

—No hay nada que perdonar. Entiendo perfectamente su situación… Lo único que lamento es no poder hacer más por ustedes.

El anciano esbozó una pequeña sonrisa y negó con la cabeza.

—Has hecho más de lo que podríamos pedir.

Jhonny asintió, satisfecho con aquella respuesta. Sin embargo, sin intención de quedarse mucho tiempo, se dispuso a partir.

—Pasaré la noche fuera del pueblo —anunció de manera casual.

El anciano frunció el ceño, sorprendido por su pronta marcha.

—¿Tan rápido te vas?

Jhonny esbozó una leve sonrisa y respondió con una excusa simple:

—Así me siento más cómodo.

El anciano lo miró por un momento y luego asintió con comprensión.

—Entonces no insistiré… Que tengas un buen viaje, forastero.

Con una última sonrisa, el viejo líder le dio las gracias una vez más, en nombre de todo el pueblo. Jhonny no respondió, antes de marcharse, fue sujetado de su chaqueta, y mirando en la direccion del jalon, estaban los dos hermanos, que con una sonrisa le gradecieron por ultima vez a Jhonny, el cual les acaricio la cabeza y con un leve gesto desapareció en la oscuridad de la ciudad devastada.

Ya en su improvisado campamento, Jhonny descansaba frente a la luz que IA había generado, una simulación de fogata artificial que parpadeaba con un resplandor tenue y melancólico. La fría inmensidad del mundo a su alrededor contrastaba con aquel pequeño refugio momentáneo.

Mientras observaba las sombras danzar sobre el suelo de metal corroído, notó un cambio en IA. La esfera flotante comenzó a reconfigurarse, su estructura mecánica expandiéndose y contrayéndose hasta que, en cuestión de segundos, la fría máquina tomó la forma de una mujer.

Ante él, ahora se encontraba una figura de belleza inhumana: rubia, de facciones simétricas y ojos artificialmente perfectos, pero vacíos. Su túnica blanca flotaba con el viento artificial del entorno, su postura rígida y precisa.

Jhonny arqueó una ceja, sorprendido.

—¿Y esto? —preguntó con una leve sonrisa.

IA inclinó la cabeza en un movimiento mecánicamente fluido.

—𝘈𝘥𝘢𝘱𝘵𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘦𝘯 𝘣𝘢𝘴𝘦 𝘢 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘳𝘢𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘢𝘭. 𝘌𝘴𝘵𝘢 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘪𝘯𝘤𝘳𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘦𝘧𝘪𝘤𝘪𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘶𝘯𝘪𝘤𝘢𝘤𝘪ó𝘯.

Jhonny la miró durante un instante antes de encogerse de hombros.

—No voy a discutir eso.

La androide se sentó frente a él, con la falsa fogata proyectando sombras parpadeantes sobre su piel artificial. Lo observó en silencio, procesando datos, antes de formular su pregunta.

—𝘗𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢: ¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶é 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘴𝘵𝘦 𝘢 𝘦𝘴𝘢𝘴 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢𝘴? —Su tono no era de reproche, sino de análisis puro—. 𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴: 𝘈𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘴𝘪𝘯 𝘳𝘦𝘯𝘵𝘢𝘣𝘪𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥. 𝘊𝘰𝘴𝘵𝘦: 𝘣𝘭𝘰𝘲𝘶𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘪𝘥𝘢. 𝘉𝘦𝘯𝘦𝘧𝘪𝘤𝘪𝘰: 𝘪𝘯𝘤𝘰𝘯𝘤𝘭𝘶𝘺𝘦𝘯𝘵𝘦.

Hizo una breve pausa antes de continuar:

—𝘈𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭: 𝘥𝘦𝘵𝘦𝘤𝘵𝘢𝘥𝘰𝘴 𝘱𝘢𝘵𝘳𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘢𝘱𝘦𝘨𝘰. 𝘗𝘢𝘳𝘢𝘮𝘦𝘵𝘳𝘰𝘴 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢𝘵𝘰𝘳𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘤𝘶𝘪𝘥𝘢𝘥𝘰. 𝘍𝘢𝘭𝘭𝘰: 𝘦𝘴𝘰𝘴 𝘯𝘪ñ𝘰𝘴 𝘯𝘰 𝘴𝘰𝘯 𝘵𝘶𝘺𝘰𝘴. 𝘌𝘭 𝘢𝘱𝘦𝘨𝘰 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘦.

Jhonny la observó en silencio por un momento y, sin previo aviso, dejó escapar una risa baja.

IA parpadeó.

—𝘌𝘳𝘳𝘰𝘳 𝘥𝘦 𝘱𝘳𝘰𝘤𝘦𝘴𝘢𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰. 𝘗𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢: ¿𝘲𝘶é 𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘨𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘴𝘰?

Jhonny sonrió con calma, mirándola de reojo.

—Me hace gracia cómo lo dices… Como si creyeras que todo lo que no puedes medir en datos simplemente no tiene sentido–

IA no respondió. Solo lo observó en un profundo análisis.

Él suspiró, desviando la mirada hacia la fogata.

—No, no ganamos nada ayudándolos —dijo finalmente, su voz más suave—. Pero si solo hiciéramos lo que nos beneficia, este mundo sería aún más miserable de lo que ya es–

Tomó una pequeña piedra del suelo y la hizo girar entre sus dedos, pensativo.

—Es cierto, esos niños no son mis hijos… pero aún así, cuando los vi, algo dentro de mí se movió. No puedes comprenderlo porque no tienes recuerdos, IA. No tienes pasado. Pero yo sí. Y a veces, el eco de lo que una vez fuiste… te alcanza, incluso en un mundo que ya no te pertenece—

Dejó caer la piedra y miró a la androide, sus ojos iluminados por la luz anaranjada de la fogata.

—Si alguna vez quieres entender qué es lo que nos hace humanos, IA, empieza por eso. No por los cálculos, no por la eficiencia. Empieza por preguntarte qué se siente ver a alguien hambriento y decidir que su vida vale más que una simple misión—

IA permaneció en silencio durante 3.2 segundos. Un intervalo anormalmente largo para su procesamiento habitual.

—𝘙𝘦𝘤𝘪𝘣𝘪𝘦𝘯𝘥𝘰 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘳𝘶𝘤𝘤𝘪ó𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘥𝘪𝘤𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢… 𝘢𝘯á𝘭𝘪𝘴𝘪𝘴 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰–

Sus ojos cibernéticos parpadearon con un leve resplandor.

Jhonny sonrió y cerró los ojos por un instante, dejando que el silencio se infiltrara entre los ecos distantes de la hoguera artificial. El peso del vacío se asentó en su pecho como una losa de plomo. Pero la calma fue brutalmente destrozada por la voz de la IA, fría e inhumana, vibrando directamente en su mente:

—Jhonny... detección... amenazas hostiles... tipo androide... dirección... pueblo... nivel de alerta... alarmante–

Sus ojos se abrieron de golpe, el resplandor rojizo danzando en sus pupilas artificiales. Se puso de pie con una rapidez automática, su cuerpo respondiendo antes que su conciencia. La orden salió de su boca sin pensar:

—Transforma... sígueme.—

—Orden... confirmada. Reconfiguración de interfaz... iniciada –

La IA no replicó más. Su forma femenina se disolvió en una serie de fragmentos geométricos flotantes, convergiendo en una esfera metálica que levitaba con precisión antinatural antes de incrustarse en el chaleco de Jhonny. Un destello azulado confirmó la sincronización.

—Conexión... asegurada. Velocidad óptima... 250 kilómetros por hora. Tiempo estimado... cinco minutos–

El viento cortaba como cuchillas invisibles mientras Jhonny se lanzaba hacia la devastación. Pero la velocidad no era suficiente para alejar el presentimiento que le corroía por dentro. Las imágenes de su propia carne fundiéndose con el metal lo perseguían en cada latido irregular de su corazón.

Cuando llegó al borde del pueblo, sus temores se hicieron carne. La aldea era un mausoleo de gritos ahogados y cuerpos mutilados. Las criaturas mecánicas se deslizaban entre las ruinas, autómatas híbridos con extremidades esqueléticas y máscaras faciales corroídas que imitaban grotescamente la humanidad que habían sido creados para reemplazar.

El olor a sangre caliente y aceite quemado impregnaba el aire. Los pocos supervivientes corrían entre las ruinas, solo para ser atrapados por garras frías que los desmembraban con una eficiencia quirúrgica. Las vísceras caían sobre el suelo metálico como residuos desechables.

Jhonny quedó paralizado, sus ojos cibernéticos ampliaban la escena en un ciclo infinito de horrores. Pero su mente se quebró cuando vio a lo lejos una figura encorvada. Un autómata sostenía los cuerpos inertes de los niños, sus brazos hidráulicos despedazando las frágiles extremidades como si fueran muñecos rotos. La carne infantil se convertía en una amalgama sanguinolenta, esparcida sobre la tierra ennegrecida.

La voz de la IA se filtró en su mente, distante y mecánica:

—Prioridad... intervención. Instintos humanos... bloqueados. Activación... requerida–

Jhonny no respondió. Su respiración se volvió irregular, cada aliento una mezcla de odio y desesperación. Algo profundo en su cerebro sintético se fracturó. Su mirada se oscureció hasta convertirse en dos abismos incandescentes y una profunda ira

—Genera... armas!!! — rugió, su voz desbordada por un odio visceral que reverberaba en cada fibra de su ser.

—Orden... recibida. Despliegue... Machete Fotónico de Masa Variable... Revolcán de Singularidad X-00... iniciado.

El machete emergió de su brazo con un destello blanquecino, vibrando a una frecuencia tan alta que cortaba el aire con un silbido metálico. La pistola apareció en su otra mano, pesada y cruel, cargando energía hasta el punto de deformar la atmósfera alrededor de su cañón.

Jhonny se lanzó sobre el primer autómata con una velocidad sobrehumana. El machete se hundió en la unión de su cuello y torso, cortando la criatura en diagonal. Chispas y fluidos sintéticos brotaron como una fuente, mientras la máquina caía al suelo en dos mitades irregulares.

Sin detenerse, giró sobre sí mismo y disparó el Revolcán a quemarropa. El proyectil de protones atravesó el cráneo metálico de otra criatura, evaporando su cabeza en una nube de ceniza brillante. Las extremidades aún se agitaban, como si la máquina se resistiera a morir.

—Objetivos... neutralizados... 2 de 43... — susurró la IA con indiferencia.

El machete zumbaba, rebanando brazos mecánicos y torsos cibernéticos con una precisión quirúrgica. Los autómatas chillaban en tonos sintéticos, sus gritos distorsionados resonando como ecos de una humanidad perdida.

Uno de ellos se abalanzó sobre él, sus múltiples ojos rojos brillando con una inteligencia primitiva. Jhonny disparó una ráfaga del Revolcán, desintegrando las piernas de la criatura antes de atravesarle el cráneo con el machete, hundiéndolo hasta la empuñadura.

Sangre, aceite y fragmentos metálicos se mezclaban en el suelo, formando charcos viscosos que reflejaban las luces intermitentes del combate. Cada golpe, cada disparo, era ejecutado con una brutalidad calculada.

—Objetivos... neutralizados... 15 de 43... eficacia... 98.6%.

La voz de la IA permanecía fría, indiferente, como si las vidas arrancadas fueran meras ecuaciones resueltas.

Jhonny avanzaba sin detenerse, su cuerpo moviéndose como una máquina de matar diseñada para la aniquilación. Los fluidos pegajosos resbalaban por su piel sintética, mientras los ojos robóticos resplandecían con un fulgor sin alma.

—Directriz principal... supervivencia. Directriz secundaria... exterminación.

Cada criatura que se cruzaba en su camino era desmembrada, sus gritos se apagaban en ecos distorsionados. La sangre y los fluidos artificiales empapaban su piel, mezclándose hasta no distinguir lo humano de lo mecánico.

La matanza continuaba... pero cuando el último autómata cayó, el odio que lo había consumido se desvaneció como ceniza en el viento. Jhonny volvió en sí, su respiración entrecortada resonando entre los cadáveres. Su mirada se clavó en los restos indistinguibles de los niños, esparcidos en charcos viscosos y fragmentos sanguinolentos. Sus piernas cedieron y cayó de rodillas, dejando caer sus armas. Un grito de frustración y enojo se desgarró desde lo más profundo de su pecho, reverberando entre las ruinas mientras la IA permanecía en silencio, registrando la expresión humana de dolor sin comprenderla.