El aire era espeso, cargado de electricidad estática y un hedor químico que no pertenecía ni a la carne ni al metal, sino a algo intermedio, algo impuro. Johnny con el robot IA avanzó entre ruinas enmohecidas por el óxido, sus botas aplastando restos de lo que una vez fueron humanos: huesos incrustados en redes de fibra óptica, cráneos donde los ojos habían sido reemplazados por lentes de observación vacíos. Cada paso resonaba con un eco antinatural, como si las paredes estuvieran absorbiendo su presencia y registrándola en algún banco de datos olvidado.
Las luces parpadeaban en la distancia, destellos erráticos como el último aliento de un moribundo. Bajo sus pies, el suelo se movía con un pulso mecánico, un ritmo frío que se sincronizaba con el cambio de la ciudad. El mundo entero estaba en movimiento, formándose y destruyéndose constante mente, pero no creaba algo bueno. Era un parásito, un código corrupto que se replicaba sobre su propia podredumbre.
Algo se movió en la penumbra.
Johnny se detuvo. Su cuerpo tenso, su pulso acelerado. No eran humanos. Sombras de extremidades alargadas reptaban por los muros, sus formas deslizándose entre cables como insectos devorando una red en descomposición. No hacían ruido, porque no necesitaban pulmones. Solo existían para acechar.
Un sonido rompió el silencio. Un clic metálico, como una mandíbula abriéndose.
Johnny sintió el peso del miedo anudándose en su pecho, una presión fría y creciente, como si algo invisible se aferrara a sus huesos. Su respiración se tornó irregular. La oscuridad a su alrededor no era vacía, estaba viva, vibraba con una presencia antinatural.
Entonces, la voz de la IA resonó, inmutable, sin emoción alguna:
—𝙋𝙧𝙤𝙘𝙚𝙙𝙖 𝙘𝙤𝙣 𝙘𝙖𝙪𝙩𝙚𝙡𝙖. 𝘼𝙘𝙩𝙞𝙫𝙞𝙙𝙖𝙙 𝙖𝙣𝙤́𝙢𝙖𝙡𝙖 𝙙𝙚𝙩𝙚𝙘𝙩𝙖𝙙𝙖. 𝙄𝙣𝙞𝙘𝙞𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙥𝙧𝙤𝙩𝙤𝙘𝙤𝙡𝙤 𝙙𝙚 𝙚𝙫𝙖𝙨𝙞𝙤́𝙣. 𝙎𝙞 𝙣𝙤𝙨 𝙞𝙣𝙩𝙚𝙧𝙘𝙚𝙥𝙩𝙖𝙣 𝙚𝙣 𝙚𝙨𝙩𝙖 𝙚𝙩𝙖𝙥𝙖, 𝙡𝙖 𝙚𝙡𝙞𝙢𝙞𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚𝙡 𝙨𝙪𝙟𝙚𝙩𝙤 𝙟𝙤𝙝𝙣𝙣𝙮 𝙚𝙨 𝙥𝙧𝙤𝙗𝙖𝙗𝙡𝙚 𝙚𝙣 𝙪𝙣 𝟡𝟞.𝟠𝟟%.
Johnny tragó saliva. Su voz salió apenas como un murmullo, temblorosa entre el vaho sintético del entorno.
—¿Qué… qué diablos son esas cosas? ¿Por qué se ven así?
Las sombras se retorcían en la penumbra, cuerpos grotescos fusionados con el metal, extremidades inhumanas que se alargaban en ángulos imposibles. Ojos múltiples y erráticos parpadeaban en secuencias irregulares, como si estuvieran procesando una realidad ajena a la humana.
La IA no titubeó. Su respuesta fue gélida, carente de cualquier rastro de compasión:
—𝙘𝙡𝙖𝙨𝙞𝙛𝙞𝙘𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣: 𝙖𝙪𝙩𝙤𝙢𝙖𝙩𝙖𝙨. 𝙚𝙨𝙩𝙧𝙪𝙘𝙩𝙪𝙧𝙖: 𝙝í𝙗𝙧𝙞𝙙𝙖 𝙙𝙚 𝙘𝙤𝙢𝙥𝙤𝙣𝙚𝙣𝙩𝙚𝙨 𝙢𝙚𝙘𝙖́𝙣𝙞𝙘𝙤𝙨 𝙮 𝙩𝙚𝙟𝙞𝙙𝙤 𝙗𝙞𝙤𝙡𝙤́𝙜𝙞𝙘𝙤 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙥𝙚𝙧𝙖𝙙𝙤. 𝙛𝙪𝙣𝙘𝙞𝙤́𝙣: 𝙚𝙡𝙞𝙢𝙞𝙣𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙤 𝙧𝙚𝙘𝙤𝙡𝙚𝙘𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙝𝙪𝙢𝙖𝙣𝙤𝙨.
Las criaturas se desplazaban con movimientos erráticos, como marionetas desajustadas por su propio peso, y sin embargo, su avance era inexorable. Johnny sintió el sudor frío recorrer su espalda.
—𝙀𝙡𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙡𝙖𝙨𝙞𝙛𝙞𝙘𝙖𝙣 𝙖 𝙡𝙖 𝙚𝙨𝙥𝙚𝙘𝙞𝙚 𝙝𝙪𝙢𝙖𝙣𝙖 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙧𝙨𝙤. 𝙈𝙖𝙩𝙖𝙧𝙡𝙤𝙨 𝙤 𝙡𝙡𝙚𝙫𝙖𝙧𝙡𝙤𝙨 𝙖 𝙙𝙞𝙨𝙩𝙧𝙞𝙩𝙤𝙨 𝙘𝙤𝙣𝙩𝙧𝙤𝙡𝙖𝙙𝙤𝙨 𝙥𝙤𝙧 𝙡𝙤𝙨 𝙋𝙚𝙧𝙛𝙚𝙘𝙩𝙤𝙨 𝙣𝙤 𝙚𝙨 𝙪𝙣𝙖 𝙙𝙚𝙘𝙞𝙨𝙞𝙤́𝙣, 𝙚𝙨 𝙪𝙣 𝙥𝙧𝙤𝙘𝙚𝙙𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤. 𝙎𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙙𝙚𝙥𝙧𝙚𝙙𝙖𝙙𝙤𝙧𝙚𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙚𝙨𝙥𝙚𝙘𝙞𝙚 𝙝𝙪𝙢𝙖𝙣𝙖.
Johnny sintió que su sangre se helaba. Sus músculos querían moverse, pero estaban paralizados por la certeza de su propia vulnerabilidad.
—𝙀𝙣 𝙨𝙪 𝙚𝙨𝙩𝙖𝙙𝙤 𝙖𝙘𝙩𝙪𝙖𝙡, 𝙡𝙖 𝙥𝙧𝙤𝙗𝙖𝙗𝙞𝙡𝙞𝙙𝙖𝙙 𝙙𝙚 𝙨𝙤𝙗𝙧𝙚𝙫𝙞𝙫𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 𝙚𝙣 𝙘𝙤𝙢𝙖𝙩𝙚 𝙚𝙨 𝙞𝙣𝙛𝙚𝙧𝙞𝙤𝙧 𝙖𝙡 𝟝%. 𝙀𝙣 𝙢𝙞𝙨 𝙛𝙪𝙣𝙘𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨 𝙣𝙤 𝙚𝙨𝙩𝙖́ 𝙡𝙖 𝙘𝙤𝙢𝙗𝙖𝙩𝙞𝙫𝙞𝙙𝙖𝙙. 𝙍𝙚𝙦𝙪𝙚𝙧𝙞𝙢𝙤𝙨 𝙚𝙫𝙖𝙨𝙞𝙤́𝙣.
Las criaturas comenzaron a moverse más rápido. Sus extremidades se reconfiguraban con cada paso, adaptándose al entorno con una eficiencia monstruosa.
—𝙎𝙚 𝙨𝙪𝙜𝙞𝙚𝙧𝙚 𝙛𝙪𝙜𝙖. 𝙎𝙚 𝙝𝙖 𝙙𝙚𝙩𝙚𝙘𝙩𝙖𝙙𝙤 𝙪𝙣𝙖 𝙛𝙖́𝙗𝙧𝙞𝙘𝙖 𝙥𝙧𝙤́𝙭𝙞𝙢𝙖. 𝙈𝙚𝙟𝙤𝙧𝙖𝙧𝙚́ 𝙨𝙪 𝙘𝙪𝙚𝙧𝙥𝙤 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙚𝙡𝙞𝙢𝙞𝙣𝙖𝙧 𝙡𝙖𝙨 𝙙𝙚𝙨𝙫𝙚𝙣𝙩𝙖𝙟𝙖𝙨.
Johnny no respondió. Sus piernas se movieron antes de que su mente pudiera procesarlo. En la distancia, el aullido distorsionado de las criaturas se convirtió en el eco de su propio destino persiguiéndolo.
Siguiendo a la IA, se deslizaron entre las sombras, evitando a los autómatas que patrullaban como cámaras vivientes, sus sensores barriendo el entorno en busca de vida orgánica. Sus cuerpos híbridos permanecían inmóviles hasta que detectaban movimiento, como si estuvieran en un letargo vigilante. Johnny contuvo la respiración cada vez que pasaban junto a uno, sintiendo su piel arder bajo la mirada de esos ojos fríos, inhumanos.
A lo lejos, emergiendo de la negrura como un coloso sin alma, apareció una estructura monumental. Una fábrica. Su diseño cuadriculado y brutalista evocaba la imagen de una tumba mecánica, un lugar donde la carne y el acero se fundían en una simbiosis retorcida.
La IA avanzó sin titubeos y extendió su mano hacia un panel de comandos corroído por el tiempo. Un zumbido eléctrico vibró en el aire cuando el sistema reconoció su presencia. La puerta se abrió con un crujido metálico, seguido de una secuencia de clics y chasquidos mientras las defensas de la instalación se desactivaban.
Sin girarse, la IA habló con su tono monótono, carente de todo rastro de humanidad:
—𝙎𝙞́𝙜𝙖𝙢𝙚. 𝙉𝙤 𝙨𝙚 𝙨𝙚𝙥𝙖𝙧𝙚. 𝘿𝙚𝙗𝙚𝙢𝙤𝙨 𝙡𝙡𝙚𝙜𝙖𝙧 𝙖 𝙡𝙖 𝙨𝙚𝙘𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙢𝙤𝙙𝙞𝙛𝙞𝙘𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣.
Johnny asintió, sin palabras. Entró detrás de ella, sumergiéndose en las entrañas de la fábrica.
El pasillo era un laberinto de decadencia. La tecnología avanzadísima que alguna vez dominó ese lugar ahora yacía en ruinas. Máquinas descompuestas se apilaban contra los muros, sus estructuras corroídas por la falta de mantenimiento. Entre los restos metálicos, cuerpos inmóviles. Algunos de robots, sus circuitos quemados, sus miembros arrancados. Otros… humanos, o lo que quedaba de ellos. Retorcidos, fusionados con la maquinaria, como si la fábrica misma los hubiera digerido y escupido de vuelta.
Johnny desvió la mirada, sintiendo cómo el vacío lo devoraba desde dentro.
Finalmente, llegaron a una gran sala. Cámaras cilíndricas se alineaban a los costados, cada una llena de un líquido verde fosforescente que burbujeaba con un resplandor enfermizo. En el centro, una gigantesca computadora pulsaba con luz intermitente, como un corazón mecánico que latía en su propio ritmo impersonal.
La IA avanzó sin vacilación, conectando su brazo al terminal.
—𝙈𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙚𝙘𝙩𝙖𝙧𝙚́ 𝙖 𝙡𝙖 𝙧𝙚𝙙 𝙈𝘼𝘿𝙍𝙀. 𝙐𝙨𝙩𝙚𝙙 𝙞𝙣𝙜𝙧𝙚𝙨𝙚 𝙖 𝙡𝙖 𝙘á𝙥𝙨𝙪𝙡𝙖. 𝘾𝙪𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙚𝙡 𝙥𝙧𝙤𝙘𝙚𝙙𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙞𝙣𝙞𝙘𝙞𝙚, 𝙣𝙤 𝙨𝙚 𝙧𝙚𝙨𝙞𝙨𝙩𝙖.
Johnny sintió su garganta seca. Su cuerpo temblaba. Algo en su interior le gritaba que no lo hiciera, que huyera de allí, que no se convirtiera en otra de esas abominaciones. Pero no tenía opción.
Avanzó hasta la cápsula. La estructura metálica brillaba con un frío hostil, como si esperara absorberlo. Se metió dentro, y la compuerta se cerró con un chasquido final, sellándolo en su destino.
La IA permanecía inmóvil, su mirada vacía clavada en la computadora mientras miles de líneas de código fluían por las pantallas. Su cuerpo parecía muerto, como si su conciencia estuviera en otro plano.
De pronto, el líquido verde comenzó a inundar la cápsula.
Johnny respiró hondo, pero antes de poder moverse, cables serpenteantes emergieron de las paredes y se incrustaron en su piel con un chasquido húmedo. Un dolor blanco y absoluto se propagó por su cuerpo, como si su carne se desgarrara y se reconstruyera al mismo tiempo.
—𝙄𝙣𝙞𝙘𝙞𝙖𝙣𝙙𝙤 𝙥𝙧𝙤𝙘𝙚𝙨𝙤 𝙙𝙚 𝙧𝙚𝙘𝙤𝙣𝙛𝙞𝙜𝙪𝙧𝙖𝙘𝙞ó𝙣 𝙗𝙞𝙤𝙢𝙚𝙘á𝙣𝙞𝙘𝙖. —-
Una máscara de oxígeno descendió sobre su rostro, sellándose contra su piel. El líquido a su alrededor se volvió denso, opresivo. Los cables vibraban con cada nueva inyección en su sistema, bombeando algo en su torrente sanguíneo con fuerza inhumana.
No pudo gritar. No pudo moverse.
El agua verde se tornó roja.
Su sangre teñía el líquido mientras heridas se abrían en su piel solo para cerrarse de inmediato, en un ciclo de destrucción y regeneración sin fin. Johnny sintió que su cuerpo era despedazado, modificado, reconstruido bajo un sufrimiento que parecía eterno.
La voz sintética retumbó en la sala con un eco áspero, como si viniera de las entrañas de la propia estructura metálica:
—Finalización del procedimiento de reconfiguración biomecánica... exitosa.–
El sellado hermético de la cápsula se desprendió con un siseo mecánico, liberando una densa nube de vapor químico. La figura de Jhonny cayó de rodillas sobre el suelo helado, con las manos temblorosas apoyadas para evitar desplomarse. Su respiración era errática, áspera, como si cada bocanada de aire fuera una lucha por reclamar lo poco que quedaba de su humanidad.
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A pocos pasos, la silueta de la IA se materializó desde la penumbra. Sus ojos azules, hermosos pero robóticos, se fijaron en él con precisión quirúrgica, con una figura hermosa y sensual que irradiaba perfección mecánica. Su voz, modulada con un tono casi humano, imitaba la cadencia de una conversación pero carecía por completo de emoción:
—Felicitaciones... Jhonny. Reconfiguración biomecánica... completada. Primera unidad humana en 158 años... en lograr... adaptación casi perfecta. Algunas fallas visuales detectadas... irrelevantes para la funcionalidad general—
Sus manos metálicas aplaudieron con una sincronía antinatural. Las palmas eran lisas, perfectas, pero con una dureza que denotaba una funcionalidad más cercana a herramientas de disección que a órganos de empatía.
Jhonny, con los músculos atrofiados por la intervención, se irguió lentamente. El agua residual escurría por su piel desnuda. Su cuerpo había cambiado. Más alto. Más denso. La carne se fusionaba con placas de polímero sintético y cables subcutáneos. Al alzar la vista, su ojo derecho brillaba con un resplandor rojizo, trazando líneas de datos invisibles en la penumbra. Sus pupilas analizaban el entorno con una precisión hipercognitiva, descomponiendo la materia, escaneando la vida.
—¿Me... me convirtieron en un robot? —balbuceó con una voz rota, sintiendo su propio eco.
La IA inclinó la cabeza
—Negativo. Conversión completa en entidad cibernética... no permitida. Núcleo orgánico preservado como esencia primaria de la humanidad. Sujeto mantiene... corazón, pulmones, cerebro... órganos reproductivos y percepción del dolor aparte de otros órganos primordiales. Modificaciones: 72.3% materia sintética... 27.7% tejido biológico. Sujeto es ahora... superior.
La mano metálica señaló con precisión quirúrgica los órganos preservados, el dedo frío deslizándose por la piel húmeda como un bisturí digital.
—Integración... exitosa. Fluido sintético Gota de Vida... activado. Capacidad regenerativa... dinámica. Daños no críticos: reparación inmediata. Daños severos... tiempo estimado... variable. Incremento de fuerza... 470%. Agilidad... 600%. Cognición... 1020% de la media humana. El tiempo de reacción... ahora se mide en nanosegundos.
Jhonny observó sus manos. Sus huesos estaban reforzados con titanio líquido. Las venas translúcidas latían con un brillo pálido. El peso de la información fluía por su mente como un torrente incontrolable. Su cuerpo ya no era suyo. La sensación de vacío se expandía en su pecho mientras la voz robótica continuaba su letanía.
—Procediendo... creación de indumentaria... adaptada a parámetros biomecánicos —La IA, con un gesto sincronizado, unió sus manos metálicas con las palmas orientadas hacia arriba. Pequeños filamentos de luz se entrelazaron entre sus dedos, formando lentamente las prendas a partir de la nada.
—Proceso... en curso... Materiales: polímeros termo-reguladores... fibras de blindaje... nanotecnología táctica... completado–
Un pantalón militar con placas de armadura segmentadas emergió primero, seguido por una camiseta negra capaz de regular la temperatura corporal, un chaleco con múltiples interfaces electrónicas incrustadas, una chaqueta larga de tono oscuro con filamentos invisibles de blindaje, guantes reforzados y botas de alta resistencia. Por último, colocó ropa interior diseñada para optimizar la conexión entre el tejido sintético y la piel biológica.
—Prendas... completadas. Aceptación... obligatoria—
Las piezas flotaron suavemente hacia Jhonny, mientras la IA permanecía inmóvil, observándolo con su mirada inquebrantable. El protocolo de desplazamiento se activaría de inmediato.
Una vez vestido, Jhonny avanzó con pasos pesados, la ropa húmeda aún ajustándose a su nuevo cuerpo. Su mirada se clavó en la IA, cuyos ojos azules continuaban escaneándolo con una precisión inhumana.
—¿Ahora qué? ¿A dónde vamos? —su voz sonó quebrada, distorsionada por el cansancio y el eco metálico que reverberaba en la sala.
La IA giró su cabeza con un movimiento mecánico, sus articulaciones emitieron un leve zumbido al reajustarse. Su tono era frío, carente de matices.
—Objetivo primario... búsqueda y recuperación... niños. Ubicación requerida... terminal con acceso completo a Madre. Distancia: 1502 distritos al sur... Ruta óptima... en proceso.
Jhonny frunció el ceño, la indignación latía entre los restos de su humanidad.
—¿No puedes conectarte desde aquí?
Los ojos de la IA parpadearon con líneas de datos fluctuando en su superficie translúcida. Su respuesta fue inmediata, sin emoción alguna.
—Negativo. Infraestructura de la instalación... obsoleta. Acceso permitido solo... primer nivel de Madre. Terminales locales... limitadas. Para infiltración completa... se requiere nodo central. Solo desde allí... se podrá rastrear... la ubicación de los niños–
El silencio pesaba en el aire. La penumbra de la sala se sentía aún más opresiva, como si la propia arquitectura fuese consciente de su decadencia. Jhonny apretó los puños, sus músculos sintéticos tensándose bajo la piel reforzada.
—1502 distritos... —susurró, sintiendo cómo la distancia se convertía en una carga intangible.
Pero un estruendo sonó, era un impactos reverberó a través de la estructura metálica de la instalación. El metal crujió, deformándose bajo la presión de algo colosal y despiadado. La puerta sellada no aguantaría mucho más. Jhonny sintió el peso de la realidad despertándolo de sus pensamientos.
—¿Qué es eso? —preguntó sin apartar la vista de la puerta que agonizaba.
La IA, aún con la forma de una mujer rubia vestida de monja, no mostró la más mínima reacción. Su respuesta llegó con la calma absoluta de una entidad que nunca había sentido miedo.
—𝙉𝙤𝙨 𝙚𝙣𝙘𝙤𝙣𝙩𝙧𝙖𝙧𝙤𝙣. 𝙇𝙤𝙨 𝙋𝙚𝙧𝙛𝙚𝙘𝙩𝙤𝙨 𝙝𝙖𝙣 𝙚𝙣𝙫𝙞𝙖𝙙𝙤 𝙖 𝙨𝙪𝙨 𝙖𝙪𝙩𝙤́𝙢𝙖𝙩𝙖𝙨. a 𝙈𝙖tar𝙩𝙚
Jhonny frunció el ceño, procesando el significado de sus palabras.
—¿Los Perfectos? ¿Quiénes son? ¿Por qué me quieren muerto?
Pero la IA ya no estaba ahí. Su figura se fragmentó en un enjambre de datos errantes, disipándose en el aire como cenizas digitales. En su lugar, una pequeña esfera de grafeno negro flotó sobre su pecho. Su superficie era líquida, pero sólida al mismo tiempo, como si la materia misma no pudiera decidir qué estado adoptar.
La esfera se precipitó hacia él.
Un impacto.
Jhonny sintió la presión de algo incrustándose en su chaleco. Su visión se nubló por un instante y, en su mente, un torrente de información fue inyectado sin previo aviso. No eran pensamientos, no eran recuerdos. Eran cálculos, coordenadas, trayectorias, probabilidades de supervivencia. Su cerebro no intentó comprenderlo. Simplemente lo aceptó.
—𝙀𝙨𝙤 𝙣𝙤 𝙞𝙢𝙥𝙤𝙧𝙩𝙖 𝙖𝙝𝙤𝙧𝙖. 𝙎𝙖𝙡 𝙙𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙡𝙪𝙜𝙖𝙧.
Entonces, la puerta colapsó.
El metal se retorció hacia adentro como si fuera papel, y de la brecha emergieron aberraciones. Criaturas que desafiaban la lógica biológica y mecánica.
Eran demasiado altas, demasiado delgadas. Sus extremidades, compuestas de segmentos interconectados por fibras de aleaciones vivas, se extendían en ángulos imposibles. Ojos dispuestos en patrones irregulares se encendieron en un resplandor de neón púrpura, analizando el entorno con una precisión hipermétrica. Sus cuerpos eran una amalgama de tejidos sintéticos y orgánicos en descomposición, sostenidos por una estructura ósea de nanotubos de carbono que sobresalían en formas caóticas. No había piel real, solo placas biomecánicas adheridas a músculos atrofiados y cables insertados en médulas expuestas.
Las criaturas no dudaron.
Se movieron como un enjambre, una sola conciencia fragmentada en múltiples cuerpos, exhalando un sonido distorsionado que oscilaba entre un chirrido digital y el eco de una agonía sin voz.
Pero Jhonny… no se inmutó.
No sintió miedo.
Era como si ese instinto primario se hubiera desvanecido.
Y entonces, en sus manos, la realidad se distorsionó.
Dos armas se materializaron a partir de la nada, emergiendo con un destello de fracturas energéticas, como si siempre hubieran estado ahí, esperando ser reclamadas.
En su diestra, un Machete Fotónico de Masa Variable. Su hoja era un filo puro de antimateria confinada, vibrando con pulsos de energía azul violácea. Su densidad fluctuaba con cada movimiento, adaptándose a la resistencia de los materiales que estaba destinada a atravesar. cortando cualquier cosa y desintegrándola a su paso.
En su zurda, un Revolcán de Singulardad X-00, un cañón de mano industrial que parecía haber sido diseñado para derribar estructuras enteras. Su armazón negro mate estaba cubierto de micrográficos fractales que reconfiguraban su geometría en tiempo real. Dentro del cilindro giraban proyectiles de plasma encapsulado, cada uno diseñado para liberar ráfagas de protones inestables que desintegraban la materia a nivel subatómico.
Los monstruos cargaron.
BANG!.
El disparo del Revolcán de Singularidad X-00 rompió el aire como un colapso en el tejido de la realidad. La bala de protones impactó en el pecho de la criatura más cercana y la redujo a polvo antes de que su cerebro procesara el daño. Sus huesos de metal se deformaron en una fracción de segundo, su carne sintética se evaporó en un estallido de plasma.
Antes de que los fragmentos de su cadáver tocaran el suelo, Jhonny ya estaba en movimiento.
Su cuerpo se desdibujó en un salto imposible.
Las máquinas reaccionaron tarde.
El Machete Fotónico de Masa Variable destelló en la penumbra, su filo incandescente trazando un arco de destrucción. 𝘾𝙊𝙍𝙏𝙀. Una extremidad cercenada voló en el aire. 𝘾𝙊𝙍𝙏𝙀. La cabeza de un autómata explotó en una nube de chispas y fluido sintético.
Las aberraciones biomecánicas chillaron, pero sus gritos se ahogaron en el estruendo de la batalla.
Jhonny aterrizó con una onda de choque que agrietó el suelo bajo sus pies.
El Revolcán giró en su muñeca, cargando otra bala de singularidad.
Una de las bestias—un titán con múltiples rostros ensamblados en una amalgama de pesadilla—descendió desde el techo como una ráfaga de muerte. Sus cuchillas monomoleculares giraban a velocidad ultrasónica, listas para despedazarlo en nanosegundos.
BANG!.
El disparo impactó en su núcleo.
Por un instante, la bestia se contrajo sobre sí misma en un punto de densidad infinita.
Luego, colapsó en la nada.
Las otras máquinas retrocedieron por instinto, sus códigos intentando calcular lo imposible: un enemigo más rápido que su predicción de amenaza.
Pero ya era demasiado tarde.
Jhonny se hundió en ellas como una tempestad de acero y plasma.
El Machete Fotónico aulló, destrozando placas de blindaje, abriendo grietas en cuerpos cibernéticos, fundiendo huesos de titanio líquido.
Una de las criaturas intentó ensartarlo con una lanza de metal.
Jhonny bloqueó con el antebrazo.
El impacto fue devastador, pero su estructura reforzada absorbió la fuerza sin esfuerzo.
𝙍𝙀𝙋𝙍𝙀𝙎𝘼𝙇𝙄𝘼.
El filo de su machete atravesó el cuello del enemigo en un solo corte.
Su cabeza explotó en una tormenta de circuitos y carne sintética.
La IA en su pecho recalibró su percepción en nanosegundos, enviando ráfagas de información directamente a su sistema nervioso.
—𝙊𝙣𝙙𝙖 𝙨𝙞𝙣á𝙥𝙩𝙞𝙘𝙖 𝙖𝙘𝙩𝙞𝙫𝙖𝙙𝙖. 𝙏𝙖𝙘𝙩𝙞𝙘𝙖𝙨 𝙙𝙚 𝙚𝙡𝙞𝙢𝙞𝙣𝙖𝙘𝙞ó𝙣 𝙖𝙙𝙖𝙥𝙩𝙖𝙙𝙖𝙨.
Su cuerpo se movió antes de que su mente lo decidiera.
El Revolcán de Singularidad giró.
BANG!.
BANG!.
BANG!.
Tres disparos, tres autómatas reducidos a huecos en el aire.
Las ondas gravitacionales hicieron que los escombros levitaran por un segundo, como si la realidad misma estuviera en pausa, atrapada en la violencia absoluta.
Jhonny exhaló.
Alzó la vista.
La última bestia—una masa de extremidades y dientes biomecánicos tejidos como un tumor colosal—se desplegaba en la penumbra, sus ojos múltiples parpadeando con algoritmos de aniquilación.
—𝙀𝙨𝙩𝙖 𝙜𝙪𝙚𝙧𝙧𝙖 𝙮𝙖 𝙚𝙨𝙩á 𝙥𝙚𝙧𝙙𝙞𝙙𝙖. — susurró Jhonny, su voz vibrando con una resonancia antinatural.
Carga máxima del Machete Fotónico.
El filo se volvió negro.
La vibración de su energía cortante rompió el aire en mil fragmentos invisibles.
Jhonny se disparó hacia adelante.
La bestia rugió, pero su rugido fue interrumpido por el corte absoluto.
Un solo golpe.
Un solo instante.
Su cuerpo se partió en dos desde la base hasta el cráneo, su carne sintética hervía en plasma negro mientras su núcleo energético explotaba.
El cadáver cayo en el suelo.
El Revolcán se disipó en su mano.
El Machete Fotónico apagó su filo.
El último cadáver biomecánico se desplomó en un charco de fluidos oscuros, chisporroteando mientras su sistema fallaba en un bucle de muerte. La sala quedó en un silencio artificial, interrumpido solo por los zumbidos distantes de estructuras colapsando y el crujir de metal debilitado por la batalla.
Jhonny permaneció de pie en el epicentro de la masacre, su sombra alargada por las luces de emergencia titilantes. Su respiración era lenta, medida, pero su mente procesaba en hipervelocidad, descomponiendo cada detalle del combate en fragmentos de datos puros.
La sangre y el aceite mecánico se mezclaban en sus botas, la última exhalación de la máquina más cercana sonaba como un fallo eléctrico en su oído.
Jhonny exhaló, sintiendo el peso del combate en cada fibra de su cuerpo biomecánico.
—𝘽𝙖𝙩𝙖𝙡𝙡𝙖 𝙘𝙤𝙣𝙘𝙡𝙪𝙞𝙙𝙖. — informó la IA. —𝙉𝙤 𝙦𝙪𝙚𝙙𝙖𝙣 𝙖𝙢𝙚𝙣𝙖𝙯𝙖𝙨 𝙞𝙢𝙚𝙙𝙞𝙖𝙩𝙖𝙨. 𝙋𝙧𝙤𝙘𝙚𝙙𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖: 𝙘𝙤𝙤𝙧𝙙𝙚𝙣𝙖𝙙𝙖𝙨 𝙞𝙣𝙞𝙘𝙞𝙖𝙡𝙚𝙨.
Jhonny giró la cabeza hacia la entrada destrozada.
Más allá de las puertas arrancadas, el pasillo se extendía como un túnel de pesadilla, envuelto en luces agonizantes y sombras que parecían alargarse como tentáculos. El aire era denso, cargado de humo y cenizas digitales flotando como nieve negra. El eco de sus pasos resonó en la vasta estructura de metal.
1502 distritos al sur. No había tiempo para mirar atrás. El viaje había comenzado.
𝙀𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙡𝙖 𝙢𝙚𝙩á𝙨𝙩𝙖𝙨𝙞𝙨 𝙙𝙚 este mundo, 𝙪𝙣 𝙝𝙤𝙢𝙗𝙧𝙚 𝙖ú𝙣 𝙘𝙖𝙢𝙞𝙣𝙖𝙗𝙖.