Fuego... otra vez lo veía. Sentía que lo quemaba, que lo abrazaba. De pie, a unos metros de él, alta y con un cabello rojo, estaba su madre. Miraba a la distancia, en dirección contraria a él.
—¿M-mamá?—preguntó Isaac, su voz tiritó. Estiró un brazo, quería alcanzarla, e intentó acercarse. Cada paso que dio era pesado, dudoso, pero avanzaba. Su madre no se acercaba, aunque estaba cerca. No importaba cuán rápido se moviese, no llegaba a ella.
—Búscame, hijo. Búscame, y serás libre.
Una masa negra cayó sobre su cabeza. Viscosa, sin olor, gelatinosa, desagradable al tacto. Bañó y cubrió su cabello y rostro. Miró hacia arriba y encima estaba la criatura de las ruinas, la Madre de la corrupción. Abrió su boca, una caverna oscura llena de dientes.
Y lo devoró.
De un grito, Isaac despertó. Se sentó, sudando y respirando de manera acelerada. Revisó su estado físico, sus manos exploraron su propio rostro y cuerpo, y se sintió satisfecho cuando se dió cuenta que todo su cuerpo estaba intacto. Lo que le preocupó fue darse cuenta que estaba solamente cubierto por sus boxers rojos.
Miró a su alrededor, apenas había luz, suficiente para ver gracias a las poca que entraba por una ventana a su derecha, y observó la habitación donde se encontraba. Era pequeña, pero parecía hogareña, bien cuidada. La cama era blanda en lo que se necesitaba, pero sentía la marquesa debajo suyo al moverse. Una cómoda decoraba la pared a su izquierda, donde logró ver algo de ropa encima. No parecía ser la gran cosa, había poco espacio para moverse, pero existía. En el aire, un extraño aroma llegó a su nariz, como a comida que estaba en la cocina y causó que su estómago volviera a recordarle que debía comer.
—¿Helena?—preguntó cuando se acordó de ella.
Helena se materializó en frente suyo al lado de su cama. Su luz iluminó la pequeña habitación. Isaac en parte agradeció y maldijo que todo lo que pasó antes de quedar inconsciente era real. Por un momento ella sonrió, y luego se sonrojó y miró hacia el lado, evitando el contacto visual con Isaac. Cruzó los brazos y frunció el ceño.
—¡S-si vas a hacerme salir por lo menos ponte ropa!—dijo ella enojada.
—Definitivamente no eres una inteligencia artificial—respondió Isaac.
Ella apuntó al bulto de ropa encima del armario, dijo que las 2 hermanas que lo trajeron dejaron eso por si despertaba ya que sus ropas estaban manchadas de sangre y otras cosas que se le pegaron en la sede. Isaac suspiró y agradeció que eran ropas de su talla, una camisa blanca de mangas cortas y un pantalón de color marrón. Parecían hechos de algodón o algún material similar, suaves al tacto y distinto a la ropa que solía usar en la Tierra. No se le hacían sintéticos.
—¿Entonces hablaste con ellas?
—No realmente… solo las escuché desde el símbolo—respondió Helan, ahora si miró cuando Isaac ya tenía el cuerpo cubierto por algo—Parece que son una niña y una adulta, se trataban de hermanas.
Una extraña sensación cubrió a Isaac. En medio de la duda y el agradecimiento, debía ir a agradecer a sus benefactoras que parece lo cuidaron durante el tiempo que llevó inconsciente.
—Solo quedaste fuera de combate por unas horas.
Fue entonces, cuando se giró a la puerta, que vió que esta estaba entreabierta y un ojo azul, a baja altura, los miraba. Helena se desapareció cuando vio el ojo, para sorpresa de Isaac, y la persona salió corriendo del lugar, gritando. Su voz era de niña, aguda y tierna a pesar del volumen.
—¡Hermanita! ¡El humano despertó y estaba hablando con la hada!
Le hizo gracia escuchar que llamaran a Helena un hada, pero de igual forma le llamó la atención que se escondiera al notar que los observaban. Dejó de lado sus dudas y decidió salir de la casa, necesitaba hablar con sus anfitrionas y agradecerles. Salió de la habitación y se encontró en un pasillo, donde notó que estaba en un segundo piso de la casa al ver las escaleras al final. Había otras 3 habitaciones, lo cual fue una sorpresa ya que el espacio no dejaba de hacérsele pequeño.
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Y justo cuando bajaba las escaleras, a punto de subirlas en dirección contraria a él, se encontró con su anfitriona. Ojos azules, cabello rojo cobrizo y largo, pecas en la cara, orejas de zorro y cola del mismo color del cabello… ¿orejas de zorro?
Los ojos de Isaac no se pudieron hacer más grandes de lo que lo hicieron al notar las características de la mujer que tenía enfrente. Las orejas estaban levantadas y apuntando hacia él, mientras que la cola se movía lentamente de un lado a otro. Aparte de eso, parecía completamente humana a pesar de que él estaba seguro de que no lo era. Detrás de ella estaba la que suponía era la hermana y quien los observó mientras conversaba con Helena. No parecía ser mayor de 10 años, y compartía las mismas características, eran similares.
—¡Despertaste!—dijo alegre la mujer, una pequeña y suave sonrisa se formó en su rostro.
Se acercó a Isaac y puso su mano en la frente. La repentina acción y tacto lo hizo retroceder un poco, pero se relajó cuando se dió cuenta que ella quería revisar su temperatura. A pesar de sentir su cálida y suave mano contra la piel de su frente, sintió su cuerpo entero tensarse casi de golpe, su cuerpo reaccionó haciendo que retrocediera un par de centímetro antes de darse cuenta que quería revisar su temperatura. Aún dudoso, dejó que coloque la mano en su frente y tome su temperatura, apretó sus dientes mientras que afirmó los puños a los lados de su cuerpo.
—Tu temperatura está normal—dijo entonces la chica, sonriendo—Estabas frío. Ven, el alquimista dijo que debías comer algo apenas despertaras.
La promesa de comida fue suficiente para que Isaac se interesara en seguirla. La casa era, nuevamente, pequeña y humilde. Le parecía un lugar cómodo, bien hogareño a la antigua, estanterías de libros, decoraciones pequeñas de madera, como figurillas, telas en la sala de estar, la cual apenas cabía el sofá que tenían. Nada de electrodomésticos, ningún televisor, o radio o teléfono, nada de luces o interruptores para ellas. Nada moderno, solo cosas que diría que eran antiguas pero se veían nuevas. De a poco se había dado cuenta que realmente había caído en un mundo nuevo, uno que desconoce por completo.
La mujer lo dirigió a la cocina donde le esperaba una mesa a la que le indicó sentarse. La estufa era a leña, de esas metálicas que solo se ven en casas en el medio del bosque o en casas antiguas antes de que se vendieran balones de gas para las casas y aún las tenían.
La mayor le hacía gestos a la menor para que se acercara, cosa que la niña que parecía le hacía caso y se quedaba cerca, tomando la falda de la túnica de su hermana. Observaba a Isaac con ojos curiosos, como si quisiera preguntarle algo.
—Mi nombre es Isaac—decidió hablar cuando se sentó en donde la mayor le dijo—¿tú me cuidaste? Gracias.
La mayor miró a Isaac con una sonrisa y ojos entrecerrados, miraba por sobre su hombro.
—Mi nombre es Crystal. Ella es Kin—apuntó a su hermana—. Te encontramos tirado fuera de la antigua sede de los Buscadores.
¿Cómo podía preguntarle sobre sus rasgos? Esa cola frondosa y orejas que parecían de zorro que ambas hermanas tenían agregaba a la serie de misterios que se acumulaban a su alrededor. Era como en las series de manga y anime que solía compartir con Dan, personajes demi-humanos que tenían algún rasgo de animal en un mundo de fantasía. Entonces se acordó de Helena, podía preguntarle a ella más adelante cuando estén solos. Aún no lograba entender el por qué se escondió cuando notó que los observaban.
En un plato de madera, con una cuchara del mismo material, fue que Crystal le sirvió una sopa de carne y verduras a Isaac para luego sentarse al otro lado de la mesa para mirarlo. La comida tenía un sabor sencillo, pero no se iba a poner a criticar la comida de su anfitriona, menos con el hambre que sentía y le parecía el mejor plato de comida que había consumido en mucho tiempo. Se aguantó el deseo de devorarla, pero igualmente no dejaba de ingresar cucharada tras cucharada a la boca.
—Pareciera que no has comido en días, Isaac—dijo la mayor al verlo con sorpresa y lo que parecia ser clara intriga.
—Así me siento—dijo al pausar un momento para responder—, es como si no hubiera comido en días, gracias por la comida y por cuidarme.
—No hay problema, no sería correcto dejar a alguien en tu estado.
Crystal no dejaba de lado su sonrisa. Era tierna y hermosa, la mujer zorro era bonita de rostro y tenía una cierta delicadeza en su actuar. Además, parecía ser muy buena persona por haberle cuidado y darle comida, compartiendo su mesa con él. Sin embargo…
—Señor, ¿es usted un Buscador?—La voz de Kin, pequeña y tierna, lo sacó de su trance de forma repentina.
—¿Buscador?—preguntó Isaac con una sonrisa a Kin, tratando de dejar de lado lo que estaba pensando. Notó como la mirada de Crystal bajó la sonrisa e intercambiaba entre el rostro de él y su hermana.
—Si, con mi hermana lo encontramos tirado afuera de donde vivían ellos.
—Ah… pues…—Isaac iba a contestar. Dudó por un segundo ya que sabía que Helena iba a escucharle responder que no, él no era un Buscador, o al menos no sabía si sentirse como tal. Ni siquiera sabía que era un Buscador más allá de la rápida descripción que su nueva compañera le dijo. “Resolvedores de misterios y de problemas? No tengo tiempo para ello” Se dijo a sí mismo en lo más profundo de su mente.
Y antes de que pudiera responder, la puerta principal se vio víctima de un azote de fuertes golpes que hicieron que Isaac se mereciera por el repentino ruido. Parecía que la puerta se iba a caer de la fuerza que estaba aguantando, a punto de ceder ante tal violencia.
—¡Abre la puerta, ‘Unerisen’!—se escuchó una voz ronca y agresiva—¡Se que estás ahí!