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Cuentos del Cruce: La saga de Isaac (Español)
Capitulo 2: Las puertas del infinito

Capitulo 2: Las puertas del infinito

Quedaba 1 mes para el cumpleaños 18 de Isaac cuando ocurrió el mayor evento que marcaría su vida y lo iniciaría en su viaje. Era de noche cuando, nuevamente, despertó sudando y ahogando un grito. Se sentó en su cama, a oscuras, y buscaba por toda su habitación señales de peligro. Había soñado nuevamente con el incidente de hace algo más de 11 años, donde sus padres perdieron su vida y su madre suscita esas misteriosas palabras: se libre.

Se secó el sudor de la frente, se preguntó nuevamente a que se refería su madre. Nunca logró entenderlo, palabras que su padre adoptivo desconocía le habían sido dirigidas. Su respiración, que estaba agitada por completo, de a poco volvió a su ritmo normal.

—Mierda...—se dijo Isaac, qué dejó caer su torso hacia atrás, plantó el reverso de su cabeza en la almohada nuevamente—¿Por qué?—suplicó una respuesta a lo que sea que estuviese escuchando el por qué debía sufrir así.

BANG BANG BANG

El sonido de los golpes en su puerta lo hizo saltar nuevamente. Estaba solo cuando se fue a dormir, así que el sonido fue completamente repentino e inesperado. Se sentó nuevamente y con cuidado se levantó de la cama, preocupándose de no hacer un sonido.

—¡Isaac! ¡Despierta, es una emergencia!—escuchó la voz de Roberto, su padre adoptivo. Él no esperaba verlo hasta en un par de semanas más. ¿Qué hacía aquí? Luego, escuchó sus pasos, lentamente más distantes.

Se levantó rápidamente y fué a buscar su ropa, poniéndose unos pantalones de jeans azules, una polera blanca y un chaleco abierto gris con gorro. En la mesa de noche, agarró un pañuelo que tenía sobre este. Era blanco, limpio, de tela delicada. Una D con una caligrafía hermosa decoraba una de las esquinas. La amarró con cuidado en su muñeca.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué está pasando?—inquirió mientras se terminaba de vestir.

—Lo sabrás cuando lo veas. ¡Rápido, en marcha!—gritó Roberto desde afuera.

Esas palabras siempre lo molestaron. Cuando lo vea... ¡Qué estupidez! Se decía Isaac cada vez que usaba esa vieja excusa para no tener que explicarle por qué tomaba sus decisiones raras y sin sentido. Toda su vida desde la muerte de sus padres había sido una serie de eventos y caminos cuyo propósito solo han sido explicables cuando vea algo que aún no pasaba. Sentía como que su vida había sido escogida por él, y lo odiaba. Era como tener una correa en su cuello y alguien constanmente hacia la tarea de jalarla.

Antes de salir se miró en el espejo que tenía en la habitación. Estaba roto, la imagen hecha trizas. Ah sí, había pasado hace unas semanas atrás, moviendo algunas cajas y buscando un libro dejó caer uno sobre este por accidente. Su imagen estaba fraccionada en el vidrio reflectante, vio su cabello castaño oscuro despeinado y sus ojos cafés cansados, el resto de su cuerpo un desastre en la imagen que le mostraba el artilugio. Se dirigió a la puerta, arreglando su pelo en el camino.

—Viejo, será mejor que haya una buena razón para esto—dijo Isaac cuando apareció en el living de la casa, donde su padrastro estaba hablando por su teléfono celular.

—Si, ya voy en camino. Está bien... los padres de los gemelos deben estar ocupándose de ellos—dijo, una pequeña voz se alcanzaba a escuchar respondiendo e intercediendo en la conversación. Isaac no logró descifrar que es lo que dice—Si, prepara todo, vamos para la casa ahora.

En ese momento, Roberto le lanzó sus llaves a Isaac. Cuando este las agarró de forma instintiva, las tomó del símbolo del ojo y una esfera morada. Esta última fue una de las pocas cosas que su madre tenía cuando murió. En más de una ocasión la había mirado, pero esa noche algo raro tenía, era como si sintiera una extraña vibración de ella, como si le estuviera advirtiendo de algo.

Guardó las llaves y miró a su padre adoptivo, quien estaba caminando ya hacia la puerta.

—Al auto, no hay tiempo—Dijo Roberto mientras salía por la puerta principal.

"¿Cuando lo hay?" pensó Isaac, claramente molesto pero igualmente sigue al viejo a la salida "¿Y a qué gemelos se refería? No creo que sean..."

—Tengo clases mañana, pero okay…

La noche era fría, pero gracias a las salidas a tener que sobrevivir con el mínimo en la intemperie, su cuerpo ya se había ajustado a las bajas temperaturas de la época. Aún así, ajustó su chaleco por si acaso.

Fue entonces que se dio cuenta que Roberto llevaba su pistola Glock G19, un arma de mano de que usaba balas de 9 milímetros. Era el arma que le entregaron en la PDI. No solo eso, tenía la mano puesta lista para desenfundar. La tensión del aire se volvió palpable y estaba seguro que tenía el sabor amargo que de pronto se formó en su boca. Se encontraba listo para disparar, y nunca antes lo había visto en ese estado. Algo serio estaba pasando.

Isaac había comenzado a sentirse mareado en el asiento trasero mientras que el auto recorría las laberínticas calles de las calles de los cerros de Valparaíso. Era posible encontrar calles que están cerca unas de otras, pero por la altura y forma del terreno no se conectan, creando la necesidad de dar una vuelta entera para pasar de un cerro a otro de vez en cuando. Aunque en este punto ya se hubiera acostumbrado, los movimientos y su dificultad para mantenerse bien en un vehículo en movimiento no eran buena mezcla.

—Mierda, viejo... ¿Puedes conducir algo más despacio?—dijo mientras se sentía enfermo con la vista fija hacia cualquier punto fijo para que su mareo se relaje.

—Debemos ir rap-

Entonces Roberto frenó el auto de manera repentina, sin previo aviso. Isaac casi se golpea contra el respaldo del asiento de su Roberto si no fuera por sus reflejos que le permitieron agarrarse a tiempo.

—¡No tan despacio!—dijo molesto con un tono sarcástico. Y entonces miró al frente.

Había una figura en frente de ellos, parada en medio de la calle. Tenía una capucha morada que le cubría la cara. Estaba mirando al suelo.

—¿Quién…?—preguntó Isaac.

Roberto, entonces, pisó el pedal, y el auto aceleró hacia la figura. El cuerpo de Isaac se vio impulsado a su asiento por la inercia cuando no alcanzó a ajustarse al nuevo movimiento, y este logró afirmarse antes de golpearse. Apretó los dientes y maldijo las acciones de Roberto, pero luego vió que quería hacer: el auto iba directo hacia el encapuchado.

El auto aceleró a toda prisa contra la figura humana, la cual, en el momento que llegaba el impacto, saltó sobre el auto. Isaac pensó que iban a golpearlo, pero lo siguiente que escuchó fue algo pesado caer en el techo del vehículo sobre él. Miró hacia arriba, en lo que alcanzó a ver algo empezar a atravesar el techo del auto.

Una hoja metálica atraviesa el techo para sorpresa de Isaac, y este se mueve rápidamente de su lugar cuando ve que esta va dirigida a su cabeza. La hoja se retrae y vuelve a entrar sobre él, obligándole a tener que moverse de nuevo, y de nuevo, y otra vez. “¡¿Por qué anda con una espada?!” Se preguntó mientras esquivaba los ataques. No solo se sorprendió del arma de su enemigo, el que esté atravesando el auto como mantequilla era impresionante en sí.

Entonces, el auto giró en una esquina de manera rápida, Isaac fue lanzado hacia la puerta izquierda del auto, mientras que escuchaba al asaltante moverse, caerse y luego girar sobre el techo, alcanzando a ver su figura caer por la ventana trasera.

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Se erguió y miró hacia el maletero del auto, y vió a la figura sosteniéndose de la hendidura entre el vidrio trasero y la puerta del maletero, la capucha ya caída sobre la espalda de esta persona y en su rostro, dándole una mirada de terror y maldición. Llevaba una mascara dorada con ojos negros y una sonrisa diabólica. Al ver esa decoración, los ojos de Isaac se abren y sus pupilas se achicaron, mientras que tragó saliva.

—¡V-viejo… explica ya que está pasando!—preguntó Isaac sin despegar la vista de su atacante.

Roberto aplasta el freno del vehículo, e Isaac cae al suelo del coche. El asaltante, que no esperó el movimiento, fue lanzado hacia el vidrio trasero del auto, trizando y lanzando pequeñas partículas de vidrio, y con la energía que se mantuvo rodó sobre el techo hasta llegar al capot, cayendo a la calle.

Isaac se quejó del golpe que recibió, y buscó levantarse nuevamente y lentamente se sentó, adolorido y molesto. Miró hacia atrás, notando el vidrio roto, pero el asaltante ya no estaba. Instintivamente, su rostro giró para dirigir sus ojos al frente del vehículo.

El encapuchado, oculto por el frente del vehículo, usó el capot del auto para comenzar a levantarse, con clara dificultad, con un movimiento lento y doloroso, poniéndose en pie.

—Mierda—exclamó Roberto.

Isaac vio la mano de su padre adoptivo alcanzar su pistola, la desenfundó y luego, sin perder segundos, apuntó al desconocido. Su reacción inmediata, al ver que el dedo ya estaba en el gatillo, fue taparse los oídos, tan fuerte como pudiera hacerlo.

La balas sonaron como 3 relámpagos consecutivos, atravesando el parabrisas como si no existiera, dejando tres claros agujeros en este con las marcas del rayo en forma de trizaduras. El cuerpo del encapuchado retrocedió con cada proyectil, retorciéndose del dolor punzante, para luego caer al suelo.

Roberto miró hacia atrás. Isaac estaba con la cabeza gacha, ojos cerrados, oídos tapados. Enfundó su pistola, aún caliente por los disparos, y volvió a conducir el vehículo.

—Esto es para mejor—se dijo a sí mismo Roberto.

Cuando el vehículo comenzó a moverse nuevamente, Isaac destapó sus oídos y miró hacia atrás. El cuerpo del asaltante estaba tirado en la calle, alejándose para quedar olvidado en medio de la noche. Algunas luces de las casas se encendieron, probablemente por los disparos percutidos por su padre adoptivo.

—¿Quién era ese?—preguntó Isaac. No esperaba una respuesta directa.

—No tengo idea—respondió Roberto.

Isaac giró la vista hacia su padre adoptivo, vio sus ojos a través del retrovisor, Estaba completamente serio, mirando directamente a la calle para conducir, iban más rápido que antes.

—Solo sé que son el motivo por el cual debemos irnos ya.

El auto se detuvo en frente de una casa que Isaac había visto en más de una ocasión. Alojada en medio del cerro de la Cruz, una casa abandonada existió que, para lo que le parecía a Isaac, habría sido construida durante la guerra del salitre o antes, o cuando la ciudad aún era joven. La madera era vieja y podrida, las ventanas estaban rotas y tapadas con tablones viejos y clavos oxidados.

—Vamos, antes de que llegue alguien más.

¿Por qué estaban aquí? Isaac se preguntó, mientras que sus pasos iban ligeros hacia la entrada de la destartalada estructura. La puerta estaba abierta y una luz era visible. desde dentro. Se escuchaba algo que parecía ser un motor dentro ¿un generador? Posiblemente.

Una vez dentro, la casa era un desastre de humedad, polvo y moho. Era inseguro estar dentro y respirar, se preocupaba. Pero lo que más le llamó la atención fue la luz y el generador que escuchaba sonar donde una claro agujero que quebraba al suelo y cavaba por la tierra se encontraba al medio. Se acercó y vio que la excavación era una bajada inclinada que formaba escalones en la tierra. No podía adivinar cuánto tiempo lleva eso ahí.

Su padre comenzó a bajar por ella, no diciendo nada más- Isaac le siguió detrás de cerca. , cuidando su cabeza sobre el techo de la entrada improvisada.

Al final, había una puerta de metal, mucho mejor preparada que la entrada por la que se acercaban. Estaba completamente cerrada.

—¡Escondra!—gritó Roberto, mientras que golpeaba la puerta con intensidad—¡Abre, estoy con Isaac!

“¿Escondra? ¿Ella no es…?”

La puerta se abrió lentamente, y detrás de ella apareció una mujer con lentes grandes, cabello largo y morado y ojos azules. Isaac la reconoció, ella era Escondra, según tenía entendido, ella era una especie de científica, aunque no sabía exactamente en que. Ella sonrió cuando los vio.

—¡Isaac!—exclamó ella, abriendo la puerta hasta al fondo y dirigiéndose a abrazarlo—¡Mira como has crecido!

Isaac no supo cómo reaccionar al abrazo, con sus brazos cayendo a sus lados y cada músculo en su cuerpo tensando.

—H-hola, Escondra, tanto tiempo…—dijo, sintiendo ansiedad por la inesperada interacción física.

—Mírate, estás todo guapo. De seguro tienes varias chicas detrás tuyo en la escuela.

—No sé sobre eso—Isaac evitó el contacto directo. Entre la vergüenza que siente y el contacto no solicitado, Isaac estaba fuera de su elemento. Además, según sabía, Escondra solo es unos años mayor que ella.

—Escondra, concéntrate—interrumpió Roberto—¿Está lista la máquina?

Escondra formó un puchero en su rostro, y luego se alejó de Isaac. Tomó unos cuantos pasos de distancia y su voz agarró un tono de voz más serio.

—Si, pero no la he podido estabilizar… usarla ahora es peligroso.

—Intentaron matarnos, Escondra, no queda más opción.

Roberto avanzó y entró en la habitación. Isaac le siguió, Escondra los observó con claro rostro de preocupación.

Dentro de la habitación había un escritorio con una laptop, varios papeles desparramados sobre la superficie, además de varios implementos de escritorio. Al lado de la mesa, sin embargo, estaba el objeto más llamativo: una máquina con un círculo de símbolos y runas dibujados en el suelo con lo que Isaac creía era tiza, un cristal blanco en el medio, y varias tuberías que hacían un semicírculo en la parte más alejada de su forma. Lo que sea que esa máquina haga, que Isaac recordó no está estabilizada (lo que eso signifique), escapaba de su comprensión con solo verla. A un lado había un panel de control.

—¿Qué es esto?—preguntó Isaac.

—¡Eso, mi querido Isaac, es mi más grande invención hasta la fecha!—respondió Escondra, una sonrisa de orgullo se formó en su rostro, mientras su pecho se inflaba de esto—Es una máquina que logra concentrar la poca energía de Éter alrededor nuestro, y la amplifica para poder crear…

—¡Escondra, en serio, no hay tiempo!—Interrumpió Roberto—No sabemos si nos siguieron.

—¡Ay! ¡Si ya voy!—exclamó Escondra, visiblemente frustrada mientras que pisotea el piso con el pié.

Escondra se movió hacia el panel de control y comenzó a pulsar botones y manipular lo que salía en la pantalla.

—Bien, está apuntando a Jaztenia, pero no puedo asegurar que van a llegar allá.

“¿Jaztenia? ¿Qué es eso?” El nombre le parecía extraño, la curiosidad de a poco le gana, pero se resignó a esperar a ver que pasa. El deseo por saber qué es lo que la máquina, siendo manipulada por Escondra, hacía era mayor.

—Mejor que nada, en este punto—respondió Roberto.

—Pues, supongo, odio esa palabra, que van a quedar cerca de la capital—Escondra estaba terminando de pulsar botones. La maquina comenzó a hacer un sonido que indicaba que estaba encendiéndose—O se genera un agujero negro y nos transformamos en spaghetti. ¡Pues lo que el Creador quiera!

Con esa palabra, que a Isaac le hizo sentir incómodo, Escondra pulsó un botón más, y la máquina comenzó a sonar más fuerte. El cristal en medio de la máquina empezó a brillar, y luego le siguieron los símbolos en el suelo. Se sentía que el suelo estaba vibrando con fuerza, y algo de tierra caía del techo. Isaac retrocedió unos cuantos pasos, tomando distancia de la máquina, mientras que, al mirarlo, su padre tenía una sonrisa extraña en su rostro. Él ya estaba acostumbrado a lo raro y misterioso con su padre adoptivo, pero esto ya era mucho.

Fue en ese momento que el color del cristal comenzó a cambiar. De a poco, pasó de ser completamente blanco a un color azul, profundo. Luego, los símbolos de tiza comenzaron a girar alrededor de este, como si estuvieran en una especie de órbita perfecta. Y entonces, la luz del cristal se extendió y tomó lo que Isaac podía entender como una forma física, rodeando la forma central y cubriendo por completo el círculo del suelo.

—F-Funcionó…—dijo repentinamente Escondra, quien tenia los ojos abiertos y sus lentes caídos. Luego los ajustó y tosió—P-por su puesto que lo hizo—se corrigió a sí misma— ¡logré crear un portal!—Su tono de voz era evidencia de su excitación.

“¿Eso es un portal?” se preguntó Isaac en su cabeza. No es como se lo esperaba, parecía un domo de luz…caminó hacia el fenómeno, observando con curiosidad y búsqueda de entenderlo. Nunca antes había visto nada como eso. Tragó saliva, intentó dar sentido de lo que observaba, su mente pensando en explicaciones lógicas de lo que veía. ¿Éter? ¿Portales? Nada estaba teniendo sentido—En serio, ¿alguien puede explicarme qué está pasando?

—Cómo te he dicho todo este tiempo, Isaac—Roberto se acercó a Isaac y puso la mano derecho en el hombro—Es más fácil que lo veas.

En ese momento, Isaac sintió un fuerte empujón desde atrás, apenas alcanzó a gritar y se vio cayendo a la luz. Y el momento en que creyó que iba a caer en el suelo…no había nada, pasó de largo. Era un vacío blanco, extraño, un infinito sin colores. Sentía que caía pero no al mismo tiempo. Era una sensación contradictoria, sentía que su cuerpo iba en lo que creía era bajada, pero al mismo tiempo no sentía la fuerza de gravedad en su cuerpo. Fue entonces que se dio cuenta que no podía ver sus brazos ni el resto de su cuerpo, pero los sentía, percibía sus manos y brazos moviéndose. Se tocó el torso y lo sentía, estaba ahí, pero no a su vista, estaba pero no estaba. Caía, pero no caía. Existía pero no existía. Sintió de vez en cuando que su movimiento cambiaba de dirección, pero luego volvía a caer.

Y luego todo se fue a negro.