Los cuerpos de las criaturas que lograron entrar a la habitación regaban la sala de Helena. Algunas tenían armas enterradas, a otras logró aplastar su cabeza para que muriesen, había al menos una docena. Él, por su parte, estaba sentado en el suelo apoyado en el pedestal, agarrando su brazo izquierdo, el cual sangraba por una herida que la última mantis logró causarle. Su manga estaba manchada de rojo. Ya estaba cansado, lo único que le ayudó fue que entraron de a pares y les tomaba un tiempo lograr penetrar en el cuarto.
Apretó su herida, quería detener el sangrado. Podía mover la mano y el resto de su extremidad, así que no debió darle a ningún nervio importante. Su respiración estaba pesada, exhausto de tanto ejercicio sin alimentarse ni beber agua y el dolor en su brazo. Cada vez que se exigía un poco más, más peligro corría de quedarse vacío.
Hizo el esfuerzo de levantarse, no quería que lo pillaran sentado. Se aferró al pedestal para ponerse de pie, quejándose del dolor en su brazo mientras se movía.
—Si esto fuera como los animes que Dan me recomendaba… sería muy poderoso, ¿no?—se dijo a sí mismo. Quizás debía estar agradecido de que Roberto lo hizo pasar por todo ese infierno mientras creció, ya hubiera muerto o vuelto loco de todo lo que está pasando, y sabía que aún le esperaban más cosas.
Fue entonces que la luz que emanaba del cristal lentamente comenzó a apagarse y el líquido morado (o que parecía ser uno) dejaba de salir de la estructura central hasta llegar al símbolo. No se había dado cuenta que la pieza de su llavero ahora brillaba del mismo color, ya no azul. ¿Habrá terminado ya?
Entonces, Helena aparece en frente del cristal, sonriendo satisfecha.
—¡Bien! Estoy lista…—su rostro cambia de tener una sonrisa a clara preocupación al ver el estado de Isaac. Colocó su mano en su boca—¡Por el Creador! ¡Isaac! ¿Estás bien?
—He tenido peores heridas—dijo, aunque no era del todo mentira, no quería demostrar que sentía dolor. Una sonrisa con la boca cerrada se formó en su rostro, intentando parecer calmado.
—¡No te hagas el duro conmigo!—respondió Helena, acercándose para mirar su herida.
Isaac refunfuñó un momento, pero sacó la mano para mostrarle el brazo. La fábrica de su chaleco y polera estaban cortados de manera casi quirúrgica, y estaba manchada de su sangre.
—Bien, al menos parece que el sangrado se detuvo…—dijo, un tono de duda se notó en su voz mientras la observaba.
Isaac miró la herida, sorprendido. En efecto, el sangrado se había detenido, lo cual no tenía sentido por la forma de la herida. Por la cantidad de sangre, estaba seguro que necesitaría unos puntos, pero pareciera que ya no será necesario.
—En ese caso, deberíamos movernos… ¿estás lista? No quiero seguir en este lugar—dijo Isaac.
—Si…—Helena seguía mirando la herida, también parecía dudar el cómo el sangrado se detuvo tan fácilmente. Él no la culpaba, estaba preguntando por lo mismo.
Se ha hecho heridas similares en el pasado, muchas veces terminó visitando un médico para que le hicieran una sutura.
—Vamos por la otra puerta, hay una ruta que podemos tomar por ahí.
Isaac tomó el llavero y lo colgó de su cinturón está vez, y se movió a la puerta, Helena comenzó a flotar al lado suyo, siguiendo sus pasos. Notó 2 cosas sobre ella: una era que podía ver a través de su cuerpo, era semi transparente, la otra que las luces de la habitación estaban apagadas, pero ella estaba brillando e iluminando sus alrededores. Intentó tocarla, para saciar su curiosidad, su mano la atravesó.
—¿Qué estás haciendo?—preguntó ella.
—Ah, quería saber si eras real…
—Obvio que soy real, pero lo que ves es una proyección del símbolo. Estoy ahí adentro—dijo frustrada, y apuntó al llavero en la cadera de Isaac—Acercalo a la puerta, no puedo controlar nada en la sede sin estar en el cristal, pero puedo abrirlas si las toco.
Isaac colocó el símbolo en la puerta. Esta se iluminó igual que las anteriores y comenzó a abrirse. Rápidamente pasaron por ella mientras que ponía el llanero devuelta a su lugar. Esta se mantuvo abierta.
El pasillo detrás mostraba el mismo ambiente asqueroso y pegajoso que el resto de pasajes por los que pasó antes de conocer a Helena. Era desagradable. Un fuerte hedor húmedo permeaba el lugar, pero no parecía venir de la masa de Corrupción. Caminaron por varios minutos, Helena era quien daba direcciones por donde ir, explicó que algunas rutas estaban bloqueadas por la sustancia negra o simplemente se derrumbaron, así que tomaron una ruta alternativa. En más de una ocasión tuvo el impulso de acercarse a oler la sustancia mientras caminaban por los corredores, pero era inodora.
—¿Piensas meter tu nariz en todo?—dijo ella, su rostro lo miraba con disgusto.
—Solo lo hago de curioso… no huele a nada.
—No necesito saber a qué huele…
—¿Siquiera puedes oler?
—¡Ese no es el punto!
Mientras más interactuaba con Helena, menos creía que la comparativa con una IA era la correcta. Ella parecía ser una persona normal y corriente cada vez que pasaban los segundos. Al comienzo hablaba como si fuera una máquina, su voz era completamente mecánica y metódica, ahora no. O quizás debía tomar más en serio la segunda mitad de su explicación, es mucho más compleja que una simple Inteligencia Artificial.
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Conforme continuaron su camino a través de los pasillos, no dejaba de observar su expresión conforme caminaban. Notaba tristeza en ella mientras miraba el estado del edificio. Tenía una mano puesta contra su pecho en forma de puño, como si estuviera sujetando algo cerca de su corazón. Su mirada observaba todo, y seguía objetos que no estaban ahí, como una memoria lejana que se manifestaba frente suyo.
—¿Quienes eran los Buscadores?—preguntó repentinamente Isaac.
—¿Ah?—reaccionó sorprendida Helena, para luego fijarse directamente en Isaac—Ehh… eran una organización de aventureros, por así decirlo… se dedicaban a explorar y descubrir misterios, a veces incluso ayudaban en pueblos y ciudades, especialmente aquellos que viajaban. Estos pasillos siempre tenían a más de algún Buscador venir a descansar y a registrar sus descubrimientos…
Debajo de la masa negra, la mayoría de las habitaciones parecían librerías y estanterías con objetos, libros y artefactos varios que vieron mejores días. Algunos parecían haber sido mordidos o lentamente deteriorados por la Corrupción, partes faltantes, cuchillos que les faltan trozos. En el camino tomó uno de los libros, las páginas o faltaban o estaban ennegrecidas.
Las estanterías no parecían haber sido dañadas por la masa, el daño era en los objetos y libros que estaban ahí.
—Que raro… no nos hemos topados con esas cosas—apuntó Isaac. Ningún ruido más que sus propios pases, los pasillos estaban silenciosos. Sus pasos se aceleraron un poco más.
—Si… no había muchas por ahí… pero no creo que las hayas matado a todas.
—¿Sabes cuantas había?
Helena asiente mirando a Isaac—Si, cuando estaba en el cristal, tenia vista completa del edificio entero.
Helena parecía ser como una diosa que tenia poder dentro de estos muros que ahora no almacenaban más que la porqueria que sea esta Corrupción. Podía ver todo, eso quiere decir que vio el cómo lentamente se veían consumidos los pasillos y cuartos, y quizás no pudo hacer nada al respecto… ¿cierto?
Igualmente, era preocupante su situación. Nada más llegar tuvo que arrancar de las mantises que lo atacaron, ahora ninguna aparecía en ningún lugar. Estaba todo muy tranquilo, demasiado para su gusto. Era como si algo estuviera respirando en su espalda y desapareciera cuando miraba atrás. Aceleró su paso. Sus pasos ahora hacían eco a través de los muros vacíos.
Encontraron una escalera y comenzaron a subir, cuando se vio perseguido momentos atrás, Isaac no había notado cuanto descendió. Fueron muchos escalones, subiendo en círculos en una escalera en espiral.
—¿Cuánta gente había en los Buscadores? Estas ruinas son enormes.
—¡No les digas ruinas!—Helena cruzó los brazos debajo de su pecho mientras miraba a Isaac con clara frustración, flotando cerca de él—Y es así ya que se almacenan gran cantidad de libros, archivos y artefactos mágicos. Marbos III no sabía que tanto espacio iba a necesitar, así que cuando logró conseguir los fondos para la primera sala en Jaztenia, buscó que sea tan espaciosa como el dinero lo permita. El resto fue lo mismo—miró hacia el frente nuevamente, sus brazos aún estaban cruzados, cerrando los ojos con indignación—Y no cualquier persona puede ser Buscador, debías pasar por una serie de pruebas o ser descendiente de alguno, e incluso ahí hay exigencias, así que no es como que las salas fueron construidas pensando en cuántas personas estarían dentro de estas.
Isaac se detuvo un segundo cuando Helena le gritó. No esperaba esa reacción, pero le dió a entender lo mucho que a ella le importa este lugar y lo que representa. Eso es algo que pudo comprender, perder algo cercano a uno. Iba a cuidar sus palabras sobre la sede, pero no podía negar lo que eran, ruinas. Lo que haya estado ahí, que ella sostuvo muy fuerte en su corazón, ya no está, y eso causa dolor. Uno difícil de aceptar.
—Por aquí—dijo Helena, dirigiéndose a la primera salida que encontraron de las escaleras. De alguna forma, sus ropas se movían como si hubiera resistencia del viento. Su tono de voz era más suave, letárgico—, al final del pasillo está la sala de entrada, ahí podremos salir.
El piso al que llegaron era un ambiente distinto. No encontró estantes con objetos devorados, aunque la corrupción si estaba en todos lados. Algunos libros decoraban el pasillo pero eran más pequeños. Escritos en el mismo idioma que no podía leer, y eso si es que no los cubría la masa negra. Estaban puestos de frente, en lugar del lomo a la vista. En el pasado, los buscadores recibieron visitas en ese piso, supuso. Por una puerta pudo ver lo que parecía una oficina.
Mientras caminaban por el pasillo, Helena no dejaba de mirar el piso, su mano seguía en su pecho, donde estaría su corazón´, si es que tuviera uno. “No lo tiene… ¿cierto?” se preguntó Isaac mientras la veía.
Llegaron al final del pasillo, otra puerta de piedra grande les detenía el paso. Esta tenía decoraciones más pronunciadas, parecían de oro.
—Es esta, ¿no?—preguntó Isaac.
Helena asintió mirando la puerta con pena. Y cuando vio que Isaac tomó el llavero nuevamente para abrir la puerta, le habló nuevamente.
—Piensas reconstruir a los Buscadores, ¿cierto?
Isaac se detuvo ante su pregunta. La miró con el llavero en su mano, agarrado desde la cadena del símbolo. No había considerado cuál era su parte en el protocolo que lo posicionó como guardián de Helena. ¿Debía hacerlo? ¿Siquiera quería?
—¿Es eso parte del protocolo?
—Ehh…—Helena tomó una pausa para contestar, mirando hacia un lado aleatorio—No, no lo es… solo dice que debes protegerme a mí y la memoria que llevo.
Isaac no preguntó realmente qué debía hacer. Memoria, los recuerdos de Helena. ¿Eran cosa sentimental? ¿O había más? Sí aceptó protegerla, más que nada para poder asegurarse salir y tener información del mundo donde se encontraba, pero no quería tomar responsabilidades tan grandes, no con todo lo que le estaba pasando.
—Pero preferiría que lo hicieras…
—No puedo prometerte nada—afirmó, mirando a Helena a los ojos—Deberías buscar a alguien más.
Helena lo miró con desdicha. Por un momento alcanzó a notar ira, luego derrota, después, tristeza—Entiendo…—dijo, girando a la puerta. Su expresión se volvió plana en ese momento. Aunque se podía notar que estaba rendida.
Isaac suspiró. No tenía sentido que él tomara una obligación de algo que no entendía o que se le forzaba. Siempre estaba a la mano de alguien más. Toda su vida sintió que todas las decisiones que él debía tomar, alguien más las hacía. Fue Roberto quien lo hizo practicar artes marciales, aprender a sobrevivir en la intemperie, a tener que saber conectar información, aprender a tomarse el tiempo para analizar sus situaciones. Nunca fueron cosas que él quería hacer. Solo quería vivir en paz bajo su propia ley. No le interesaba pelear ni buscar reconstruir una organización que ni si quiera sabe que hacían con exactitud, y mucho menos como funcionaban o eran sus principios. Solo quería respuestas de qué estaba pasando a su alrededor.
Levantó el símbolo y lo acercó a la puerta. Esta se iluminó como las anteriores. Nada fuera de lo normal. Al otro lado estaba la última habitación. La mitad de la exploración de las ruinas de los Buscadores tuvo muy poca excitación comparada con lo que le pasó al llegar. No los persiguieron, no los atacaron. No tuvieron que pelear. Algo no iba bien.
Y al abrirse la puerta, invitándoles a cruzar, sus gargantas se apretaron mientras que por el rostro de Isaac corría una gota de sudor.
4 grandes ojos, más grandes que los de las mantis, los observaban justo al otro lado.