La oscuridad había envuelto a Isaac. Ya no se sentía en un limbo, con sus ojos cerrados, sentía algo duro debajo suyo. Ya no estaba cayendo. Abrió ambos ojos, encontrándose en un lugar totalmente en negro. Mira a su alrededor, mientras que sus ojos se ajustan a su nuevo ambiente. Lentamente su vista se ajusta a la falta de luz… está en una habitación, de a poco va reconociendo cosas que parecen muebles. El lugar era frío, había un fuerte olor a humedad.
Se levantó con cuidado. Sintió su cuerpo cortado, parecía como si no lo hubiera movido por mucho tiempo, todos sus músculos se sentían tensos, como si hubiera dormido en mala posición por muchas horas. Gruñó mientras intentaba recuperar el control de sus partes, buscando donde sostenerse. Igualmente, sentía el estómago vacío, el hambre comenzando a ganar prioridad en su mente, junto con la sensación de tener la garganta seca.
Su mano encontró una superficie, pero rápidamente se arrepiente al sentir algo húmedo y gelatinoso en su palma cuando la posa. No pudo saber que color era, pero instintivamente la sacudió para quitarse lo que haya sido aquella sustancia pegajosa. Conforme su vista se ajustó, notó que la sustancia estaba en todos lados. Era asqueroso, aunque extrañamente no olía nada.
La habitación parecía una sala de algún tipo, con muebles que aparentaban ser asientos y mesas de madera que vieron muchos mejores tiempos en el pasado. ¿Un comedor, quizás? Igualmente, logró ver lo que parecían estatuas, muchas cubiertas con la sustancia y sus figuras no eran distinguibles más allá de tener forma humana. Pero apenas lograba ver nada mientras que sus ojos veían todo de color ‘gris propio’, mas que nada reconocía figuras y una masa rara en ellas.
Tomó su teléfono de su bolsillo, la linterna iba a ayudarle a ver en la oscuridad. Sin embargo, cuando intentó desbloquearlo descubrió que no se encendía.
—Que raro… recuerdo haberlo cargado durante la noche—comentó mirándolo con curiosidad. Volvió a guardarlo en su bolsillo.
Miró a su alrededor, sus ojos explorando la oscuridad que lo envolvía, buscando una salida o algo.
Entonces notó una puerta grande, no cubierta por la sustancia. Caminó hacia ella, con cuidado de no golpear nada en el paso. Sintió que movió algunas cosas con los pies mientras avanzaba, pero no logró reconocer todo. Algunas cosas parecían jarros, otros platos metálicos.
—¿Dónde demonios estoy?—se preguntó mientras caminaba.
Alcanzó la puerta. Era de varios metros de altura, bastante ostentosa. Por lo que alcanzaba a ver, estaba hecha de algún material parecido a piedra o mármol. La observó con detención, y notó que estaba vibrando, incluso podía escuchar el movimiento ligero que hacía mientras zumbaba en frente suyo. Acercó la mano para empujarla.
Nada más sus dedos tocaron la fría piedra de la puerta, sus ojos se abrieron de par en par al ver una luz emerger debajo de su palma, para luego expandirse a través de las ahora visibles decoraciones de la puerta. Isaac retrocedió, creyéndose en peligro por un momento mientras que el brillo se expandía.
Varias luces alrededor suyo se encendieron, faroles que se encendieron en orden por las paredes desde la puerta con una luz que parecía blanca, no parecía una llama normal. Gracias a eso, ahora pudo ver la sustancia en los distintos muebles de madera y piedra, era una cosa gelatinosa y negra, repulsiva a la vista.
La puerta comenzó a abrirse lenta y ruidosamente por su cuenta.
—¿Quién…?—Entonces escuchó una voz, de una mujer joven. Sonaba tensa, como si algo la hubiera sorprendido—¿Cómo entraste sin que yo lo sepa?—mirando alrededor, Isaac no supo de dónde venía la voz.
—¿Quién está ahí? ¡Muéstrate!—gritó en respuesta mientras se giraba buscando, no sabia de donde venia el origen de la voz, parecía venir de todos lados.
—Corre. Lo que hiciste los despertó. Encuéntrame—dijo entonces la voz incorpórea, su tono era casi mecánico y preciso.
“¿Despertó? ¿Qué cosa?” se preguntó en su mente, hasta que miró al techo de la habitación, al fondo de esta.
Tres pares de ojos enormes lo observaban, unas criaturas grotescas estaban colgando del techo, vigilando sus movimientos. Una abrió la boca un segundo, un sonido repulsivo escapó de esta con un poco de líquido similar a la masa que cubría el lugar. Si tuviera que comparar las criaturas, parecían mantis religiosas con ojos enormes y del tamaño de un golden retriever. Eran de color verdoso, parecido al vomito.
Isaac comenzó a retroceder hacia la puerta, lentamente, mientras que las criaturas lo observaban. No se movían, pero mantenían la distancia, moviéndose por el techo lentamente mientras que vigilaban sus movimientos. Cuidó sus pasos, no quería causar que lo ataquen de pronto, pero por accidente pateó con la parte trasera de su pie una taza de metal, lo que acompañó un ruido fuerte que hizo eco por toda la estructura de las ruinas.
Las criaturas hicieron un sonido gutural fuerte e indescriptible, para luego lanzarse al suelo, cayeron varios metros, y comenzaron a correr hacia Isaac. Este, por su parte, se dio media vuelta y se dispuso a correr para ganar distancia, lo que hiso que entrara en la oscuridad al otro lado de la puerta.
—Sigue la luz. Te guiaré hasta mi, Buscador—dijo la voz nuevamente.
No muy lejos de él, en la dirección que corría, varias luces se encendieron, estas lo guiaban a una escalera de bajada. “¿Quiere que descienda?” Sus opciones se redujeron a explorar a ciegas en la oscuridad o seguir las indicaciones de la voz incorpórea, eso si no quería que se lo comieran. Decidió seguir las luces.
Sentía los gritos de las criaturas detrás suyo, gruñendo y haciendo ruidos irreconocibles mientras que arrastraban cosas detrás suyo, haciendo ruido. Se tapó los oídos mientras corría, el sonido se volvió insoportable.
Las luces lo guiaron por unos corredores. Había varias puertas más pequeñas pero del mismo material que la de la sala comedor. Pero las ignoró.
Al pasar por una intersección, alcanzó a ver una criatura mantis saltar desde las sombras hacia él, mientras que logró esquivarla lanzándose al suelo. El animal pasó de largo.
Se levantó y resumió la carrera. Más criaturas aparecían a su alrededor. Las luces lo guiaban.
Izquierda, luego derecha. Entonces derecho, y derecha una vez más. Las luces se encendían en frente suyo para mostrarle el camino, mientras que esquivaba a las criaturas que se cruzaban con él.
Se tropezó.
—¡Ah! ¡Cuidado!—alcanzó a escuchar la voz incorpórea, repentinamente tomando un tono menos mecánico.
Isaac sintió un golpe al costado que lo hizo girar y quedar mirando al techo. Una de las mantis se posó encima suyo y gritó en su rostro. Él, habilidosamente, colocó su mano en el cuello de la criatura y la empujó, por lo que esta cayó hacia el lado con el impulso de sus manos.
Se paró y la criatura se abalanzó sobre él, pero Isaac respondió con una patada al costado de su cabeza. El cuerpo de la criatura fue asediado por la velocidad de su propio salto y el impacto del golpe que recibió, por lo que voló un par de metros y quedó tendida en el suelo, teniendo problemas para levantarse. Gritos que parecían de dolor salían de su boca. Él se dispuso a resumir su carrera.
—Estás cerca. ¡La siguiente a la derecha!—gritó la voz incorpórea.
Isaac siguió las indicaciones, con las luces en frente suyo. Una puerta al fondo se encendió como la primera, y comenzó a abrirse de forma lenta. Sabía que debía entrar a ella. Aún podía escuchar las criaturas detrás suyo, gritando, esta vez estaban algo más cerca.
Aumentó la velocidad de su carrera, la adrenalina le ayudó a alcanzar una velocidad más rápida. Cuando se acercó a la puerta, esta comenzó a cerrarse. Se preparó para saltar hacia el interior cuando sintió un empujón en la espalda, que fue suficiente para llevarlo dentro de la habitación con lo que sea que lo haya empujado. La puerta se cerró detrás suyo.
Levantó la vista y una de las mantises giró sobre su cuerpo unos pocos metros frente suyo, levantándose rápidamente.
—¡E-esa cosa no debe estar aquí! ¡Mátala, rápido!—gritó la voz incorpórea. Ahora se escuchó mucho más cerca y su tono claramente muy ansioso.
Isaac y la criatura se levantaron rápidamente. Se miraron por un par de segundos. La mantis comenzó a moverse hacia los lados, sus ojos nunca se despegaron de su presa, haciendo un círculo alrededor suyo.
—Venga, pedazo de mierda… Si quieres comerme, mejor que te asegures de matarme de un golpe—amenazó Isaac, colocándose en posición defensiva, un brazo al frente, uno al costado, puños en sus manos. Las piernas igual, reduciendo un poco su altura. Comenzó a girar al igual que la mantis, sus movimientos precisos para mantener su equilibrio en cualquier momento que deba atacar, sus brazos estáticos, nunca dejando sus posiciones.
La mantis se abalanzó, Isaac pateó su cabeza. Aplicó más fuerza que la patada anterior, logrando que la mantis fuera a dar contra una estantería que estaba al lado. Al golpearla, cayeron distintos objetos, entre ellos alcanzó a ver un sable. La mantis hiso un gruñido que parecía ser de queja, para luego retorcerse del dolor.
Isaac no se preocupó del estado del sable, lo agarró, e inmediatamente lo enterró en la cabeza de la mantis. La criatura se retorció una vez más, su cuerpo entero se estiró al sentir el sable entrando por lo que sería su cráneo, para luego dejar de moverse.
Se quedó mirando la criatura, muerta. Miró a su alrededor… ya no estaba en peligro, o eso parecía. Era la única criatura que lo siguió adentro. Cayó en sus rodillas, respirando rápidamente y de forma pesada. Sintió náuseas, se tapó la boca hasta que no pudo más, todo su cuerpo se movió para que vomitar. Pero solo salió saliva y líquido transparente de su boca, su estómago estaba vacío, recordando que sintió hambre hace poco.
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—¡Mierda, mierda, mierda!—gritó, aferrándose del sable para intentar pararse una vez notó que ya no quería seguir vomitando. Se dio cuenta que estaba temblando.
Cuando se paró, sacudió la cabeza. Sintió su frente con su mano, estaba sudando a mares. Ya había peleado antes, pero nunca a muerte como lo hizo ahora. Aunque no es la primera vez que está cerca de la muerte, la situación entera pudo con él. Respiró hondo, cerró los ojos, buscó que su cuerpo se relajara.
—¿Dónde estás?—dijo una vez que pudo recomponer parte de su cordura. Miró a la habitación.
Era una sala extraña. En medio, había un pedestal que estaba frente a lo que parecía una especie de plataforma que decoraba el centro de la habitación. La sala era circular, rodeada de estanterías con objetos variados, como armas y decoraciones variadas. Estaba casi todo a oscuras, pero no había rastros de la sustancia que vio en los pasillos. En el techo, había un cristal enorme. Su color era morado y la punta apuntaba al medio del cuarto. Había una puerta secundaria, la cual estaba también cerrada.
—Acércate al pedestal, Buscador—dijo la voz.
“Es la segunda vez que me llama así” pensó Isaac. Alcanzó a escucharla llamarle ‘Buscador’ mientras corría de las criaturas. Parecía un título de algo, pero no sabía de qué.
Caminó hasta el pedestal, buscando la fuente de la voz con la mirada. No había nadie excepto él y el cuerpo de la mantis mutante. Frunció el ceño y gruñó—en serio… no estoy para bromas.
—Estoy aquí, Buscador—dijo nuevamente la voz.
Fue en ese momento, cuando Isaac se paró frente al pedestal, que el cristal se iluminó. Un brillo morado comenzó a emanar de este, bañándolo a él y al resto de la habitación. Miró entonces a la plataforma, que comenzó a iluminarse también del mismo color. Sus ojos se abrieron más para no perder ningún detalle.
—Saludos, Buscador. Me llamo Helena, soy la guía de los Buscadores—dijo. Su voz nuevamente robótica y meticulosa, contrastando con el tono de una mujer joven.
—¿Eres el cristal…?—preguntó, confundido. Las cosas ya estaban saliéndose de control alrededor suyo, pero un cristal que habla ya era demasiado.
—Si, y no, al mismo tiempo. Estoy dentro del cristal—respondió Helena.
Isaac gruñó. Por un momento pensó que estaba alucinando todo lo que había ocurrido en los últimos minutos. Una pesadilla desagradable y maldita de la cual pronto despertará. Sacudió su cabeza.
—Debo estar volviéndome loco…
—Noto escepticismo en tus palabras. Intentaré aclarar tus dudas, pero no tenemos mucho tiempo. Necesito asignarle un trabajo especial de urgencia máxima. Por favor, coloca tu símbolo en el pedestal para poder iniciar el protocolo.
—¿Símbolo?
—Si. Se encuentra en tu bolsillo. Específicamente el derecho de tu pantalón. Necesito que lo saques y coloques en el pedestal. La haré brillar para que la reconozcas.
Isaac metió su mano en el bolsillo derecho de su pantalón. Estaban sus llaves. Las sacó mientras que se preguntaba cuál sería el símbolo en cuestión. Cuando los vio, uno de los colgantes estaba brillando en un leve tono azul. Tragó saliva al verlo, era el del ojo cerrado con la luna detrás. Abrió la boca para hablar, pero ninguna palabra salió. Ese símbolo lo tenía desde hace años, hasta donde sabía de antes que sus padres fallecieron.
Colocó el llavero.
Al colocarlo, el pedestal brilló del mismo tono morado que el cristal. Isaac instintivamente retrocedió un par de pasos, pero se quedó mirando. Una imagen apareció en frente suyo, parecía una pantalla. Palabras escritas con letras que no podía reconocer, pero que se le hacían familiares, aparecieron en pantalla. No podía entender nada. Sin embargo, supuso que las palabras de Helena eran lo mismo que veía.
—Nombre: Isaac. Nivel de Buscador: Aprendiz. Ciudad de origen: Información corrompida. Guía: Información corrompida. Último ingreso hace 15 ciclos. Habilidades registradas para su entrenamiento: Magia Elemental, Supervivencia, Deducción y Análisis. Talentos descubiertos por el símbolo: Adaptabilidad, Resiliencia. Por favor, no quites el símbolo, necesito hacer unos análisis.
Isaac observa con atención la pantalla. Las letras aún parecían familiares, como si las hubiese visto en otro lugar antes de esa habitación. Se preguntó qué era lo que veía, que era Helena específicamente. Después de un momento de silencio, ella volvió a hablar..
—Parte de la información de cuando fuiste registrado como Buscador aprendiz hace varios ciclos se ha visto afectado por las criaturas que te sacaron. La masa que viste, de la cual ellos nacen, la he designado como ‘Corrupción’, y es la responsable que parte de mis registros se hayan dañado. No puedo acceder a quién debía entrenarte y de donde vienes. Pero la memoria de tu símbolo me indica muchas cosas: vienes de un mundo no registrado en el Cruce, llamado Tierra, y fuiste a dar en esta sede luego de ser enviado por un portal creado por Escondra. El qué te hizo aparecer dentro de aquí es un misterio para mí. Es una extraña coincidencia.
—Un momento… ¿Qué estás insinuando?—preguntó Isaac, confundido ante la cantidad de información que acababa de lanzarle Helena. Una cosa le quedó pegada en la mente—¿Mundo? ¿Qué? ¿Acaso fui transportado a otro mundo?
—Ese parece ser el caso, Isaac. Sin embargo, el portal al que te mandaron estaba apuntando a Jaztenia. La ciudad de esta sede, Manantial Merino, está a semanas de viaje. Qué causó que quedes tan lejos y además dentro de este edificio escapa de mi entendimiento. Es demasiada coincidencia, considerando la situación.
Isaac sacudió la cabeza. Seguía confundido. Miró el símbolo, estaba brillando aún. Luego al cristal nuevamente. Posó ambas manos en el pedestal. Estaba estresado, intentó procesar todo lo que el cristal le decia
—Muy bien, digamos que creo lo que dices. ¿Cómo salgo de aquí?
—Puedo guiarte a la salida, pero antes de eso, debo darte una decisión. Llevan más de 10 ciclos desde que un Buscador pisó alguna de las sedes y estoy desconectada del mundo exterior. Aunque eres del nivel Aprendiz, no queda otra opción más que activar uno de los 2 protocolos y la opción cae sobre ti. No tenemos mucho tiempo para explicarte todo, pero…
Te declaro el último Buscador con vida
Varias pantallas aparecieron en la plataforma. Isaac no podía dejar de pensar que estaba frente a una máquina.
—¿Qué eres?
—Basándome en la memoria de tu símbolo, para no hacer una explicación más larga, puedes considerarme una forma más compleja de lo que conocen en tu mundo como Inteligencia Artificial, pero yo nací de la magia y tengo mi propia identidad y personalidad.
“¿Magia? Es broma, ¿cierto?” pensó Isaac, pero Helena continuó hablando antes de que él pudiera decir algo más.
—Volviendo al tema—prosiguió Helena—, necesito pedirte que por favor te vuelvas mi guardián hasta que sea seguro y los Buscadores vuelvan a formarse. Iré contigo en el símbolo que tienes, a cambio, te daré la información que tengo que te servirá para sobrevivir en este mundo que te es desconocido. En caso contrario…—Una pausa se formó—Tendría que hacer algo drástico… algo que no quiero.
Nuevamente, el tono robótico y metódico de Helena desapareció cuando dijo esas palabras. Por algún motivo, Isaac lo entendió, su voz parecía quebrarse cuando habló de la alternativa… “se borraría a sí misma” se dijo en su mente. Además, era extraño. Ella mantenía un tono bien claro, conciso y bien metódico, pero cuando alguna emoción se ponía en medio, o lo que creía emoción, su voz cambiaba y perdía esa parte. No era una Inteligencia Artificial… se sentía muy real. Parecía ser completamente humana.
Apretó los dedos a los bordes del pedestal. Nuevamente algo que no pudo ver venir se forzó en su vida como tantas veces lo había hecho desde la muerte de sus padres. Su cambio de vida, sus entrenamientos, los momentos en los que casi murió hace unos años sobreviviendo en la naturaleza. Odiaba eso, se sentía acorralado constantemente tomando opciones sin poder considerarlas bien. Esta vez se sentía diferente, pero al mismo tiempo sabia que solo una opción le iba a dar mayores opciones de sobrevivir.
—Necesito tu decisión, Isaac. Puedo explicarte todo en cuanto salgamos de la sede y estemos a salvo.
“Pues pareciera que ya sabes cual tomaré” pensó al darse cuenta que ella hablaba como si ya estuviera hecha la decisión de llevarla, pero él ya creía que sabía el porqué. Era algo que tanto Dan, Nadia e incluso su propio padre adoptivo solían decirle constantemente que debía tener cuidado. Es el mismo motivo por el cual decidió ayudar a Dan y a alguien más años atrás. "Soy un puto imbécil" lo dijo en sus propias palabras.
Entonces escuchó un golpe en la puerta por la que entró. Miró hacia atrás. “Están buscando entrar”
—Muy bien, Helena. Seré tu guardián. Pero cumple tu lado del trato, necesito saber a que me enfrento ahí fuera si realmente viajé a otro mundo.
Hubo una pausa. Para lo que una figura apareció en frente de Isaac, en medio de la plataforma. Era una mujer, blusa blanca con púrpura, pantalones cortos y una boina del mismo color. Su cabello era largo y de color Avellana. No parecía mayor que él. Sus ojos eran azules y lo miraban con una sonrisa dulce.
—Gracias por tomar esa decisión, Buscador—dijo ella—Activaré el protocolo ‘Proteger la Antorcha’. Tomará unos minutos y no podré hablar contigo hasta que termine. Solo asegúrate de mantenernos a salvo a ambos, ¿si?
La sonrisa de Helena se hizo más pronunciada. Parecía una de agradecimiento, feliz que él haya decidido protegerla. Isaac tragó saliva al verla, pero entonces ella desapareció y las luces se apagaron. Suplicó en su mente no estar cometiendo un error al querer ayudarla.
El pedestal comenzó a brillar en un tono púrpura fuerte. Desde el cristal, comenzó a caer un hilo que llegó al medio de la plataforma y luego se derramaba como si fuera agua hacia los lados hasta llegar al borde, para después dirigirse hacia el pedestal y subía hasta el símbolo, aún conectado con las llaves. Este último comenzó a brillar ahora del color de Helena.
Isaac se dirigió a la puerta, y dejó que Helena se dedicara a lo suyo. Mejor no metía mano, decidió, o podía causar algún problema. Por su parte, quería asegurar la entrada por la cual venían las criaturas.
Dejó caer una de las estanterías frente a la puerta y luego, con todas sus fuerzas que le quedaban, la empujó hacia la entrada para que haga tope. Aún si eso no los detenía, al menos les daría tiempo y estarían seguros por lo que necesiten.
Se sentó en el estante, dándole la espalda a la puerta, y suspiró. Su cuerpo ya estaba agotado de correr y pelear junto con la falta de comida y agua. Él ya estaba acostumbrado a no alimentarse por un tiempo, pero igualmente la consecuencia era no tener tanta energía como le gustaría para poder realizar todo lo que necesite. Solo debía aguantar un poco más, pensó, si lograba salir con vida de esas ruinas, buscaría comida rápidamente.
—¿Cuánto tiempo llevo sin comer... o agua?—se preguntó a si mismo. Sentía un hambre que solía notar cuando ya llevaba unos días sin alimentarse. ¿No debería sentirse mucho más deshidratado? Su sed solo parecía de unas horas a 1 día según estaba acostumbrado. Algo no concordaba.
Pero su calma se acabó cuando escuchó un sonido de algo líquido que cayó a sus espaldas. Luego otro… y otra vez. Lentamente miró hacia atrás. Había algo de la sustancia de la Corrupción, o como Helena lo llamó, en el estante, a unos centímetros de él.
—Eso no estaba ahí cuando…—dijo, para luego mirar al techo y pararse. Apretó los dientes y sus ojos se abrieron por completo.
La sustancia negra estaba entrando por arriba de la puerta, usando la minúscula separación que había ahí. Lentamente formándose una masa de ella en el techo. Entonces cayó sobre el estante de golpe, haciendo un sonido asqueroso al golpear la madera y el suelo.
Isaac tomó distancia, un pie tras otro se movió hacia atrás, observando la masa y deteniéndose a unos metros. Adoptó una posición defensiva, mientras observaba con atención el líquido viscoso. No entendía por qué, pero un escalofrío pasó por su espalda y una gota de sudor recorrió su rostro. Algo malo estaba a punto de pasar.
La masa de Corrupción comenzó a moverse y a levantarse, lentamente tomando forma. Se contorneó y movió en distintas direcciones, lentamente volviéndose verde. Cuatro ojos grandes se formaron, Cuatro garras aparecieron al frente… hasta que 2 mantises se formaron al frente de Isaac, y lo miraban fijamente.
—Maldigo a lo que me haya puesto en esta situación.