Los 4 ojos que observaban a Isaac y Helena desde el otro lado de la puerta estaban fijos en ellos. Los miraba detenidamente, esperando movimiento. Entonces la criatura mostró su boca, parecía humana, grande y de miles de dientes, grotesca a más no poder, como una entrada a una caverna imposible y consumidora. El aliento era horrendo, desagradable y repulsivo mientras que hacía un ruido salido desde las profundidades más escondidas del cosmos, era un sonido que ningún humano debería o desearía escuchar. Hizo sacudir los huesos de Isaac.
Isaac se dio media vuelta y comenzó a correr, no iba a volverse comida de una criatura salida desde las profundidades del vacío, no de esta manera.
—¡¿Qué es esa mierda?!—preguntó cuando comenzó a arrancar.
—¡Entra a tu derecha!
La criatura tenía piernas que aprecian largos brazos mientras que se abría paso a través de la puerta principal, empujando con sus apéndices que se movían de manera grotesca por las paredes y piso. No tiene 4 ojos, tenía 8. Enormes y vigilantes, parecían de un sapo, amarillentos con un centro negro deforme. Debía tener unos 3 a 4 metros de altura y largo.
Isaac siguió el consejo de Helena y se metió a una puerta abierta a su derecha, mientras que la criatura ganaba terreno. Dentro de la habitación había una mesa, unas sillas dilapidadas, y el techo estaba caído, teniendo acceso al piso de arriba. La entrada no era muy grande, pero suficiente para él.
—¡Sube, rápido!—gritó Helena apuntando a la entrada al piso de arriba.
Isaac escaló la zona derrumbada. La criatura llegó a la puerta y comenzó a forzar su camino, introduciendo uno de sus apéndices y luego su cuerpo. Debía alejarse rápido, no era seguro dejar que lo atrapara. Se movió rápidamente al piso sobre la oficina.
Una vez arriba, la criatura introdujo uno de sus apéndices buscando atrapar a Isaac. No cabía por la entrada, y su brazo casi agarra el chaleco gris y una pierna de Isaac, pero este alcanzó a esquivar el agarre. Se dio media vuelta cuando vio que la criatura no lo podía alcanzar.
—Mierda… ¿Qué es esa cosa? Es distinta al resto
—N-no sé qué hace tan arriba… ¿cómo llegó aquí?
—¿Sabías de ella?
Helena asiente con su rostro—Si, pero no sabia que estaba aquí… nunca había subido…y no sé cómo lo logró—se acercó al apéndice que luchaba por agarrar algo—La llamo la Madre de la Corrupción. En su espalda lleva los huevos de los que vienen las criaturas que viste antes.
—Creía que nacían de la masa.
—Si, pero ella parece traerlas… la vi cuando llegó al edificio, no tengo idea cómo entró… ha crecido bastante en los últimos años, y nunca la he visto salir.
—Entiendo…—Isaac analizó la situación—Espera… ¿qué comen? Lleva años aquí y no ha salido.
Helena lo miró por un segundo, y entonces respondió—Información y magia… y yo soy la mayor fuente de información y magia.
Entonces, corrían mucho más peligro de lo que él creía. Si Helena los vigilaba desde su trono de cristal por todo el edificio, debería haber visto cómo consumen todo. ¿Es por eso que los libros que inspeccionó se volvían negros y disolvían? ¿Eran ellos consumiendo la información? Las preguntas sobre la naturaleza de estas criaturas se acumularon junto con el resto que conforman sus vidas. Recordó que su padre adoptivo, Roberto, le decía que de vez en cuando le salían casos que le daban una pregunta tras otra, por lo que se tomaba el tiempo de responder una a una hasta encontrar una respuesta. La mayoría de las veces, siempre había una. Pero advertía que era peor encontrarse con un punto muerto… al menos con la otra opción sabias por donde moverte.
—Pues movámonos—respondió Isaac, aún observando el apéndice de la Madre intentando agarrar lo que pudiese. Parecía desesperada, queriendo poder al fin tener una maravilloso tentempié llamado Helena.
Helena se quedó mirando el apéndice unos momentos antes de seguir a Isaac. Le guió por las siguientes puertas—Podemos llegar por el segundo piso a la entrada.
—Corremos cuando lleguemos, no nos vaya a pillar la cosa esa—respondió Isaac mientras que empujaba una puerta que no estaba completamente cerrada. Helena seguía a unos metros de él, su luz apenas llegaba a donde estaba de pie.
En el momento en que se abrió, una de las mantises se abalanzó sobre Isaac desde el pasillo. Este logró esquivarlo en el último segundo. La criatura pasó de largo y cayó a los pies de Helena—¡AH! ¡Mata esa cosa!—gritó Helena cuando la vio a sus pies.
La criatura giró hacia Isaac y comenzó a hacer ruidos de amenaza, para luego comenzar a retorcerse de la nada. Gritaba de forma desagradable y grotesca, para luego tambalearse y continuar retorciéndose en el suelo. Sus garras se movían como buscando agarrar algo mientras que sus ojos observaban en la nada algo. Estaba muriendo.
—¿Qué le pasa?—preguntó Isaac. Eso era nuevo, no alcanzó a golpearla. La criatura dejó de retorcerse cuando él se acercó. La golpeó con el pie y no reaccionó… estaba muerta, por algún motivo—Muy bien, esto es nuevo…
Helena miró horrorizada como la criatura moría lentamente de la nada. Sacudió la cabeza.
—N-no sé qué le pasó… tú eres el primero que he visto que las ha matado… y nunca las he visto morir así por si solas…
Si él era la razón por la que ella veía morir a estas criaturas, luego de que llevara años observándolas, la muerte repentina no puede ser coincidencia… pero ninguno de los dos le causó daño.
Isaac se dio media vuelta y miró a la salida de la puerta. Había dos mantis que los observaban desde el pasillo sin acercarse, haciendo gestos. Pero no avanzaban… estaban al límite de donde Isaac podía ver por la luz de Helena.
—Helena…—Dijo cuando vio a las criaturas—Avanza hacia ellas.
Helena lo miró dudosa, pero rápidamente cayó en que quizás Isaac tenía una idea. Al comenzar a moverse hacia la puerta, su luz comenzó a avanzar… y las criaturas retrocedieron. Algo hizo click rápidamente en la mente de Isaac.
—Eso explica por qué no nos atacaban.
—¿Es mi luz?
—Si, parece que las daña—respondió, sonriendo al ver que ambos conectaron la información rápidamente—Mantente cerca mío, será más seguro así.
Salieron al pasillo, las mantis se alejaban de la luz mientras avanzaban. El ruido que hacían, quejándose de frustración por no poder atacar sin morir en el intento, era lo único que se escuchaban además de los pasos de Isaac… entonces la Madre ya no estaba intentando entrar, no escucharon sus intentos para subir al segundo piso por donde pasaron. No era bueno, podía estar en cualquier lado.
Comenzaron a moverse rápido hacia la salida. Necesitaba escapar ya de este lugar y mientras más tiempo pasa, más peligroso se volvía para Isaac. Estaba sorprendido que aún seguía en pie a pesar del hambre y el cansancio que seguía. Pero no le importaba, tenía cosas que hacer, tenía que lograr volver. Puso la mano en su pañuelo, el que tiene la letra D que seguía firme amarrado a su brazo. Aún tenía promesas que cumplir en la Tierra.
Atravesaron el pasillo. Ninguna criatura los atacó, le tenían miedo a la luz de Helena. Lo que sea que fuese, ella era capaz de retenerlos. ¿Cómo no se dio cuenta? Cuando llegó a la habitación donde ella se encontraba, no había marcas de que la corrupción haya entrado en el pasado, no hasta que Isaac llegó y Helena comenzó a transferirse a su emblema. Quizás por eso nunca lograron entrar, ella misma se protegía por su cuenta sin saberlo. Ahora, él debía transportarla sin saber que hacer con ella y necesitaba su ayuda, quizás podía usarla para derrotar a la Madre.
Al final del pasillo se encontraron un balcón con 2 escaleras a los lados que bajaban en forma de media luna al piso de abajo. Tenía un riel que en el pasado quizás hubiera tenido un hermoso decorado, pero ahora estaba dilapidado, destruido a pedazos. La gran sala principal de abajo era grande, ocupando los 2 pisos. Al fondo estaba una puerta enorme, y arriba de esta había unos ventanales que parecían cubiertos por algo, pero dejaban entrar algo de luz.
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—Ahí vamos… pero…—dijo Helena, apuntando a la puerta.
En medio de la sala, dando vueltas y vigilando, estaba la Madre. Varias protuberancias estaban en su espalda, grotescas y asquerosas tiritaban a su paso. Debían ser huevos, no eran lo que se imaginaban. Parecían bolas de gelatina semi transparente donde se alcanzaba a ver en algunas la criatura de dentro formándose. Era asqueroso, si hubiese comido algo quizás lo hubiese vomitado ya. Y si no fuera por el hambre, le hubiera quitado el apetito.
Isaac se agachó rápidamente, no queriendo ser visto. Sin embargo, supo que apenas mirara arriba, Helena iba a delatarlos por su luz. Se miraron, ella se observó a sí misma, y luego miraron atrás, a las criaturas más pequeñas. Era peligroso bajar la luz, podía darle una apertura a las mantises, y era mala idea dejarse ver. ¿Qué peligro era mejor sortear?
Pero su indecisión llevó a una consecuencia. Una de las criaturas alcanzó a ver a la Madre, sus ojos se abrieron con fuerza y su cuerpo se levantó levemente. Y gritó, con fuerza e intención. Alertó a la madre.
—Mierda…—Dijo Isaac.
Helena rápidamente avanzó hacia la criatura que seguía gritando hasta que la tocó su luz. Esta reaccionó con otro grito, mientras que se tambaleaba y pasó lo mismo que en la anterior, lentamente murió de forma agonizante. Las demás lograron alejarse antes de que ella los alcanzara.
La Madre no se puso contenta. Isaac logró ver como esta se giraba y hacía un ruido gutural con su boca. Luego, se dirigió a una de las escaleras y comenzó a subirla de a varios escalones, sus movimientos eran grotescamente rápidos.
—¡Helena, por aquí!—gritó Isaac mientras que decidió correr en dirección contraria, bajando las escaleras del otro lado.
Bajó las escaleras corriendo rápidamente, corriendo a la velocidad que podía permitirse sin tropezarse. La Madre alcanzó el segundo piso y gritó en su dirección.
Al llegar al primer piso, La Madre saltó desde el segundo hacia la puerta, colocándose entre Isaac y su única vía de escape. Movió piedras, masa de la corrupción, Isaac sintió el peso de la criatura cuando golpeó el suelo, causando una vibración. Era enorme, estaba hambrienta.
—¡Mierda!—maldijo al detenerse.
Helena se abalanzó contra la Madre, sabía que era la mejor opción contra ella. Isaac estaba cansado y no podía esperar que luchar directamente contra ella, era peligroso para él. Su luz debería bastar. Pero no lo hizo.
La Madre no intentó salir y cuando entró en contacto con la luz no se movió. No funcionaba—¡N-no parece afectar!
La criatura comenzó a correr contra Isaac. Helena instintivamente le siguió, su luz tocando a la criatura. Por su parte, Isaac se preparó para saltar hacia un lado.
Cuando estuvo a punto de saltar, Isaac notó que la Madre se sacudió levemente. Luego otra vez… y cuando estuvo cerca de Isaac, a un solo salto de atraparlo… se tropezó y pasó de largo, golpeándose contra la escalera que estaba detrás de él. Comenzó a retorcerse y a quejarse.
No dudó más. Comenzó a correr hasta la puerta. Posiblemente se equivocaron, si estaba funcionando, la Madre era más resistente a la luz de Helena. O eso dedujo en ese instante, no podía quedarse a mirar. ¡Tenía que correr!
La Madre se levantó al par de segundos, tambaleando su pesado cuerpo, y comenzó a correr hacia su presa en sus cuatro apéndices grotescos como la bestia que era. Abrió la boca, hizo un gruñido asqueroso y húmedo.
Isaac alcanzó a mirar hacia atrás al escuchar las pisadas detrás suyo. Solo le tomó unos pasos alcanzarlo.
—¡Cuidado!—gritó Helena.
La Madre levantó uno de sus brazos y atacó. Isaac apenas tuvo tiempo de reaccionar al darse vuelta. Levantó los brazos para detener el impacto. Pero con el peso del golpe, no había cómo detenerlo.
El impacto sacudió a Isaac por completo y lo hizo volar unos metros. El único sonido que alcanzó a hacer fue un gruñido de dolor, y luego fue un grito al impactar contra un pilar se encontró en su camino.
—¡Agh!—se quejó cuando su cuerpo golpeó el pilar. Sangre salpicó desde su boca.
—¡Isaac!—gritó cuando vio a su compañero golpearse contra el pilar.
El dolor fue inmenso. Sintió que todo su cuerpo sufría. Intentó levantarse pero su brazo cedió ante el peso de su propio cuerpo. Se quejó cuando volvió a golpear el suelo. Su espalda estaba sujeta contra el pilar. Miró a la criatura, la Madre, entre el cabello que caía sobre su frente. Respiraba de forma pesada, su sangre corría con fuerza a través de su cuerpo, sus ojos titilaban.
“No, no, no… tengo que pensar” pensó en ese momento “Cálmate, Isaac…” se ordenó a sí mismo. Tenía que pensar en cómo salir de esa situación, tenía muchas cosas por hacer y ver. Tenía que darle respuesta al porqué Roberto lo trajo a ese lugar, por qué lo lanzó por el portal. Morir en ese momento era inaceptable.
Cerró los ojos y controló su respiración. Su padre adoptivo lo hacía hacer ejercicios de respiración. A relajarse en momentos intensos donde cada segundo importaba. Hasta el punto donde podía hacer todo se detuviera a su alrededor para que su mente volara libre. Necesitaba un plan.
“La luz de Helena si afecta a la Madre, pero no la mata” cada sinapsis en su cerebro y cuerpo se dedicó a la tarea de encontrar una respuesta, cada intercambio químico preocupándose en encontrar una forma de salir con vida “...le tomó un tiempo. No fue como la otra Mantis… que son más PEQUEÑAS”
Los ojos de Isaac se abrieron. Por un segundo creyó ver que la madre brillaba, pero esa imagen se disipó rápidamente.
“Concentrar la luz. Un golpe de esto… debo decirle a Helena”
Los ojos de Helena se abrieron de canto. Isaac iba a darle la indicación pero entonces ella desapareció. Se había ido, e Isaac quedó a oscuras con la Madre, la cual abrió su boca mientras se acercaba a su presa. Estaba babeando de manera desagradable.
—¡¿H-Helena…?!—preguntó mientras que se creía traicionado por un segundo. El aliento de la criatura era indescriptible, y repugnante, como miles de cadáveres en un solo lugar. Se acercaba.
Y entonces, desde su cintura, una luz similar a la de una linterna de alta potencia salió y golpeó el interior de la boca de la Madre.
La criatura rápidamente retrocedió, con un grave y elevado grito ensordecedor de dolor. Tomó distancia, aterrada de la luz y se detuvo a varios metros. Isaac se tapó los oidos, su mente casi se sale de control por la altura de la queja.
Isaac estaba confundido. No alcanzó a decirle nada pero ahí tenía una luz. Miró a su cintura, la luz salía desde el símbolo de Buscador, el cual brillaba con la intensidad de un sol. ¿Habrá llegado a la misma conclusión que ella al mismo tiempo? No alcanzó a decirle nada, no es posible que se le haya ocurrido de forma aleatoria hacer algo así.
De a poco se levantó nuevamente. Tenía mucho dolor, pero necesitaba resistirlo. Un poco más y salía de esas ruinas. Un poco más y era victorioso. Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Vamos, criatura de mierda… no eres la primera madre que intenta asesinarme hasta ahora—dijo mientras mostraba los dientes a través de su sonrisa.
La Madre se recuperó y se giró hacia Isaac. Buscaba evitar la luz esta vez, la cual estaba concentrada en un cono que salía del símbolo. Gruñía, lanzaba sus apéndices hacia él de forma amenazante, indicando su estado defensivo. Parecía estar más desesperada esta vez.
Entonces se abalanzó nuevamente.
Isaac tomó el llavero de su cinturón desde el símbolo y apuntó la luz a la Madre.
La Madre se retorció nuevamente y saltó hacia el lado, cayó sobre una de las escaleras. El paso estaba libre hacia la puerta.
Isaac comenzó a correr hacia la salida, fue con una cojera por el dolor en su cuerpo. Estaba cerca. Su oído estaba atento a los sonidos de la Madre.
La madre comenzó a correr hacia Isaac. No quería que su presa se escapara.
Isaac se giró y apuntó la luz.
La Madre tuvo que moverse de nuevo y cancelar su ataque.
Isaac, como ya estaba más cerca de la puerta, comenzó a retroceder hasta ella, manteniendo su vista en la Madre.
La madre no encontraba aperturas sin salir lastimada. Cada vez que se acercaba unos cuantos pasos, Isaac la castigaba con la luz. Llegó al punto donde formó puños con sus apéndices delanteros y comenzó a golpear el suelo con frustración, como un berrinche.
Y entonces Isaac sintió la piedra de la puerta principal en su mano. Había llegado a la puerta.
La puerta se iluminó y comenzó a abrirse como el resto. La luz del sol lentamente se abrió paso a través de las sombras de la sala conforme le daba el paso. Isaac observó con su sonrisa a la Madre y a las mantises que se encontraban observando el encuentro retroceder y evitar la luz natural.
—Un gusto, espero no verlos nunca más—dijo cerrando los ojos y sonriendo, con la mano derecha hizo un gesto burlesco de despido poniendo dos dedos en su frente.
Se dio media vuelta y salió a la luz, los gruñidos de las criaturas seguían detrás suyo. La puerta se cerró nuevamente, y los sonidos de dentro quedaron en el olvido.
Isaac apenas podía ver. Sus ojos se habían acostumbrado a la baja luz del interior. Solo podía ver bien que tenía unas escaleras al frente suyo, y escuchaba sonidos distintos a la distancia, como pasos y gente, entre otras cosas.
Comenzó a bajar los escalones.
Eran 4. Bajó el primero, luego el segundo, luego…
Y fue a dar al suelo cuando su pie tocó el tercer escalón, cayendo desde este. Su cuerpo se había rendido, ya no podía más.
Creyó escuchar el grito de una persona.