A la mañana siguiente, Revolver vuelve a hacer la rutina de todos los días. Hasta la tarde, entonces, a la entrada de la escuela, decide arremangarse la manga y mirar su brazo, que tenía escrito algo. Con la mirada puesta en el mapa, empieza a caminar en dirección a un bosque muy espeso, con mucha vegetación y grandes árboles. Revolver sigue caminando mientras mantiene la mirada en el mapa, evitando chocar con los árboles. Pasados unos minutos, se detiene en seco en un lugar.
—Por fin llegué, ¿ahora qué toca hacer? —dijo Revolver con una cara de felicidad para después volver a ojear el mapa en su brazo.
Entonces, se arrodilla y deja de mirar el mapa para empezar a cavar, arrojando la tierra a los lados hasta que encuentra la caja de Blu. Revolver la toma con la mano y la pone a la altura de sus ojos, comenzando a sacudirla.
—Despierta, que ya es tarde —dijo Revolver mientras sonreía alegremente.
—Ya desperté —respondió Blu a Revolver—. ¿Para qué me entraste acá? —le cuestionó Blu a Revolver.
—Por las dudas —expresó Revólver.
Al terminar la conversación, Revolver se levantó, se limpió la suciedad de las manos y se sacudió para quitarse toda la tierra acumulada por desenterrar a Blu. Luego, Revolver puso nuevamente su mirada en el mapa para devolverse por donde había venido. Al llegar, miró a Blu (el cofre) que lo había llevado en su mano todo este tiempo.
—Oye, ¿no sabrás por pura casualidad dónde empezar a investigar? —cuestionó Revolver a Blu.
—Pues, yo diría empezar por donde dijeron que se quitó la vida —exclamó Blu.
—Ok, ¿y dónde era eso? —consultó Revolver con una mirada de duda.
—¿En serio no sirves para esto? Si tenía la cabeza sangrando, ¿dónde crees que se habrá caído? —comentó Blu con sarcasmo.
Revolver se quedó pensando por un momento.
—Pues desde la azotea —dijo Blu con cierto enojo.
—¡Ahhhh! Tienes razón —afirmó Revolver—. Ahora, ¿cómo subimos?
—Pues por la entrada —expresó Blu con un tono de fastidio.
—Pero si ya está cerrada —dijo Revolver mientras señalaba al sol que ya se estaba ocultando.
—Tocará de otro hombre... —contestaba Blu antes de que Revolver lo sostuviera con ambas manos—. ¡¿Qué estás haciendo?! —le exigió Blu a Revolver.
—Si necesitamos subir, es mejor de esta manera —le explicó Revolver a Blu antes de adoptar una pose que se asemejaba a la de un lanzador de béisbol.
—¿Listo? —preguntó Revólver.
—Por favor, no lo hagas —le advirtió Blu.
—Pues no me interesa —dijo Revolver a Blu antes de lanzarlo.
Al lanzarlo, Blu empezó a gritar como un desquiciado hasta que llegó a la azotea. Sin embargo, sobrepasó la altura de la azotea y empezó a caer en picada. En vez de hacerse trizas contra el cemento, se estrelló contra el estómago de una persona.
—Estoy vivo —se dijo Blu a sí mismo, celebrando internamente.
— ¿Qué mierda significa esto? —murmuró una voz desconocida pero furiosa.
Entonces, alguien reconoció a Blu del suelo y comenzó a caminar hasta llegar al borde de la azotea por donde había venido Blu. Revolver, que se había sentado por el esfuerzo de lanzar a Blu, se levantó y vio a un chico alto y pálido, con las partes laterales y traseras de su cabello rojizo parcialmente afeitadas y la parte superior semi puntiaguda hacia atrás. El chico tenía ojos negros y cejas con un arco suave. Llevaba una camisa blanca de botones de manga larga, pantalones y zapatos negros de escuela, además de guantes ajustados negros.
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— ¿Qué demonios planeabas lanzándome esta caja? —protestó el chico mientras cogía a Blu y lo arrojaba al suelo.
En ese momento, Revolver salió corriendo en dirección a donde iba a caer Blu. Al ver que no lo alcanzaría, se lanzó hacia adelante, atrapándolo a centímetros del suelo.
—Cuando baje, vas a recibir la paliza del siglo —dijo el chico muy enojado mientras señalaba con el dedo a Revolver.
—Nos salvamos —dijeron internamente Revolver y Blu, creyendo que el chico tardaría mucho en bajar y les daría tiempo a escapar.
Pero entonces el chico puso un pie por fuera de la azotea y se dejó caer mientras estiraba sus guantes. Al ver esto, Revolver corrió hacia atrás antes de que el chico le cayera encima. Revolver se volteó para ver cómo el chico terminaba impactándose contra el suelo, liberando una cortina de humo. Blu y Revolver se quedaron atónitos. Al disiparse la cortina de humo, se vio cómo el chico caminaba hacia Revolver y Blu, desenvainando un cuchillo en cada mano que tenía guardados en las mangas.
—No me tienen permitido matar, pero te daré una buena tunda —exclamó el chico mientras extendía el brazo izquierdo, apuntando con el cuchillo a Revolver—. Bien, aquí voy.
Entonces, el chico empezó a correr hacia Revolver, pero ella huyó rápidamente adentrándose en el bosque. Al ver que el chico le pisaba los talones, Revolver buscó un lugar para esconderse hasta que encontró un pequeño hueco formado por las raíces de un árbol. Se dio media vuelta y lanzó su abrigo donde estaba el chico, provocando que el chico se estrellara con el abrigo y tapara su visión. Al quitarse el abrigo de encima, el chico miró a todos lados pero no encontró a Revolver, por lo que empezó a correr de nuevo para tratar de encontrarla. Al ver que el chico se había ido, Revolver suspiró aliviada.
—¿Ahora qué hacemos? —dijo Revolver mientras sudaba de los nervios—. Ahora tenemos a un loco persiguiéndonos.
—¿Y si buscamos algo con qué defendernos? —planteó Blu, poniéndose pensativo.
—¿Cómo qué podría ser? —cuestionó Revolver a Blu con curiosidad.
—En la escuela hay un club de iaido, por lo tanto debe tener espadas reales —explicó Blu a Revolver—. Lo único que debemos hacer es llegar allí y luego veremos cómo enfrentarnos a ese tipo.
—Ok —concordó Revolver.
Entonces, salieron del hueco en el que estaban escondidos. Revolver recogió su abrigo y empezaron a caminar. Pasaron unos minutos y no había señal de que llegarían pronto a la escuela.
—Creo que nos perdimos —exclamó Blu.
—Tienes razón —afirmó Revolver mientras cargaba a Blu en la mano y seguía caminando—. Bueno, creo que deberíamos usar la misma táctica que usamos para subirte a la azotea.
—No, otra vez no, por favor.
—Te lanzo o nos quedamos perdidos hasta la noche, tú decides.
—Bueno, me tocó sacrificarme.
Entonces, Revolver, adoptando la misma pose de lanzador de béisbol de antes, lanzó a Blu por los aires. Desde arriba, Blu observó la escuela y se dio cuenta de que se habían alejado demasiado en lugar de acercarse. También vio una luz entre unos árboles a unos metros de distancia. Al caer, Revolver lo atrapó y Blu le explicó todo lo que había visto.
—Ya veo. ¿Cómo hiciste para ver si no tienes ojos? —indagó Revolver mirando fijamente a Blu.
—Ahorita te explico, ahora lo importante es ver si hay algo allá donde estaba la luz —exigió Blu, evitando la pregunta.
Entonces, el dúo se dirigió hacia donde Blu había indicado. Al llegar, vieron una pequeña casa hecha de madera, con dos ventanas largas en cada lado y la puerta abierta. Revolver decidió entrar en la casa, donde había herramientas en una mesa en el centro y armas colgadas por todas las paredes. En una esquina había lo que parecía un horno y al lado opuesto, un yunque y una prensa.
—No me sorprendería si esto fuera de ese loco —exclamó Revolver al seguir observando la habitación.
Al poco tiempo, vio un par de pistolas colgadas en una pared. Decidió acercarse, bajarlas, inspeccionarlas y guardarlas en el bolsillo.
—¡Eres un estúpido! —se escuchó la voz del chico, realmente enojado.
Al escuchar la voz, Revolver y Blu se escondieron debajo de la mesa de herramientas para que el chico no los encontrara. Poco después, el chico entró muy agitado, revisando en todas partes.
— ¿Cómo puede existir alguien tan pendejo como para dejar la puerta abierta? —dijo el chico con ira mientras apretaba el mango de los cuchillos en su mano.
Por la ira, lanzó un cuchillo al piso cerca de donde estaban Revolver y Blu. Estos vieron que había algo escrito en el cuchillo: “Raquel”. El chico decidió calmarse y recoger su cuchillo. Estaba a punto de irse cuando Revolver dejó a Blu debajo de la mesa, se puso de pie y apuntó al chico con las pistolas.
—Raquel —dijo Revolver con una cara seria—. Ese es tu nombre, ¿no?
El chico se dio la vuelta, sorprendido de que supiera su nombre. Al ver un Revolver, puso las manos en alto.
—Será mejor que sueltes esos cuchillos —exclamó Revolver mientras lo observaba atentamente.
Revolver le hizo señas a Raquel, apuntando con una pistola al suelo mientras que con la otra le seguía apuntando. Raquel, aparentemente, hizo caso y se fue agachando, bajando los cuchillos. De repente, puso el filo de los cuchillos en el sentido opuesto a los pulgares.
—¡Revólver, cuidado! —gritó Blu antes de echarse a un lado.
Como si de un rayo se tratase, Raquel se abalanzó sobre Revolver, atacándola por debajo de la mesa. Pero Revolver reaccionó a tiempo, saltando hacia la mesa y evitando que el ataque de Raquel le cortara las piernas. Raquel chocó contra la pared, y uno se quedó mirando al otro, desafiantes y preparándose para el combate que se aproximaba.