Decir que abandonar su trabajo por un par de horas e ir con el Jefe era arriesgado e imprudente era poco, ambas sabían que nada de eso era un juego, y apostar nunca te asegura la victoria. Menos si tu vida ya no depende de ti.
"El Jefe nos llama"
Cuántas veces había escuchado esas cuatro palabras era un misterio, más aún si las decía Dominic de forma tan seria, cómo ahora. Había veces en las que no se limitaba a llamar directamente a ellas, por lo que solía hacerlo uno de sus subordinados, pero cuando esto sucedía y él llamaba, debían llevar noticias, y lo mejor era no hacerlo esperar, él no se caracterizaba por su paciencia o su gran sentido de la bondad, por algo era el jefe y no cualquier persona.
Se encontraban en completo silencio avanzando por la carretera hasta el lugar indicado, cuando los autos y los edificios empezaron a quedar atrás, siendo lo único que se observaba por la ventana árboles, caminos rocosos más que las casas super modernas y construcciones elaboradas pasarán a ser cabañas, siendo el aire era más puro y el lugar más silencioso, significaba sólo una cosa, estaban cerca.
Ignacia se sabía el camino de memoria, tanto para ella como para Dominic, era normal ir para la cabaña, ya sea por alguna reunión, o simplemente para entregar sus avances como agentes del departamento de antinarcóticos, lo que las mantenía nerviosas era lo que había pasado esa misma mañana en la Brigada, lo habían atrapado y ni siquiera pudieron entrar nuevamente a ver si es que el sospechoso había escapado, o seguía en el interrogatorio, esto último lo dudaban, pero pudieron haberlo atrapado nuevamente, y eso sería culpa de ambas.
Debían seguir un plan, esas eran sus únicas órdenes.
Al divisar el camino que se cernía por la ruta casi intransitada, y a lo lejos la aparentemente abandonada cabaña que era su destino, ninguna dijo nada, pero aún así ambas supieron que debían estar preparadas para cualquier cosa, allí dentro podía pasar hasta lo más impredecible.
Al llegar y estacionar el auto, las dos muchachas se bajaron con seguridad, una de ellas llevaba consigo un sobre amarillento.
Solo se leía clasificado.
Al entrar todo estaba en una oscuridad que si no fuera por el gran ventanal o las luces sería absoluta, sin importar que afuera seguía siendo de día, Ignacia y Dominic caminaron en una línea recta desde la puerta de entrada hasta el final del pasillo que era adornado por paredes de madera y piso excepcionalmente limpio, allí se encontraba un hombre, era alto vestía casi completamente de negro, tenia una postura rígida custodiando la puerta, las veía con el ceño fruncido, serio, o más bien preocupado, se hacían una idea del porque.
—Venimos a hablar con el Jefe. —Informó Ignacia, aunque era obvio debía hacerlo, era la regla.
El hombre las miró detenidamente, para luego de unos segundos asentir y abrirles la puerta, suponían que la persona dentro ya sabía que habían llegado.
—Gracias Octavio.
Dentro había una mesa redonda en donde solo estaba una persona sentada, era de piel ligeramente bronceada que por la escasa luz del lugar parecía solo una sombra, cabello sedoso y negro con un sencillo corte en la nuca, dejando el resto ni tan corto ni tan largo que caía en ondas justo a la altura de sus ojos, la medida perfecta para que no le estorbara, estos eran oscuros, que más que ser penetrantes o abismales, eran fríos, vacíos, y mantenía la vista fija en su copa de vino que siempre se mantenía llena. Detrás de él estaba parado otra persona, está era incluso más alto que Octavio, y se veía mucho más intimidante pero no por su apariencia sino por su aura, o eso parecía, pálida piel y sus ojos claros parecían querer saber todos tus secretos, él veía detenidamente a las recién llegadas, analizándolas, asintiendo disimulado al ver sus rostros de preocupación, ambas entendieron el mensaje.
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—Jefe. —Dominic tragó con dificultad.
—¿Qué pasó en la mañana? —Interrogó él, directo y sin rodeos, sin levantar tanto la voz.
—No lo sabemos, también nos sorprendimos, pero intentamos ayudarlo.
El fuerte ruido de la mano de Ignacia estrellándose contra la mesa fue la señal.
El hombre esposado dirigió sus manos disimuladamente a donde habían golpeado anteriormente, ella dejó una llave en ese momento tapando lo más posible el ángulo de la cámara que los vigilaba, para luego retroceder, todo estaba planeado, él lo sabía y cuando preguntó por el café y el baño supo enseguida que ellas dejarían el camino libre para que logrará escapar sin levantar sospechas.
—No te pregunté. —Dijo Ignacia para luego irse al laboratorio.
Todo era un código, no podían hablar en voz alta, allí estaban en la boca del lobo, un paso en falso y sabrían que ambas trabajaban para la mafia, al salir de su oficina se dirigió a los baños, como habían acordado, dentro no se demoró ni un minuto para volver a salir, sólo le debía entregar las instrucciones a la persona en el celular que escondió, para que escapará sin ser visto, además de dejar una gorra negra y un nuevo saco que tenía escondido de antes, satisfecha y procurando tapar el ángulo de la cámara fuera de los baños, fue hacia donde debía ir realmente.
—¡Abi! Necesitó que veas que dice en el reflejo de los lentes de esta foto. —Sonrió amistosa mostrando la evidencia. Como si nada hubiera pasado.
Mientras Dominic esperaba un poco para ir directamente a la máquina de café, de paso abrir las puertas y desactivar la cámara, pero cuando estaba a punto de hacerlo vio a uno de sus compañeros y con más confianza le dijo que moviera la cámara ya que parecía no estar en posición, para tener mejor ángulo, cuando él se fue procuro dejar un arma a un costado del vaso con café al lado de las cremas, sólo estuvo unos segundos, ya que, él se aproximaba desde el frente, pasó a su lado chocando su hombro en señal de que estaba todo listo y simplemente se fue hacia donde estaba su compañera.
—Eso sucedió. —Explicó Dominic.
—Él logró escapar, si es que se lo preguntan. —Al instante las dos chicas suspiraron aliviadas—. Hablen, se que tienen una novedad. —Sus ojos estaban fijos en su copa no los había quitado de ahí y su rostro no mostraba ninguna emoción.
—En realidad, nos encargaron el caso de las mafias. —Comentó con emoción reprimida.
—Saben qué hacer. ¿No es así? —Está vez el Jefe arrastró sus orbes al frente, pero aun no las miraba directamente, aún así ellas asintieron—. Bien. No quiero errores y quiero que investiguen a las otras mafias mientras tengan el caso, pero eso, supongo ya lo sabían.
Las palabras del Jefe fueron interrumpidas cuando entra una persona con un maletín de la puerta a sus espaldas, vestía completamente de negro al igual que todos en ese lugar y al ver a las chicas sonrió.
—Pero miren quienes son. —Dijo con un dejé de sorpresa acercándose a la mesa—. En la mañana en serio me la creí. —Depositó el maletín en frente del Jefe con delicadeza, de paso saludando al otro hombre detrás del Jefe, y lo abrió mostrando una cantidad enorme de dinero, él sólo lo miró sin mucho ánimo.
—Hola Luciano. —La voz de Ignacia se escuchó por primera vez en toda su estadía en el lugar y sonrió divertida—. En realidad sabes que era porque habían cámaras vigilando, pero fue tú culpa por dejarte atrapar.
—No me deje atrapar. —Rodó los ojos y le dio al Jefe una pequeña mirada—. ¿Aún no se los ha dicho?
—¿Decirnos qué? —Cuestionó la misma chica, mirando a la persona en la mesa.
El Jefe suspiró, removiéndose en su asiento y está vez sus ojos vacíos se posaron en ambas.
—Es complicado. —Hizo una mueca mordiendo su pulgar—. Pero en resumen, Ramón escapó y se llevó eso. —Ellas se miraron completamente sorprendidas—. Carlos había escuchado a las personas encargadas decir que habían terminado, está misma noche él nos informó, Luciano era el que debía traerlo, pero las cosas se salieron de control. —Suspiró apretando los labios.
—Ramón apareció de la nada. —La voz de Luciano sonaba lejana cuando llamó la atención—. Me disparó en el hombro con algún calmante o algo así y me quitó el maletín, se lo llevó, me miró y solo se fue. Desapareció. —Parecía ausente recordando—. Yo alerte a todos y cuando me pude parar, lo seguí junto con los demás, empezamos a disparar en medio de la tercera intercepción, pero mientras corríamos para alcanzarlo de repente apareció la policía y no quise hacer nada. Era demasiado. —Omitió muchas cosas bajando la cabeza y pasando su mano por su brazo izquierdo en incomodidad.
—Por lo que tengo entendido se fue hacía la frontera del este. —Habló el Jefe tomando un sorbo de su vino después de una pausa—. Dimitri me dijo que lanzó una bomba de humo y desapareció, todos los caminos para salir del país están cerrados, me encargué de eso y si no encontramos nada en un lapso de tiempo, prontamente voy a convocar a una reunión con las mafias, mientras tanto necesito que estén alerta y en cuanto al caso. —Apuntó con su cabeza el sobre en la mesa—. Manténganos ocultos, es su trabajo.
—Sí, Jefe.