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Cap: 1 La Traición

A veces lo que creemos está bien termina arruinando nuestro futuro, nos hace cuestionar el pasado y perdernos en el presente, una sola decisión cambia el curso de la historia, los papeles se invierten y la esperanza termina siendo sólo una ilusión que se pierde con el tiempo.

Antes creía que podía hacer cualquier cosa, pero después lo entendió, el mundo es cruel y una sola persona puede demostrarlo de la peor forma posible, a veces le gusta cerrar los ojos y enfocar el pasado, a veces se sorprende preguntándose qué hubiera sucedido si hubiera llegado a tiempo, otras veces solo quiere negar la realidad, y a veces, solo a veces, piensa qué hubiera pasado si no hubiera tardado tanto.

¿Ella estaría conmigo? Esa pregunta resuena siempre en su mente, justo como ahora.

Pero después vuelve a abrir los ojos y despierta en la realidad, su realidad, en donde ella está muerta y él no pudo salvarla, mirando a su alrededor se pone a pensar que nada de esto hubiera sucedido si ella estuviera aquí...

—Conmigo...

Si estuviera aquí, esté cuarto sería más alegre, supone, no estaría solo, creé, no tendría una excusa para lo que está a punto de hacer... Pero no está y él va a vengarse, nada ni nadie va poder detenerlo.

—Pobres ilusos. —Dijo la única persona en el cuarto mirando por la ventana, donde se podía observar a un montón de personas peleando y disparando—. Creen poder detenerme, creen estar peleando por lo que es bueno. —Una estruendosa carcajada se oyó en todo el lugar, él reía pero de a poco se fue apagando hasta dejar una amarga sensación, el vacío—. Esperó que esto les sirva como lección. En un mundo podrido con gente podrida nadie es el bueno, sólo hay máscaras.

Con ese último pensamiento el misterioso hombre se dirigió hacia lo único en ese cuarto oscuro. Una improvisada mesa en medio de la estancia, con un maletín, y una computadora.

En algún momento de mi vida realmente creí que era feliz, lamentablemente cada día llega a su fin, hoy en cambió es el principio del fin...

[. . .]

Estaban aproximadamente a unos veinte metros al frente de un edificio en medio de la nada, escondidos tras unos autos intentando defenderse, todo era un caos, debían intentar entrar al lugar, sea como sea, a cada paso se empezaba una nueva pelea, había un nuevo herido y un nuevo muerto que recordar, todos eran enemigos, cada uno estaba en bandos diferentes, en mafias diferentes, con propósitos diferentes, pero con el mismo objetivo y las mismas órdenes.

"Entrar al edificio, encontrar y asesinar a la persona que se encontraba en el cuarto piso"

—¡Dimitri sigue disparando, rápido, hay que hacer que los otros retrocedan! —Le gritó un chico a su compañero quien estaba a su lado, ambos ocultos tras un auto apenas resistiendo.

—¡Estamos rodeados Vladimir...! ¡Son todas las mafias, no creo que lo logremos! —Respondió el joven, era alguien alto pero se encontraba encorvado, tenía una piel ligeramente bronceada, ahora salpicada de sangre, y portada una makarov de 9mm en una mano disparando con precisión, mientras que la otra presionaba una herida en su abdomen.

—Estás perdiendo mucha sangre y la situación no va bien. —Suspiró con pesar Vladimir—. Tendré que hacerlo. —Dijo con un poco de desconfianza apoyado de espaldas cargando su arma.

Era alguien corpulento pero no lo suficiente como para parecer un matón y contrario a Dimitri su piel era pálida pero la sangre seca contrastaba en aquel momento, su rostro usualmente serio y sin expresión ahora delataba la desesperación que sentía por la situación.

—¡No! Sólo espera un poco, no puedes simplemente llamarlo, pensemos en algo, se nos ocurrirá algo, lo se. Él...

—Es la única opción. —Interrumpió cerrando los ojos un segundo—. No quiero perder a nadie más. ¡¿Qué no lo entiendes?! ¡No hay alternativa!

En medio del tiroteo con las mafias, ellos se miraron y lo supieron al instante, si querían ganar y alcanzar su objetivo tenían que hacerlo. Él era su as bajo la manga, era matar o morir y ellos no podían morir, debían ganar, por "el Jefe".

Stolen novel; please report.

Con la decisión tomada Vladimir dirigió su mano hacia su bolsillo y sacó un woki-toki desgastado, era su última opción por lo que no solía usarlo, pero sabía que si ponía cierta frecuencia le responderán enseguida.

—Jefe soy yo, estamos en problemas. —Sus palabras estaban llenas de amargura—. César desapareció hace aproximadamente media hora y Dimitri está herido. -Miro a su lado, específicamente esa herida que a cada segundo sangraba más—. Perdóneme Jefe, lo siento. —Suspiró resignado y se agachó a tiempo cuando una bala pasó por su lado—. Las mafias atacaron de la nada, se rompió el acuerdo de paz, no sabría decirle cuántas bajas tenemos. —Un vacío se instaló en sus ojos, mientras miraba alrededor y sólo veía los cuerpos de sus compañeros—. Se que estoy a cargo de la misión aún así no pude hacerlo... Lo decepcione... Lo siento, se que no debíamos contactarlo a menos que fuera crítico, pero... Necesitamos su ayuda...

Por varios segundos sólo se escuchó el eco del silencio y estática al otro lado de la línea, cuando una gran explosión cubrió el frontis del edificio una nube de polvo proveniente de los escombros se esparció por todo el lugar, le hicieron saber que eso era obra del Jefe.

—No me has decepcionado. Eso nunca.

—Jefe acaso... Usted...

—Es tú oportunidad, corre, tú sabes dónde está, debes matarlo sólo si no puedes razonar con él, si es posible lo quiero con vida. —Dijo la voz con severidad.

—Sí Jefe. —Fue lo último que dijo antes de ponerse en marcha aprovechando la distracción que fue creada para él.

Lo único que veía Vladimir mientras iba corriendo eran cadáveres y a personas convirtiéndose en asesinos, lo único que olía era pólvora y miedo, pero en lo único que estaba pensando era en cumplir con la misión que el Jefe le había asignado, tenia que subir al cuarto piso y detener a Ramón, no le importaba salir herido, por eso, cuando se encontraba en las escaleras y le seguían personas, que él sabía, no eran aliados, no se inmutó, en ese momento sólo era él en una carrera contra el tiempo, si no lo lograba...

No sabía que podía pasar.

El sonido de los pasos apresurados subiendo las escaleras era lo único que se podía destacar en ese desolado edificio, sin contar con la brutal batalla que se llevaba en las afueras, al llegar al cuarto piso todos se detuvieron, el pasillo era alojado por al menos unas siete personas, nadie disparaba, solo llevaban sus armas en las manos y se miraban con recelo, nadie decía nada, aún así todos dirigieron su vista a la única puerta cerrada y supieron al instante que ese era el escondite.

Corriendo al objetivo un tipo alto se adelantó, era casi tan alto como Vladimir, de tez morena cubierta de residuos de pólvora al igual que su cabello oscuro, él empujó la puerta, pero el sonido de la madera crujiente fue lo único que obtuvo, por lo que le disparó al picaporte, rompiéndolo, pero cuando hizo el amago de abrir, no pudo, e intentó con una patada, pero no la logro mover.

—Al parecer hay algo del otro lado, no sede. —Dijo uno de ellos era el único con cabello rubio y unos ojos esmeraldas, inspeccionaba el lugar con inseguridad.

—Si, eso era algo obvio Antoni. —Bufó el chico moreno con dolor al volver intentar mover la puerta.

—Alexander... —Lo miró ceñudo el nombrado—. ¿Por qué simplemente no lo haces otra vez? No sabemos cuánto tiempo nos queda. —Reprochó.

El mencionado lo hizo nuevamente, pero no lo logró.

—¡No puedo! Está trabada. Maldita sea.

No sabían que hacer, el tiempo se les agotaba, lo único que debían realizar era detener a la persona que se encontraba dentro.

Pero claro, todos desconfiaban del de al lado.

—Alexander ¿Cierto? —Preguntó una voz detrás, todos voltearon, era Vladimir—. Hay que tirarla, juntos. ¿De acuerdo?

Era la única manera de acabar con todo eso.

Allí ya no importaba que mafia era cual, todos sabían que si no detenían a la persona dentro podían terminar muertos y todos debían regresar con vida.

—Si.

Ambos se posicionan delante de la puerta embistiéndola con fuerza y haciéndola crujir, parecía que la madera se estaba rompiendo.

—Bien... —Dijo Vladimir—. Bien, a la cuenta de tres. Uno... —Todos se pusieron en posición—… Dos... —Cargaron sus armas—. . . Tres.

La puerta se abrió con un gran estruendo, era una habitación sin nada más que una mesa en el centro, donde yacía una persona de espaldas, por lo que se veía, era un hombre de aspecto descuidado, con el cabello oscuro y grasoso, al darse la vuelta se pudo observar las ojeras y unos ojos profundamente vacíos, sus mejillas estaban hundidas y su vestimenta era tan vieja como el lugar.

Era el hombre al que todos llamaban Ramón, él sólo los miró, no se veía preocupado sino que su expresión era de diversión y completa dicha, pero ninguna emoción llegaba a sus ojos, a comparación con Vladimir y los demás que lucían totalmente descolocados.

—Ramón apártate de allí, no tienes porqué hacer esto. —Habló con premura y exasperación intentando convencerlo, aunque sabía que debía disparar, por lo que tenía su arma apuntando a alguien que por más de diez años fue su compañero.

—Vladimir, mi viejo amigo. —Murmuró él con una voz sombría—. Todavía sigues comportándote como un iluso. Él te envío. ¿O me equívoco?

No era una pregunta que debieran responder, porque todos era una afirmación, luego de un breve silencio en el que el hombre paseó su vista por todas las personas, sonrió, reconociendo a todos, y vio directamente a Vladimir en la puerta, examinándolo sin descaro, después sus ojos se tornaron en una decepción que él supo apreciar, antes de que Ramón solo riera, y ya todo indicio de alguna emoción desapareciera.

—Pues envíale mis saludos. —Fue lo último que se escuchó de Ramón.

En un rápido movimiento su mano que estaba en teclado de la computadora y alcanzó a presionar una tecla, cuando el sonido del disparo resonó por todo el lugar, ya no había nada que hacer, todos allí lo sabían, Alexander lo sabía, Antoni lo sabía, Vladimir lo sabía, Ramón lo sabía, era el fin y con su último suspiró vio la palabra "ENTER" parpadeando en la pantalla.