Nada más salir del templo, tanto Ginfar como Gedgar entraron en el carruaje de buen humor y hablaron un poco en el camino de vuelta.
—Menos mal que nos encontramos con ese amable sacerdote, no sé lo que hubiera pasado sin su aparición —comentó aliviado Gedgar.
—Hemos de agradecer a nuestra buena suerte. Imagina por un instante que le ocurriera a Mikradal lo mismo que a ese pobre señor. A lo mejor hubiera pasado por algo parecido o peor, podría haber intentado suicidarse— alegó Ginfar.
—Lo importante es hacerles entender a nuestros hijos que hemos cambiado de idea y que, aunque no sea del todo de nuestro agrado, no se puede hacer nada.
—Creo que es mejor que se lo digamos a Gifug. Ya es adulta y como tal es adulta y entenderá nuestro propósito, tal vez hasta nos apoye esta vez.
—Me parece bien. Por ahora, hasta que lleguemos a la mansión, tratemos de descansar, que estos últimos días han sido un carrusel continuo de emociones.
Finalmente llegaron a su mansión en una hora cercana a la cena. Sobre la misma hora volvieron los tres jóvenes, que se ducharon para ir presentables a la cena, tal y como dictaba su educación. Tras un rato llegó la hora de la cena, momento en el que todos se sentaron en el comedor. Mientras comían se dispusieron a relatar lo que habían hecho ese día.
—Gifug y yo hemos estado entrenando con Taga, y vamos avanzando con el entrenamiento que hemos pensado— dijo Mikradal con alegría, a lo que Gifug respondió:
—Es cierto que de momento avanzáis rápido en vuestro entrenamiento, pero no es motivo para relajaros. Recordad que la mejora en la fuerza es un trabajo constante.
Al ver la alegría de su hijo mientras relataba los pormenores de su entrenamiento, hizo que ambos padres se miraran, y concluyeron que sería necesario ocultar sus intenciones, Gifug vio sus miradas y notó que algo sucedía. Luego dede mirarse Ginfar se dispuso a decir:
—Muy bien hijo, esa es una gran noticia, volvimos al templo a hablar con el sacerdote principal y nos hizo recapacitar. Queremos que sepas que a partir de ahora tienes todo nuestro apoyo para entrenar a tu elemental.
Este hecho generó dos reacciones diferentes de los tres hermanos. Tanto Mikradal como Mikridak se alegraron. Parecía que sus padres habían decidido olvidar lo sucedido, pero Gifug no se alegró porque concluyó que había algo más en esa historia. Conocía a sus padres y si fuera cierto eso que habían dicho, era extraño verles tan calmados. Su experiencia le decía que faltaba algo por contar, por lo cual decidió que les preguntaría esa misma noche que había sucedido realmente. Luego, de unos instantes de diferentes emociones recorriendo la mesa, Mikridak dijo:
—Pues yo fui a entrenar al bosque cercano, pero no pasé una buena experiencia. Me confié, bajé la guardia, y unos simples duendes estuvieron cerca de matarme. Al final yo y mi hada, a la que por cierto decidí llamar Vau, Se me ocurrió llamarla así cuando entramos en el bosque. Sobrevivimos gracias a que conseguimos recomponernos y superar la situación. Después decidí salir del bosque hasta que estuviera más preparado, y me fui a entrenar a otro lugar hasta que volví a casa.
Esta narración también causó reacciones diferentes en la mesa. Mikradal se sorprendió de que su hermano casi muriera. Decidió que no se adentraría en el bosque hasta que diera su entrenamiento por exitoso. Gifug, en cambio, estaba más calmada Aunque había dejado a Mikridak entrenar solo, decidió mandar una de sus invocaciones a velar por su seguridad. Por lo tanto, si Mikridak no se hubiera recompuesto y hubiera estado en peligro real de muerte, su invocación no habría dudado en entrar en escena. Su orden era mantener a ambos sanos y salvos Los padres tuvieron una reacción como la de Mikradal, hasta que vieron la poca reacción de su hija mayor. Concluyeron que ella había tomado ciertas precauciones para evitar accidentes, y se relajaron.
Sin embargo, este relato inconscientemente reafirmó aún más su idea de realizar el ritual. Si su hijo con su hada había estado en peligro de muerte, si se adentrara Mikradal con Taga y su hermana no estuviera para tomar precauciones, no habría manera de que pudieran sobrevivir. Ese era su pensamiento, pero si hubieran escuchado más en serio el entrenamiento de su hijo en vez de centrarse en su felicidad, se habrían dado cuenta de que ambos podrían haber huido en esa situación sin un solo rasguño.
—Hermano, es una suerte que hayas sobrevivido, pero tienes que tener más cuidado de ahora en adelante— le dijo Mikradal a su gemelo.
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—Claro que lo tendré, es algo obvio para ser más fuerte en un futuro, y ya he aprendido la lección— le respondió Mikridak con una sonrisa de confianza.
—Mañana por la tarde debo volver a mi ciudad, seguro que me necesitarán en la unión. ¿Queréis que entrenemos mañana, chicos? —dijo Gifug.
—¡Pues claro que sí! —exclamaron los gemelos, pero entonces su madre les mandó bajar la voz.
Minutos después terminaron de comer y dejaron a los criados recoger y limpiar la mesa.
A la mañana siguiente los dos hermanos se vistieron y desayunaron rápidamente para salir al jardín donde Gifug, más madrugadora, les estaba esperando.
—Bien, ¿por dónde deberíamos empezar?
—Mikridak, ya que ayer entrené con tu hermano, ¿qué te parece entrenar conmigo? —preguntó Gifug y el joven asintió. Entonces se dirigió a Mikradal, sonriendo. —Ya que estuve contigo ayer, lo que puedes hacer es ver tu entrenamiento para que puedas observar errores que pueden ocurrir para no aplicarlos en el futuro.
Al llegar al jardín, Mikridak levantó la guardia y su hermana decidió invocar un esqueleto sin tipo elemental.
—Este es Hahai. Empieza atacando tú primero, ¿qué harás? —Gifug le miró fijamente con seriedad, y Mikridak se quedó pensativo por unos instantes.
—Le cegaré con un destello de Vau y yo podría atacar con mi espada.
—Siento decirte que los esqueletos no tienen visión orgánica, son inmunes a la ceguera.
—Entonces intentaré envolverlo en luz por varios segundos para que el dolor le inmovilice lo suficiente, y yo pueda acercarme y rematarlo.
—Nuevamente, los esqueletos no tienen sensores del dolor, por tanto tu ataque sería casi inútil.
—¡Demonios! —El chico se mordió el labio y pensó con más fuerza mirando fijamente a su hada. —¡Vale!, ¡lo tengo! Vau atacará a las articulaciones entre sus huesos para reducir su movilidad.
—Espléndido, intentádlo y veremos si sois capaces. —Entonces la hermana se concentró para comunicarse con su invocación permanente a través de su conexión. Le mandó esquivar y acortar distancia con el hada, para que se acostumbrara a combates en movimiento. Mikridak, que aún no sabía cómo dar una orden mental, lo hizo verbalmente.
—¡Vau, ataca sus puntos débiles! —
El hada comenzó a brillar, y lanzó un haz de luz dorado concentrado que atacó a sus rótulas para impedirle el movimiento. Sin embargo, el esqueleto hizo un movimiento torpe pero rápido de pies para esquivar la luz.
—Genial, ¿por qué no te has acercado a atacar a Hahai mientras este esquivaba los rayos de luz? — le preguntó Gifug. Mikridak se percató, y corrió hacia el esqueleto mientras desenvainaba su espada. Entonces el esqueleto se movió de un salto detrás del chico, para que el hada detuviera el rayo de luz y no le diera a su invocador. Mikridak se giró de pronto hacia su hada, confundido. El esqueleto aprovechó para arañar al invocador.
—Mal. Mantente enfocado en tu oponente. —se preocupó su hermana. Acto seguido Mikridak, iracundo, le intentó cortar un brazo al esqueleto. Vau, por su parte, viendo como atacaban a su invocador, voló hasta detrás del esqueleto y lanzó un rayo certero en las articulaciones de sus piernas.
Así Hahai se quedó sin un brazo y sin sus dos piernas, pero no logró evitar que el esqueleto agarrara al hada en vuelo e intentara meterla entre sus mandíbulas.
Mikradal estaba observando con mucha tensión el combate, temiendo por la seguridad de su hermano. Estuvo a punto de pedirle a su hermana que bajara el nivel del entrenamiento, pero lo descartó porque no quería romper la autoestima de su hermano.
Mikridak dió una patada, y la mandíbula de Hahai salió volando a unos metros de su hermano, y se quedó boquiabierto. El esqueleto soltó a Vau y se rindió levantando los brazos, viendo imposible hacer nada en su estado.
—Enhorabuena, habéis ganado. —Gifug sonrió, dio una palmada y se acercó a ver las heridas de su hermano. Mikradal se acercó también al ver que el combate había terminado.
Gifug le miró cerca del antebrazo, su hermano sólo presentaba unos rasguños en la ropa y ni siquiera sangraba.
—Esto no te dejará ni cicatriz, pero aun así espero que hayas aprendido de esta práctica.
—Está bien, ha sido difícil pero de los fallos se aprende. Por otra parte, ¿cómo curarás a Hahai?, ¿con un elixir de curación? ¿o un hechizo? —preguntó Mikridak mientras se secaba el sudor de su frente.
—Con una poción creo que será suficiente. —respondió mientras recogía las partes de su invocación, a la vez que sacó una piedra de alma para recogerlas como un solo monstruo. —Has luchado fenomenal, Hahai, ahora descansa. —pronunció con aprecio. Espero que algún día consiga evolucionar a un esqueleto de fuego, para así tener a un caballero de la muerte. Quizás en un futuro lejano hasta podría evolucionar a un defensor del infierno de muerte como atributo. —Los dos chicos escucharon con asombro. Entonces Mikradal le preguntó con algo de nervios:
—¿Ahora podemos ir nosotros dos?
—Ahora no, Hahai está debilitado, mañana por la mañana lucharemos— dijo Gifug con calma.