Mikradal, con Mikridak unos pasos detrás de él, ambos con sus invocaciones, salían del templo con caras de incertidumbre. Según se acercaban a la puerta, Mikradal preguntó en voz alta lo que ambos temían en ese momento. Mikradal tenía el pequeño elemental apoyado en su hombro mientras que el hada volaba alrededor de Mikridak.
—A ver cómo reacciona nuestra madre a esto… —comentó Mikridak.
—Veremos el drama que organiza —le respondió Mikradal.
Tras salir del templo, se encontraron a una pareja que los esperaba impacientemente.
—Pero… pero… ¿¡hijo!?, ¿qué demonios es eso? ¡guárdalo que nadie más lo vea!, ¡qué vergüenza! —exclamó su madre, Ginfar, mientras se masajeaba la frente con ambas manos. Era más alta de lo usual, delgada y con un aire aristocrático, que se acentuaba con su cabello color platino.
—Ginfar, por favor, no armes tanto escándalo— reclamó su padre, Gedgar. Era alto y bien formado físicamente a pesar de ser delgado, con el pelo rubio corto con un aire militar.
—Vamos, ya hablaremos de esto en casa, subiros al carruaje. —ella, acto seguido, les dio la espalda y subió con delicadeza a su asiento.
Toda la familia la siguió y se fueron del lugar con un silencio incómodo. Sumidos en sus propios pensamientos. Mikradal y Mikridak solo pensaban en cómo entrenar a sus invocaciones. Sus padres pensaban en como solucionar a su manera los problemas que se les podían avecinar.
Nada más llegar a la mansión, antes de que se pudiera discutir de lo ocurrido, llegó una carta de la hermana mayor informando que iría a cenar a la mansión esa misma noche para celebrar con sus hermanos el ritual de iniciación. Esto alegró a todos, más aún a Ginfar y Gedgar, que creían que los ayudaría a arreglar la situación gracias a su posición de cazadora de alto nivel. Tras almorzar en silencio, antes de que Mikradal se levantase de la mesa, su madre les habló en voz alta.
—Chicos, arregláros bien esta noche porque vuestra hermana va a venir a cenar con nosotros.
Tanto Mikradal como Mikridak recibieron la noticia con ganas de poder volver a verla pues la admiraban mucho por ser una cazadora muy reconocida.
La familia se separó y Mikradal se fue a la biblioteca a investigar sobre los elementales ya que su conocimiento de ellos era muy limitado. Después de buscar un rato, acabó encontrando una enciclopedia de monstruos donde se sorprendió ligeramente al observar que los elementales generalmente son monstruos relativamente comunes, ya que él no había visto uno previamente. Su principal papel consiste en apoyar al cazador y a sus compañeros, así como obstaculizar todo lo posible a sus objetivos. Esto lo alegró porque le daba a su invocación inicial una gran versatilidad a pesar de su falta de daño directo, lo que le abría un abanico de estrategias muy amplio.
Después de pasar la tarde investigando y pensando cómo desarrollar su elemental, el tiempo pasó rápidamente y finalmente llegó la hora de la cena. Al llegar al comedor, Mikradal vio a una joven alta y delgada, con cabello rubio y un aire que emitía tanto elegancia como un cierto toque de peligrosidad. Volando alrededor de ella se observaba a un hada con una apariencia mucho mayor que el hada de Mikridak, además de emitir un leve resplandor.
—Buenas noches, hija, ¿qué tal ha ido el viaje? —preguntó el padre con cariño tras darle un abrazo.
—Pues, genial, exceptuando que en el camino nos atacaron unos banshees sombríos. Pero con mi hada fulgurante y la diferencia de nivel entre nosotros pude derrotarlos fácilmente. —dijo Gifug mientras se acercaba a darle dos besos.
—¿Qué tal te tratan en la unión de Gerkuq?, ¿te han ascendido?, ¿has subido mucho de nivel desde la última vez? —interrogó su madre mientras le observaba de arriba a abajo.
—Pues he conseguido el rango de jefa de escuadrón y he alcanzado el nivel 70, pero siempre me acribillan a tareas y a expediciones peligrosas… No estoy aquí para hablar de mí, ¿qué tal os ha ido a vosotros dos, pequeños? Parece que habéis seguido mis pasos de ser cazadores.
—¡Genial! Estoy deseando alcanzar tu nivel para pelear a tu lado —exclamó Mikridak, con su hada asintiendo con decisión.
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—Bien, supongo —respondió Mikradal acariciando a su elemental con cariño pero mirando con recelo a sus padres.
Gifug se percató de que el monstruo inicial de Mikradal no era un hada sino un elemental, reprimió un gesto de sorpresa y sonrió. Los padres se miraron a los ojos y se pusieron de acuerdo sobre que era momento de discutir el tema que les había estado rondando la cabeza todo el día.
—De esto queríamos hablar precisamente. No sabemos cómo pero al hijo mayor de nuestra familia le ha tocado una invocación que no puede cumplir su papel de defender a su invocador, y no un hada como cabría esperar—. El chico frunció el ceño mientras pronunciaban estas últimas palabras. Por suerte para él, Mikridak cortó la tensión del ambiente con otro tema.
—¿Mayor? Pero si somos gemelos, tan solo nació dos minutos antes que yo.
— Lo sabemos . Pero no puede ser, deberíamos hacer algo con ese elemental. —El padre intentaba zanjar el tema y relajar a su esposa.
—Pero, ¿qué tiene de malo que no sea un hada? —siguió inquiriendo el chico con su elemental.
—No lo entiendes, esa invocación no te va a traer más que dolores de cabeza. Durante siglos los cazadores de nuestra raza siempre han tenido un hada como invocación inicial, y el que tú poseas un elemental de monstruo inicial es desperdiciar todo el talento que puedas tener. ¿Tú qué opinas, Gifug? —Ginfar, viendo que el joven no cambiaba la expresión, buscó apoyo en su hija mayor.
—Yo… —hizo una pausa para encontrar las palabras correctas— no considero que sea el mejor monstruo para empezar, pero tampoco es inútil.
—Encontraremos una solución a esto. —respondió el padre apoyando su mano sobre su mujer y poniendo punto y final a la discusión.
Después de cenar cada uno se fue a su dormitorio a descansar. Mikradal se desvistió y se acostó con su invocación tumbado en su cama.
Se puso a pensar en qué nombre podría ponerle, descartó nombres que le recordaban a personas, o simples mascotas. Se le ocurrió que podría estar escrito en idioma imperial, la lengua muerta del antiguo Imperio, cuna de todas las naciones actuales.
El profesor que tenían contratado en casa les había enseñado nociones de imperial, el cual es necesario para entender las etimologías de los idiomas y para la formulación de hechizos. Mikradal reflexionaba en nombres en imperial como Phalthashor “Tifón”, Háiphtɾa “Caballero”, Aβɾothok “Tormenta”, mientras le acariciaba su forma lisa y blanda, de color celeste. Entonces se dio cuenta de que estaba pensando en su elemental como un monstruo, más que como un compañero por lo que, para no olvidar este error, decidió nombrarle Taga, que significa compañero.
—Te llamaré Taga, ¿te gusta el nombre? —pronunció el chico con cariño. El elemental reaccionó flotando encima de él, apreciando su atención. Mikradal rió y se dispuso a dormir.
Por otro lado, sus padres también se disponían a acostarse, pero antes hablaron un rato en el pasillo, en voz tenue para que nadie pudiera oírles.
—Creo que nuestro hijo no entiende la gravedad del problema, y Gifug tampoco nos podrá apoyar mucho tiempo. —comentó Ginfar en la puerta de su habitación.
—No entiendo por qué ocurre esto, él siempre había manifestado el seguir los pasos de su hermana y al tener un elemental en vez de un hada debería estar más disconforme por no poder seguir su sueño —respondió Gedgar.
—Deberíamos ir mañana a buscar consejo del sacerdote.
—Buena idea, él sabrá qué hacer. —Dicho esto, dieron por finalizado el diálogo y cada uno de los dos se fue a dormir a sus habitaciones.
Mikridak, a su vez, había escuchado a sus padres hablando en el pasillo después de que él fuera a darles las buenas noches y se imaginó que estarían hablando de su hermano. Él también pensó que su hermano se buscaría problemas poniéndose un hándicap con el elemental como invocación inicial, y para ello él podría demostrarle que un elemental nunca sería tan poderoso como un hada. Le retaría a un combate en unos días para darle una lección.
Se fue a su habitación decidido con su hada revoloteando a su alrededor.
La última en dormirse fue la hermana mayor, también pensaba en su hermano Mikradal y no paraba de darle vueltas a la discusión de la cena. Sabía que sus padres no le pondrían las cosas fáciles a su hermano. Buscarían una manera de lo que ellos creían que sería "arreglar la situación".
Pensando en cómo podría ayudar, se acordó de que su hermano no tenía mucho conocimiento sobre elementales y decidió darle un poco de orientación la mañana siguiente. A su vez no estaba preocupada por Mikridak ya que, al tener un hada, su camino iba a ser mucho más suave, además de tener el apoyo de sus padres que harían todo lo posible por nutrirle y ayudarle a crecer.