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ASCENSO ENTRE LLAMAS / Español
El Retorno del Legado

El Retorno del Legado

Descendí las escaleras con el pulso acelerado. Apenas alcancé la sala, no pude evitar que las lágrimas brotaran sin contención. Allí estaba él, como si el tiempo nunca hubiera pasado. Corrí hasta mi abuelo y lo abracé con fuerza, como si al soltarlo pudiera desvanecerse.

—Abuelo... —susurré, con la voz quebrada—. No tienes idea de cuánto te extrañé.

Fergal me rodeó con sus brazos robustos y cálidos, riendo suavemente.

—Tranquilo, muchacho. Aún me quedan años por vivir. ¿Qué te pasa? Pareces haber visto un fantasma.

Pero no era miedo. Era gratitud. Porque en ese mundo nuevo, él seguía aquí.

Cuando al fin me separé, noté que algo era distinto. Se veía más fuerte, su presencia irradiaba poder. Y en mi mente, los recuerdos implantados aclararon la razón: Fergal, el mago más poderoso reconocido por la Confederación de Caballeros Mágicos. Un título que resonaba como leyenda.

—Todo bien, viejo —respondí, forzando una sonrisa—. Solo que hoy es... uno de esos días especiales.

—Si lo dices tú. Ahora anda, siéntate y desayuna antes de que Esther se queje.

Pasamos la mañana entre risas y anécdotas. Por dentro, yo intentaba procesar esta segunda oportunidad. Todo parecía sacado de un sueño lúcido. La magia formaba parte del mundo. No como un mito, sino como un derecho. Las ciudades brillaban con runas suspendidas en el aire, vehículos flotaban gracias a corrientes de maná, y los hospitales curaban enfermedades antes mortales con energía ancestral.

Pero no todo era paz. Sabía que bajo esta fachada perfecta se escondían luchas de poder, rivalidades ocultas y amenazas que esperaban su momento. Algo dentro de mí me decía que este renacer no sería simple.

Me excusé, subiendo a mi cuarto para preparar los próximos días. En apenas dos jornadas comenzaría mi ingreso a la Universidad Mágica Solani Knights. Si bien los recuerdos me otorgaban información valiosa, no sustituían la experiencia.

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Encendí la laptop. Mis dedos volaban sobre el teclado mientras recopilaba todo sobre el consejo estudiantil mágico. Ellos no solo dominaban la institución; eran prodigios reconocidos mundialmente. Superarles no sería un capricho... sería un desafío digno del segundo acto de mi vida.

Recordé cómo la magia había despertado en la humanidad. No hubo advertencia ni señales: simplemente, un día, hombres y mujeres descubrieron que podían controlar los elementos, curar heridas y desafiar la física misma. En vez de desatar caos, los líderes mundiales respondieron con una organización férrea, creando alianzas que evitaron guerras y levantaron academias dedicadas a perfeccionar ese don.

La paz trajo prosperidad. La magia transformó cada rincón de la vida diaria, desde los cimientos de los edificios hasta la sanación de las almas. Sin embargo, también despertó los deseos de gloria. Surgieron torneos, batallas reglamentadas, y los coliseos se llenaron con multitudes sedientas de espectáculo.

La UFMC, Unión de Combates Mágicos de Caballeros, emergió como el deporte supremo. Un campo donde los fuertes demostraban su valía y las naciones apostaban su prestigio. Solani era la cuna de los mejores, y yo estaba por cruzar sus puertas.

Mientras investigaba, la pantalla de mi laptop parpadeó y, sin aviso, apareció aquel hombre de la habitación sin tiempo ni espacio.

—Veo que aprovechas tu regreso —dijo, su voz tan profunda como la noche.

—No me asustes así. Pensé que habíamos quedado en un aviso previo... —respondí, cruzándome de brazos.

—Supongo que la cortesía no es mi fuerte. Me llaman Ikuro. Y antes de que preguntes, tu petición fue concedida. Tienes un comunicador en la gaveta. Póntelo y podremos hablar cuando quieras.

Siguiendo sus indicaciones, hallé un auricular blanco que, al colocarlo detrás de mi oreja, se fusionó con un leve ardor. Un panel holográfico emergió, proyectando una interfaz elegante y precisa.

—¿Qué opinas del mundo? —preguntó Ikuro.

Miré por la ventana, contemplando la ciudad bañada en magia y luz.

—Es... perfecto. Y a la vez, aterrador. Siento que apenas he rascado la superficie de todo lo que podría pasar.

Ikuro sonrió apenas.

—Solo asegúrate de vivir. Dejar tu marca. Y cuando dudes... llámame.

Asentí, cerrando la laptop. Ahora, más que nunca, sabía que no había vuelta atrás.

—Es hora de empezar a escalar hasta la cima —susurré para mí mismo, mientras el sol descendía en un horizonte repleto de promesas y batallas por venir.