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Excusas justas?

Todos se encontraban en el comedor, el ambiente era calmado y cálido, el equipo de Sera se encontraba a la izquierda de Jean, a la derecha, estaba Nailah, Nahir y los demás niños, conversando y jugando. Kyra y Circe miraban de vez en cuando a Jean, con cierta curiosidad y agradecimiento, ellas, a diferencia de Sera, no recordaban bien lo que pasó en el bosque, cuando Jean apareció. Hugh, por otro lado, lo miraba con sospecha.

Jean, sentado en su silla, se acercó a Nailah y en voz baja le dijo: “¿Agartha aún no sale de su habitación?”

Nailah le respondió con el mismo nivel de discreción: “No… ni siquiera me responde y bloqueó la puerta… ¿Qué pasó en el bosque…?”

Jean se quedó en silencio unos segundos, “no te preocupes, yo me encargo…”

Durante la breve conversación Sera los miró con confusión, “¿quién es Agartha?” dijo para sí, “mmm, se lo preguntaré más tarde” dijo en un tono tan suave que nadie lo notó.

Al terminar, Jean limpiaba, Nailah, Nahir y los niños salieron a jugar, Sera ayudó un poco a Jean, Kyra y Circe se levantaron de sus lugares y se disponían a marcharse, pero rápidamente Hugh las detuvo y con una gran fuerza en su voz dijo:

“Señor Jean, ¿le molestaría una corta charla con nosotros?”, al tiempo que detenía a Kyra con firmeza, ella y Circe se miraron, luego miraron a Hugh.

“¿para qué?” -pregunto Kyra, con confusión

“Kyra, ¿recuerdas para que nos enviaron?” -preguntó Hugh sin dejar de mirar a Jean

“investigar sobre unos esclavos desaparecidos, sin importar qué… la vizconde nos envió a nosotros…” – recriminó Hugh.

Kyra abrió la boca para hablar, pero al instante una fuerte risa proveniente de Jean rompió la tensión.

“¿Cuál es el problema…?”-dijo Jean, con una sonrisa burlona.

“s-señor Jean, los esclavos son de la vizcondesa, ella los compró… … ¿¿acaso, Nailah y Nahir… y-y los niños son los esclavos extraviados??”

“¿quieres que responda?” -respondió Jean, como si la respuesta fuera obvia.

Esta vez también Hugh se unió a la confusión, “e-está bien, ¿no…?, la vizcondesa compra decenas de esclavos para darles una buena vida… ¿no…?” dijo Sera excusando las acciones de la vizconde.

“b-bueno, en realidad…” -dijo Kyra, pero Jean los interrumpió, “creó que es mejor hablar en otro lugar…” dijo con una voz entre decepción y molestia.

En un parpadeo, los platos que sostenían Jean y Sera comenzaron a levitar, las sillas se movieron hasta su lugar y un trapo limpió la mesa. Jean caminó hasta el tercer piso, seguido de cerca por Kyra cabizbaja, detrás de ella estaban Hugh y Circe, con una expresión de culpa y por último estaba Sera que miraba a los demás confundida y curiosa.

Al llegar a la oficina de Jean, había miles de papeles girando por toda la habitación, algunos atravesaban las paredes, otros caían sobre el escritorio de Jean y otros más se incendiaban en la chimenea. Todos se sentaron en los sofás, Jean frente al cuarteto. Jean hizo un gesto como de tomar el asa de una taza, al mismo tiempo que la propia taza se materializaba, los papeles volvieron a apilarse sobre el escritorio de Jean, para ese momento, en la chimenea solo quedaban cenizas de los papeles que se habían estado quemando. Jean se mantenía en silencio, bebiendo de su taza.

“¿y bien?... ¿no estabas contando algo?” dijo Jean, rompiendo el silencio.

“b-bueno… em…” expresó Kyra, miró alrededor, tomó una bocanada de aire y finalmente dijo: “nosotros somos la guardia personal de la vizcondesa… nos envía a asesinar a los soldados de sus caravanas de esclavos para declararlos como desaparecidos, cobrar una indemnización al vendedor y-…”

“¡¿Qué?!” interrumpió Sera, indignada y levantándose de su lugar, “¡Creí que la vizcondesa era una persona buena, por eso acepté ser parte de su guardia!” terminó ella.

“… lo siento… tu acabas de salir de la academia, es tu primer misión… no creí que los esclavos serian mujeres y niños… “-respondió Kyra, evitando la mirada de Sera

“¿y que iba a hacer la vizcondesa con ellos?” -preguntó Jean, con un tono como si supiera la respuesta.

“yo… nunca me atreví a preguntar… “-respondió Kyra.

“pero sabes que no es nada bueno” -preguntó Jean.

“… … si… …” -declaró Kyra con una voz de vergüenza y culpabilidad.

“¡¿y porque no hiciste nada-, porque no HICIERON nada?!” -recalcó Sera, furiosa.

“¡¿Qué queridas que hiciéramos, ella es una vizcondesa, Y su padre es un conde MUY influyente. Nos cortarían la cabeza o peor, nos venderían como esclavos?!” -gritó Kyra, mientras se levantaba de su asiento.

Jean se levantó tranquilamente, caminó hacia su escritorio, revolvió la pila de papeles, levantó su mano en la cual se materializaron varios papeles, con su otra mano tomó el borde de las hojas, apareciendo otro montón: de 4 hojas se convirtieron en 8, 8 en 16, 32. Las hojas flotaron hacia la mesita frente a Sera, Circe, Kyra y Hugh, separándose, 4 para cada uno. Al mismo tiempo, Jean caminaba de vuelta hacia su lugar.

“esos son los nombres de las personas que la vizcondesa a comprado en el último mes, están en ambos lados de cada una de las hojas…” -dijo Jean antes de darle un sorbo a su taza.

Sera tomó sus hojas y les dio un rápido vistazo, “son más de 100 nombres, solo en la primer hoja…” dijo estupefacta.

“Jean, ¿tu sabes que les pasó a todos?” -preguntó Circe mientras leía cada nombre.

“… solo siguen vivos unos… 20. Las mujeres fueron vendidas a burdeles… nobles de bajo y alto rango, incluso el conde compró varias mujeres; los hombres fueron vendidos a minas o torturados en los calabozos debajo de las Muchas casas de la vizcondesa…” explicó Jean.

“he trabajado con ustedes por dos años… ¿¡porque nunca me dijeron!?” -reclamó Circe.

“¿t-tu tampoco sabias?”-le preguntó Sera.

“no… me reclutaron como a ti, cuando me gradué de la academia…”-le respondió devuelta.

Entre todo el conflicto, nadie notó la sonrisa de Jean “¡bien!” gritó él, “todos son culpables…” -sentenció maquiavélicamente, “pero… ¿qué van a hacer ahora…?” -siguió sarcásticamente “seguirán peleando entre ustedes o~… pelearán con la causante de esto” terminó, mientras levantaba las listas de nombres.

Los cuatro se callaron dando paso a un silencio incomodo. “que podríamos hacer nosotros…” dijo Kyra casi susurrando.

“¡perdón, que dijiste…! No te escuche” respondió Jean con una sonrisa burlona.

Kyra tensó sus puños, de un salto se levantó “¡y que quieres que ágamos, ella es demasiado poderosa!” -gritó.

La mirada furiosa de Jean se materializó, forzando a Kyra a sentarse, “voy a pretender que no me hablaste de esa forma” dijo Jean ahora con mirada seria, “si el problema es el ‘poder’, yo les puedo ayudar con eso…” ofreció él con una sonrisa, como si estuvieran por hacer un trato con el diablo.

“bueno… espero su respuesta por la mañana”, inmediatamente su expresión se volvió seria “ahora, Váyanse…” ordenó mientras se levantaba y les daba la espalda.

En silencio los cuatro salieron y caminaron asta volver al comedor. “hay que irnos…” soltó de repente Hugh, “¿Qué?” -dijo Sera.

“si la vizconde se entera que siquiera se nos pasó por la mente que conspiramos contra ella tal vez nos ejecute…” -explicó Hugh.

“no, si volvemos con las manos vacías seguramente nos ejecutará…” -respondió Kyra.

“¡entonces nos llevaremos a sus esclavos…” -dijo Hugh mientras caminaba hacia afuera, donde estaban los niños. Kyra y Circe lo siguieron aún dudando, Sera se quedo pasmada, pero Kyra la obligó a actuar.

Al estar fuera, Hugh se apresuró, cargó a Mara y Sophia que no comprendían lo que pasaba. Intentó tomar a Andrea pero Nailah la tomó en brazos y grito “¿¡que estás haciendo!?”. Hugh dudó unos segundos y respondió: “¡bandidos… a-atacan la mansión, Jean se encarga y nos pidió que los alejemos de aquí!”.

Nailah miro rápidamente la mansión y después asintió con una expresión de preocupación, llamó a Raphael y los siguió. De la casa salió Kyra forzando a caminar a Sera y detrás estaba Circe que jalaba tras de sí a Nahir.

Cuando se acercaban al borde del bosque la realidad tembló y se rompió como un cristal, de la fractura apareció Jean con una sonrisa despectiva.

“¡Jean!” -gritó Nailah con una expresión de alivio puro, ella corrió asta estar frente a él.

“¿Qué esta pasando?” le preguntó ella.

“no te preocupes…” respondió Jean con una sonrisa gentil mientras acariciaba la cabeza de Andrea.

Hugh soltó a Mara que corrió con Nailah, sosteniendo con su mano izquierda a Sophia, desenvainó su espada con la mano derecha, apuntó a Jean y dijo: “los siento… pero quítate del camino, no nos vamos a detener…”

En un parpadeo Sophia apareció en los brazos de Jean, después Nahir, cargando a Raphael, también apareció al lado de él “vuelvan a la mansión” les dijo Jean, apuntando a la fractura con la cabeza mientras le daba Sophia a Nahir, ella y Nailah entraron a la fractura, después cargó a Mara y la metió a la fractura.

La fractura se cerró, Jean miró a los ojos a Hugh. Entre tanto, no notaron como el cielo comenzaba a nublarse, a la distancia se avistó el recorrido de un rayo y pocos segundos después el trueno rompió el silencio con vehemencia.

“¿eso fue lo mejor que se les ocurrió?” -dijo Jean, burlándose.

Él tenía los ojos rojos, estaba molesto. Hugh, Kyra y Circe, dieron un paso atrás, Sera, en cambio, intentó acercarse a Jean “¡ellos-! “, Kyra la tomó del brazo con fuerza y le dio una fuerte bofetada, “¡corran!” gritó Hugh, las tres siguieron la orden de él, corrieron al bosque tan rápido como podían. Jean solo los observó huir al tiempo que comenzaba a llover.

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