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Rapsodia de trueno y sangre. (Español/Spanish)
Capítulo 3: El mercado de lo oculto. Parte 2

Capítulo 3: El mercado de lo oculto. Parte 2

—Espectacular... —María ladeaba la cabeza, los ojos purpura se maravillaron al contemplar estatuillas plateadas en una mesa con inscripciones rúnicas; imitaban formas de criaturas místicas, vio por ahí un hibrido de una mujer y araña a la par de un gigante rocoso.

—Dentro de estas estatuillas vienen inscripciones para llamar familiares, dile a tu mami que te de un nuevo mejor amigo... —Le guiñó el moreno de orejas puntiagudas.

—Ella está aún verde para eso y no recuerdo haberla parido, gracias —Le miró con desprecio.

Priscila la tomó de la mano, llevándola casi a arrastras, solo que María no apartaba la atención, se aferraba al gorro en la cabeza que le tapaba las orejas de mestizo.

—Este lugar es...

—Este gueto es el comercio mágico más grande de Trisary. Todo auspiciado por el gobierno. —Priscila se detuvo a comprar comida en un puesto—. ¿Quieres un burrito de avispa llameante? Amo casarlas, saben deliciosas.

—¿Peligroso? Se supone que la magia está industrializada... —contestó—, ¿por qué está oculto?

—En este lugar se venden cosas que no son necesariamente para los normales. Solo hay dos formas, tienes licencia o eres un normal adinerado que contrata a un hechicero o empleado del lugar para entrar y fungir de guía —explicó—, además de monitorear lo que se compra, luego hay hijos de puta que aceptan sobornos y hagan de presta nombres. Cualquiera que sepa la ubicación y un hechizo de dispersión podría entrar. Puedes ver un mago vendiendo pociones para el acné o joyas compactadoras en plena calle. Aquí encontrarás libros de hechicería avanzada, o indumentaria si es que prefieres no crearla tú mismo. En lo persona... prefiero comprar los materiales y hacerlo por cuenta propia.

—¡Vengan, vengan! —habló un barbudo en una tienda de armas—, vendemos armas encantadas: espadas llameantes, hechizos instantáneos, granadas invocadoras, rifles que crean munición usando tu poder mágico.

—Interesante... —Priscila tomó una pistola de duelo, mostrando el medallón que la identificaba como guardiana—, y como tengo un registro militar, puedo comprar armas que no son accesibles a civiles ¿Maleficarium?

—No, señorita... —dijo el vendedor nervioso con las manos en alto—, eso está prohibido aquí.

—Eso pensé... —Asintió satisfecha de que el vendedor pasara la prueba.

—¿Quién está al mando? —María seguía hambrienta de conocimiento.

—A Carpoforo le responden... eso sí, la gente de aquí se maneja sola, se puede decir un pequeño feudo dentro de otro. —Priscila se puso explicar—. Le da su pequeña cuota a la familia gobernante y les deja hacer lo que quieran, siempre y cuando no atenten contra su ciudad.

» De no ser por ese detalle, sería completamente independiente, lo que puede ocasionar ciertas disputas. En muchas ciudades grandes siempre hay guetos, para mi mala fortuna el mejor gueto de Trisary está aquí, por eso me mudé cerca de Nemea.

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El nombre de Carpoforo captó la atención de María. Algo no concordaba, conocía las manías de Priscila, y por supuesto sus antecedentes. Participó en la guerra civil de guardianes del lado de la nobleza, en la que hubo un enfrentamiento entre la veterana y el león dorado.

Ese día no logró preguntar sobre esa cuestión ante un evento inesperado. Hubo un derrumbe precedido de un rugido, el cual generó una estampida de personas huyendo de una bestia que alguna vez estuvo en un museo, donde exhibían monstruos capturados y mutados. Un error al ajustar las cadenas desató una hecatombe de una mal sana criatura hambrienta de venganza por su degradante modo de vida. Asesinó a los captores y al esper contratado al tomarlos por sorpresa.

En plena locura asesina el monstruo salió a las calles. Se veía como un babuino blanco de enorme tamaño con unos puños que topaban el suelo y con el grosor de troncos. Medía cuatro metros, y su boca se veía repleta de colmillos amarillentos. La poca carne no cubierta por pelaje, mostraba una piel desollada hinchada por pústulas, en contraste de los ojos azules inyectados en sangre.

Se apoyaba en una pared con una garra y en la otra sujetaba el torso ensangrentado de uno de los vigilantes; se derramaban las tripas colgándole en guindajos tronados. Se esparcieron charcas rojas con restos del cerebro escurridos del cráneo aplastado, del que apenas conservaba la mandíbula inferior pegada al cuerpo. La shockeante imagen sacudió a María, los ojos purpura se llenaron de lágrimas y acabó vomitando en el suelo.

—¡Te daré una propina si me cuidas a la niña! —Priscila no esperó una afirmación del mercader. Al dar dos pasos en adelante, al tercero se elevó en magia de vuelo, arrojada directo al peligro.

—¡Oiga espere! —La prosta del encargado fue ignorada.

La mayoría de los que estaban en las calles no eran otra cosa que adinerados civiles sin poderes, cuya visita se logró al pagar un guía. Se cobrarían incontables vidas en la llegada del personal de respuesta, lo que le daría cierto tiempo limitado a Priscila en su actuar.

El enorme primate detectó a Priscila volando a su dirección, conectándolo su próximo objetivo. En un demencial alarido que demandaba por la soledad, exhaló una ventisca fría completamente anulado por una barrera arcana, materializada de la mano diestra de Priscila.

Los moradores de nieves no podían generar tal poder, y tampoco llegaban a ese tamaño. Priscila no le extraño, estaba frente a una mutación, una que salió terriblemente mal ante las repulsivas desfiguraciones de un animal de una existencia dolorosamente miserable.

—El biomante que te creó debió ser un retrasado. —Los ojos se embadurnaron en una mezcla de blanco y anaranjado chispeante—. Por ese agravio, voy a propinarte una muerte dolorosa y luego le romperé las manos a ese idiota.

Rompió la ventisca en una descarga de energía que aturdió al morador. Rebajada la defensa, Priscila concentró una esfera de energía entre sus manos, y expulsó un rayo arcano que pegó directo en la cabeza del monstruo.

El poco pelo que le cubría la cara se quemó, los ojos se le desorbitaron y dientes volaron hechos pedazos en una marejada sanguinolenta que escurría de la mandíbula. Moribundo se defendió en un manotazo que no tocó más que el aire, al ser esquivado por la hechicera cuya guadaña se materializó en sus manos y de martillazo se enterró en el ojo del monstruo, dejándolo caer al suelo de espaldas.

Priscila se levantó victoriosa sin rasguño alguno. Recibió ovaciones, las cuales recibió dando reverencias de una artista al finalizar un espectáculo. El glamur duró poco, al buscar a su aprendiz, encontró al encargado en plena carrera y no tardó en alcanzarlo.

—¡¿Dónde está la niña?! —demandó todavía en esa aura hostil.

—Yo... n-no... —La lengua se le enredó.

—¡Habla, cabrón! —Lo jaló del cuello de la camisa, con tal de que la vea directo y sepa que no bromea.

—En todo el alboroto salió corriendo y se metió a ese callejón... —Apuntó a un sendero poco iluminado, y calles estrechas.

—No... no... —Priscila lo empujó tumbándolo al suelo y se fue volando en esa dirección.

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