El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, bañando el bosque en tonos cálidos de naranja y rojo. En la base de un gran árbol, Erik se inclinaba sobre una piedra plana, afilando con precisión un trozo de hueso que había obtenido de una criatura que cazó recientemente. Su cuerpo, una vez delgado y débil, ahora estaba tonificado y fuerte, producto de dos años de trabajo arduo y supervivencia en este mundo inhóspito.
Mientras pasaba la hoja improvisada por la piedra, su mente comenzó a divagar, trayendo recuerdos de su vida en su mundo. Las imágenes de una existencia sedentaria, frente a pantallas y rodeadas de la comodidad moderna, se mezclan con las duras realidades de los últimos dos años.
“ Hace dos años, nunca habría imaginado que estaría aquí, en un lugar tan salvaje, lejos de todo lo que conocía. Siempre pensé que mi vida en la Tierra era segura, aunque monótona. ¿Quién hubiera dicho que estaría construyendo armas de hueso en medio de un bosque extraño?
El Erik de la Tierra había sido un muchacho de 18 años, delgado, con una vida dominada por la rutina y la tecnología. Había pasado más tiempo frente a una computadora que al aire libre, y sus únicas experiencias de supervivencia habían sido las lecciones de su niñez como explorador y las enseñanzas al ver programas de supervivencia en lugares hostiles, algo que entonces consideró algo irrelevante y al mismo tiempo. fascinantes.
Sin embargo, desde que fue arrojado a este mundo, esas mismas enseñanzas de infancia habían sido su salvación. Recordó las primeras semanas, cuando apenas pudo encontrar comida y agua. Las frutas de colores vivos que había evitado, recordando que en la Tierra, los colores brillantes a menudo indicaban peligro. Su conocimiento básico de encender un fuego había sido crucial para sobrevivir esos primeros días.
“ Al principio, todo era tan difícil. Casi muero varias veces, ya sea por hambre, por las bestias o por la desesperación. Pero, de alguna manera, siempre encontré la manera de seguir adelante. ¿Qué me ha mantenido vivo? ¿El instinto? ¿La suerte? ¿O tal vez una fuerza que no puedo comprender?”
Erik detuvo su trabajo por un momento, observando el trozo de hueso en sus manos. A lo largo de estos dos años, había aprendido a aprovechar todo lo que la naturaleza le ofrecía. Las criaturas que cazaba no solo le proporcionaban comida, sino también materiales para sus herramientas y armas. El hueso que ahora afilaba sería la hoja de una lanza, una herramienta esencial para protegerse de las bestias que acechaban.
Mientras continuaba con su trabajo, su mente se desvió hacia los momentos de soledad y desesperación. Hubo noches en las que había deseado rendirse, noches en las que el silencio del bosque era ensordecedor y los recuerdos de su antigua vida lo asaltaban con fuerza. Recordaba a su familia, a sus amigos, ya las cosas pequeñas que antes daba por sentado: una ducha caliente, una cama suave, la voz de su madre.
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“ A veces, es como si todo lo que viví antes de llegar aquí fuera un sueño lejano. Mi vida anterior... ¿acaso todavía existe ese mundo? ¿O todo ha cambiado allí también? ¿Me han olvidado?”
Pero esos pensamientos no duraron mucho. La necesidad de sobrevivir siempre lo traía de vuelta al presente. En esos dos años, había construido un refugio más robusto en lo alto de un árbol, un lugar que le ofrecía seguridad y una vista despejada del área circundante. Había aprendido a cazar con eficacia, a encontrar plantas comestibles y algunas hiervas medicinales, ya evitar a las criaturas más peligrosas del bosque.
Su cuerpo había cambiado tanto como su mente. La delgadez de su vida anterior había dado paso a músculos definidos, fruto de los desafíos físicos constantes. Sus sentidos se habían agudizado. Sin embargo, lo más sorprendente era cómo se sentía: más sano y vivo que nunca. Este mundo parecía haber despertado en él una vitalidad, la pureza de este mundo lo desintoxico de un mundo lleno de toxinas y contaminación.
“ Me he convertido en alguien diferente. Ya no soy el mismo que llegó aquí. Este mundo me ha moldeado, me ha forzado a adaptarme o morir. Y, aunque perdió mucho, ganó algo que nunca había encontrado en mi antigua vida: la capacidad de sobrevivir por mí mismo, de ser fuerte.”
Mientras terminaba de afilar el hueso, levantó la vista hacia el cielo, donde las primeras estrellas comenzaban a aparecer. Sabía que el próximo paso sería crucial.
“ Hay algo allá afuera… algo que podría darme respuestas —dijo en voz baja, como si hablar en voz alta pudiera hacer realidad sus pensamientos—. Pero primero, necesito estar listo... para lo que sea."
Miró a un lado, donde unos cueros de animales cazados estaban colgados, ya casi listos para ser usados. "No puedo seguir pareciendo Tarzán", pensó con una risa seca, recordando sus días en la Tierra, cuando vestirse no era un desafío diario. Sus ropas originales eran ahora poco más que harapos, apenas capaces de cubrir su cuerpo. El proceso de curtir cueros no había sido fácil, pero después de prueba y error había logrado dominar una técnica lo suficiente como para comenzar a confeccionar algo que pudiera llamarse vestimenta.
"No puedo seguir pareciendo Tarzán —murmuró para sí mismo, dejando escapar una risa seca—. Quién lo diría, ¿eh? El Yo de la Tierra jamás se imaginaría haciendo su propia ropa… y menos de esta manera."
Se levantó y caminó hacia los cueros, tocándolos con una mano, sintiendo la textura áspera bajo sus dedos.
"Pronto estaré listo —dijo, como una promesa a sí mismo—. Y cuando lo esté… encontrará esas respuestas, cueste lo que cueste."
Se volvió hacia la entrada del refugio, donde el bosque se extendía frente a él, imponente y misterioso.
"Este mundo me ha cambiado, pero no me ha quebrado —afirmó con determinación—. Y no pienso dejar que lo haga."
"Dos años… quién lo diría. He aprendido más en este tiempo que en toda mi vida en la Tierra. Pero… —hizo una pausa, pensando en los momentos en que casi perdió la cordura, en el vacío que sintió al estar solo— . Pero esto no es vida. No puede serlo. Tiene que haber más que solo sobrevivir.