El viento susurraba entre los árboles del Bosque Eterno mientras Mabys caminaba al lado de Little Bella, Bhapi y Mara. El grupo estaba en búsqueda de los ingredientes mágicos para la celebración de Amias, pero en el corazón de Mabys, la inquietud crecía como una enredadera indomable. Mientras los demás conversaban animadamente, la elfa se sumergía en sus propios pensamientos, intentando comprender la esencia de su poder, tan vasto y caótico como la naturaleza misma.
Little Bella era una hada diminuta con alas translúcidas que brillaban con reflejos dorados. Su vestido, hecho de pétalos de flores y hilos de plata, fluía con gracia mientras revoloteaba alrededor de Mabys. Ella hablaba sin parar sobre las decoraciones que harían, su voz ligera como el trino de un ave.
—¡Tendremos luces danzantes en el aire! Y Bhapi ha prometido invocar un poco de fuego inofensivo, ¿verdad, Bhapi?
El pequeño demonio, Bhapi, era de estatura baja, con piel de un tono rojizo y cuernos curvados que asomaban por su frente. Vestía un chaleco de cuero negro con detalles plateados y pantalones ajustados, lo que acentuaba su apariencia traviesa. Bufó con una sonrisa traviesa.
—Inofensivo, pero lo suficientemente caliente como para hacer sudar a algún elfo que no esté atento.
Mara, el pequeño ángel, llevaba una túnica blanca que caía en suaves ondas alrededor de sus piernas, con delicadas plumas doradas que adornaban su cabello rubio. Sus alas, brillantes y resplandecientes, se desplegaban con elegancia detrás de ella.
—¿Estás bien, Mabys? —preguntó Mara con una mirada dulce y preocupada—. Te noto distraída.
Mabys caminaba con una gracia serena, vestida con un conjunto de túnica verde esmeralda que se entrelazaba con hojas doradas, reflejando su conexión con la naturaleza. Su cabello castaño caía en ondas sueltas, y sus orejas puntiagudas asomaban discretamente entre su cabello. Vaciló un momento, y decidió compartir una parte de su tormento.
—Es solo... mi magia. A veces siento que es más fuerte de lo que debería ser. No siempre puedo controlarla. Es como si algo más la alimentara.
—¿Algo como los Windigos? —susurró Bhapi, su expresión de repente más seria. Las palabras del pequeño demonio resonaron en el aire como un eco olvidado.
Un escalofrío recorrió a todos, incluso a Little Bella, que dejó de batir sus alas por un instante. Los Windigos, aquellos seres que habían traído oscuridad y caos, estaban sellados, pero el miedo de su retorno nunca había desaparecido del todo.
—No digas eso —murmuró Bella, mirando de reojo al cielo—. Ellos no pueden regresar. La paz en Crysalist... no puede romperse.
Mabys guardó silencio, pero su inquietud aumentó. Si su magia estaba siendo afectada por alguna fuerza externa, ¿podría ser un presagio del regreso de los Windigos?
El grupo continuó su búsqueda, y a pesar de las sonrisas y las bromas, un velo invisible parecía colgar sobre ellos, un recordatorio sutil de que incluso en los momentos de celebración, la sombra de lo desconocido siempre acechaba.
Mabys estaba a punto de preguntar más sobre los Windigos, cuando de repente una luz brillante y familiar se materializó frente a ellos. Tinkerbell, con su sonrisa eterna y su energía inagotable, descendió delicadamente entre ellos, como si flotara sobre una brisa invisible. Ella llevaba un vestido de hojas y flores entrelazadas, con un cinturón de cristal que reflejaba la luz en destellos de colores.
—¡Hora de comer! —exclamó, interrumpiendo la charla sombría que había comenzado a tomar forma entre los amigos—. Si van a estar hablando de cosas tan serias, al menos háganlo con la barriga llena.
Bhapi resopló, divertido.
—Eso suena más a una orden, Tink.
—Y lo es —respondió Tinkerbell con una sonrisa pícara, mirando a su hija, Bella—. La cocina está lista, y no voy a dejar que sigan preocupándose sin llenar sus energías primero. ¡Vamos! Hay pastelillos con especias del bosque, y un jugo de luna que hará que hasta los demonios sonrían. —Guiñó un ojo a Bhapi, quien rodó los suyos, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.
Little Bella aleteó emocionada.
—¡Oh, mamá! ¿Es el jugo de luna con polvillo de estrellas? Sabes que es mi favorito.
—Por supuesto, Bella —respondió Tinkerbell, mientras comenzaba a guiarlos hacia su hogar—. Y Mabys, cariño, podrías aprender una o dos cosas de cómo canalizar tu magia en la cocina. ¡La cocina puede ser un lugar de equilibrio, ya lo verás!
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Mabys esbozó una sonrisa agradecida, sintiendo que la pesada nube en sus pensamientos se disipaba, al menos por un momento. El aroma del hogar de Tinkerbell ya comenzaba a llenar el aire, cálido y acogedor, y por un instante, el miedo a los Windigos parecía un lejano eco.
La conversación siguió en la cocina, pero esta vez con un ambiente más ligero. Mientras comían, las risas fluían de manera más natural, y aunque el tema de la magia de Mabys y los Windigos no se había olvidado del todo, el grupo encontró consuelo en la compañía de sus amigos y el amor que impregnaba ese pequeño rincón de Crysalist.
Después de un buen rato disfrutando de la comida y las risas que llenaban el espacio, Bhapi terminó su tercer pastelillo con un suspiro satisfecho. Se limpió la boca con el dorso de la mano y se inclinó hacia Mabys, con la misma seriedad que había mostrado antes.
—Sabes, si realmente estás preocupada por los Windigos —comenzó, jugando con su cuchillo—, mi padre tiene toneladas de información sobre ellos. Bahomet estuvo muy involucrado en la guerra antes de que todo se resolviera. Tal vez podríamos preguntarle.
Mabys levantó una ceja, interesada pero también un poco cautelosa. No era común que el nombre de Bahomet surgiera en conversaciones ligeras.
—¿Crees que tu padre estaría dispuesto a hablar de eso? —preguntó Mabys, en voz baja, para no interrumpir la charla de Little Bella y Mara sobre las decoraciones.
Bhapi encogió los hombros, como si no fuera un gran problema.
—Seguro, aunque a veces se pone filosófico y habla en acertijos... Pero, si quieres una segunda opinión, podríamos hablar con mi tía Lilith. Ella también sabe bastante, aunque tiene sus propias teorías sobre los Windigos.
Mabys entrecerró los ojos.
—¿Lilith? ¿La Lilith? ¿La misma que...?
—Sí, sí, esa misma —la interrumpió Bhapi, con una sonrisa traviesa—. Siempre está interesada en este tipo de cosas. Y a diferencia de mi padre, no se anda con rodeos. Si los Windigos están dando señales de vida, ella lo sabrá.
Mabys tomó un sorbo de su jugo de luna, considerando las palabras de Bhapi. La idea de acudir a Bahomet ya era algo intimidante, pero Lilith... Había escuchado historias sobre su astucia y poder. Sin embargo, si había alguien en Crysalist que podría arrojar luz sobre lo que estaba pasando con su magia, sería Lilith.
—Podría ser una buena idea —admitió Mabys, dejando su vaso sobre la mesa—. Si hay algo que no entiendo sobre mi magia y su conexión con los Windigos, es mejor que lo sepa antes de que sea demasiado tarde.
Bhapi le lanzó una mirada cómplice y le dio un leve golpe en el hombro.
—Sabía que dirías eso. Nos divertiremos, te lo prometo.
Con esa promesa de apoyo, el grupo continuó la conversación con un nuevo sentido de propósito. Aunque la sombra de los Windigos aún se cernía sobre ellos, había en el aire una renovada determinación. Y en el corazón de Mabys, una chispa de esperanza.
Después de la conversación en la cocina, el ambiente se volvió más alegre, aunque la inquietud por los Windigos permanecía como un trasfondo sutil. Mabys observó a sus amigos mientras reían y conversaban animadamente, y aunque el miedo persistía, sentía un ligero consuelo en la compañía de aquellos que la rodeaban.
Tinkerbell había comenzado a recoger los restos de la comida, mientras Little Bella ayudaba con entusiasmo, flotando alrededor y asegurándose de que nada se desperdiciara. Mara estaba sentada cerca de Bhapi, conversando sobre los detalles de la celebración de Amias, mientras él escuchaba con atención, aunque sus pensamientos estaban distraídos por las posibles reuniones futuras con Bahomet y Lilith.
Mabys se levantó y se dirigió hacia la ventana, mirando el bosque que se extendía más allá del hogar de Tinkerbell. La luz de la luna bañaba el paisaje en tonos plateados, creando una atmósfera de calma engañosa. Se preguntaba si el regreso de los Windigos era realmente una amenaza inminente o si sus temores eran producto de su propia incertidumbre sobre su magia.
Mientras estaba perdida en sus pensamientos, Tinkerbell se acercó y colocó una mano reconfortante sobre su hombro.
—No dejes que las sombras te consuman, Mabys —dijo con voz suave—. A veces, la luz más pequeña puede iluminar el camino más oscuro. Si necesitas ayuda, estamos aquí para ti.
Mabys asintió, agradecida por el apoyo.
—Gracias, Tinkerbell. Intentaré mantener eso en mente.
Bhapi, al ver que el ambiente se estaba relajando, se levantó de su silla con una expresión pensativa.
—Deberíamos prepararnos para nuestra visita a Bahomet y Lilith. No sabemos qué descubriremos, pero estar informados es el primer paso para estar listos.
Little Bella se acercó, su brillo aún visible a pesar de la luz tenue de la noche.
—No te preocupes, Mabys. Tienes amigos que te apoyan. Juntos, enfrentaremos cualquier desafío que venga.
Mabys sonrió a sus amigos, sintiendo una mezcla de gratitud y determinación. El camino hacia el conocimiento y la comprensión de su magia y la amenaza de los Windigos no sería fácil, pero con el apoyo de aquellos que la rodeaban, sentía que no estaba sola en esta búsqueda.
Mientras el grupo se preparaba para regresar a sus hogares y descansar, una ligera brisa susurraba a través del bosque, llevándose las palabras y las promesas de la noche. Mabys observó las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo nocturno, y con un suspiro de resolución, se dispuso a enfrentar lo que el futuro les depararía.
—Hasta mañana —dijo Bhapi, con una sonrisa confiada—. Descansa bien, Mabys. Mañana será un nuevo día para descubrir lo que necesitamos saber.
Mabys asintió, sintiendo que, aunque el camino por delante estaba lleno de incertidumbre, estaba dispuesta a enfrentarlo con coraje y la esperanza de que, al final, la luz prevalecería sobre las sombras.
Con un último vistazo a sus amigos, Mabys se dirigió hacia su hogar, mientras el grupo se dispersaba en la noche estrellada, llevando consigo la promesa de un nuevo amanecer y el deseo de proteger la paz que tanto valoraban en Crysalist.