El sol de la tarde iluminaba el claro donde se celebraba la fiesta de Amias. Las ramas de los árboles susurraban con la suave brisa, y las hadas volaban en espirales, dejando un brillo etéreo en el aire. Mabys, con el corazón agitado, observaba desde un rincón mientras sostenía entre sus manos un pequeño paquete envuelto en hojas verdes, el regalo que había preparado con tanto cuidado para Amias. Había entrelazado un hechizo de protección en el collar que escondía dentro, pero ahora, frente a él, sentía dudas. ¿Y si algo salía mal?
Little Bella volaba alegremente alrededor de ella, incapaz de quedarse quieta. Finalmente, aterrizó en el hombro de Mabys y le lanzó una mirada llena de picardía.
—¿A qué esperas para darle su regalo? —le preguntó con una sonrisa traviesa.
—Estoy esperando el momento adecuado —murmuró Mabys, aunque sabía que estaba buscando excusas para retrasar el inevitable encuentro.
—Oh, Mabys —rió Bella, dándole una pequeña palmada en la mejilla—, siempre tan calculadora.
La elfa observó el claro lleno de sus amigos. Bhapi, con sus pequeños cuernos y su sonrisa maliciosa, hacía piruetas en el aire mientras Mara, serena y angelical, reía suavemente a su lado. Amias estaba en el centro de todo, rodeado de seres mágicos que le entregaban regalos y lo felicitaban. Su risa profunda y contagiosa llenaba el lugar, y su cabello chino se movía desordenadamente mientras ajustaba los lentes que se le deslizaban por la nariz.
Mabys no pudo evitar sonreír, aunque el nudo en su estómago persistía. A pesar de lo mucho que disfrutaba de la compañía de sus amigos, su mente no dejaba de divagar hacia pensamientos más oscuros. La paz que había reinado en Crysalist por tanto tiempo no podía durar para siempre. Algo en el ambiente se sentía diferente, y su magia interior, inestable como siempre, lo intuía.
De pronto, Amias se acercó a ella con una sonrisa. Su simple presencia la hizo sentir más nerviosa.
—¿Lo estás pasando bien? —le preguntó, inclinándose un poco hacia ella, como si quisiera asegurarse de que realmente disfrutaba de la fiesta.
Mabys asintió rápidamente, sintiendo que su voz se le escapaba. —Sí, todo está... perfecto —dijo, aunque su tono no era tan firme como le hubiera gustado.
Amias la miró por un momento, y ella sintió que el tiempo se ralentizaba. Luego, él sonrió de nuevo, esa sonrisa cálida y desarmante que siempre la hacía sentir expuesta.
—Me alegra que estés aquí. No sería lo mismo sin ti.
Mabys sintió que sus mejillas se calentaban y, antes de que su nerviosismo la traicionara aún más, extendió el pequeño paquete hacia él.
—Yo... tengo algo para ti —dijo, su voz apenas un susurro.
Amias tomó el paquete con cuidado, sus dedos rozando los de Mabys por un breve instante. Desarrolló el regalo con la misma delicadeza con la que trataba a todos los seres del bosque, y cuando vio el collar trenzado de hojas que destellaba suavemente bajo la luz del atardecer, sus ojos se iluminaron.
—Es... hermoso —murmuró, girando el collar entre sus manos. —¿Lo hiciste tú?
Mabys asintió, su voz atrapada en la garganta. —Es un hechizo de protección. Lo hice... para ti.
Amias sonrió de nuevo, esta vez con un brillo más suave y cálido en los ojos. —Gracias, Mabys. Significa mucho para mí. —Se colocó el collar alrededor del cuello, como si fuera el tesoro más valioso.
Antes de que pudiera decir algo más, un viento frío recorrió el claro, apagando momentáneamente la luz y silenciando las risas. El aire se tornó helado, y las criaturas que antes reían y danzaban ahora se miraban entre sí, inquietas. Mabys sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.
—¿Qué fue eso? —preguntó Bhapi, descendiendo desde el aire con una expresión seria.
—No ha sido normal —murmuró Mara, con los ojos entrecerrados mientras observaba el horizonte.
Amias miró a Mabys, su expresión de preocupación reemplazando la sonrisa. —¿Lo sentiste también?
Ella asintió, mordiéndose el labio. El viento había traído algo oscuro, un presagio de lo que su instinto ya le había advertido. Sin embargo, antes de que pudieran discutirlo más, algo brilló en el borde del bosque.
—¿Eso siempre ha estado ahí? —preguntó Mara, señalando hacia el destello dorado que emanaba de uno de los árboles más grandes y antiguos.
Little Bella fue la primera en acercarse, impulsada por su curiosidad natural. Voló rápidamente hacia el árbol que, al acercarse, reveló ser un majestuoso tronco dorado que ninguno de ellos recordaba haber visto antes. A medida que todos se acercaban, la luz que emanaba del árbol los envolvió en una calidez inesperada, disipando el frío del extraño viento.
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Al pie del árbol, un libro descansaba sobre las raíces doradas. Era grande, antiguo, y su cubierta de cuero oscuro tenía letras doradas que brillaban suavemente bajo la luz.
Bhapi lo tomó en sus manos y leyó en voz alta: —"Equestria y el Legado de los Windigos".
—¿Equestria? —repitió Mabys, desconcertada.
El libro se abrió como si hubiera estado esperando ese momento, y en sus páginas comenzaron a revelarse imágenes y textos antiguos. Dibujos de ponys alados, unicornios y criaturas mágicas que jamás habían visto llenaban las páginas, acompañados de un relato que parecía tan lejano como aterrador.
—Equestria fue un mundo de ponys que se unieron para derrotar a los Windigos, criaturas que se alimentaban del odio y la discordia —leyó Mabys, sus ojos repasando las líneas rápidamente. —Los ponys de diferentes razas crearon Equestria a partir de la magia de la amistad. Pero con el tiempo, la amistad entre ellos se desvaneció, y cuando la princesa Twilight Sparkle se retiró, el mundo cayó en la oscuridad. Los Windigos regresaron y Equestria fue destruida.
Un silencio pesado cayó sobre el grupo. Amias frunció el ceño. —Esto no es solo una historia. Parece... una advertencia.
Mabys asintió, sintiendo que el peligro acechaba más cerca de lo que jamás habían imaginado. —Si los Windigos fueron capaces de destruir Equestria... podrían hacer lo mismo aquí, en Crysalist.
Bhapi hojeó el libro, encontrando una página con algo aún más inquietante: las iniciales de cada uno de ellos inscritas en letras doradas junto a un extraño sello.
—¡Esas son nuestras iniciales! —dijo Bhapi, señalando las letras brillantes. —¿Qué significa esto?
Sin pensarlo, Little Bella puso su mano sobre la página, y de inmediato, unas estrellas brillantes comenzaron a flotar alrededor de su mano.
—Es... mi marca —susurró Bella, asombrada.
Bhapi, siempre dispuesto a experimentar, colocó su mano sobre el libro y una luz brillante formó un círculo con una estrella en el centro.
Mara, con su calma característica, también colocó su mano, y una cruz luminosa apareció ante ella.
Amias, después de una breve pausa, repitió el gesto y vio cómo un símbolo en forma de libro flotaba frente a él.
Finalmente, Mabys, con el corazón latiendo fuerte, puso su mano. De inmediato, una esmeralda brillante apareció sobre un trébol de tres hojas, brillando con una intensidad que la dejó sin aliento.
—¿Qué está pasando? —preguntó Mara, mirando las marcas que los rodeaban.
—No lo sé, pero esto no es una coincidencia —dijo Amias, mirando su propio símbolo con seriedad. —Estamos conectados a esta historia, y a todo lo que está por venir.
Mabys apretó el libro contra su pecho, sintiendo una conexión profunda con el sello que había visto. Sabía que esto era solo el comienzo. La sombra de los Windigos se cernía sobre ellos, y el destino de Crysalist estaba más entrelazado con su propio poder de lo que nunca habría imaginado.
Después de que todos quedaron marcados por los símbolos del libro, un silencio cargado de incertidumbre envolvió el claro. De repente, una nube negra comenzó a formarse a un lado del majestuoso árbol dorado. Un crujido sordo resonó por el bosque, y de esa oscuridad emergió una figura alta y elegante, vestida en sombras y con un aura de poder inquietante. Los ojos de la recién llegada, oscuros como el abismo, se fijaron en Bhapi.
—Lilith... —murmuró Bhapi, reconociendo de inmediato a su tía.
—Querido sobrino —respondió ella con una sonrisa tenue, sin rastro de calidez—. Sabía que te encontraría aquí, pero veo que no estás solo.
Su mirada se deslizó hacia el resto del grupo, deteniéndose apenas en cada uno de ellos antes de volver a centrarse en Bhapi.
—Tienes que venir conmigo, Bhapi —dijo Lilith, su tono suave pero cargado de autoridad—. Es hora de que tú y tus amigos me acompañen. Lucifer quiere hablar contigo.
Bhapi retrocedió un paso, confundido. —¿Lucifer? ¿Mi padre no está involucrado en esto?
Lilith dio un paso adelante, su expresión ahora más severa. —Tu padre está ocupado con asuntos más grandes, pero ha llegado el momento de que entiendas lo que está en juego. Lucifer ha estado observando... y los Windigos están despertando.
Little Bella, con el ceño fruncido, voló hasta ponerse entre Bhapi y Lilith, sus pequeñas alas vibrando. —¿Y quién te crees que eres para venir a darnos órdenes?
—Soy Lilith, tía de Bhapi oh bueno, así me suele decir —dijo Lilith, sin molestarse en mirar a Bella directamente. —Tengo un mensaje para mi sobrino y para todos ustedes. Necesitan respuestas, y las encontrarán en la Cueva de Lucifer.
Amias observó a Bhapi con una expresión seria. —No irás solo. Si esto es importante, vamos todos.
Lilith entrecerró los ojos, como si sopesara la fuerza de voluntad del grupo. Luego, asintió lentamente. —Tienen razón en acompañarlo. Después de todo, los cinco comparten un destino entrelazado con el regreso de los Windigos. Pero no se demoren. El tiempo corre, y la paz de Crysalist pende de un hilo.
Con una última mirada a Bhapi, la figura de Lilith desapareció en la nube negra de la que había emergido, dejando una sensación de urgencia en el aire. El joven demonio, ahora más inquieto que nunca, bajó la cabeza.
—No sabía que esto llegaría tan pronto —murmuró, abrumado.
Mabys lo miró fijamente, su tono decidido. —No importa. Iremos juntos a la Cueva de Lucifer y enfrentaremos lo que venga. Como siempre.
Bhapi asintió, agradecido por el apoyo de sus amigos. Aunque la sombra de lo que venía era grande, sabían que el único camino era hacia adelante, juntos.
El viaje hacia la Cueva de Lucifer estaba por comenzar, y con él, las respuestas que tanto buscaban... o quizá más preguntas.
Con la partida de Lilith, el claro quedó en un silencio denso. El aire, aún impregnado de la energía oscura de su tía, parecía más frío y pesado. Bhapi suspiró profundamente, mientras Amias le daba una palmada en el hombro con una sonrisa de apoyo.
—No te preocupes, Bhapi —dijo Amias—. Lo resolveremos, juntos.
Mabys miró hacia el horizonte, donde las sombras comenzaban a alargarse bajo la luz menguante. Los pensamientos sobre los Windigos, Lucifer y la conexión con su propia magia la inquietaban, pero sabía que no podían permitirse el lujo de detenerse ahora. El destino de Crysalist y de todos ellos estaba en juego.
—Tenemos que prepararnos —dijo finalmente Mabys, su voz firme—. La Cueva de Lucifer no será fácil de enfrentar, pero iremos como un equipo.
Little Bella, siempre dispuesta a enfrentar el peligro con valentía, asintió rápidamente. —¡Eso es! Juntos somos invencibles.
Mara, con su serenidad habitual, simplemente murmuró: —El camino oscuro a veces revela las verdades más luminosas.
Con una última mirada al majestuoso árbol dorado y al misterioso libro, los cinco amigos se dispusieron a partir. Sabían que el camino que tenían por delante estaría lleno de desafíos y peligros, pero también sabían que no lo recorrerían solos.
El viento nocturno empezó a levantarse, acariciando sus rostros mientras se alejaban del claro, y con él, una sensación de que algo mucho más grande estaba a punto de comenzar.