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Los Archivos del Espacio-Tiempo [Spanish/Español]
Capítulo 4. Seas Humano, bestia o elfo. La intención es lo que cuenta.

Capítulo 4. Seas Humano, bestia o elfo. La intención es lo que cuenta.

“…5324… 5325… 5326... 5327… creo que es suficiente por hoy…” dijo una mujer pelirroja, sentada dentro de una habitación pequeña frente a un escritorio de madera y una vela iluminando su área de trabajo, repleta de libros encuadernados a mano; mientras ella hablaba, se notaba como su aliento se condensaba del frío al que estaba expuesta. “Unos cuantos más, y lograré salvarlos, tengan fe en mí, humanos.” Continuó hablando mientras tachaba otro día más de su calendario.

Toc Toc Toc sonó la puerta de repente.

“¿Peipei, está ahí? El jefe convocó una reunión por lo de mañana.” Dijo un bestia con una voz aguda y desentonada.

“¡Ya voy!”

Lejos… pero que muy muy lejos del reino central bestia, en la helada tundra del séptimo anillo de Lydenfrost, habitaba la tribu de los Hawk, quienes ahora reunidos están, para el momento decisivo, de mandar a su representante a competir al Torneo del Reino Central Bestia, por el trono y la gloria.

La tribu no era muy grande, a lo mucho eran 20 bestias, contando los mercaderes y cazadores que casi nunca pasaban ahí. Vestían de solo una pieza de ropa holgada de tonos grises, verde oscuro y azul, parecida a un haori.

“Me alegra verlos vivos aún, muchachos”, dijo el bestia halcón más viejo “Disfruten de la hoguera mientras puedan; la temporada helada se aproxima y deberemos migrar a los anillos céntricos dentro de poco. ¿Alguno tiene algo que reportar, antes de comenzar?”

“Escuché de un mercader que cayó del cielo por una ráfaga de viento” Mencionó uno de los bestias, sentados alrededor de la hoguera, como todos los demás. “Encontraron su cadáver entre el hielo y la nieve de una montaña al sur de aquí”

“Es una pena, Espir. Ya escucharon, sean precavidos si no quieren que eso les pase.” El halcón más viejo dio un suspiro, y luego continuó hablando. “¿Alguno más?”.

El silencio invadió la reunión y prácticamente solo se podía escuchar el fuego de la hoguera chisporrotear junto con el leve aullido lejano del viento entre los árboles.

“Muy bien, los he reunido hoy por una sola razón, mañana es el torneo y he de decidir quién de ustedes irá a competir contra el príncipe del reino por el trono.” Exclamó emocionado el anciano.

“¿Tenemos que ir?” Se quejó un halcón, cruzado de alas. “¿Por qué no puede ir alguien de otra de las 12 tribus, así como lo han hecho los últimos años?”

“Son las reglas, aunque somos una especie muy solitaria; hemos hecho tratados para que no solo una tribu participe, el torneo es cada 5 años y ahora es nuestro turno después de más de 50 sin participar.” Le respondió el halcón anciano. “Dex, que no vayas me importa poco. Lo que quiero yo es alguien que sí desee ir.”

Los jóvenes halcones se quedaron en silencio por un momento, mirándose los unos a los otros, buscando a quién se ofreciera. Pero rápidamente concluyeron, sin siquiera decir una sola palabra, que nadie quería ir.

“Tenemos suficientes problemas ahora como para ir, mis polluelos están por nacer.” Reclamó un halcón.

“No, gracias, no sé usar armas además de mi pico, y creo que a picotazos nadie le ganará.” Respondió otro.

“¿El rey en serio piensa que ir a partirnos la cara con el príncipe nos beneficia en algo? Él no debería siquiera tener poder aquí.” Reclamó otro más

“No creo que quieras ver cómo la aldea cae a manos de su terrorífico ejército, ya viste lo que les hicieron a los humanos”, dijo otro más. “Alguno tiene que ir sí o sí”

“Mejor los veo en el sexto anillo, iré a empacar mis cosas, la helada se acerca.” Dijo el otro halcón.

“Veo que tenemos un problema de cobardía”, dijo el anciano, llevándose el ala derecha a la frente, decepcionado de su tribu.

“¡Abuelo! ¡Perdón por la espera, ya llegamos!” Desde los cielos a toda velocidad, el joven halcón descendió junto con la mujer pelirroja que… ¿Ahora era un bestia halcón? “Fui por Peipei para que nos acompañara”, dijo agitado el joven bestia “¿De qué nos perdimos?”

“Ahh...” Suspiró el anciano “De nada, absolutamente nada, solo un pequeño detallito”, dijo, mientras lentamente les dirigía la mirada de vuelta a la tribu “Ninguno de estos quiere ir al torneo”

“Agh, Abue, ¡déjeme ir!, ¡iré a probarle a ese perro sucio que manda!” Exclamó el pequeño halcón.

“Alto ahí, pequeñín, esperaba esta actitud de ellos, no de ti. Estás demasiado pequeño como para participar”, le reclamó el anciano.

“¡Qué! ¡No es justo!” Berrinchó el pequeño bestia.

“Hey hey, tampoco me pegues, solo intento protegerte”, le explicó el anciano, intentando calmarlo.

“¡Qué, no, no, no, no, no, no, no!” Berrinchó aún más.

“Si ninguno de ellos quiere ir, yo iré”, intervino Peipei “Lo importante es ir a hacer presencia. Ganar o no da igual, mientras se mantengan a salvo.”

“¡Qué!” Exclamaron todos los presentes al unísono.

“Peipei, tú solo eres nuestra comerciante de libros… no creo que tú… ya sabes.” Le dijo el anciano “Sepas pelear muy bien…”

“Axima Etreneo” recitó la halcón e inmediatamente parte del fuego de la hoguera se imbuyó en ella, formando una coraza ígnea protectora alrededor de la halcón. “Podré al menos defenderme contra sus ataques, y cuando esté contra las cuerdas me rendiré.”

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“¡Demuéstralo entonces! ¡Axima Vesair!” Le gritó uno de los halcones, quien lanzó una cuchilla pequeña imbuida en un hechizo de penetración que tenía guardada en su ala, directamente a la halcón.

“¡Oxl! ¡Detente!” Exclamó el anciano, agachándose junto con el pequeño bestia quien a este punto seguía haciendo un berrinche.

La cuchilla viajó a alta velocidad, dejando una estela detrás de ella, aproximándose inminentemente a la halcón. Al contacto con la barrera, la cuchilla se detuvo en seco frente a la barrera, aun con energía intentando penetrarla, pero la barrera comenzó a imbuir su energía en la cuchilla, tornándola líquida después de unos segundos.

“Lo dije, estaré bien”, recalcó la halcón “Es por el bien de esta y las demás tribus”

“Está decidido, irás tú”, dijo el anciano, para luego mirar con enojo a los otros halcones diciendo “¡Y ustedes, pueden irse de una vez! ¡Ya, largo, largo!”

Mientras el anciano les reprochaba a los demás, el pequeño bestia se le acercó a la halcón con una expresión desanimada.

“No puedo ir contigo, verdad… ¡No quiero que te vayas!” Le dijo, aferrándose al plumaje de la halcón.

Arrodillándose para ella estar a la altura del pequeño bestia, le dijo “Tengo que, es para que tú, pequeñín, tengas un futuro por vivir”

“Te extrañaré mucho… Por favor. ¡Quédate, quédate, quédate, porfis, quédate, por favor!” Repitió una y otra vez el pequeño bestia, hasta que la halcón, acogió en sus alas al pequeñín.

“Volveré, tenlo por seguro. Sí, puede que me tarde un par de años, pero volveré. Es más, cuando vuelva, te entrenaré en el uso de la magia de combate, que te parece, eh.”

El pequeño bestia, aun sollozando y entre lágrimas, balbuceó unas palabras. “E-está b-bien… ¡Pero debes prometérmelo! ¡Prométeme que volverás!”

“Promesa de pluma”, dijo la halcón, arrancándose una pluma de la cabeza y dándosela a él. “Más que una promesa de pluma, que sea una promesa de familia”

“P-promesa de familia entonces” dijo el pequeño, entregándole al igual que ella, una pluma de su cabeza.

La halcón entonces después de limpiarle las lágrimas al pequeñín, se puso de pie y fue a interrumpir al anciano quien estaba insultando directamente a la tribu mientras ellos se alejaban volando.

“¡Y ES POR ESO QUE SON UNOS BAST-! Oh Peipei, ¿Qué quieres?”

“Iré a preparar mis cosas para irme, seguro que las corrientes de aire espiralado de Lydenfrost podrán llevarme hacia allá rápidamente”

“¿Pensabas volar hasta allá? Ja, ja, ja.” El anciano carcajeó “Niña, dame la tarde para preparar todo; al anochecer te daremos una sorpresita; mientras ve a preparar tus cosas. ¡Oye, Feith, pequeñín, dale una mano a tu viejo con los preparativos!”

“¡¡Yendo!!” Grito el pequeñín.

“Perfecto, si me disculpan, me retiro entonces”.

Justo después de decir eso, la halcón levantó vuelo en dirección a su cabaña a preparar sus cosas… o al menos eso pretendió hacer ella al descender a su pequeña choza.

“Llego la hora”, dijo, mientras que de su ala se formó una mano humana. Con ella invocó de la nada, un báculo hecho de madera, que parece haberse formado de manera natural y lo apuntó hacia la última página que terminó de escribir más temprano diciendo. “Adevvia violdoviveda”. Inmediatamente, la mitad de los libros en la habitación se descuadernaron y conforme las páginas se iban absorbiendo en el hechizo, un solo libro de un gran grosor iba armándose poco a poco, conteniendo todos los contenidos de los libros en uno solo. “Mi trabajo de 20 años está completo, es un gusto, finalmente verte completo, Arcanicon”, dijo metiéndolo en su vestimenta.

“Ahh… en qué te metiste, Griezu, en qué te metiste”, se dijo a sí misma mientras jugueteaba con su pluma de escritura. “Un día estabas haciendo pociones y al siguiente te encuentras en un mundo desconocido del que no sabes nada.” Al terminar la frase, se puso la mano en el mentón. “151 años han pasado desde que llegué a este mundo, me pregunto cómo será el reino central hoy en día. Hasta mañana será… hasta mañana.”

Entonces la halcón decidió que, para ahorrar energías, descansaría un par de horas en su choza mientras la noche llegara.

Al caer la noche, el anciano toco fuertemente la puerta de la choza donde Griezu, alias Peipei estaba, se levantó de un brinco y camuflo su mano humana de nuevo con magia.

Con una cara seria, el anciano la miró; ella en todo el tiempo que estuvo en la tribu nunca había visto tan serio a aquel líder. El anciano luego asintió con la cabeza, indicando que era hora de irse, la halcón asintió de vuelta y rápidamente ambos alzaron vuelo, el anciano por delante y la halcón por detrás.

“¿A dónde vamos? Preguntó la halcón.”

“A un lugar donde nadie nos pueda encontrar” Le respondió “Ya casi llegamos”

“Estamos sobrevolando tierra de nadie, ¿estás seguro de que es aquí?” Cuestionó la halcón al anciano “Aquí no hay nada más que criaturas salvajes, que tal si somos emboscados por Curpiones”

“Traje a mi propio sobrino aquí para que me ayudase, ninguno de esos pinchudos venenosos de 6 patas está aquí” expresó el anciano

“¿Sobrino? ¿Ahora lo consideras como tal?”, preguntó la halcón, intrigada

“Ahh… ja, ja, ja. Si, me encariñé con él, no es el primero, y no creo que sea el último” dijo de manera más relajada el anciano “Aún recuerdo ese día como si fuera ayer, estaba yo volando entre los picos de Lydenfrost cuando vi a ese pequeño de ala chueca abandonado entre la nieve y el hielo, lo rescaté y… pues ya sabes la historia.”

“Has hecho esto antes, ¿no?”

“Tres veces, uno de ellos sigue en la tribu, fue el primero que se negó a venir aquí; y los otros dos se fueron lejos.” Dijo el anciano “Por eso, suelo no encariñarme con ellos”

“…” La halcón se quedó en silencio “Y qué cambió con él”

“Se parece a mí, en su actitud me refiero, quiero que no pierda esa chispa, no como yo… no como yo…”

“…” La halcón se quedó en silencio de nuevo, aunque un pequeño “Hmm” se escuchó de ella

“He- Hemos llegado, que comience el descenso”

Ya en tierra, ambos halcones inmediatamente vieron un arco del tamaño de una persona, formado con piedra, con unas inscripciones en algún idioma bestia antiguo y canaletas talladas; En la base de este, se encontraba una hendidura en forma de romboedro.

“¿Qué es este lugar?”, preguntó la halcón

“Aquí es donde despedíamos a los tributos antes de ir a combatir al torneo, la puerta que conecta este remoto extremo de la región con el centro de esta.” Exclamó el anciano.

“Un portal… pero, ni la magia actual puede crear este tipo de artefactos”

“Esto fue construido hace más de 5 milenios, nadie sabe quién o qué los construyó, pero los antiguos sabían mucho más que lo que nosotros sabemos de este mundo”, recalcó el anciano “Incluso algunos reinos humanos actuales tienen uno de estos bajo sus pies, antes todo era territorio bestia”

“Lo entiendo perfectamente, actívelo, es hora de cumplir con mi cometido”

De su bolsa, el anciano saco una gema de un color azul celeste con la misma forma de la hendidura “Sabes, la magia proviene de estas gemas, esta pequeña gema no posee tanto poder, pero es más que suficiente como para que la gema del reino central te deje pasar” El anciano dijo mientras colocaba la gema en la hendidura, e inmediatamente el portal entró en funcionamiento.

“¿Y por qué no usarlo de vuelta?”, preguntó la halcón.

“Solo son de ida, créeme, lo hemos intentado”. Le dijo el anciano “Te deseo lo mejor, que la paz esté contigo”

“Le agradezco, Superior Askabath”

Así fue como la bruja del séptimo anillo llegó a su destino después de 151 años… pero, ¿Cómo piensa una humana competir contra un bestia?, enigmas que tarde o temprano tendrán respuesta.

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