Galen, Aelius, Lysandra y Nihilus se reunieron en el centro del pueblo, listos para emprender su viaje en busca de la Espada Aurora y las reliquias de los dioses. La aldea les había proporcionado provisiones y suministros para el camino, y los aldeanos se habían reunido para despedirlos.
El espíritu Nihilus, que flotaba junto a Aelius, les recordó que su misión era crucial para el equilibrio del mundo. "La oscuridad crece en poder cada día", les advirtió. "Debemos encontrar las reliquias antes de que sea demasiado tarde".
Con un último vistazo a su hogar, el grupo se puso en marcha. Viajaron durante horas, adentrándose en un bosque denso y desconocido. La luz del sol se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un ambiente misterioso y emocionante.
Mientras caminaban, Lysandra les contó historias de su infancia en el pueblo, y Galen compartió anécdotas de sus aventuras en el bosque. Aelius escuchaba atentamente, sonriendo de vez en cuando. Nihilus permanecía en silencio, observando el entorno con una mirada sabia.
Al caer la noche, el grupo se detuvo en un claro para acampar. Galen y Aelius se turnaron para vigilar, mientras Lysandra se ocupaba de preparar la cena. Nihilus se sentó junto al fuego, sumido en pensamientos profundos.
De repente, un ruido en la oscuridad les hizo detenerse. Galen se puso en guardia, con la mano en la empuñadura de su espada. Aelius se levantó, con la Espada del Alba Eterna lista para defender a sus amigos.
—¿Qué fue eso? —preguntó Lysandra, mirando hacia la oscuridad.
—No lo sé, pero no me gusta —respondió Galen, con la espada en guardia.
—Esperad —dijo Nihilus, levantando una mano—. No es necesario luchar. Es solo un viajero.
De la oscuridad emergió una figura cansada, con una mochila al hombro y una espada al cinto.
—¿Quién eres? —preguntó Aelius, con la Espada del Alba Eterna lista.
—Me llamo Eira —respondió la viajera—. Estoy en busca de la Espada Aurora. He oído que es la única forma de derrotar a la oscuridad.
Galen y Aelius se miraron, sorprendidos.
—¿Cómo sabes de la Espada Aurora? —preguntó Galen.
—He estado investigando durante meses —respondió Eira—. He oído rumores de un grupo de héroes que buscan las reliquias de los dioses. ¿Sois vosotros?
Lysandra se acercó a Eira, estudiándola.
—¿Por qué quieres unirte a nosotros? —preguntó.
—Porque creo que juntos podemos lograrlo —respondió Eira—. Y porque tengo una habilidad que podría ser útil en vuestra búsqueda.
Nihilus se levantó, observando a Eira con interés.
—¿Qué habilidad es esa? —preguntó.
—Soy una experta en criptografía —respondió Eira—. Puedo descifrar mensajes antiguos y encontrar pistas que otros no ven.
Aelius se volvió hacia Galen y Lysandra.
—¿Qué os parece? —preguntó—. ¿La dejamos unirse a nosotros?
Galen asintió.
—Sí, podemos necesitar su ayuda.
Lysandra sonrió.
—Bienvenida al equipo, Eira.
Y así, con Eira en su equipo, los héroes continuaron su viaje en busca de la Espada Aurora y las reliquias de los dioses.
Con Eira en el equipo, el grupo siguió adelante, adentrándose en un valle rodeado de montañas imponentes. El aire se volvió más frío y el cielo se cubrió de nubes grises.
—¿Dónde crees que debemos buscar la próxima reliquia? —preguntó Lysandra, mirando a Nihilus.
—Creo que debemos dirigirnos al Templo de la Luna —respondió Nihilus—. Es un lugar sagrado donde se dice que se encuentra la segunda reliquia.
—¿Y cómo llegamos allí? —preguntó Galen.
—Debemos cruzar el Paso de la Sombra —respondió Eira, estudiando un mapa antiguo—. Es un camino peligroso, pero es el único que nos llevará al templo.
Aelius asintió.
—Entonces, empecemos.
El grupo comenzó a ascender por el paso, rodeado de sombras y silencio. De repente, un viento helado azotó el valle, haciendo que los árboles se inclinaran y las rocas cayeran.
—¿Qué pasa? —gritó Lysandra, cubriéndose la cabeza.
—Es la Sombra —respondió Nihilus—. Un ser maligno que habita en este lugar. Debemos seguir adelante, antes de que nos atrape.
El grupo apresuró el paso, pero la Sombra les perseguía, envolviéndolos en una oscuridad impenetrable.
—¡No podemos ver! —gritó Galen.
—¡Usad vuestra fe! —respondió Aelius—. La luz de la Espada del Alba Eterna nos guiará.
Y así, con la espada de Aelius iluminando el camino, el grupo logró escapar de la Sombra y llegar al Templo de la Luna.
Al llegar al Templo de la Luna, el grupo se encontró con un sacerdote que les dijo que la segunda reliquia, la Lanza del Mediodía Radiante, se encontraba en un lugar sagrado dentro del templo. Pero para obtenerla, debían superar una prueba de valentía y sabiduría.
—La prueba es la siguiente —dijo el sacerdote—. Deben entrar en la Cámara de la Reflexión, donde se enfrentarán a sus propios miedos y debilidades. Si salen victoriosos, la Lanza del Mediodía Radiante será suya.
Aelius asintió, listo para enfrentar la prueba.
—Estamos listos —dijo—. Llevadnos a la Cámara de la Reflexión.
El sacerdote los condujo a una habitación oscura y silenciosa. En el centro de la habitación, había un espejo grande y antiguo.
—Este es el Espejo de la Reflexión —dijo el sacerdote—. Mirad en él, y veréis vuestros propios miedos y debilidades. Si podéis superarlos, la Lanza del Mediodía Radiante será vuestra.
Galen, Aelius, Lysandra y Eira se miraron entre sí, y luego se acercaron al espejo.
Después de entrar en la Cámara de la Reflexión, cada uno de los héroes se encontró con un espejo que reflejaba su propio miedo y debilidad.
Galen se acercó al espejo y vio una imagen de su padre, muerto en batalla, acusándolo de no ser lo suficientemente valiente. Su padre le dijo que no había hecho lo suficiente para proteger a su familia y que su falta de valentía había causado su muerte.
Galen se sintió abrumado por la culpa y el miedo. Pero entonces, recordó las palabras de su padre: "La valentía no es la ausencia de miedo, sino la capacidad de actuar a pesar de él". Galen se dio cuenta de que su padre no lo acusaba, sino que lo motivaba a ser más valiente.
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Con renovada determinación, Galen se enfrentó a su reflejo y dijo: "No tengo miedo. Soy valiente y haré lo que sea necesario para proteger a mis seres queridos". El reflejo de su padre desapareció, y Galen salió de la Cámara de la Reflexión con una mayor comprensión de sí mismo.
Aelius se acercó al espejo y vio una imagen de su hermano, perdido en la oscuridad, llamándolo por su nombre. Aelius se sintió desesperado y confundido, sin saber cómo ayudar a su hermano.
Pero entonces, recordó las palabras de Nihilus: "La luz siempre encuentra la manera de brillar en la oscuridad". Aelius se dio cuenta de que su hermano no estaba perdido, sino que estaba buscando su ayuda.
Con renovada fe, Aelius se enfrentó a su reflejo y dijo: "No te preocupes, hermano. Estoy aquí para ayudarte". El reflejo de su hermano desapareció, y Aelius salió de la Cámara de la Reflexión con una mayor comprensión de su propósito.
Lysandra se acercó al espejo y vio una imagen de su madre, enferma y débil, pidiéndole que regresara a casa. Lysandra se sintió abrumada por el miedo a no poder proteger a su madre.
Pero entonces, recordó las palabras de su madre: "La verdadera fuerza no viene de la espada, sino del corazón". Lysandra se dio cuenta de que su madre no la necesitaba para protegerla, sino para estar con ella.
Con renovada comprensión, Lysandra se enfrentó a su reflejo y dijo: "No te preocupes, madre. Estoy aquí para cuidarte". El reflejo de su madre desapareció, y Lysandra salió de la Cámara de la Reflexión con una mayor comprensión de su propósito.
Eira se acercó al espejo y vio una imagen de su propio reflejo, pero con los ojos negros como la oscuridad. Eira se sintió aterrada, pensando que la oscuridad la había consumido.
Pero entonces, recordó las palabras de Nihilus: "La luz siempre encuentra la manera de brillar en la oscuridad". Eira se dio cuenta de que su reflejo no era la oscuridad, sino su propio miedo a ser consumida por ella.
Con renovada determinación, Eira se enfrentó a su reflejo y dijo: "No te tengo miedo. Soy fuerte y no permitiré que la oscuridad me consuma". El reflejo de su propio miedo desapareció, y Eira salió de la Cámara de la Reflexión con una mayor comprensión de sí misma.
Después de superar sus miedos y debilidades, los héroes salieron de la Cámara de la Reflexión y se encontraron con el sacerdote.
—Bien hecho, héroes —dijo el sacerdote—. Habéis superado la prueba de valentía y sabiduría. La Lanza del Mediodía Radiante es vuestra.
Con la Lanza del Mediodía Radiante en mano, los héroes se sintieron más fuertes y unidos que nunca. Sabían que tenían el poder de iluminar la oscuridad y de proteger a sus seres queridos.
—Ahora debemos dirigirnos al Templo del Sol —dijo Aelius—. Allí encontraremos la tercera reliquia.
—Sí, pero debemos tener cuidado —dijo Eira—. La oscuridad nos está persiguiendo.
—No te preocupes —dijo Galen—. Estamos juntos, y juntos podemos superar cualquier obstáculo.
Los héroes se pusieron en marcha, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Mientras caminaban, notaron que la oscuridad parecía estar retrocediendo, como si la luz de la lanza la estuviera repeliendo.
De repente, escucharon un ruido detrás de ellos. Se dieron la vuelta y vieron a una figura oscura que se acercaba.
—¿Quién eres? —preguntó Aelius, listo para defender a sus amigos.
—Soy un mensajero de la oscuridad —respondió la figura—. He venido a advertiros que no podréis detener la oscuridad. Es demasiado poderosa.
—No creemos en ti —dijo Galen—. Tenemos la Lanza del Mediodía Radiante, y con ella podemos iluminar la oscuridad.
El mensajero se rió.
—La lanza no es suficiente —dijo—. La oscuridad es demasiado poderosa. Pero os daré una oportunidad de rendiros. Si lo hacéis, os perdonaremos la vida.
Los héroes se miraron entre sí. Sabían que no podían rendirse.
—No nos rendiremos —dijo Aelius—. Estamos dispuestos a luchar contra la oscuridad hasta el final.
El mensajero se encogió de hombros.
—Entonces, preparaos para morir —dijo, y desapareció en la oscuridad.
Después de escuchar la historia de la Lanza del Mediodía Radiante, los héroes se sintieron más determinados que nunca a cumplir con su misión. Sabían que tenían un papel importante que desempeñar en la lucha contra la oscuridad.
—¡Vamos a encontrar las demás reliquias! —exclamó Galen, empuñando la lanza con determinación.
—Sí, amigos —dijo Nihilus—. El destino del mundo depende de vosotros. ¡Que la luz del mediodía os guíe en vuestro viaje!
Los héroes asintieron y se pusieron en marcha, listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Sabían que la oscuridad no se rendiría sin luchar, pero estaban dispuestos a hacer todo lo necesario para salvar al mundo.
Mientras viajaban, notaron que la oscuridad parecía estar retrocediendo. La luz del mediodía parecía estar ganando terreno, y los héroes se sintieron esperanzados.
—¿Creéis que estamos cerca de encontrar la próxima reliquia? —preguntó Lysandra.
—Es posible —respondió Aelius—. Nihilus nos dijo que las reliquias están escondidas en lugares sagrados. Debemos estar atentos a cualquier señal que nos indique dónde está la próxima.
De repente, escucharon un ruido en la distancia. Parecía ser el sonido de agua cayendo.
—¿Qué es ese ruido? —preguntó Eira.
—Parece ser un río —respondió Galen—. ¡Vamos a investigar!
Los héroes se acercaron al río y vieron que era un lugar hermoso y tranquilo. Pero de repente, notaron que el agua parecía estar brillando con una luz extraña.
—¿Qué es eso? —preguntó Lysandra.
—No lo sé —respondió Aelius—. Pero creo que debemos investigar.
Al acercarse al río, los héroes vieron que la luz extraña provenía de una pequeña cueva detrás de la cascada. Decidieron investigar y encontraron un mensaje grabado en la pared de la cueva.
El mensaje decía:
"La verdad se esconde en la sombra de la luz. Buscad la fuente, no el reflejo".
Los héroes se miraron entre sí, intrigados por el mensaje. ¿Qué significaba?
—¿Crees que esto sea un truco de la oscuridad? —preguntó Eira.
—No lo sé —respondió Aelius—. Pero creo que debemos considerar la posibilidad de que haya más de una verdad.
Nihilus, que había estado observando en silencio, se acercó a ellos con una sonrisa enigmática.
—¿Qué creéis que significa este mensaje? —preguntó, su voz un poco demasiado inocente.
Los héroes se miraron entre sí, sintiendo una leve sensación de sospecha. ¿Por qué Nihilus parecía tan interesado en su interpretación del mensaje?
—No lo sabemos —respondió Galen—. Pero creemos que debemos investigar más.
Nihilus asintió, su sonrisa aún en su rostro.
—Sí, sí. Investigad. La verdad os espera.
Los héroes se quedaron en silencio, reflexionando sobre el mensaje y la actitud sospechosa de Nihilus. se miraron entre sí, sintiendo que Nihilus estaba diciendo algo importante. ¿Qué sabía él sobre la oscuridad?
—¿Qué quieres decir con que los Umbrakar son víctimas de la oscuridad? —preguntó Galen.
Nihilus sonrió con una sonrisa enigmática.
—Los Umbrakar, con sus cuerpos retorcidos y sus ojos rojos brillantes, no siempre fueron así —dijo—. Fueron creados por la oscuridad, sí, pero no son solo criaturas sin alma. Son seres que fueron corrompidos por la oscuridad, que les quitó su humanidad y les dio esa forma retorcida.
Los héroes se miraron entre sí, sorprendidos por la revelación. ¿Podría ser cierto que los Umbrakar no eran solo enemigos, sino también víctimas?
—¿Por qué nos estás diciendo esto? —preguntó Eira.
Nihilus se acercó a ellos, su voz baja y misteriosa.
—Porque creo que vosotros tenéis la capacidad de cambiar el curso de la historia —dijo—. Podéis elegir entre seguir luchando contra la oscuridad o tratar de entenderla. Los Umbrakar no son solo enemigos, son también seres que merecen compasión.
Los héroes se miraron entre sí, sintiendo que estaban en un punto de inflexión.
—La oscuridad no es solo una fuerza destructiva —dijo—. También es una parte de la naturaleza, una parte de vosotros mismos.
Los héroes se miraron entre sí, intrigados por las palabras de Nihilus.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Aelius.
Nihilus sonrió.
—Quiero decir que la oscuridad y la luz no son opuestas, sino complementarias. La una no puede existir sin la otra.
De repente, un ruido se escuchó en la distancia. Era un sonido de pasos, cada vez más cercanos.
—¿Qué es eso? —preguntó Eira, mirando a su alrededor.
Nihilus se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo—. Pero creo que pronto lo sabremos.
Los pasos se acercaban cada vez más, y los héroes podían sentir la tensión en el aire. De repente, una figura emergió de la oscuridad.
Era un hombre alto y delgado, con ojos que brillaban con una luz extraña. Llevaba una capa negra con un símbolo plateado en el pecho.
—Soy el portador de la verdad —dijo el hombre, su voz baja y misteriosa—. Y he venido a revelaros un secreto que cambiará todo.
Los héroes se miraron entre sí, intrigados.
—¿Qué secreto? —preguntó Aelius.
El hombre sonrió.
—El secreto de la oscuridad —dijo—. El secreto de vuestro destino.
Y con eso, el hombre levantó su mano y reveló una visión que dejaría a los héroes sin aliento.