Es el año 20XX, la tecnología ha avanzado constantemente. Todo es tecnológico; las comunicaciones ahora son instantáneas y, básicamente, los celulares y computadoras pueden llevarse en un solo dedo. Incluso los juguetes artesanales no han quedado rezagados. Los cometas artesanales de papel y cartón han evolucionado a niveles hasta hace poco insospechados, integrando tecnología de punta que nuestros abuelos jamás podrían imaginar. Ahora son controlados inalámbricamente por una minicomputadora que responde a la fuerza de agarre de las manos que los sujetan, aparentando ser cometas antiguas.
El negocio de cometas ahora es controlado por Kite Incorporated, una empresa dedicada al desarrollo e investigación de juguetes para el disfrute y derroche de miles de niños en todo el país. Los "Kiters", como se hacen llamar los expertos en peleas entre cometas, son los ídolos de toda una generación de niños que desea ser como ellos.
Sin embargo, Kite Incorporated, al hacerse con el monopolio de los cometas, ha incrementado sus precios en un 200% en los últimos tres años, obligando a los niños a comprar poco a poco los aditamentos para poder equipar sus cometas. Por lo tanto, quienes no tienen una cometa generalmente es porque no cuentan con los recursos para comprar los aditamentos gradualmente.
Así es la historia de Ichihara Kaito, un chico de 10 años que admira a los "Kiters". Sin embargo, la desaparición de su padre ha hecho que su madre retirara todo lo relacionado con dichos juguetes, convirtiéndolo en la burla de su salón de clases.
—¡Kaito no es un "Kiter"! —gritaban al mismo tiempo sus compañeros de clase a la salida de la escuela.
—Déjenme en paz —contestó Kaito, tomando su mochila sin prestar atención a las burlas de sus compañeros.
—¿Y qué vas a hacer? —dijo uno de ellos—. ¿Pegarnos con ese peinado tan ridículo?
—Sí —dijo otro—. Esas caricaturas te están haciendo mucho mal.
—Olvídenlo —dijo Kaito nuevamente, caminando sin voltear hacia ellos.
—¡Kaito! —gritó Ai, sosteniendo unos papeles—. ¡No hiciste tus reportes de la clase de Naturales!
—¿Es necesario, Ai? —preguntó Kaito resignado.
Ai Ikeda, de la misma edad que Kaito y amigos desde muy pequeños. Ella tampoco era una "Kiter", pero en realidad no le interesaban ese tipo de juguetes. Sin embargo, de alguna forma, toleraba la afición de Kaito.
—Sabes bien que somos amigos —contestó Ai—, pero también soy la jefa de la clase y tengo que asegurarme de que todos hagan sus tareas. Y no vas muy bien en Naturales. ¿O quieres quedarte el verano estudiando?
—Sabes que no tengo nada que hacer en verano.
Ai colocó sus manos sobre su cintura y dijo, molesta:
—Nuevamente es por las cometas, ¿cierto? ¿Podrías superar eso?
—No —dijo Kaito, tomando las hojas de sus tareas—. Quiero ser un Kiter como los demás, y no descansaré hasta serlo.
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—¿Por qué no puedo tener una cometa? —preguntó Kaito a su madre.
—Porque no —dijo su madre—. Tú sabes lo que le pasó a tu padre.
—¿Es por su desaparición?
—Así es —le contestó su madre—. Por eso no quiero que nos involucren con el asunto de tu padre. ¡No quiero ver un cometa en esta casa y esa es mi última palabra!
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—¡Despertaste muy temprano, Kaito! —exclamó un corpulento vendedor—. ¡Acabo de abrir la tienda!
—Sí... —dijo Kaito—. Vine a ver los nuevos modelos.
—Déjame ver en la bodega... —contestó el vendedor, yendo hacia la parte de atrás del establecimiento.
La Kite Shop era la tienda más surtida de la ciudad. Cientos de niños, y algunos no tan niños, se reunían allí para conseguir nuevos cometas, aditamentos, servicio técnico y para discutir acerca de las nuevas tendencias en personalizaciones. Además, un enorme patio trasero permitía a los Kiters probar sus juguetes con total libertad.
Kaito comenzó a curiosear por toda la tienda, viendo propulsores y controladores, quizás pensando en lo que podría conseguir y lo que no. Tenía dinero para los aditamentos, pero sin un cometa al cual personalizar, eso era completamente inútil.
—Mira este —dijo el vendedor trayendo un cometa entre sus manos—. Es el modelo Gear 7000. Incluye varios aditamentos, un propulsor de repuesto y alerones que le dan mayor libertad de vuelo. Todo esto con un descuento del 20%, a solo 10,000.
—¿No... no podría hacerme otro descuento? —preguntó Kaito, sacando el poco dinero que había ahorrado.
—Lo siento, Kaito —dijo el vendedor—. Tú sabes bien que me gustaría, pero no puedo hacer descuentos al azar.
—Entiendo... —dijo Kaito, agachando la mirada y dirigiéndose hacia la salida—. Vendré en cuanto esté más bajo el precio...
—¡Pero no tardes mucho! —gritó el vendedor—. El Gear 7000 es de edición limitada.
Kaito tomó la puerta de salida, con la mirada baja, rumbo a su casa. Sabía que era imposible conseguir un cometa con sus propios ahorros. Y su familia no iba a darse un lujo como ese.
—¡Espera, Kaito! —gritó el vendedor, saliendo de su tienda con una enorme caja.
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—¿Quiere decir que puedo armar mi propia cometa? —preguntó Kaito intrigado, mirando la caja que le había dejado el vendedor.
—Así es —comentó el vendedor—. Es un Gear 7000 genuino, que venía desarmado y no incluye su Kite Core. Normalmente vendería el kit a la mitad, pero por ese defecto te lo vendo a una tercera parte del precio del Gear 7000 ya ensamblado.
—¿Kite Core? —preguntó Kaito.
—¿No sabes lo que es un Kite Core? —exclamó el vendedor.
—Claro que lo sé, es la pieza más importante del cometa —dijo Kaito, abriendo la caja.
—Así es, Kaito. El Kite Core es un par de medallas que se colocan tanto en el cometa como en su controlador. Sin él, tu cometa jamás volará. Cada Kite Core es único y solo controlará al cometa que tenga el mismo par que el controlador.
—¿Y no tienes alguno en esta tienda? —preguntó Kaito.
—No, están fuera de existencia, y es muy raro que la gente los pida por separado —contestó el vendedor—. Pero trataré de pedir algunos.
—Entiendo... —dijo Kaito, mirando hacia el suelo.
—Pero no te preocupes —dijo el vendedor—. Muy poca gente sabe que armar un cometa es sencillo, y no importa si sale otro modelo nuevo, podrás reemplazar las piezas fácilmente. Tu cometa jamás quedará obsoleta, al menos por 5 años.
—¿De verdad? —gritó Kaito emocionado—. ¡Qué bien! ¡Pagaré las piezas del Gear 7000!
—Entonces ven a mi taller que está atrás —dijo el vendedor—. Es muy raro que la gente venga a construir sus cometas, pero Kite Incorporated requiere que cada tienda tenga uno, así que por ese motivo no lo he cerrado. Además, ahí reparo algunos cometas que la gente deja para reparación, o las que me encuentro tiradas en la calle. Algunas solo requerían limpieza, pero creo que los niños de hoy en día tienen tanto dinero que pueden comprarse un cometa cada semana.
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Kaito tomó con mucha dificultad la enorme caja y la llevó hasta el taller. Allí, se sorprendió de la cantidad de herramientas que el vendedor tenía acomodadas en diferentes mesas a lo largo de la habitación. Llaves, desarmadores, soldadores, piezas varias de repuesto... en fin, era un verdadero taller de reparación de cometas. Pero lo que más le llamó la atención fue un estante donde estaba colgada una foto enmarcada de un niño, de una estatura muy similar a la de Kaito, sosteniendo la presea de oro y un cometa, algo anticuado para estos días. Kaito reconoció con facilidad al niño que aparecía en dicha foto, pues lo había visto antes en los videos que se colgaban en la red.
—¿Ese es Ryuusei Ichinose? —preguntó Kaito.
—Así es —dijo el vendedor—. Me imagino que sabes que fue el campeón de la primera edición del Ultimate Tournament.
Sus ojos parecían llenos de esperanza.
—Pero... desapareció, ¿verdad? —preguntó Kaito.
—Sus padres fallecieron en un accidente automovilístico poco después de su victoria —respondió el vendedor.
Kaito abrió la boca muy grande, no podía creer lo que había pasado.
—Su fama fue como su nombre, una estrella fugaz —respondió el vendedor—. Es una pena, porque era una promesa de este juego entonces naciente. Habría llegado muy lejos. Hasta ahora él tiene el récord del duelo más corto; su rival apenas duró diez segundos.
—¿Pero los resultados no dependen de la cometa?
—En parte sí, en parte no. También tu habilidad como Kiter cuenta mucho. Debes sortear a tu enemigo, sentir que tu cometa es como un ave que vuela libremente en el aire. Los propulsores y los alerones cuentan, pero si el Kiter es inexperto, su cometa no le ayudará mucho.
—No es nada nuevo lo que me dices.
—En fin... —dijo el vendedor, tomando algunas llaves y desarmadores y dejándolos en una mesa vacía—. Es lo que necesitarás para armar tu cometa. Cualquier cosa, estaré adelante.
Después de varias horas de arduo trabajo, finalmente Kaito logró armar su Gear 7000. No sabía si era la satisfacción de tener un Gear 7000 genuino o si era el haber armado un cometa él solo. Era un cometa azul, bastante robusto y con un propulsor que lo sostenía en el suelo. Y como un añadido, tenía una cola para agregar estabilidad. Lo que sabía era que estaba orgulloso de tener lo que tanto había soñado, excepto por una cosa.
—No tiene Kite Core —dijo Kaito.
—Ya te lo dije —contestó el vendedor—. Ya pedí varios Kite Core al almacén, pero llegarán en 3 a 5 días. Hasta entonces no podrás usar tu cometa, ni siquiera para presumir.
—¡Ah! —gritó Kaito al ver su reloj y notar que ya se había hecho de noche—. ¿Por qué no me dijiste que era tan tarde?
—Te lo grité varias veces antes de cerrar la tienda —dijo el vendedor, algo molesto—. Pero por estar armando tu cometa no me escuchaste. Ahora será mejor que vayas a casa antes de que se haga más noche.
Kaito llevaba a rastras su cometa, inservible y sin poder volar por falta de su Kite Core, por las calles de la ciudad. Se preguntaba qué diría su madre al ver que había gastado todos sus ahorros en tan inútil cacharro. Pero era el gusto de armar su propio juguete, algo más grande que todo lo demás. "Al menos pronto podré comprar el Kite Core", decía.
—No te desanimes —contestó una voz.
—¿Quién es usted? —preguntó Kaito, volteando hacia un callejón y viendo a un señor sentado sobre una caja de frutas, enfrente de él una mesa donde sostenía varias cartas.
—¿Yo? —contestó el señor—. Solo soy un adivino que se gana la vida leyendo el futuro de la gente. La suerte te sonríe, no te desanimes por pequeñeces.
—Muchas gracias, señor —contestó Kaito, retomando su camino.
No había pasado ni medio minuto cuando tres sujetos en trajes oscuros llegaron para acorralar a Kaito y al señor. Uno de ellos, el más gordo de los tres, tomó al adivino de sus ropas y gritó:
—Los jefes estarán felices de tenerlo de vuelta, señor.
—Muchachito... —dijo uno de los sujetos que, por su voz, parecía ser una mujer—. Te pediremos que no hagas nada, por el bien de la humanidad.
—¿Quiénes son ustedes? —gritó Kaito—. ¿Por qué atacan a ese señor?
El otro sujeto, el más alto de los tres, notó que Kaito tenía un cometa y exclamó:
—Así que eres un Kiter. ¿Por qué no mejor te reto a una pelea?
—Es que... —dijo Kaito, avergonzado—. Es que... no tiene Kite Core...
Unos segundos de silencio pasaron antes de que aquellos tres sujetos comenzaran a carcajearse por las declaraciones de Kaito.
—¿Pero qué clase de Kiter es este? ¡Bueno, no importa! ¡Así no tendremos problemas llevándonos a este sujeto!
—¡Basta! —gritó Kaito, tratando de interponerse entre el adivino y aquellos sujetos extraños—. ¡No importa si no soy un Kiter! ¡No dejaré que le hagan daño!
—¡Quítate de nuestro camino! —gritó el sujeto más alto, dándole una cachetada tan fuerte a Kaito que lo logró tumbar al suelo.
—¿Piensas que puedes enfrentarte a nosotros? —contestó la mujer, sacando un controlador—. Tan solo mira esto.
Aquella mujer comenzó a oprimir la pantalla táctil del controlador y, en cuestión de segundos, un cometa rojo con enormes alerones y un potente propulsor apareció y comenzó a dar vueltas alrededor del adivino. Justo después de terminar, a los pocos segundos se reveló que era una especie de hilo delgado y transparente, pero a la vez fuerte, lo que contenía ese cometa, que actuaba como cuerda para evitar que aquel hombre escapara.
—¡No le hagan nada! ¡Malditos! —gritó Kaito.
El cometa de Kaito se levantó del suelo y comenzó a volar. Los propulsores comenzaron a lanzar una fuerte fogata que hacía que el cometa despegara, y acto seguido, como si algo lo controlara, comenzó a golpear al cometa de esos sujetos vestidos de negro.
Kaito recordó las palabras del vendedor: "Sin un Kite Core, tu cometa jamás volará", o al menos eso le había dicho. Y ese cometa no tenía un Kite Core. ¿Cómo era posible que no solo pudiera volar, sino también pareciese que tuviera vida propia? Era totalmente extraño. Y no solo Kaito estaba impresionado, también aquellos sujetos que los estaban atacando.
—¿Cómo? —gritó uno—. ¡Creí que ese cometa no podía volar!
—¡Ese chiquillo nos engañó! —gritó el gordo.
El cometa de Kaito y el de la mujer comenzaron a estrellarse uno con otro en el aire, hasta que finalmente, el cometa rojo cayó al suelo, aparentemente vencido. Inmediatamente, el cometa de Kaito comenzó a bajar levemente hacia el suelo, hasta que finalmente aterrizó inmóvil.
—No sé qué haya pasado —comentó el sujeto alto—, ¡pero no dejaremos que un niño nos haga algo como esto!
Aquel sujeto sacó su controlador, al igual que el otro hombre, y en cuestión de segundos aparecieron dos cometas igual de grandes que el anterior. Kaito tomó el controlador de su cometa, pero no respondía. No entendía por qué su cometa había cobrado vida, y peor aún, no tenía Kite Core. Kaito estaba aterrado; tenía dos cometas enfrente y él sin saber qué hacer.
Pero de la nada, otro cometa del mismo tamaño que los de los enemigos apareció. Era uno de color rojo oscuro, con alerones medianos y un propulsor lo suficientemente fuerte como para hacerlo levitar con la cantidad de aditamentos y estampas que tenía adjuntos. Aquel cometa cortó sin problemas la cuerda que mantenía atado al adivino, liberándolo al instante y sin causarle ningún rasguño.
—¿Qué está pasando? —exclamó aquella mujer.
—Los cometas no fueron hechos para causar daño —respondió una voz—. Fueron hechos para dar esperanzas a varias generaciones de niños. No es justo que los adultos se las quitemos por nuestras propias ambiciones.
Kaito volteó hacia atrás y, al ver la punta de un poste de luz, notó una figura corpulenta, con una gorra negra, capa de color rojo y un pañuelo con estampado de calavera cubriendo el rostro, dejando ver únicamente los ojos. Asimismo, llevaba pantalones de mezclilla y una camiseta morada oscura sin mangas que dejaba ver en el hombro derecho un tatuaje con el diseño de un Kite Core y dos tibias entrecruzadas, simulando una calavera.
—¡Es el Justice Kiter! —gritaron los tres sujetos al unísono.
—¿El Justice... Kiter? —preguntó Kaito, sin dejar de mirar a aquel hombre que había aparecido de la nada.
—¡Oye, muchacho! —gritó el Justice Kiter—. ¡Si quieres ayudarme, toma esto!
El Justice Kiter le lanzó a Kaito una pequeña caja, la cual atrapó sin problemas. Al abrirla, notó que en su interior contenía un par de Kite Cores.
—¡Ponlas en tu cometa cuanto antes! —gritó ese sujeto—. ¡Mientras tanto, trataré de detener a estos tipos! ¡Necesitaré tu ayuda!
—¡De acuerdo! —gritó Kaito, y sin perder el tiempo, inmediatamente colocó los Kite Cores en el cometa y en el controlador.
Su cometa comenzó a tener vida. El controlador se iluminaba, mostrando los controles en la pantalla.
Mientras tanto, el Justice Kiter le hacía frente a aquellos "criminales". Era increíble la forma en que hacía volar su cometa. Podía hacerlo volar con destreza, esquivar los ataques de uno de ellos y atacar a otro al mismo tiempo. Kaito se unió al combate. No sabía muy bien cómo volar un cometa, pero no se perdía los torneos en la televisión ni las demostraciones del resto de sus compañeros, así que si algo podía hacer, era aplicar lo poco que había aprendido. Pero su destreza con el controlador era pésima. Mientras atacaba a uno, era atacado por el otro, y ni el cometa del Justice Kiter podía con tantos a la vez.
—¡Muchacho! —gritó molesto el Justice Kiter—. ¡Deja que tu cometa te lleve! ¡Solo así podrás controlarla!
—¿Que me lleve? —preguntó Kaito.
—¡Sí! —contestó el Justice Kiter—. ¡Tu cometa es libre! ¡Ella sabe qué hacer!
—¡Lo haré! —gritó Kaito.
Kaito comenzó a dejar que el controlador se moviera por sí solo, evitando movimientos bruscos y tratando que el aire frío de la noche no causara problemas. Los cometas del enemigo eran ágiles, pero tarde o temprano comenzarían a desgastarse, ocasión que Kaito y el Justice Kiter aprovecharon para dar el golpe final, derribando ambos cometas y ganando este combate, el primero en la vida de Kaito.
—¡Maldición! —gritó el gordo—. ¡El jefe nos va a matar cuando sepa esto!
—¡Por ahora se salvaron! —gritó la mujer—. ¡Pero ya verán para la próxima!
Kaito se quedó mirando cómo el enemigo escapaba junto con su chatarra. Cuando se dio cuenta de lo que pasó, volteó hacia atrás para agradecer a su nuevo héroe. Pero, así como había llegado, este había desaparecido.
—¡Bueno, señor! —dijo Kaito—. ¡Creo que nos hemos salvado! ¿Eh? ¿Señor?
Aquel adivino también había desaparecido, junto con sus cosas.
—Este ha sido un día de locos... —comentó Kaito, y luego, mientras caminaba hacia su casa, dijo en voz baja—. Pero, ¿quién era ese hombre? ¿Y por qué me dio un par de Kite Cores? No entiendo nada...
Kaito no se imaginaba que esa sería la primera de una serie de aventuras que le depararían, al menos hasta llegar al Ultimate Tournament, el torneo nacional de cometas de Japón.