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Drakanslay (Español/spanish)
Capitulo 1: Vlad, rey de Artizan

Capitulo 1: Vlad, rey de Artizan

Desde una gran planicie se apreciaba una extensa muralla, la cual envolvía las fronteras de la capital inmortal de Artizan. Donde guerreros y artistas nacían forjados en hierro bañado en sangre de los reyes, quienes construyeron el bastión donde los humanos prevalecieron desde los tiempos del Gran Caligula el despiadado, y llegados a los días donde la tecnología y la magia convergían en armonía. La edad del trueno.

Casas y construcciones manufacturadas en una amalgama de metal y madera. La mayoría tenían antenas que causaban leves destellos de luz, en refulgentes luciérnagas esparcidas por los páramos. En una doble puerta en el centro de la alta muralla, conectaba un extenso camino de serpiente marrón adoquinado, el cual perforaba la ciudad en ascenso sobre una colina en donde residía el palacio de arquitectura industrial conocido como “Inmortalis”. Una estructura a la orilla del océano al otro lado de la muralla. Mezclaba la fuerza de un escudo de hierro y la elegancia de una estatua. Impenetrable y hermosa.

Construida sobre el cadáver de un antiguo dios muerto, llamado Thor. Una entidad divina derrotada hacía veinte años en el pasado, durante la invasión conocida como El ultimo trueno que puso en jaque a Artizan. La unión de las tres grandes naciones pudo frenar la amenaza. Kraxus morada de ingenieros y pensadores donde el progreso es el credo. Seraph, celestial mundo gobernado por los divinos elfos, reino predominante al que Artizan rendía vasallaje tras recibir su apoyo al sanar de la guerra.

Usando los restos del colosal construyeron la fortaleza, dándole el aspecto de poder y autoridad que lo destacaba como una maravilla mundial. El reino inmortal, cuna de los hombres y el pilar de la civilización entre todas las razas.

Un evento se suscitaría que definiría el futuro de Artizan. De diferentes partes del país, incluso de tierras aledañas llegaron a visitar el lugar. Nobles y plebeyos. Soldados destacados aglomeraban frente al edificio. La delegación de poder al nuevo rey. Calles repletas de personas amontonadas en las banquetas, bajaban de pesados transportes mecanizados y de trenes urbanos detenidos sobre estaciones abarrotadas de muchedumbres que iban y venían para tomar su lugar en el festival.

Puestos ambulantes se colocaron para tomar provecho, días en el que todo comercio prosperaba por el jubilo de las personas. Cantinas, restaurantes y hoteles se llenaban de personas. No solo de residentes de la capital, igualmente de foráneos que por la noticia de la sucesión vinieron a unirse a la gran fiesta, inconformes de ser testigos por la pantalla de un droide casero que solo se lo podrían costear una familia pudiente.

En los bares tarros de cerveza e hidromiel brindaban por la larga vida de Vlad Tepes. Bardos y cirqueros tomaron las avenidas en las que desataban su show, canciones se escribían del próximo gran rey, del que se prometía la grandeza y prosperidad ante una diferencia que lo resaltaba de los antecesores. No hubo muerte del padre, este se retiraría y tomaría el cargo de mano del monarca como concejero.

Se pensaría que el príncipe entraría en el rango de peón, cosa alejada de la realidad por nobleza y fuerza que destacaba el rey, un guerrero de personalidad fuerte que velaba por una formación correcta en sus hijos. Tenía la idea de que el mejor gobernante, sería aquel que entrara a la practica y prefería ir tranquilo a la tumba a sabiendas de que vio en primera mano los días de regimiento de su vástago.

El ultimo gobernante de la línea de sangre, el rey Orlox Tepes Dracul de Artizan, un hombre que a pesar de sus años de guerra seguía con ese temple de hierro en una cara dura como roca, de rasgos varoniles con una espesa barba tan negra como la noche, al igual que la cabellera teñida de mechones blancos. De ropajes elegantes en los que llevaba la cota blindada, junto a una espada y pistola en el cinto. A pesar de la edad la faceta de guerrero seguía latente en el monarca, reflejado en la corona de espadas negras que lo coronaba, hecho de la carne blindada de Thor.

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Como todo monarca una reina se sentaba a su lado; Alexandra Von Shintris. La rosa del reino, conocida como la mujer de una belleza incomparable, no decrecida tras dos embarazos en los que dio a luz a dos varones. El atractivo físico apenas es una parte de su persona, su verdadero poder residía en su mente. Calculador carácter frio que tomó el lugar del concejero de su esposo. Como en el juego del ajedrez, la reina se posicionaba como la pieza más poderosa, alguna vez guerrera y un brazo robótico chapado en oro remplazando la carne era prueba del pasado belicoso.

Un camino de trompetas entonó y las aglomeradas masas guardaron silencio. La gente de Artizan se caracterizaba por ser de piel pálida, en ropajes de overoles en sucias camisas en los hombres de las fábricas armamentísticas. Las doncellas en vestidos holgados puestos en delantales. Personas que trabajaban en administración, puestos alejados de ser obreros iban en elegantes chalecos, camisas con corbatas y llevaban el fusil en cinto por protección.

Desde un carruaje tirado por caballos llevaba a la pareja real, por las calles de la capital Bloodheim de las que sobrevolaban dirigibles y navíos voladores. Rosas caían de los cielos arrojadas de ventanas de cada edición. De las maquinas ondeaba el estandarte de Artizan; un negro dragón de perfil abrazado de un escudo de armas de espada y fusil cruzados. De las fauces de la bestia de ojos blancos derramaba sangrante magma.

Un puñado de soldados de elite a caballo escoltaba el carruaje, y al frente los lideraba uno los caballeros de la guardia, el llamado Sir Garland, apodado como el coloso perlado; un bastardo sin apellido que era conocido como el guardaespaldas favorito de la reina. Un corpulento hombre de poco más de dos metros, torso ancho y brazos como troncos envestidos en una pesada armadura perlada de la que colgaba la negra capa de la guardia real. De protección completa, y una cota blindada en las hendiduras aprueba de balas. Del visor del casco brillaban dos luceros azules, tan diminutos como aceitunas. A diferencia de sus compañeros la coraza resaltaba en blasones rúnicos, adornándolo.

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—¡Larga vida al rey Orlox! —gritaban los civiles en puños al aire.

—¡Que Jenovan los ilumine y bendiga!

Orlox saludaba desde su ventana de una forma reservaba, en tenue sonrisa que ocultaba el ataque de tosidos que afectaban su salud. Trataba de que nadie fuera de ese carruaje lo viese en estado; las heridas sufridas en el pasado y los malos hábitos cobraban factura. Perdía el aliento fácilmente, que la sangre que soltó una vez al toser volviese.

—Ya no soy tan joven como antes… —pronunció Orlox en pesades.

—Para mí siempre serás ese guapo muchacho del que me enamoré… —Alexandra a su lado sentada en el asiento acolchado tomó su mano, y las entrelazaron—. El fuerte guerrero de corazón amable… capaz de escuchar algo más que el choque del hierro. Imperfecto claro… tendías a ser terco e imprudente de vez en cuando.

—Espero que esa terquedad me evite morir pronto… por algo dejé de tomar y me aseguré de que mis chicos fuesen más responsables con la bebida. —Aclaró la garganta—, Vlad necesita que lo guíen también como tú lo hiciste por mí. Es un buen chico… demasiado diría yo. Para este trabajo requiere tener el buen juicio, hacer que te teman sin que te odien, un buen par de pelotas y una mujer que te evite hacer demasiadas estupideces. No será fácil conseguirle una buena esposa que cumpla expectativas que pones.

—Está esa niña Agatha… quizás podríamos…

—¡Para nada, mujer! Los rumores que tienen de esos dos con su rara relación, me ponen los nervios de punta, ni se diga del mayor… es un mujeriego que no tiene respeto por juntarse con salvajes… de ser rey… probablemente convertiría el Inmortalis en putero. —Orlox zarandeó la mano apartando esa idea de su mujer—. Lo último que quiero es tener problemas con ese ególatra de Samael… se sospecha que…

—Y ahora yo te hago callar… —Puso el dedo en los labios de su marido—, aquí hay muchos oídos. Deja que yo me ocupe de las mujeres con las que se encaman nuestros niños… tú ocúpate de que Vlad entienda lo que es ser rey.

—Lo hará… —Se ajustó el abrigo—, por eso lo mandé junto a su hermano a criarse entre soldados y armas.