Era la tarde de un finde cualquiera en el pueblo, calor, mucho calor. Yo estaba de visita en la casa de mi tía, me gustaba pasar tiempo ahí. Mi tía tenía solo una hija, así que teníamos toda la casa, los juegos y el tiempo para nosotras. Amaba jugar con mi prima; que se llamaba Laura, por cierto. Tendríamos…once? doce?, no sé, pero éramos bastante pavas. Jugábamos juegos bien ridículos, iban desde tomar agua del bebedero de los caballos, hasta ver quien se tragaba más carozos de ciruelas…
Sobrevivimos de la muerte como tantas niñas, niños y adolescentes de esa época y esos pueblos. Creo que en esos tiempos lo único que le importaba a nuestras familias era que nadie nos embarazase, o nos desvirgara, parece que “usadita” valíamos menos en el mercado del pueblo, metafóricamente hablando.
Bueno, esas cosas no las pensaba a esa edad, en realidad en esa edad pensaba pocas cosas, pero una si la tenia clara, que los hombres lo unico que querian era desvirgarme o mejor dicho “quitarme la virginidad”, eso decia mi mamá y parece que salvo mi papá, el resto de los hombres que decian jurarte amor, solo querian tener sexo con vos, y yo, de alguna manera, le creia o queria creérselo.
Eso me permitía estar más tiempo con mi prima Laura, ir a su casa, quedarme a dormir, que ella viniera a mi casa, que se quedara en la mía, y así como siamesas atravesar nuestra ansiosa, fogosa y fugaz adolescencia.
Laura era una negrita hermosa, así la veía mi mamá. Obediente, femenina, colaboradora, buena alumna, buena hija, ordenada, discreta…no se como me veía a mi, pero casi seguro, que mi figura quedaba opacada por el brillo de Laura.
Y si, era una morocha hermosa, su sonrisa y sus dientes perfectos, su cuerpo ágil, su pelo negro brillante y lacio que revoleaba en una cola de caballo tirante que le hacia su mamá. Además tenía gracia, lo que decía, sus respuestas, sus salidas airosas, y yo… bueno, yo no tenía ninguna de esas virtudes.
Yo era más bien gordita, mi pelo siempre sufría algún corte de emergencia porque a esa edad vivía llena de piojos, tenía pelos en las piernas, en los brazos, muy lejos en esos tiempos pensar en depilarlos. Mis dientes chuecos, mi poca gracia, mi comportamiento aniñado, mi falta de comprensión para entender los doble sentidos, no se que encontraba Laura en mi, pero le gustaba pasar tiempo conmigo.
No sé cuánto tiempo duró ese estado de pegoteo que teníamos, ¿fue solo ese verano?, quizá, no lo recuerdo, lo que sí sé es que ese verano marcaría el resto de mi vida, y yo, tan inocente, tan nena todavía, no pude conservarlo en la memoria con los detalles que me hubiese gustado.
¿Qué pasaría en ese cuerpo regordete?, ¿en esa cabecita despeinada y piojosa, de esa niña adolescente?, ¿qué soñaba, qué deseaba?, ¡como me hubiese gustado tener un poquito más de claridad!. La cuestión que sí recuerdo, es que ese cuerpo buscaba amor, cariños, mimos, besos y que se desquitaba de esa falta, besando apasionadamente ventanas, espejos, almohadas… cerraba los ojos y cualquier cosa se convertía en labios dulces que deseaban tanto como yo, ser besados.
El tema es que ese finde que fui a ver a Lau, me quedaba a dormir. Recuerdo que su habitación era rosa y que un payaso horrible, siniestro, colgaba sobre la cabecera de su cama. Luego, todo impecable, perfumado, su cama tendida, todo en su lugar, sus pisos relucientes y encerados, nada que ver con mi habitacion compartida con mis hermanas; ropa por todos lados, ropa limpia, ropa en uso, ropa para lavar, todo conformaba una gran montaña en la que había que zambullirse para encontrar algo.
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Bueno, para que hablar de mi, habiendo tanto que contar de Laura y su mundo de hija única, consentida y admirada por mamá y papá.
Esa tarde, nos mandaron a dormir la siesta. Había una sola cama en su casa de hija única, así que no quedaba más opción que compartirla. Nos metimos en la cama y charlamos cosas, como secreteando, yo no se que decíamos, pero se que sentía su aliento tibio con olor a dentífrico, muy cerquita, muy cerquita y su cuerpo, demasiado cerquita, sus pies que no dejaban de rozar los míos y yo, cada vez más incómoda, me separaba un poco, lo que permitía esa cama de una sola plaza, para que, un minuto más tarde, la tuviera pegada de nuevo.
En eso de no saber salir de situaciones de forma airosa, le pedí permiso para dar vuelta ese payaso que me daba impresión. Así podía reponerme un poco de tanta cercanía y tanta incomodidad. Entonces fue cuando me paré sobre la cama e intenté quitarlo del clavo del cual colgaba, mientras ella insistía en agarrarme de los tobillos para que no cayera. Finalmente caí, me desplomé en la cama, con payaso y todo sobre su cuerpo.
Entre un poco de risa y preocupación, Laura tiró el payaso al piso y con sus manos tomando mi cara me preguntó si estaba bien, si, dije yo, tratando de desviar la mirada, porque ya a esas alturas, le comía la boca de un beso. Pero bajé la mirada, y me acosté tapandome la cabeza.
No habían pasado dos minutos cuando la tenía debajo de las sábanas también. Se reía y brillaba aun debajo de las sabanas.
Yo no sé quién empezó. Lo que sí sé, es que sus manos recorrieron cada pedacito de mi cuerpo, sus besos se extendieron de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, cada centímetro de mi piel sintió su boca caliente y húmeda, su cuerpo se puso debajo del mío, sobre el mío, al costado del mio…. llenándome de besos, caricias, abrazos interminables…. y yo respondí, primero tímidamente, luego vorazmente, para terminar entrelazadas y desnudas en una tarde de verano.
Luego vino la noche, la siesta del domingo y miles de encuentros más, sumado todas las veces que reviví este momento.
Muchos años tardé en entender que esta fue mi primera vez. Que la sexualidad no tiene que ver con “desvirgar a nadie”, que la virginidad es un estado del alma y de la conciencia y no del cuerpo. Que nada tiene que entrar en ningún lado, que se puede disfrutar de muchas maneras, que los cuerpos que se gustan, que se desean, mágicamente se olvidan de los pelos, los rollitos, y los cortes de pelo de emergencia.
Que el encuentro consentido y parejo, en el sentido de “estar a la par” es lo mas sano que podemos experimentar y descubrí esa tarde de verano, que esa vez, ese cuerpo de niña adolescente, experimentó el amor, el deseo, el placer, compartido, consentido y fue hermoso.
Los mismos años en que tardé en comprender que ese habia sido mi primer encuentro sexo-amoroso, fueron los mismos años en que tardé en encontrarme cuerpo a cuerpo con otra mujer, fueron muchos los años, demasiados. Pero celebro que hoy, experimento la coherencia de disfrutar el amor y placer entre mujeres y esa libertad de ser , sentir y vivir como quiero y siento, hicieron que esa niña desprolija y sin gracia, dejase su muda de gusana para convertirse en una mariposa libre y hermosa.
Mi prima se casó con un varón y nunca pero nunca, se volvió a hablar de nuestra primera vez, ella vive su secreto a través de mis estados de whatsapp, con su sonrisa deslucida y su pelo planchadito.
y Yo, escribo estas historias para recordarme lo que fui y para que otras Lauras nunca dejen de brillar.