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2. Reencarnado

2. Reencarnado

Despertó con un dolor de cabeza terrible, producto de la resaca. Era de madrugada, y el cielo aún estaba oscuro.

Se levantó de la cama y notó a su amante, Sofia, dormir junto a él. Desnuda, con el cabello negro sobre su rostro y las marcas de bronceado sobre sus hombros. Ella se encontraba cubierta solo por un chaleco, no había sabanas. Él quiso quitárselo, pero decidió quedarse a mirar. Le hizo rulos en el cabello y acarició su rostro antes de irse de la habitación.

Caminó hacia la puerta y se puso un gorro para evitar ser reconocido. Al salir del bloque de apartamentos, el dolor volvió a él y los recuerdos de la noche anterior se hicieron presentes. Su abdomen volvió a punzar, un recordatorio de que hacía mal en engañar a su novia, Paula. Con mucho esfuerzo, siguió su camino por las calles.

El aire viajó por las avenidas, las luces neón titilaban y el silencio era abrumador. Él se detuvo frente a la baranda del puente peatonal. Sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo; al abrirlo pudo ver el mensaje:

«¿Dónde estás? Vuelve».

El miedo se mezcló con la confusión.

«Estoy cerca, dame un momento», él respondió, intentando calmar sus pensamientos.

Agilizó el paso; al dar la vuelta en la esquina, cayó al suelo. El impacto fue fuerte. El pavimento, frío y duro, le sacudió el cerebro. Intentó levantarse, pero el mareo se intensificó. Su espalda baja ardía y fue incapaz de sentir sus piernas, pero sí fue capaz de sentir cómo le vaciaban los bolsillos.

***

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Magia

Hoy es el cumpleaños de John. El año pasado no lo celebró, pero hoy parece ser el día indicado para hacerlo.

Edrian se despertó tarde, cuando los invitados ya habían llegado.

La casa estaba decorada con cuadros, plantas colgando de las vigas y guirnaldas de flores en las puertas. En medio del salón, el pastel reposaba sobre la mesa. Las risas y las conversaciones llenaban el aire, mientras los niños corrían por el salón y los adultos miraban con interés al nuevo miembro de la familia Gracer. Ofrecieron sus bendiciones y regalos para el pequeño Edrian antes de dirigirse a John.

Edrian notó algo. Todos los invitados parecían ser personas de buena posición. Trajeron regalos como joyas, obras de arte y muebles. Sin embargo, uno en particular llamó su atención.

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Un anciano llegó acompañado de un grupo de sirvientas, quienes se formaron en línea, cada una sosteniendo un libro delgado. John lucía un poco abrumado. Se acercó a ellas con una sonrisa educada, recogiendo los libros, hojeándolos con atención y haciendo preguntas ocasionales.

Mientras esto ocurría, al otro lado de la habitación, los murmullos se apagaron ante la llegada del hombre extraño. Todo el mundo lo miró. Él era alto y robusto, con una espada enorme a la espalda y una armadura de cuero. Su mirada penetrante y su espesa barba causaban cierto temor. Caminó hacia John y se inclinó en una reverencia, quizás innecesaria para alguien como él.

—Para ser tu hijo, es sorprendente que sea tan apuesto —dijo el hombre, con la cabeza gacha.

—Lou, hermano. Te lo agradezco —respondió John riendo.

La llegada del Lou no estaba planeada; Edrian lo intuyó al instante. Había regresado antes de tiempo, probablemente de una larga expedición, puesto que había olvidado cómo debía vestirse y limpiarse el barro.

—Por casualidad, ¿está Ruth aquí? —preguntó Lou en un tono más serio, mirando a su alrededor.

John le respondió señalando con el dedo a una habitación cercana.

—Discúlpame, pero necesito hablar con ella, en privado —añadió Lou, y abrió la puerta.

Por otra parte, Edrian se encontraba sin aliento. Rodeado de tanta gente, que el aire le era escaso. Así que decidió salir al jardín a escondidas. A pesar de llevar tiempo en este nuevo mundo, todavía no lograba asimilarlo; se sentía desorientado y fuera de lugar. Como un vil impostor.

Tardó unos minutos en calmarse; la brisa le ayudaba. Como antiguo fumador, él solo comprendía lo bueno que era la frialdad de la noche.

«¿Cómo seguiré con mi vida?», pensó Edrian antes de volverse a poner de pie.

Sus piernas seguían débiles, pero servían para caminar. Trató de despejar su mente al explorar sus alrededores. No pudo evitar ensuciar su ropa en su travesía, y sintió una nueva punzada de culpa por su madre. A lo lejos, vio a una pareja de niños jugar. Por sus atuendos, dedujo que eran parte de la fiesta. Sostenían palos, simulando espadas o varitas, recreando batallas imaginarias. Por un instante, lo invadió la nostalgia. De los días sin preocupaciones.

—¡Soy la gran espadachín, Pansy Violet! —gritó la niña, blandiendo su palo con dramatismo.

—¡Y yo soy el mago más poderoso, el increíble Jake Archer! —respondió el niño, esquivando y lanzando un contraataque imaginario.

Edrian observó su juego. Ya era hora de volver. Conociendo a sus padres, era seguro que ya habrían notado su ausencia. Pero, antes de irse, vio al niño soltar su varita sobre el césped.

—Mit, aléjate un poco —ordenó el niño. La niña obedeció sin cuestionarlo. Cuando hubo suficiente distancia, él cerró los ojos y levantó su brazo derecho hacia el cielo.

»El agua mañanera es hermosa y serena. Refleja con su poder un sutil canto a la belleza. ¡Rocío Primaveral!

La boca de Edrian se abrió por el asombro. Vio cómo el aire se condensaba en la palma de aquel niño durante su recital. El vacío sobre su mano se transformaba en una esfera de agua que giró y danzó entre sus dedos. Al final, salió disparada hacia el cielo y explotó como una suave lluvia.

Edrian se sintió pequeño y vulnerable, pero también fascinado.

«¿Cómo era posible? ¿Era esto real, o solo un engaño de mi mente?», pensó él en medio de su estupor.

—¡Eso fue increíble, Sell! ¿Cómo lo hiciste? —dijo Mit

—Es un secreto —respondió Sell, alejándose con una sonrisa traviesa.

«¿Esto es magia? Esto es demasiado emocionante»

Continuará...

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