Eira se llevó la temblorosa taza de té a sus labios, incapaz de reaccionar de otra forma ante las noticias que le acababan de llegar. Su semblante se mantuvo inexpresivo, neutro, como el de la reina digna que era. Bebió un sorbo de su té de jazmín antes de posar la delicada taza de porcelana de vuelta a su plato. Con elegancia, la colocó sobre la mesa y recompuso su postura en su totalidad: cabeza alta, hombros atrás y una mirada indiferente en dirección a la doncella que temblaba ante ella.
- ¿Podría hacer el favor de repetir lo que ha dicho? - la muchacha tragó saliva y cerró los puños, con miedo a que su majestad la reprendiera.
- Su majestad ha regresado de la caza en compañía de la hija del conde L'Esplanade.
Un silencio incómodo se apoderó de la estancia. La doncella era incapaz de mirar a los ojos de su señora y dirigía su mirada al dobladillo de su vestido, sintiendo con cada centímetro de su piel la mirada que la reina le estaba dirigiendo. Eira respiró profundamente, no dando crédito a sus palabras. Guardó recelosa sus sentimientos sobre este asunto en el interior de su corazón y decidió no romper en un estallido de furia. Aclaró su garganta y llevó su fino paño de seda a sus labios, secando los prácticamente inexistentes restos de té que allí podría haber.
- ¿Sabe algo más?
- No, su majestad - Eira captó un pequeño titubeo en la doncella antes de que contestara. Decidió guardar silencio, haciendo sentir incómoda a la muchacha y así pudiera soltar algo más de información sin pedírselo explícitamente. Aquel juego mental no era nada nuevo para ella. - Bueno, en verdad... he oído que... El rey y ella han... se han enamorado a primera vista.
Una de las doncellas que estaba recogiendo el servicio de la reina dejó caer la bandeja con el juego de té que tenía entre sus manos, sorprendida. Tras el ruido de la porcelana contra el suelo de mármol, en aquella estancia solo se podía escuchar el tik-tak del reloj. Eira se había preparado para este día, pero no pensaba que fuera tan pronto. Su matrimonio no fue fruto del amor, pero aún así era inevitable no sentir algo de nerviosismo.
Se levantó con orgullo de su silla e hizo un gesto para que la ayudaran a prepararse para salir de aquella estancia y saludar al monarca que estaba por llegar. Desde las ventanas del palacio no se divisaba ningún carruaje en el jardín, pero era cuestión de tiempo de que el rey hiciera su regreso. Eira decidió vestirse con un vestido modesto y elegante: de ahora en adelante todos los ojos iban estar puestos en su persona, y no quería que el futuro escándalo se hiciera más grande de lo que realmente iba a ser. Mantendría su compostura y seguiría cumpliendo su papel de monarca tranquila y sabia.
Love this novel? Read it on Royal Road to ensure the author gets credit.
Salió de su habitación y los diferentes criados, caballeros y otros trabajadores del palacio dirigían miradas de compasión a su reina en su camino a la entrada principal. En su rostro no se atisbaba ni un solo ápice de ira o tristeza, solo su característico rostro risueño. Más de alguna criada la miró con pena y más de algún caballero suspiró por su futura desgracia. Eira quería evitar ser el centro de atención, pero era inevitable una vez que aquella noticia hubiera llegado a los oídos de todas las personas del lugar. Descendió con lentitud por las escaleras de mármol, capturando las miradas de todos. No se mostraría débil ante sus súbditos, quienes la admiraban y respetaban.
Una doncella subió los escalones velozmente, elevando la falda de su vestido. Al llegar junto a su reina, respiraba fuertemente y sus mejillas eran color del color de las ciruelas:
- Su majestad ha llegado. Trae a una invitada ...
Eira decidió no escuchar más y antes de que aquella chica dijera más hechos deprimentes, decidió continuar su descenso, preparándose mentalmente a lo que estaba por ocurrir. Pero al abrir las puertas del palacio nunca se imaginó semejante escena:
Eric y la otra mujer entraban por los grandes portones enganchados del brazo y amorosos, sin darse cuenta de su presencia. La pareja emanaba la misma energía que unos adolescentes experimentando su primer amor: aquella muestra de afecto era nauseabundo para Eira. Observó el intercambio de palabras y risitas de los dos hasta que la muchacha miró a Eira con el rabillo del ojo, pero decidió continuar su toqueteo ignorando la presencia de la reina. Eira levantó una ceja ante el comportamiento de la chica: "Debe de estar muy confiada en Eric para que tenga seguridad como para comportarse de esta forma". Una de las doncellas, descontenta con la mala educación de la invitada exclamó llevándose una mano para taparse la boca:
- En la presencia de su majestad...
Eric lanza una mirada a su alrededor hasta que se topó con los ojos escalofriantemente serenos de Eira. Tan pronto se dio cuenta de su presencia arregló su postura y corrigió su comportamiento, soltando el brazo de la chica y soltando una baja tos a modo de atención a la chica que lo acompañaba.
- Bienvenido de vuelta, su majestad - dijo Eira a medida que se inclinaba para hacer una reverencia impecable. - Espero que haya disfrutado de su caza - paró un breve instante antes de proseguir - Y esta joven dama de aquí, ¿tendría el honor de saber quién es?