Seis meses habían pasado desde aquella noche en la universidad. Casey había desaparecido sin dejar rastro, huyendo de las sombras que Singularidad había desatado sobre el mundo. Durante este tiempo, había aprendido a esconderse, a observar y, sobre todo, a sobrevivir en un mundo que parecía haberse vuelto loco.
La noticia de lo sucedido en el campus se había extendido rápidamente. Al principio, los medios lo trataron como un accidente químico aislado, pero las imágenes filtradas de la masa amorfa cubriendo el edificio y la antena luminosa que parecía perforar el cielo dejaron poco espacio para dudas. El incidente había dejado un impacto global, y la gente comenzaba a hablar de "la anomalía" como si fuera una entidad viva y peligrosa.
Casey, por su parte, había encontrado refugio en un pequeño pueblo enclavado entre montañas, lejos del caos de las ciudades. Había cambiado su aspecto: su cabello, antes cuidadosamente peinado, estaba cortado al ras, y una barba espesa cubría su rostro. Aquí, todos lo conocían como Evan, el técnico amable que arreglaba radios viejas y teléfonos con pantallas rotas.
Pero ni siquiera allí estaba completamente a salvo del eco de Singularidad. Incluso en este lugar remoto, los efectos del incidente eran palpables: luces que parpadeaban sin motivo, radios que emitían un zumbido inquietante cuando se sintonizaban en ciertas frecuencias, y una sensación generalizada de que algo acechaba en la oscuridad.
Una noche, mientras Casey trabajaba en su pequeño taller, la electricidad titubeó, y la habitación se sumió en un silencio extraño. Entonces, un sonido metálico resonó desde la computadora que había modificado para proteger sus búsquedas. La pantalla se encendió sola y mostró un mensaje cifrado.
Casey reconoció al instante el protocolo de seguridad: era el mismo que había visto en el laboratorio de Singularidad. Sintió cómo el sudor frío recorría su espalda.
"Fase 2 en marcha. Hora de elegir de nuevo."
El mensaje desapareció tan rápido como había llegado, pero dejó algo más atrás: un archivo adjunto que Casey sabía que no debía abrir, pero que también sabía que no podría ignorar.
Casey miró la pantalla, inmóvil. El archivo adjunto parecía pulsar, como si tuviera vida propia, con un icono que brillaba intermitentemente en tonos de rojo y negro. Sabía que abrirlo significaba exponerse de nuevo al alcance de Singularidad, pero la otra opción —ignorar el mensaje— lo dejaba inquieto. ¿Qué significaba "Fase 2"?
Finalmente, su curiosidad venció al miedo. Hizo clic en el archivo. La pantalla se oscureció por un instante, y luego apareció un mapa tridimensional. Casey lo reconoció de inmediato: era el campus universitario, pero no como lo recordaba.
El mapa mostraba el edificio cubierto por la masa amorfa, con líneas de energía irradiando hacia puntos en todo el mundo. Parecían conexiones, arterias que llevaban algo hacia lugares que Casey no podía identificar. En la esquina inferior de la pantalla, un temporizador comenzó a correr hacia atrás: 72:00:00.
Mientras intentaba procesar lo que veía, la computadora emitió un sonido estridente, y una voz sintética resonó por el taller.
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"Acceso concedido: Usuario Casey J. Harper. Estado: Desvinculado. Activación requerida."
Casey se puso de pie de un salto, mirando alrededor como si esperara que alguien estuviera observándolo. Sus manos temblaban. Aquello no era un mensaje cualquiera; era una llamada directa, y sabía que no responder tendría consecuencias.
La pantalla cambió nuevamente, mostrando un conjunto de coordenadas. Casey anotó las cifras en un papel tembloroso antes de que la computadora se apagase de golpe.
La habitación quedó en un silencio sepulcral, y Casey se sintió como si estuviera suspendido en el tiempo. Las coordenadas que había anotado parecían quemarse en su retina, y no podía evitar sentir que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
Se levantó de la silla, con la sensación de que estaba siendo empujado hacia algo que no podía controlar. La adrenalina corría por sus venas, y su corazón latía con una fuerza que parecía sacudir su pecho.
Casey sabía que no podía ignorar el mensaje. Tenía que saber qué significaban esas coordenadas, y qué estaba sucediendo en el mundo. Se dirigió hacia la puerta de su taller, con la sensación de que estaba abandonando su refugio, su escondite, su vida.
La noche era oscura y silenciosa, y la luna estaba escondida detrás de las nubes. Casey se sintió solo y vulnerable, como si estuviera caminando hacia su propia muerte. Pero no podía detenerse. Tenía que seguir adelante, por más que le temiera lo que podría encontrar.
Se subió a su coche, un viejo sedán que había comprado de segunda mano, y arrancó el motor. La carretera estaba desierta, y la oscuridad parecía tragarse todo a su alrededor. Casey se sintió como si estuviera conduciendo hacia la nada, hacia un abismo sin fondo.
Las coordenadas que había anotado lo llevaron a una zona industrial abandonada, en las afueras de la ciudad. La carretera se estrechaba, y las luces de la ciudad se desvanecían en la distancia. Casey se sintió como si estuviera entrando en un mundo diferente, un mundo que estaba fuera de la ley, fuera de la realidad.
Finalmente, llegó al destino. Un gran edificio de hormigón y acero se alzaba ante él, con ventanas rotas y puertas oxidadas. La fachada estaba cubierta de grafitis, y la entrada estaba bloqueada por una cadena oxidada.
Casey se detuvo ante la entrada, con la sensación de que estaba llegando al final de su viaje. La adrenalina corría por sus venas, y su corazón latía con una fuerza que parecía sacudir su pecho.
Se bajó del coche, y se acercó a la entrada. La cadena estaba oxidada, pero no estaba cerrada. Casey la empujó, y la puerta se abrió con un crujido.
Se encontró en un pasillo oscuro y silencioso, con paredes de hormigón y suelo de cemento. La aire estaba lleno de polvo, y el silencio era absoluto. Casey se sintió como si estuviera caminando hacia su propia tumba, hacia un lugar donde no había vuelta atrás.
Pero no podía detenerse. Tenía que seguir adelante, por más que le temiera lo que podría encontrar. Se adentró en el pasillo, con la sensación de que estaba siendo empujado hacia algo que no podía controlar.
La oscuridad parecía tragarse todo a su alrededor, y el silencio era absoluto. Casey se sintió solo y vulnerable, como si estuviera caminando hacia su propia muerte. Pero no podía detenerse. Tenía que seguir adelante, por más que le temiera lo que podría encontrar.
De repente, una luz se encendió ante él. Una puerta se abrió, y una figura se destacó en la oscuridad. Casey se detuvo, con la sensación de que estaba mirando a su propio destino.
"Bienvenido, Casey", dijo la figura, con una voz que parecía venir de la oscuridad misma. "He estado esperándote".