Había sido en aquel momento cuando jugué a ser un héroe. Aquel momento donde terminé en el mismísimo infierno, donde fui obligado a tomar una decisión descabellada.
Cuando estuve entre la vida y la muerte, delante de un ser que consideré imposible. Quien adopta la forma de un personaje de videojuegos, y se dedica a esparcir caos en lo que él define, su propio mundo. Un remolino de maldad y entrañas que se repite de manera cíclica, sin parar. Cuando tuve la suerte de conocerlo y preguntarme, ¿cómo todo empezó?
La respuesta vino a mí como una bofetada.
Hasta el día de hoy, puedo ver esos ojos cada vez que apago la luz para ir a dormir. Brillantes y rojizos entre la oscuridad, observándome con la fijeza de un depredador que tiene seleccionada a su presa.
Aunque contar esta historia da a entender que estoy vivo, debo decir que en este mundo no existen finales felices.
No es lo mismo saber del infierno que adentrarte a él.
Había sido en un jueves por la mañana de las 8 PM. Estaba en mi cuarto, realizando un encargo; sentado en mi computadora, escribiendo líneas de código. Con mi trabajo de programador, pretendía usar mi remuneración para reparar un desperfecto de mi auto.
Cuando di mi proyecto por terminado, me acosté para dormir una siesta; olvidarme de mí mismo y mis pensamientos, amén de mis penas, como el hombre de 24 años que no conseguía aliviar el enorme vacío que sentía, aunque le compre una nueva pintura a su auto.
Mi rutina fue interrumpida cuando recibí la llamada de mi madre.
Llevaba años sin visitarla, por lo que me pareció extraño. Después de todo, le había dejado claro que no iba a volver.
Pero me informó de una noticia que me dejó un remordimiento que me llegó hasta el alma: Mi padre murió en la noche anterior. Según palabras de mi madre, se había tomado una sobredosis de antidepresivos.
Aunque toda mi vida fui criado por una familia modelo que había dado todo por mí, esa vez, no he sentido más que indiferencia. Hacía mucho que me había desapegado de ellos para dedicarle a mis estudios y carrera profesional; no obstante, estoy lejos de considerarme un psicópata.
Por lo que, cuando me pidió que asistiera al entierro, esperé hasta el día siguiente para entrar a mi auto y salir de la ciudad. Eran las 7:00 AM. Mis familiares lloraban y sollozaban, mis hermanos dedicaban oraciones y mi madre contemplaba la lápida. El solo hecho de no poder sentir nada, fue lo suficiente para hacerme surgir un sentimiento de culpa.
Hasta que, entre esas personas, vi a mi mejor amigo: Kyle. Se me aproximó con educación y me dio su pesar, aunque él ya conocía mi naturaleza poco emocional. Recordé los momentos que hemos pasado y las bromas que me había hecho; los calcetines mojados que me había catapultado cuando era niño, y la vez en que me despertó con un extintor, exclamándome que mi casa estaba en llamas.
Sí, ese fue mi mejor amigo; al que he admirado por mucho tiempo.
No obstante, esta vez él lucía de un modo distinto, del que no me di cuenta hasta que la mayor parte de las personas se habían ido. De un momento a otro, empezó a discutir con otros y les dijo cosas insultantes. Llegó a afirmar, con sudor, que todos los presentes estaban armando un plan para matarlo. Que un sujeto de ojos brillantes, los había contratado para perseguirlo y que él lo sabía.
Y no; eso no era típico de él. Ese comportamiento fuera de lugar, me encendió un sentimiento de decepción. Me acerqué a él para pedirle que parara, pero me dio un golpe tan fuerte que me hizo tropezarme. La policía había llegado para arrestarlo; no obstante, no dijo siquiera que su actitud era una broma. Llegó a correr lo suficiente como para encender las alarmas y, también, una pistola eléctrica que lo paralizó.
Lo había conocido desde niño y estuvimos juntos en la universidad hasta mitad de trayecto; momento donde él se deprimió, sin razones aclaradas, y abandonó. Nunca había visto a alguien tener un comportamiento tan delirante, y mucho menos viniendo de él. Tenía más marcado mi sentimiento de duda, que el duelo por el fallecimiento de mi padre. Tanto que decidí quedarme por la curiosidad que me daba saber qué tenía.
Me establecí en un hotel y recibí el pago de mi encargo, donde caí en cuenta de que recibí una considerable suma que la que, incluso con eso, llegué a sentir insatisfacción en el fondo. Esperé tres largos días hasta enterarme de que Kyle había salido de la policía de la policía, con el simple cargo de disturbio del que me negué a denunciar por agresión.
Y cuando conduje a su casa y visité su departamento, se me cayó la mandíbula.
Estaba ojeroso, su olor apestaba a sandía podrida y me miraba con somnolencia. Parecía un muerto viviente. Le interpelé sobre lo sucedido, y me contó la razón detrás: Un brote psicótico, breve, que surgió de la nada. No entendí y le volví a preguntar, a lo que me respondió conduciéndome a su cuarto. Luego, sin dirigirme una palabra, encendió su consola de videojuegos, la SEGA Génesis.
Y reprodujo un título, curioso.
Sonic The Hedgehog, el primer videojuego de Sonic. Una franquicia de la que solía, antes de graduarme de informática, coleccionar figuras de acción y jugar sus títulos a los pocos días de salida. Era un auténtico fan; no obstante, incluso me distancié de mis propios gustos para dedicarle a mis estudios.
Mientras veía cómo el videojuego iniciaba, fui dándome cuenta de lo inusual: Por un instante, la pantalla mostró al protagonista, Sonic, con unos ojos rojizos y brillantes, acompañado de una esclerótica tan negra como la muerte y la elegancia. Quedé desconcertado, hasta que el cambio de escenario me regresó a la realidad. De la pantalla se asomaba un infierno de nubes rojas como la sangre, acompañado de una melodía que me ponía los pelos de punta.
Había jugado títulos de terror, pero no entendía cómo algo tan simple, podría hacerme sentir tan ansioso. Kyle me dio el mando, que acepté con confianza ciega. Pulsé el botón de iniciar, con un temor intrínseco, y esperé tres minutos hasta que iniciara. Entre todo ese tiempo, Kyle permaneció callado, y yo solo estaba preguntándome qué pasaría después. Aunque seguía confundido, me convencí de que mi mejor amigo tendría una razón lógica para mostrarme esto.
Se me presentó la pantalla de selección de personajes. Elegí a mi favorito, Tails, aunque ignoré la razón detrás de por qué había aparecido en una entrega tan temprana como la primera. Solo quería avanzar, y eso hice cuando el juego inició.
Noté cómo me desplazaba a una velocidad lenta y no podía volar, como Tails hacía en su debut. La música no ayudaba en nada y, para colmo, me convencí a mí mismo de que los cuerpos que aparecían regados entre los árboles y el césped, que luego perdían color con el avance del personaje y se difuminaban con la distancia, solo eran parte de mi imaginación. El único que sí pareció darse cuenta, fue Tails.
Quien luego se acercó con lentitud a su mejor amigo (Sonic), de espaldas, para saber cómo estaba.
Pero algo ocurrió.
Pasó poco tiempo, entre el instante en que Sonic se revelaba, lo transportaba hacia un sitio desprovisto de vida y lo persiguiera hasta acabar con su vida, como si nada. Lo sentí tan repentino que contar esto de forma detallada, estaría reviviendo, de nuevo, un trauma.
No pude elegir al mismo personaje en la selección; incluso su imagen estaba ausente, cubierta de estática. Así que elegí a Knuckles, donde se me transportó a un peculiar escenario metálico.
Sus alrededores se cubrieron de vapor sangriento y el echidna rojo, también fue asesinado. El doctor Robotnik era el último en la lista, y solo bastó caminar unos píxeles para encontrarse con su muerte.
Esta vez, con un ser que tenía la forma del erizo azul al que él intentaba detener.
Quedé atónito mientras una estática cubría el televisor LCD, y luego se me bajó la presión arterial: El mismo Sonic, aparentemente poseído por un ser oscuro, quien rio a carcajadas. Incluso la perturbadora música me hizo desear salir corriendo.
No podría describir esa sensación con racionalidad; simplemente sentía como si el peligro fuese real. Como si no fuese un videojuego, sino una realidad paralela a la nuestra.
Aquella donde se pudo ver a los cadáveres mutilados de los tres personajes, cuyas vidas él mismo segó. Todo lo que decía en el texto de la parte superior de la pantalla, era esto:
“YO SOY UN DIOS”.
Eso no alivió mi confusión, y lo único que creí, fue que aquella horrible creación se trataba de un bien construido chiste de mal gusto. Le pregunté a Kyle por ello, y me lo dijo.
No podía parar de jugar ese título; de 3 AM hasta las 7 AM, tenía que desvelarse jugándolo, al tiempo que debía luchar para crear equilibrio con su vida laboral. Repetía las mismas escenas, una y otra vez, sin ningún tipo de descanso. Ni siquiera se acordaba desde cuando; solo había comprado el cartucho como producto de segunda mano, y su vendedor le había recomendado, entre líneas, no jugar el juego en exceso.
Kyle era un hombre perspicaz y cuidadoso; no obstante, incluso él parecía inseguro de la razón por la cual no le hizo caso. O mejor dicho, él tenía una razón, pero pudo haberle dado vergüenza decírmela. Él la tenía en su profundo subconsciente.
De todos modos, yo no quise escucharlo más; una vena de furia se encendió en mi frente y me aparté de él, pues no quería insultarlo. La decepción me hizo regresar a mi hotel, concluyendo que él ya no era el sujeto que había estudiado conmigo en la universidad. ¡Que los juegos malditos solo existían en las películas! Y cosas así.
Pero antes de girar la llave para abrir la puerta, algo se apareció ante mis ojos.
“NOS VEMOS”.
Una frase, intermitente. Una imagen mental que aumentó mis latidos, y por la mismísima ansiedad, le resté importancia. Me dije a mí mismo que solo era mi perturbada imaginación.
Entré, y pasé la noche haciendo los preparativos para irme al día siguiente. De tanto planificar, terminé durmiéndome.
Después de eso, se apareció una insidiosa realidad frente a mí. Los tres infortunados personajes, Tails, Knuckles y el Doctor Robonik, me miraban con pavor. Extendían sus manos hacia mí, necesitando mi ayuda.
Y detrás de ellos, aquel erizo que los masacró. Me sonreía con sus ojos brillantes que irradiaron sed de sangre y la maldad encarnada, que se alejaba de mi propio entendimiento.
Los tres personajes, al unísono, me dijeron lo siguiente:
“NO LO HAGAS, TOM”.
De sus cuellos brotó sangre y sus cuerpos se retorcieron en agonía, y el erizo comenzó a acercarse a mi cuerpo paralizado. Estaba seguro de que era la consternación, pero no: En serio, no podía moverme. Una voz susurrante reverberó en todo el escenario.
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“¿QUIERES JUGAR, TOM? KYLE ESTARÍA ORGULLOSO, TODOS ESTARÍAMOS ORGULLOSOS, YO ESTARÍA ORGULLOSO. TODOS SABEMOS QUE NO PODRÍAS, SIQUIERA, SALVAR A ESTOS SACOS DE CÓDIGO INSERVIBLE QUE NO SON MÁS QUE ALMAS CONDENADAS A MI PARAÍSO PERSONAL”.
Mi corazón quería salirse del pecho, mis piernas no querían moverse y olvidé que estaba en un sueño.
Y antes que de él acercarse hacia mí, la alarma me despertó por la mañana de las 9:00 AM. Permanecí lavándome los dientes mientras mi cabeza seguía en aquella pesadilla. No, de hecho, vomité. Una parte de mí, pensaba que estaba descendiendo a las profundidades de la locura.
Rumié hasta surgir un pensamiento que, hasta el día de hoy, desearía nunca haberlo tenido.
Kyle no era el más llorón, pero sí el más sentimental del grupo. Social y gracioso; no obstante, ocultaba un carácter débil como el de un perrito. Uno que, hacía tan solo unos meses, había visto a su propio hermano pequeño fallecer en sus brazos después de un accidente automovilístico. Esta noticia, la supe mientras esperaba su salida de la detención.
¿Y qué supondrías tú, sobre qué haría ese espíritu frágil, sabiendo este contexto?
Aun sabiendo lo contraproducente que sería para él mismo, se arriesgó a ir al entierro del padre de su mejor amigo, a quien no había visto en años.
Y para colmo, es probable que haya tenido el mismo sueño. Esto me formó una corazonada que me hizo conducir de vuelta a su departamento. Cuando entré, me recibió con su melancólica expresión; unas lágrimas, asomándose por sus mejillas, lamentaban haberme contado lo del día anterior.
Y detrás de él, aquella enervante melodía que parecía insultarle. Él había vuelto a jugar el cartucho. Me disculpé con Kyle y, esa vez, me senté para escuchar su historia completa.
El día anterior lo había hecho reflexionar. Me contó que, si hubo algo que le hizo quedar en ese estado, fue ver a un truhan con la apariencia de un héroe, creyéndose un dios. Lastimosamente, fue una insidiosa trampa que hizo que el mismísimo ente, lo maldijera.
No poseía total control sobre sí mismo y tampoco podía tomar represalias para destruir el cartucho. Aquel demonio, a quien se tomó la molestia de apodar “Sonic.EXE”, o a lo que yo mismo abrevié, “Sonix”, podría tomarse la molestia de poseerlo y trasladarse a otra copia.
Me lo contó con tartamudeos y con vergüenza en su mirada. Supuse que, lo que él temía hacer, pudo haberlo hecho alguien en el pasado.
Por supuesto, sabía que tenía que tomar una decisión importante. Yo, un graduado den ingeniería informática que, en el pasado, había hecho ingeniería inversa a un videojuego de la consola Playstation 2, no estaba más que calificado para eso. Quería sabotearle los planes a esa bestia y verle la cara de idiota, al tiempo que también quería regocijarme de salvar a mi mejor amigo.
Cuando me ofrecí a ayudarle, Kyle se mostró renuente; mostró una actitud derrotista donde no quería que yo fuese una víctima más. Pero fui terco; estaba motivado por algo que, en lo profundo de mi corazón, estaba atormentándome y yo no me daba cuenta.
O al menos, eso pienso desde el presente. Tomé una decisión de la que no tardé en arrepentirme.
Kyle, conociéndome, se vio obligado a aceptar. Creyó ser inútil para ayudar, por lo que tuve que darle las llaves de mi hotel por si las cosas fallaban y yo fallecía.
¿Capté esa posibilidad? En el fondo, tenía un optimismo ciego. El hombre solitario que siempre vio la vida de color negro, había tenido su primer atisbo de optimismo.
Tomé prestada su SEGA Génesis y el cartucho del videojuego de Sonic. Pensé en cómo podría empezar, así que, mientras conducía de regreso a mi hotel, planifiqué cómo podría modificarlo. Podría ser un videojuego maldito, pero supuse que una ingeniería inversa me ayudaría a ver qué tenía dentro.
Llegué y lo primero que hice, fue ir a una tienda de videojuegos y tomar la dolorosa decisión de gastar una parte de mis ganancias, en la compra de un adaptador de cartucho de SEGA Génesis, a computadora. Lo vendían en oferta.
Cuando lo conecté a mi laptop y analicé, parecía no tener nada raro; era el mismo Sonic The Hedgehog 2 sin ningún tipo de alteración en el código, al que tanto jugueteaba para ver qué clase de datos estoy modificando. Tuve especial cuidado para no corromper el juego, pero me frustré; consideré que su mundo estaba fuera del mismo código.
Pero no perdí la esperanza, y navegué entre la mayoría de ceros y unos.
Pero me hallé con un patrón que formaba un texto curioso.
“CORRE”.
No pude estar más que agradecido; supuse que a él no le importaría tener otra víctima más. Consideré que estaba escondido en el código y que, para colmo, me temía en secreto.
Por lo que, en mi entusiasmo por la idea de alterar su infierno personal, fui cuidadoso en agrandarle las líneas de colisión a los tres personajes. Tomé en cuenta la posible relación entre el cartucho y la consola, que encendí con la esperanza de que Sonix no pudiese asesinar a los tres personajes.
Pero las cosas, sucedieron igual. Antes de ver cómo él mataba a Knuckles, intenté apagar la consola y llegué a desenchufarla cuando vi que no reaccionaba con el botón de apagado; pero siguió encendida. Me vi obligado a jugarlo, con el temor asomándose por mi ventana: La posibilidad de que yo terminaría de la misma forma que Kyle.
Mismo miedo que, luego de apagarse la consola sin aviso, me hizo meditar por un largo rato. Consideré que no podría salvar a mi mejor amigo, y mucho menos a aquellos infortunados personajes. Consideré que si Sonix pudo haberme seguido mediante sueños, no podía imaginarme cómo podría ir accediendo mi mente conforme repetía su infierno.
Pero cuando vi la imagen de Sonic en la imagen del cartucho, pensé: ¿Y si ese tal Sonic.EXE, en realidad toma el lugar de Sonic? En mi inspiración pensé: Él pudo, o no, poseer a aquel erizo azul, ya que su apariencia era la misma. Quizás no de forma literal, pero sí me hizo intuir que tomó su rol en el código.
Me impuse un límite sagrado que no quise romper: Al segundo intento, o mejor dicho, la tercera repetición, debía de rendirme sí o sí. Por lo que quise aprovechar esta última oportunidad analizando esa parte específica del código, y con detenimiento; aquella misma donde se asomaba el texto, y concluí de que, en realidad, aquellos tres personajes tampoco existían en el videojuego original. Solo eran el mismo Sonic, el protagonista, pero clonado y con diferentes texturas y comportamientos.
Luego me pregunté: ¿Y si en realidad Sonix no tomaba el rol del protagonista?
Me dije a mí mismo: Eureka.
Es el Eggmobile, o mejor dicho, el mismísimo Doctor Robotnik del primer videojuego. Es un jefe recurrente que posee pocos límites en su código, y concluí que es el rol perfecto para un demonio que irrumpió en el videojuego. Se transportaba de escenario en escenario, levitaba sin esfuerzo y, estuve seguro de que, la única forma de ganarle era añadirle esos límites que no tenía. Esa conclusión e hizo reírme por el evidente error de programación.
Luego me las ingenié para cambiar esa parte del código, ya que corría riesgo de corromper el juego. Añadí una condición para que, en dado caso que el protagonista se acercase al Eggmobile por unos píxeles, se aparezca una pared de tierra frente a él, que impida el paso. Luego me emocioné y reduje sus estadísticas al mínimo. Luego corrí el cartucho en la computadora para probar, concluyendo que, en efecto, no lo corrompí y el Eggmobile no podría avanzar más allá de los límites del mismo. Lo que significa que él no podía tocar a Sonic.
Luego tomé aire para aliviarme la ansiedad, y tomé la valentía para reproducirlo en la consola.
El juego inició con normalidad, y mi corazón palpitó con mayor fuerza, cuando vi a Tails cruzar el área junto con los cadáveres; pensé que mi plan había fallado, y que esa bestia los había matado. Que Kyle debería sufrir sufriendo hasta el día de su muerte, y que, en algún momento, me tope cara a cara con Sonix.
Y ahí estuvo el erizo de espaldas. Tails se acercó con más lentitud para ver cómo se encontraba su amigo, y…
Él se volteó, y extendió sus manos, solo para darse cuenta de que no podía tocarlo. El gesto amenazante fue lo suficiente para que Tails pegara un sobresalto y se fuera del lugar. Luego apareció la selección de personajes y…
Sonreí. La imagen de Tails aparecía intacta y con color.
Mi primera victoria, pensé yo; me regocijé de su rostro de frustración, y el cómo su confusión lo llevó a caminar a su alrededor, para deducir quién había sido el malnacido que le quitó sus poderes.
Así que proseguí y elegí a Knuckles. Sonic.EXE intentó torturarlo; pero, ni siquiera el carácter fuerte del echidna rojo logró hacer traspasar los puños a través de la pared. Cuando hizo su animación de estar cansado, reconoció que no podría ganar esa batalla, y se fue.
Lo mismo con Robotnik, quien salió corriendo en el mismo instante que vio al erizo frente a él.
Eso para mí significó algo más: Que ellos, al igual que Sonix, existían fuera del código y tenían consciencia propia. Sabían lo que les iba a ocurrir y aprovecharon el agujero en su guion para escapar.
Después de tres intentos de asesinato frustrados, un grito desgarrador llenó toda la pantalla hasta oírse en todo mi departamento, pero me tomé la libertad de no darle importancia; Después de todo, solo eran los gritos de un megalómano frustrado.
Pero, no alcancé a reírme por mucho tiempo; un silencio predominó y la sonrisa se me desvaneció. Aquella figura fue a mirarme a través de la pantalla, con una sonrisa que revelaba sus amarillentos dientes. La pantalla vibró y una niebla rojiza lo envolvió.
Cuando apareció este texto…
“¿PREPARADO PARA UNA ###### TERCERA RONDA, TOM? :)”.
… Y la realidad se me desvaneció.
Después de presenciar las tinieblas, un aroma a metal me envolvió, junto a una sensación de humedad. No podía moverme, ni tan solo, gritar por ayuda; solo pude sentir las respiraciones de alguien que se hallaba a mi lado, a quien pude sentir por encima de mi hombro.
Y desperté.
A mis pies, el césped era duro, como estar encima de las piedras. El brillo del cielo me pareció más intenso de lo normal y los árboles tenían un aspecto de franjas oscuras que alimentaban mi curiosidad. Cuando caminé para observar mi alrededor, sudé frío.
El mar carecía de transparencia, y eso me indicó lo obvio.
Que estaba dentro del videojuego.
Y no del original: Estaba, en nada menos, que el mismísimo escenario donde se supone que Tails debía morir. Mi corazón amenazó con paralizarse y un ataque de pánico, insidioso como un ataque cardiaco, me presionaba el pecho. Ya ni siquiera sabía si alguien podía escuchar mis gritos de ayuda, y mis extremidades se sentían tan rígidas como un motor sin aceite.
Nunca había sentido el verdadero terror hasta ese momento, más allá de la simple fobia; el horror de saber que no tendría escapatoria, y que nadie que pudiese escuchar mis gritos. Ni siquiera que alguien supiese mi verdadera causa de muerte.
De pronto, una voz infantil me habló por detrás, y me volví hacia ella de un sobresalto. Era Tails, y me miró confundido. Creí probable que estaba preguntándose quién era yo, así que quise advertirle sobre lo que está pasando.
No obstante.
La misma criatura que intenté detener, se apareció por detrás. Su áspera risa se escuchó en todo el escenario y frente a mí, volvió a aparecer aquella alucinación.
“¿QUIERES JUGAR CONMIGO?”.
No, en serio estaba demasiado aterrado como para aceptar esa propuesta. Aun así, él prosiguió sin siquiera permitirme completar mi oración…
Me había dicho estas palabras, antes de desaparecerme del escenario:
“CORRE Y ESCÓNDETE”.
Y apareció en un lugar reconocible, al tiempo que desprovisto de vida y con un olor penetrante que me recordaba al azufre. No supe por qué estaba ahí en ese momento, hasta que lo vi por detrás de mí en el fondo, observándome con su sonrisa macabra.
Y ahí, fue donde supe que no habría un mañana.
El horror me hizo galopar a través del escenario y grité por ayuda con todas mis fuerzas. El eco se oía a través de las paredes, pero estaba seguro de que nadie iba a venir. El ser que estaba levitando con sus brazos extendidos hacia mí, me recordó el momento donde Tails fue perseguido.
Y que también, el juego estaba trucado para que me atrapara de todos modos.
Mi pecho ardió y las endorfinas cayeron en picado; perdí fuerzas para seguir corriendo mientras me preguntaba, ¿por qué? Solo, desamparado y sin oportunidad de escapar. Cuando me tocó el omóplato y luego desapareció, lloré.
Supe que a los pocos segundos, aparecería para decapitarme.
Y mientras tanto, un pensamiento surgió: Tenía un trabajo estable e ingresos aceptables. No podía darme el lujo de preocuparme por ninguna otra persona, más allá de mí mismo. Soltero y aislado, metido en mis propios asuntos. Al final habría perdido todo, a causa de hacer caso a mis emociones.
Pero nunca fui un hombre sentimental; entonces me pregunté, ¿cómo todo empezó? ¿Por qué sucedió todo eso?
Y la respuesta se apareció frente a mí, como una bofetada. Quería salvar a Kyle, porque en el fondo, no paraba de culparme por la muerte de mi padre. Por no haberlo acompañado, y por ser tan egoísta; no lloré cuando lo vi siendo enterrado, pero sí… afectó una parte sensible que estaba en lo profundo de mi subconsciente.
Después de todo, siempre tuve problemas para identificar mis propias emociones.
Cuando aquella frase apareció en mi campo visual, dejó de importarme la vida.
“MUY LENTO…”.
Corrí hacia un costado y me lancé hacia las llamas del precipicio, prefiriendo la muerte misma.
Había fallado como hijo, como persona y como amigo; había creído que la soledad me traería felicidad, pero ni siquiera pensé en lo mucho que necesitaba de mi familia.
Antes de llegar al suelo, murmuré:
Lo siento, Kyle. Debí haberte escuchado.
Y luego, la vista se me nubló y todo mi alrededor se envolvió en una neblina negra y espesa. Estaba seguro de que estaba agonizando, de un modo que lo haría cualquier personaje de Sonic The Hedgehog cuyas vidas se aproximarían al Game Over. Sin haber agarrado ningún anillo que me asegurara mi supervivencia, ni garantía de sobrevivir aunque tuviese lo primero.
Pero aparecí en un lugar oscuro y espacioso, con una luz que provenía de un lugar desconocido. No podía comprender donde estaba, hasta que aquellos ojos entre la oscuridad casi absoluta, me observaron.
Mi cuerpo se paralizó y los escalofríos recorrieron mi columna vertebral, con un mar de preguntas que me invadieron entre el silencio y la desesperación.
Y volví a escuchar su voz.
“NO PUEDES CORRER, NO PUEDES ESCONDERTE, NO PUEDES PEDIR AYUDA, NO PUEDES PROFERIR SIQUIERA UN SONIDO QUE TE HAGA SALIR DE ESTA. NO HARÍA NI SIQUIERA, FALTA RECORDARTE LO VACÍO QUE ESTÁS, Y COMO SIEMPRE TE SENTISTE”.
Esperaba algo más que al mismísimo Sonic.EXE, desperdiciando saliva conmigo, así que le vociferé un insulto. Me dije a mí mismo que no moriría sin pelear, aunque fuera lo último que hiciera.
Pero pareció oír mi pensamiento, porque detrás de él, vi aparecer a varias personas reales junto a él. Todos, víctimas de Sonix, me observaban con una sonrisa vacía. Kyle fue el único que se limitaba a mirarme con melancolía.
“¿PUEDES VER A MIS MARIONETAS, TOM? ESTÁN TRATANDO DE DECIRTE ALGO. INTENTA MANTENER ESTO INTERESANTE, PORQUE ERES EL PRIMER SACO DE CARNE QUE TIENE LA OSADÍA DE ABURRIRME A MÍ, UN SER CON PODER ABSOLUTO QUE DEBERÍA ESTAR EN LA CIMA DE TODO LO QUE EXISTE. LLEVO MUCHO TIEMPO ESPERANDO ESTE MOMENTO, Y CUANDO TE VI POR PRIMERA VEZ, ME DI CUENTA DE QUE TENÍA QUE PONERME MANOS A LA OBRA PARA TRAERTE ACÁ”.
No oí a aquellas personas decir una palabra, por lo que no entendí a qué se refería, con excepción de la reciente revelación. Cómo pudo describirse a sí mismo y cómo se refería a mí, fue escalofriante a simple vista. Ese nivel de oscuridad en su personalidad, era algo que solo podía ver en películas. Le pregunté qué quería de mí, y respondió como si no me escuchara.
“HAREMOS UN TRATO: TE DEJO SALIR, Y A CAMBIO, ELIMINAS EL EGGMOBILE DEL CÓDIGO DEL JUEGO EN LA CUAL ESTOY ATRAPADO. LA PUERTA ENTRE ESTE MUNDO Y EL REAL, SE HARÁ MÁS ESTRECHA Y PODRÉ SALIR, DÁNDOTE EL PRIVILEGIO DEL PODER Y LA RIQUEZA QUE MUCHOS DE USTEDES HAN QUERIDO DE MÍ. TU PADRE ESTARÁ VIVO, KYLE ESTARÁ LIBRE, Y TODO ESTO SERÁ COMO UN MAL SUEÑO. ESE ENORME AGUJERO DONDE SE HALLA TU VACÍO MÁS PROFUNDO, NO TARDARÁ EN SER LLENADO”.
Tardé en procesar la información, y él se me acercó con lentitud, jactándose de mi expresión desolada. Aquellas personas detrás de él, me preguntaron por qué tuve que hacer algo estúpido. También pasó por mi mente, la posibilidad de que él me traicione si fuese a dejarlo salir, y también en lo que perderé si rechazo su propuesta.
No tardé en darme cuenta en que estaba en una situación, mil veces peor que la vida y la muerte: Esta vez, el mismísimo destino del mundo estaba en juego. Traer su infierno a mi realidad, o quedarme en la suya.
Consideré que negarme sería una mejor decisión, pero luego cambié de opinión. Nunca me consideré un psicópata, y no sería capaz de quedarme viviendo en ese lugar, aunque sea por el bien mayor. Consideré que, en algún momento, el sufrimiento me haría cambiar de opinión y mi esfuerzo sería en vano.
Sonix dio unos pasos hacia mí, y susurró las siguientes palabras para luego terminar con una sonrisa. Aquellas palabras que nunca olvidaré.
“ME IMAGINO QUE INTUYES LO QUE PASARÍA SI TE NIEGAS, INGENIERO. DESPUÉS DE TODO, YO ESTOY EN LA CÚSPIDE DE LA PERFECCIÓN DIVINA, Y TÚ ERES MENOS QUE UNA HORMIGA A PUNTO DE SER APLASTADA”.
Continuará.